En el paraíso de las tecnológicas no habrá un Elon Musk: la 'purga' china a los oligarcas 2.0
Musk se ha convertido en el adalid del concepto tecnoligarca. Pero, mientras los políticos y expertos vaticinan cómo esta figura puede amenazar a las democracias, en China los tecnoligarcas no pasan del marco teórico
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Jack Ma se sentó frente a Elon Musk durante 45 minutos para hablar sobre cómo la inteligencia artificial podía cambiarlo todo. En 2019, el fundador de Alibaba tenía una visión positiva de ese cambio; el CEO de Tesla tenía una postura más pesimista. Fue un debate entre los multimillonarios que en ese momento ya eran considerados los líderes más influyentes del sector tecnológico. En seis años, Musk ha elevado esa influencia hasta convertirse en la persona de confianza del futuro presidente de Estados Unidos. De Ma, en cambio, no se sabe nada.
El que fue el hombre más rico de China fue también una de las más conocidas en el gigante asiático. Las fiestas de aniversario de Alibaba se convertían en eventos de los que se hablaba durante días en redes sociales por las actuaciones de Ma, que en una ocasión imitó a Michael Jackson ante sus miles de empleados.
Hasta que llegó ese día de 2020 en el que el fundador de Alibaba criticó el sistema de control financiero de China. La primera consecuencia fue la suspensión de la salida a bolsa de Ant Group, la 'fintech' de Alibaba, que iba a ser la mayor oferta pública de acciones de la historia del país. La segunda llevó a Jack Ma a caer en las sombras. Estuvo desaparecido durante meses e incluso se rumoreó que había sido detenido por las autoridades, pero en 2023 volvió a su país. Ha seguido siendo una figura importante en el mundo de la tecnología, pero ya no está en el ojo público ni ha vuelto a hacer declaraciones relacionadas con la política o la economía de su país.
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Mientras tanto, en estos años, Elon Musk compró Twitter para crear su red social X, y es ahora uno de los asesores más importantes del futuro presidente Donald Trump. Mientras, Ma sigue relegado al silencio público, el CEO de Tesla inició una tormenta de tuits compulsiva, en los que ha afirmado que el partido de extrema derecha AfD es el único que puede salvar Alemania, o ha resucitado un caso de 2014 abusos sexuales en Reino Unido para atacar al Gobierno de Keir Starmer.
Musk se ha convertido en el adalid del concepto tecnoligarca, que se relaciona con el aumento del poder y la influencia política de poderosos millonarios con un perfil tecnológico. Pero, mientras los políticos y expertos vaticinan cómo esta figura puede amenazar a las democracias, en China los tecnoligarcas no pasan del marco teórico.
Jack Ma no ha sido el único que fue apartado de los focos digitales después de criticar al Gobierno de Xi Jinping. La cuenta del jefe de investigación del Banco de Comunicaciones Internacionales de China, Hong Hao, en Weibo, fue suspendida después de publicar un comentario sobre el mal estado de la economía china. "Shanghái: cero movimiento, cero PIB", escribió.
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Durante la pandemia, Wang Sicong, hijo del fundador de la tecnológica Dalian Wanda Group, se quejó de las frecuentes pruebas de coronavirus que las autoridades sanitarias obligaban a realizar. Tenía en ese momento 40 millones de seguidores en Weibo y las autoridades le prohibieron seguir publicando en la plataforma después de ese comentario.
Estos capítulos de la censura china marcaron el inicio de una ofensiva regulatoria que transformó el sector tecnológico de China. Gigantes como Alibaba, Tencent y Pinduoduo enfrentaron un mayor escrutinio, multas e investigaciones antimonopolio, lo que creó un entorno más restrictivo para las empresas privadas. E impuso un control todavía mayor a las opiniones de sus directores.
Varias organizaciones de derechos digitales, como Article 19, han denunciado los mecanismos de censura del gigante asiático, de los más "sofisticados del mundo". "Está respaldado por intimidación selectiva, acoso y encarcelamiento arbitrario cuando los censores no logran impedir la difusión de información que no le agrada a Pekín", afirma la organización.
Desde el año pasado, estos métodos se han centrado específicamente en evitar los comentarios negativos sobre la economía, uno de los puntos sensibles del Gobierno de Jinping. Cada vez son más los informes centrados en la intimidación no solo de economistas o analistas financieros, sino de personajes influyentes cuya opinión puede tener impacto en la sociedad.
El Ministerio de Seguridad del Estado hizo a principios de 2024 una petición a los ciudadanos a través de la red social WeChat, y les pidió que comprendieran la visión económica del presidente. Especialmente, les instó a que no se dejaran influir por quienes buscan "denigrar la economía de China" mediante "falsas narrativas". Las autoridades del ministerio dijeron que, para combatir ese riesgo, los organismos de seguridad se centrarán en "reforzar la propaganda económica y la orientación de la opinión pública".
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Mientras que Meta ha eliminado la verificación de datos en sus redes, anunció recientemente Mark Zuckerberg, en el gigante asiático impone cada vez más filtros de lo que interpreta como falso. Las reacciones a esta medida son también ampliamente distintas. La eliminación del servicio 'antibulos' de Meta originó una cascada de críticas de expertos en comunicación social y, en Europa, reclaman la aplicación estricta de la ley de servicios digitales (DSA) para mantener la moderación de contenidos.
En China, las reacciones a un mayor control en redes sociales se basa sobre todo en especulaciones. "En mi opinión, cuanto más suprime el gobierno la información negativa sobre la economía, menos confianza tiene la gente en la situación económica real", dijo Xiao Qiang, investigadora científica de censura y derechos humanos en China de la Universidad de California en Berkeley.
Pero la campaña de presión se ha intensificado hasta tal punto que hasta los defensores del Xi han levantado la mano. Hu Xijin, influyente comentarista y exredactor jefe del periódico Global Times, escribió en Weibo que la labor de las personas influyentes era "ayudar constructivamente" al gobierno a identificar los problemas, "en vez de encubrirlos activamente y crear una opinión pública que no es real".
Pero la dinámica entre los directores o personajes públicos relacionados con la tecnología y las autoridades chinas tiene pocas posibilidades de cambiar. La única opción para sobrevivir parece que es ser obediente. Antes de la pandemia, Lulu Chen, la autora del libro Influence Empire, sobre el imperio de Tencent, se reunió con un funcionario para preguntarle los retos para las empresas tecnológicas y los emprendedores. "No importa qué tipo de pez gordo seas, siempre tendremos una forma de mostrarte quién manda", le dijo la persona e hizo una referencia al propietario de Tencent, Pony Ma.
A pesar de que el magnate tecnológico siempre ha tenido un perfil discreto, las autoridades no planean quitarle ojo. "No pienses que porque controlas mil millones de usuarios y te mudaste a Singapur o a algún país extranjero no podemos hacer nada por ti", añadió el funcionario. Además, reconoció que cuando los reguladores sentían que Tencent necesitaba una lección por una conducta que consideran poco apropiada, se intensifica la censura o se bloquean los servicios web de la empresa.
Para los millonarios dueños de empresas tecnológicas, los problemas desaparecerán siempre y cuando se alejen de imitar el comportamiento de Elon Musk. Lulu Chen, en su libro, resume los desafíos de los magnates del gigante asiático con una leyenda china sobre una carpa y un dragón. El cuento dice que si una carpa logra nadar contracorriente y saltar un arco sobre una cascada, se transformará en un dragón oriental.
"La historia de los magnates chinos de Internet, como Pony Ma, durante las últimas dos décadas es la de una generación de carpas que se convirtieron en dragones. El giro, sin embargo, es que estos geeks idealistas, que se aventuraron a cambiar el mundo, ahora están encadenados y se han convertido en parte de un sistema que querían cambiar. Una vez que los dragones hechos a sí mismos han alcanzado el nivel de éxito que tienen en China, la pregunta más importante parece ser: ¿cuándo y cómo saldrán ilesos?", se pregunta.
Jack Ma se sentó frente a Elon Musk durante 45 minutos para hablar sobre cómo la inteligencia artificial podía cambiarlo todo. En 2019, el fundador de Alibaba tenía una visión positiva de ese cambio; el CEO de Tesla tenía una postura más pesimista. Fue un debate entre los multimillonarios que en ese momento ya eran considerados los líderes más influyentes del sector tecnológico. En seis años, Musk ha elevado esa influencia hasta convertirse en la persona de confianza del futuro presidente de Estados Unidos. De Ma, en cambio, no se sabe nada.