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Armas y autobuses: Maduro llenó Caracas con cuerpos especiales militares y chavistas de todo el país
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Armas y autobuses: Maduro llenó Caracas con cuerpos especiales militares y chavistas de todo el país

La posibilidad de un ataque encubierto de la disidencia política es otra de las preocupaciones que aquejan a los que siguen de pie en la plaza, esperando a que pase el desfile prometido al final del acto

Foto: Toma de posesión de Nicolás Maduro. (EFE)
Toma de posesión de Nicolás Maduro. (EFE)

Cuando llega el día señalado para la toma de posesión de la presidencia de Venezuela, Caracas amanece más callada de lo común, un silencio que ha envuelto la capital y el resto de las ciudades del país durante toda la semana previa. Un día antes se registraba la reaparición y breve secuestro de la dirigente opositora María Corina Machado, jornada en la que además resultaron detenidos 16 individuos mientras se manifestaban a lo largo del país en contra del régimen chavista, según la or. Si el oficialismo saboteó estas protestas con tarimas pequeñas en los puntos convocados por la oposición, este es el día en que sacan la artillería: los autobuses que traen a sus seguidores de varios estados para concentrarse en Caracas.

Mientras todavía falta media mañana para la celebración del acto formal, en el que Nicolás Maduro se juramentará por tercera vez como presidente de la República, varias calles amanecen bloqueadas por grupos de las fuerzas armadas. Los autobuseros, que reemplazan en su mayoría a un transporte público irregular e impuntual, se ven forzados a atravesar las avenidas aledañas a las mayores calles arteriales que rodean el centro de Caracas. Algún pasajero le pregunta al conductor que tanto lo puede acercar a La Candelaria, una parroquia cercana al centro histórico. "Te puedo llevar hasta Parque Carabobo", le responde. Desde ahí, todavía faltan algunas cuadras para acercarse a alguna de las calles y plazas donde se reúnen los chavistas.

Desde el complejo urbanístico de Parque Central empiezan a aparecer los grupos que van caminando hacia alguna de las manifestaciones. "No son manifestaciones", corrige uno de los asistentes, tocándose el oído para llamar la atención a la música que ya se empieza a escuchar tronando a la distancia. "Eso es una rumba, la gente está yendo a una fiesta", dice. Uno de los lemas del chavismo es blandir la alegría frente a lo que califican la "amargura" de los opositores. Es un leitmotiv que se ha desarrollado y repetido durante años como respuesta a las críticas a la gestión estatal, responsable según la disidencia política de las múltiples crisis del país en la educación, la salud, la seguridad, los derechos laborales, la economía, la libertad de expresión, la democracia y un largo etcétera.

Otra parte fundamental del argumentario es la paz. La paz, la paz, la paz, repiten los políticos, los adeptos y los funcionarios, frente a la violencia de los fascistas, escuálidos, ultraderechistas e imperialistas, como denominan a los que votan en contra del sucesor del difunto Hugo Chávez. Y es por las provocaciones de estos que hace falta poner armas que van aumentando de tamaño mientras más cercanos se encuentran de la Asamblea Nacional, donde tomará lugar la toma de posesión, según Marta. "Es importante que ellos estén ahí, protegiendo al pueblo", justifica Marta, profesora universitaria que anda acompañada de una exalumna. "Fíjate toda la guardia que tenía Salvador Allende y cómo terminó", dice, haciendo alusión al golpe de Estado que terminó con el suicidio del presidente chileno y la institución de la dictadura pinochetista.

Foto: El líder chavista Nicolás Maduro. (EFE/Ronald Peña)

Las carabinas de perdigones dan lugar a los lanzagranadas con los que pocos meses antes la Policía Nacional disparaba bombas lacrimógenas a los que salieron a la calle el día después de las elecciones. Cada tantos metros se avista algún miembro del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) con armas cortas. Los escudos antidisturbios de la Guardia Nacional impiden el paso por varias avenidas. Aún más cerca del epicentro de los hechos aparecen los agentes de la Dirección de Asuntos Especiales (DAE), con rifles de asalto militares. Se trata de una unidad de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), que ha acumulado numerosísimas denuncias por ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas, detenciones arbitrarias, torturas y violaciones, según las investigaciones de la Misión internacional independiente de determinación de los hechos de la ONU (Independent International Fact-Finding Mission on the Bolivarian Republic of Venezuela | OHCHR).

Pero también están presentes los colectivos, civiles pertenecientes a una organización adepta al gobierno que se encarga de defender el chavismo, a veces con las armas.También aparecen las milicias bolivarianas, un componente de voluntarios de las Fuerzas Armadas con una variedad mucho mayor en sus edades y un entrenamiento más escaso. Algunos de estos parecen haber alcanzado la tercera edad. Se trata, en palabras de un hombre que se identifica como un miembro de los colectivos, de "la verdadera unión cívico-militar-policial, que defiende en la patria mientras dure esta coyuntura política". Frente a un eventual sabotaje o a la posible llegada de Edmundo González Urrutia, el excandidato opositor que ha asegurado recientemente que "muy pronto" pisará el país caribeño, repite un eslógan que ya se ha vuelto común: "Candelita que se enciende, candelita que se tiene que apagar".

El acto, de cerca

Horas antes de la jura se encuentran cientos de personas en la plaza Diego Ibarra, que encabeza el Centro Nacional Electoral, acompañado hoy de una tarima gigante y cornetas que emiten música con un volumen tan fuerte que hace vibrar el pecho de los que se encuentran en los alrededores. El edificio que se abre en una enorme curva tiene un aire más simbólico, casi desactualizado, después de que pasara la decisión final sobre la victoria en las elecciones presidenciales al Tribunal Supremo de Justicia, que no tardó en emitir una sentencia judicial para declarar a Maduro como presidente. Es un concepto difícil de dirigir sin entender que ambas instituciones responden al poder político del Partido Socialista Unido de Venezuela, pero ninguno de los presentes lo cuestiona, por lo menos en voz alta. Así como tampoco cuestionan las afirmaciones del chavismo que intenta desmentir el secuestro y subsecuente liberación de María Corina Machado.

"Pasa que nosotros no estamos confundidos y vivimos en la realidad, ¿no viste anoche Con el mazo dando?", exclama uno de los asistentes, que lleva de un lado a otro un cartel con la cara de Maduro que le llega al cuello cuando roza el suelo. Se refiere al programa televisivo de Diosdado Cabello, ministro del Interior, que siguió la línea retórica impulsada por el oficialismo al afirmar que la retención forzada de su adversaria política fue "un invento, una mentira".

"Acuérdate de que al gobierno no le conviene meter presa a María Corina y a los suyos hasta que ellos mismos demuestren ante el mundo lo delincuentes que son", insiste Marta, señalando el rechazo que acumula el chavismo desde que el CNE avaló, sin publicar actas de ningún tipo, lo que varios líderes políticos han señalado como un fraude electoral. "Ahora, hasta los países de Latinoamérica nos han dado la espalda", lamenta. Sobre la dirigencia opositora, lanza una declaración menos política y más metafísica: "Están enfermos porque se preocupan nada más de lo material y no de lo espiritual: no mantienen vivo el espíritu de Bolívar, de Chávez, no creen en Dios".

placeholder María Corina Machado, en la manifestación del viernes en Caracas. (Reuters/Leonardo Fernandez)
María Corina Machado, en la manifestación del viernes en Caracas. (Reuters/Leonardo Fernandez)

En diferentes puntos de la plaza circulan carpetas con tablas donde las personas firman con su nombre, número de cédula (documento de identificación) y de teléfono móvil. Algunos de los títulos de estas planillas corresponden con las regiones cuyo nombre gritan de un lado y otro: Lara, Charallave, Catia. Muchos han venido en viajes de autobus organizados por los "grupos revolucionarios", como los llaman, pero también hay quien llega por su propia convicción. "Yo supe de un tipo que llegó de Mérida, tuvo que estacionar su carro [aparcar su coche] lejísimos de aquí", dice un asistente. Otros lamentan la pérdida de entusiasmo de sus compañías de donde viven, como una joven de Anzoátegui. "Ninguno de mis amigos quiso venir, ¿pero es que creen que luchar contra el imperialismo es fácil?", expresa a quienes la rodean. Son la prueba de que sigue habiendo chavistas convencidos

Para cuando aparece el líder chavista en la pantalla gigante que se encuentra en la tarima, miles de personas en diferentes puntos del centro de Caracas aplauden, cantan y chillan mientras Maduro presta su juramento y Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, le impone una banda presidencial. Uno de los temas que más repetirá en su alocución el líder chavista será el del poder popular, la democratización del poder que solo puede garantizar "un presidente obrero", como explica con la cadencia con la que imita desde hace años al hombre al que sucedió en la presidencia. Es una ironía que tampoco se comenta, cuando la centralización del poder político se ha maximizado a lo largo de veinte años de chavismo, las bandas criminales y guerrillas se han apoderado de regiones abandonadas por las instituciones y Caracas, la capital y "joya de la corona", está tan protegida que las crisis de agua y electricidad llegan años más tarde que al resto de los estados.

Cuando pasa una media hora, las personas se ponen a conversar, interrumpiendo al presidente recién juramentado, que tardará dos horas más en terminar de hablar. Un camión reparte refrigerios, como llaman a las pequeñas cajas de plástico o cartón que tienen arroz con pollo en algunos casos y, en los otros, fruta acompañada de bocadillos de jamón. "Cuando se termine el acto, nos vamos a los autobuses para devolvernos", dice una señora mayor que llegó con su grupo desde Lara.

"Los policías dejan pasar a varios grupos vestidos de camisas con consignas a favor de Maduro y defendiendo el legado de Chávez"

Más cerca de la Asamblea Nacional, a dos cuadras del Palacio presidencial de Miraflores, los policías dejan pasar a varios grupos vestidos de camisas con consignas a favor de Maduro y defendiendo el legado de Chávez. Son los que más cerca estarán de los hechos, y no se avistan casi personas sin algún tipo de uniforme que los identifique con una comuna, organización estudiantil o algún otro tipo de grupo chavista. "No pasan quienes no pertenezcan a grupos revolucionarios al acto presidencial, no puede permitirse que se acerquen infiltrados a Miraflores".

La posibilidad de un ataque encubierto de la disidencia política es otra de las preocupaciones que aquejan a los que siguen de pie en la plaza, esperando a que pase el desfile prometido al final del acto. "Sabes que aquí hay infiltrados, opositores que quieren sabotear", dice el hombre del cartel de Maduro, levantando la voz. "Ya los ves ahí cuando los meten presos, haciéndose los inocentes cuando los mandan otras personas diciéndoles qué hacer", insiste. "Y esos son venezolanos como tú y yo, hermanos que nos traicionan.Te digo que si encontramos uno, lo picamos".

Cuando llega el día señalado para la toma de posesión de la presidencia de Venezuela, Caracas amanece más callada de lo común, un silencio que ha envuelto la capital y el resto de las ciudades del país durante toda la semana previa. Un día antes se registraba la reaparición y breve secuestro de la dirigente opositora María Corina Machado, jornada en la que además resultaron detenidos 16 individuos mientras se manifestaban a lo largo del país en contra del régimen chavista, según la or. Si el oficialismo saboteó estas protestas con tarimas pequeñas en los puntos convocados por la oposición, este es el día en que sacan la artillería: los autobuses que traen a sus seguidores de varios estados para concentrarse en Caracas.

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