Japón, el país donde las herencias 'desaparecen' en la tercera generación
De las muchas gráficas económicas que preocupan a los países, una son los crecientes índices de desigualdad. Ahora, cuando la riqueza se acumula en función de la generación
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Hay algunos economistas que hablan de que Japón está sentado sobre un saco de oro. En una auténtica estética oriental, se usan términos como 'un pez dorado encerrado en un bloque de gelatina". Pero ese tesoro no se trata de misteriosas reservas energéticas recién descubiertas, o industrias que serán clave en las nuevas tecnologías del futuro.
Son sus ancianos, y antes tienen que morir.
De las muchas gráficas económicas que preocupan a los países, una son los crecientes índices de desigualdad. Históricamente, se mide la desigualdad en la diferencia entre el porcentaje de la sociedad más rico y el más pobre. Pero ahora hay otras gráficas de las que preocuparse: cuando la riqueza se acumula en función de la generación.
Japón navegó con honores la desigualdad 'clásica', o al menos eso era su propia percepción. Mientras que los cocientes de desigualdad en otros países desarrollados como Estados Unidos o Reino Unido se convertían en brechas insalvables, el Japón de los años 60-80 y principios de los 90 se veía a sí mismo como una 'una sociedad de la clase media' (sōchūryū shakai), una sociedad extremadamente igualitaria, con un sistema educativo meritocrático y con amplias opciones para el avance social.
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En esta visión de sōchūryū shakai, las sociedades occidentales generan grandes ingresos pero a costa de pobreza generalizada, mientras que los países escandinavos, el otro modelo, aunque lograban la baja desigualdad social, era bajo una carga fiscal extremadamente alta. En cambio, en el sistema japonés, esa distribución más igualitaria de ingresos y riqueza se generaba —siempre según esa autoimagen— mediante empresas socialmente responsables, casi familiares, y bajas diferencias salariales entre los altos puestos y trabajadores. Libre competencia meritocrática y alta inclusión para todos. La cuadratura del círculo.
Una sociedad 'fracturada'
Por supuesto, había grietas en la realidad tras esa imagen; la más grave, la situación de la mujer en el mercado laboral y su trabajo no remunerado. Pero, pese a todo, no se colocaba mal en los ránkings.
Con la llegada de la década de los 20, en el nuevo siglo, esa sōchūryū shakai se ha roto. Y no hay peor desengaño que el de perder la imagen que uno tiene de sí mismo. Las nuevas generaciones japonesas hablan de una kakusa shakai, sociedad fracturada. Pero, a diferencia que la desigualdad que preocupaba en las décadas anteriores, en el caso de Japón tiene más que ver con la acumulación de capital en las generaciones mayores frente a la de los adultos de 30-40 años.
Se estima que de los 2.000 billones (trillions) de yenes que supone la riqueza financiera de los hogares japoneses, alrededor del 50% está en manos de personas de 70 años o más. Es decir, entre 3 y 5 billones (trillions) de euros: casi el equivalente al PIB anual del país.
Las razones de esa acumulación de riqueza en una única generación frente a otras más jóvenes van desde las clásicas, asimilables a muchos otros países — principalmente, los salarios estancados y el problema de acceso a la vivienda, que impide el ahorro a las familias al tiempo que drena las rentas del trabajo— mientras que otras son puramente de Japón.
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"Hay un elemento meramente demográfico que explica el crecimiento de esa desigualdad o sensación de 'sociedad fracturada'", sostiene David Chiavacci, profesor de Ciencias Sociales de Japón en la universidad de Zúrich. Es decir: una pirámide demográfica con cada vez más gente en las capas superiores, y que tarda más en morir, una 'maldición' de la mayoría de los países desarrollados, pero especialmente exacerbada en Japón. Chiavacci explica que "la mayor proporción de trabajadores mayores y jubilados, que tienen mejores ingresos que los trabajadores jóvenes, así como el aumento de los hogares unipersonales o los hogares compuestos solo por personas mayores: esos podrían ser los principales factores que explican el aumento de las diferencias de ingresos en los hogares por generación".
Edad de hielo del empleo
La generación de los 'Baby Boom' japonesa fue responsable con su trabajo de parte del "milagro económico" japonés. Pero a mediados de los 90 llegó la gran crisis económica, llamada también en Japón "edad de hielo del empleo", arrasando a los trabajadores jóvenes a su paso mientras los baby boomers eran protegidos por unas leyes laborales niponas que intentan siempre proteger a los trabajadores más sénior. La mayoría de los baby boomers lograron mantener el empleo (o contaban con ahorros para poder caer de pie), mientras que los nuevos graduados sufrían para encontrar trabajos a tiempo completo. Esa "edad de hielo del empleo" se prolongó durante una década.
Eso implicó que el punto de partida de la generación que ahora tiene 40 años (y las siguientes) fuera mucho más precario, mientras que los que ahora tienen 70 años o más llegaron con el mejor escenario para recibir las cotizaciones máximas.
Cotizaciones máximas y todavía empleo. Aunque la imagen de personas mayores japonesas todavía trabajando, ya sea montando una tiendecita, barriendo la calle o vigilando una obra, se asocian sobre todo con aquellos ancianos desprotegidos, también hablan de una cultura que se precia de una vida de trabajo. Algunos sociólogos japoneses apuntan a este elemento cultural como otra de las razones de la acumulación del capital en manos de esa generación: un afán compulsivo por el ahorro propiamente japonés. "Como las tasas de ahorro entre las personas mayores en Japón son tan altas, si las comparamos con los estándares internacionales, han dependido menos de los ingresos laborales para mantener un ingreso familiar más alto", escribe Naohiro Ogawa, del Instituto del Banco de Desarrollo Asiático (ADBI).
Algunos economistas ven en ese 'atasco' de riqueza y ahorro en los abuelos una oportunidad… cuando se desatasque. Un eufemismo para cuando, en los próximos diez años se calcula, los ancianos japoneses vayan falleciendo. La 'gran transferencia de riqueza'. Sin embargo, no será tan fácil en Japón como en otros países.
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Una de las medidas aplicadas para atajar la desigualdad clásica fue un impuesto a las herencias del 55%. La idea era evitar convertirse de nuevo en una 'plutocracia' de familias ricas: un mal recuerdo de la época 'zaibatsu' en Japón, cuando apenas ocho familias controlaban dos tercios de la economía en los años 1920-30.
Pero, al mismo tiempo, convierte Japón en un país donde las herencias 'desaparecen' en tres generaciones. Las grandes familias japonesas que sí que continúan siendo de las más ricas circunvalaron este problema apostando por las megacorporaciones, que sí pueden retener ganancias y acumular capital (aunque nunca llegaron al nivel de los 'chaebol' surcoreanos, donde un grupo de imperios familiares controlan gran parte de la economía del país). Y, aun así, la presión es tan alta que se ha generado una nueva tendencia en la que los superricos japoneses se mudan en cada vez mayor número a Singapur o Australia, donde los impuestos a las herencias son menores.
¿Está de verdad Japón sentado sobre un saco de oro en forma de los ahorros de toda una supergeneración que acumuló riqueza horizontalmente? Y si es así… ¿Llegará esa riqueza en algún momento a la nueva generación, o ya es demasiado tarde para que los millennials imiten a sus padres?
Hay algunos economistas que hablan de que Japón está sentado sobre un saco de oro. En una auténtica estética oriental, se usan términos como 'un pez dorado encerrado en un bloque de gelatina". Pero ese tesoro no se trata de misteriosas reservas energéticas recién descubiertas, o industrias que serán clave en las nuevas tecnologías del futuro.