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¿Qué busca Elon Musk? El "primer agitador global" tiene un plan
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Desestabilizar y designios imperiales

¿Qué busca Elon Musk? El "primer agitador global" tiene un plan

El enfoque estratégico indica que Musk, en realidad, hace lo que siempre ha hecho Donald Trump, solo que a un nivel global y mucho más efectivo: asustar, confundir e imponer una agenda mediática que distraiga de otras cuestiones

Foto: Elon Musk en el Capitolio tras reunirse con John Thune. (Reuters/Benoit Tessier)
Elon Musk en el Capitolio tras reunirse con John Thune. (Reuters/Benoit Tessier)
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El hombre más rico de la historia, confidente del presidente electo de Estados Unidos y dueño de una red social global donde él mismo tiene más de 210 millones de seguidores, Elon Musk, lanzó una encuesta el pasado lunes. “América debe liberar a la gente de Gran Bretaña de su gobierno tiránico”, escribió en X. “Sí o No”. El 58% de las casi dos millones de personas que respondieron votaron que sí.

El sondeo de Elon Musk podría parecer una broma, una provocación en línea con su sentido del humor ácido y gamberro, de no ser porque vino precedida por decenas de ataques virulentos contra el Gobierno británico, en los que Musk hacía acusaciones infundadas y gravísimas, pedía dimisiones, elecciones anticipadas e, incluso, la horca. Y elevando, al mismo tiempo, voces desacreditadas como la del islamófobo y criminal convicto Tommy Robinson: un personaje tan tóxico que hasta el líder populista Nigel Farage tuvo que distanciarse de él y de la causa de Musk.

Leyendo sus tormentas de tuits, uno podría pensar que Elon Musk vive en Reino Unido o que tiene familia en la campiña inglesa, pero no es el caso, como tampoco tiene mucho que ver con Alemania: el otro país europeo en cuyo paisaje político está insertándose con fórceps, desde la pantalla de su móvil, desde el otro lado del océano Atlántico. ¿Qué está pasando? ¿Por qué está Musk, con todas las enormes y complejas empresas que dirige, metiéndose en estos berenjenales?

Si bien nadie sabe qué sucede entre los bastidores de Mar-a-Lago, la mansión de Donald Trump donde Musk pasa buena parte de su tiempo, ni mucho menos en la cabeza del milmillonario, es posible analizar su comportamiento en base a cuatro enfoques complementarios: el estratégico, el económico, el político y el personal.

Foto: Fotografía de archivo de Elon Musk y Donald Trump en Brownsville, Texas. (Reuters/Brandon Bell)

El enfoque estratégico indica que Musk, en realidad, hace lo que siempre ha hecho Donald Trump, solo que a un nivel global y mucho más efectivo: asustar, confundir e imponer una agenda mediática que distraiga, estratégicamente, de otras cuestiones. La tormenta de tuits compulsivos de Musk sería la versión global y gigantesca de aquellos tuits mañaneros en los que Donald Trump intentaba epatar a la opinión pública y fijar, a las bravas, la narrativa del día.

La rueda de prensa de Donald Trump el martes, en la que verbalizó explícitamente sus intenciones imperialistas hacia Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá, sugieren que podría haber estado todo medido. Dado que Donald Trump está a punto de iniciar un mandato presidencial rotundo, con pocos contrapesos, y ve a los otros países, incluidos los de la Unión Europea, como competidores, quizás esté simplemente reforzando aún más su posición: avasallando a las demás naciones, desestabilizándolas, para luego deslizar sus designios imperiales como si nada.

Foto: Elon Musk. (Reuters/Lukasz Glowala) Opinión

El contraste es patente: de un lado, un todopoderoso Trump; del otro, coaliciones de gobierno frágiles como la de Alemania o la de Francia, o la situación en Canadá: con el primer ministro, Justin Trudeau, de salida. Trump habría soltado a Musk para desequilibrar aún más la balanza a favor de Washington. Mientras Europa se ve absorbida por las polémicas impuestas por Musk, Trump se ve lo suficientemente fuerte como para soñar, en voz alta, con una Gran Norteamérica.

El enfoque económico sugiere que Elon Musk estaría intentando repetir en Europa lo que ha conseguido en EEUU. Gracias a los 277 millones de dólares que donó a los republicanos y que ayudaron a Trump a ganar las elecciones, el presidente electo permite que Musk esté continuamente a su lado, participe en llamadas con líderes extranjeros, dicte lo que se debe o no se debe hacer en el Congreso y esté al cargo, junto al también millonario Vivek Ramaswamy, de DOGE: un pseudo-departamento (ya que no tiene carácter oficial) para reestructurar el Gobierno federal.

Una manera de resumirlo es que Musk se ha comprado el derecho de reformar, recortar o eliminar partes del mismo Gobierno federal que supervisa a sus empresas, Tesla y SpaceX. Ahora supervisará él las agencias reguladoras con las que, también, tiene pleitos abiertos. Siguiendo este esquema, si Musk lograra impulsar las fuerzas nacionalpopulistas europeas en sus respectivos países, ¿podría así entrar él, como pago del favor, en las instituciones, y así inmunizarse contra futuras regulaciones? Sería una manera de proteger, e incrementar, sus activos en territorio europeo.

Foto: Foto de archivo de Elon Musk. (Reuters/Allison Robbert)

El enfoque político plantea que, en realidad, Musk está actuando por convicción. Algo que resulta curioso, ya que, tradicionalmente, el magnate nunca se había metido en política y siempre se había definido de manera vaporosa y camaleónica, describiéndose como “demócrata moderado”.

Esta cautelosa indiferencia se habría venido abajo entre 2020 y 2021. Las políticas restrictivas de California frente a la pandemia de covid, como el cierre de los colegios y los periodos de confinamiento, irritaron visiblemente a Musk, que empezó a politizarse y a hablar de “fascismo”. La transición a mujer de uno de sus 12 hijos habría sido el segundo elemento. Musk alegaría después que no sabía lo que estaba firmando cuando aprobó el consentimiento para que su hijo transicionara. Desde entonces, la niña trans se cambió el nombre a Vivian Jenna Wilson y rompió vínculos legales con Musk, a quien a menudo ataca públicamente. Musk dice desde entonces que el “virus mental woke” le arrebató a su hijo y lo puso en pie de guerra.

La compra de Twitter, hoy X, sería una consecuencia de esta paulatina politización de Musk, que asegura haber adquirido la red social para combatir este “virus” del identitarismo de izquierdas, acabar con la censura progresista y, en suma, defender la libertad de expresión. Luego vino lo demás: el tuiteo compulsivo (a veces más de 100 mensajes diarios), opiniones sentenciosas sobre lo divino y lo humano en cualquier rincón del planeta y un salto al corazón de la carrera presidencial de EEUU.

La influencia ideológica de Silicon Valley

Hace menos de un año Musk apoyaba al gobernador de Florida, Ron DeSantis, pero este fue fulminado por Donald Trump en las primarias republicanas. Unos meses después, el mismo día que Trump esquivó de milagro una bala asesina en Pensilvania, Musk le concedió su respaldo. Y, con él, su abultada billetera.

Desde entonces, Musk se volcó de lleno con el trumpismo y con las teorías adyacentes, muchas de ellas conspirativas, como la del Gran Reemplazo: la idea de que los líderes progresistas abren las fronteras adrede para que los inmigrantes lleguen y refuercen sus bases electorales, al precio de socavar la preeminencia de la raza blanca. Una noción que Musk adopta, por ejemplo, diseminando el bulo de que en EEUU votan millones de indocumentados, o sacando datos de contexto para criminalizar a las poblaciones inmigrantes no blancas de varios países europeos.

Por debajo de estas convicciones, sin embargo, palpitarían las corrientes ideológicas que desde hace décadas evolucionan en Silicon Valley, donde Musk hizo su fortuna. La facción conservadora del sector tecnológico, encarnada por inversores como Peter Thiel, David Sacks o Marc Andreessen, ha ido cristalizando en una especie de tecnoautoritarismo descrito por Curtis Yarvin, considerado el “filósofo de la corte” de Peter Thiel y uno de los referentes del vicepresidente electo, JD Vance.

Foto: Elon Musk junto a Donald Trump. (Reuters/Brandon Bell)

La idea de Yarvin es regresar a la monarquía, entendida como un poder ejecutivo casi ilimitado y, por tanto, capaz de brindar cambios significativos: libre de los aparatosos límites que imponen las instituciones democráticas. Según Yarvin, la figura del monarca debería de estar moldeada en base al CEO de una gran empresa tecnológica. El mejor ejemplo, según él, es Elon Musk. Un visionario que no tiene miedo a emprender los proyectos más ambiciosos y al precio que sea.

El último enfoque es el personal o psicológico. El hecho de que Elon Musk se ha labrado una reputación de persona temperamental, que tiene dificultades en aceptar las críticas, que es dado a la crueldad y que, después de haber tenido un inmenso éxito empresarial, habría perdido el sentido de la medida.

Una de las personas que más sabe del magnate es el periodista Walter Isaacson, que pasó dos años pegado a Elon Musk para escribir su biografía, titulada, a secas, “Elon Musk” (2023). Dice Isaacson que, durante esos dos años, pudo asistir a muchos momentos de la vida personal, familiar y profesional de Musk, y entrevistar a 120 personas relacionadas con este, que renunció a corregir ni una coma del libro.

"Musk se muestra cruel con las personas que tiene a mano, pero de una manera fría"

Además de retratar los talentos naturales de Musk para encontrar oportunidades, diseñar y reestructurar organizaciones enormes, haciéndolas más eficientes, Isaacson describe también lo que él llama “modo demonio”: una especie de estado de trance, dice el biógrafo, en el que Musk se muestra cruel con las personas que tiene a mano, pero de una manera fría y, por tanto, más devastadora.

Lo interesante del “modo demonio” es que, una vez ha salido del trance, Musk parece haberse olvidado de lo sucedido. También es curioso que esto mismo le pasaba a su padre, Errol Musk, que fue un progenitor dictatorial y abusivo. Isaacson cuenta que, a veces, Errol Musk obligaba a su hijo a estar de pie enfrente de él durante una hora entera, aguantando una lluvia de gritos e insultos.

El profesor de Historia Internacional de la Universidad de Boston, Quinn Slobodian, autor de varios libros sobre el aparente tecnoautoritarismo de personas como Elon Musk o Peter Thiel, destaca el hecho de que Musk se crio en la Sudáfrica del Apartheid hasta los 17 años: un mundo violento, competitivo, darwinista, que habría legado a Musk una visión casi apocalíptica, alimentada, también, por su afición a las novelas ciberpunk y a videojuegos como “Polytopia”, que le han enseñado, tal y como ha reconocido el propio Musk, que “la empatía no es una activo” .

placeholder Elon Musk, consejero delegado de SpaceX y Tesla. (Reuters/David Swanson)
Elon Musk, consejero delegado de SpaceX y Tesla. (Reuters/David Swanson)

Otro elemento que documenta Walter Isaacson es que Musk es adicto a Twitter/X, otra de las razones por las que habría comprado la red social. El neurocientífico, divulgador y antiguo amigo de Musk, Sam Harris, también resalta este detalle y añade que Musk es consumidor de ketamina, una droga que se puede esnifar y que, según la asociación Partners to End Addiction, puede hacer que el sujeto se “sienta desvinculado de la realidad: como vivir en un sueño o en una película”.

Musk ha admitido, también, que toma ketamina para evitar el “estado químico negativo” que el que a veces entra su cerebro, lo cual podría describirse, también según él, como un estado de “depresión”. Tal y como lo describe Sam Harris, Musk estaría esnifando ketamina y tuiteando, separado de la realidad, soñándose el rey del mundo: rehaciendo los paisajes políticos como si fuera un videojuego.

Las razones exactas por las que Elon Musk está tratando de debilitar a los partidos progresistas europeos y reforzar a los extremistas, así como cuáles son los planes y los equilibros dentro del entorno de Trump, son inescrutables. Pero de ellos va a depender mucho, o todo, de lo que suceda en los próximos cuatro años.

El hombre más rico de la historia, confidente del presidente electo de Estados Unidos y dueño de una red social global donde él mismo tiene más de 210 millones de seguidores, Elon Musk, lanzó una encuesta el pasado lunes. “América debe liberar a la gente de Gran Bretaña de su gobierno tiránico”, escribió en X. “Sí o No”. El 58% de las casi dos millones de personas que respondieron votaron que sí.

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