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El año en el que apoyar a Ucrania dejó de dar votos (y estar a favor de Rusia empezó a darlos)
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El mapa de los prorrusismos europeos

El año en el que apoyar a Ucrania dejó de dar votos (y estar a favor de Rusia empezó a darlos)

Si hace dos años los partidos que mostraban una afinidad con Rusia tenían pocas posibilidades de ganar en una gran parte de países de Europa, en los últimos meses han logrado aumentar considerablemente sus apoyos

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo eslovaco, Robert Fico. (Sputnik/Gavriil Grigorov)
El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo eslovaco, Robert Fico. (Sputnik/Gavriil Grigorov)

El apretón de manos se convirtió en algo más que una formalidad. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, daba por concluida su reunión con Vladímir Putin en Moscú con este gesto simbólico. Fue un viaje sorpresa a la capital rusa, destinado a hablar con el presidente ruso sobre la seguridad energética. Pero ese encuentro, y ese estrechón de manos, escenifica cómo ha cambiado la postura de muchos países europeos sobre las relaciones con el Kremlin a pocos meses de que se cumpla el tercer aniversario de la guerra en Ucrania.

Ese 23 de febrero de 2022, el sentir mayoritario alrededor del mundo, especialmente en Europa y Estados Unidos, era un rechazo a la invasión. Vladímir Putin se convirtió en un paria en casi todos los países del mundo, menos para sus aliados como Siria, Corea del Norte o Bielorrusia. A nivel europeo, solamente Viktor Orbán se desmarcaba de la posición de sus socios del bloque.

Una reunión con el presidente ruso habría sido una condena política para una gran parte de los mandatarios pero, dos años después, la postura parece ser mucho más laxa. El canciller alemán Olaf Scholz habló con Putin por teléfono el mes pasado por primera vez en dos años, mientras que Donald Trump ha afirmado que se reunirá con el líder del Kremlin para abordar una posible salida a la guerra en Ucrania.

Además, muchos países que en un principio condenaron la invasión siguen manteniendo relaciones diplomáticas o económicas con Rusia. Algunos gobiernos han adoptado directamente un enfoque prorruso y el bloque liderado por EEUU y la UE para mantener el flujo de ayuda a Ucrania tiene cada vez más fisuras.

Ese mismo escenario ha llegado a las calles. Si hace dos años los partidos que mostraban una afinidad con Rusia tenían pocas posibilidades de ganar en una gran parte de países de Europa, en los últimos meses han logrado aumentar considerablemente sus apoyos. Muchos europeos parecen ya no estar tan seguros de querer apoyar a Ucrania y de ver un fracaso de Rusia.

Las elecciones al Parlamento Europeo fueron un claro ejemplo y, en países como Austria, el ultraderechista Partido de la Libertad obtuvo la mayoría de los votos en esos comicios con una plataforma llamada “Detengamos la locura de la UE”, en la que se pedía el fin de la guerra. En septiembre, la formación ganó las elecciones legislativas del país y se sumó a la iniciativa de Hungría y Eslovaquia para negociar con Putin y acabar con el conflicto.

En Francia, el triunfo de la ultraderechista Marine Le Pen en los comicios al Parlamento Europeo sorprendió al bloque y también a Emmanuel Macron, que anunció unas elecciones parlamentarias anticipadas que han profundizado las divisiones políticas en el país. Fue precisamente el presidente ruso uno de los principales defensores de aumentar el envío de ayudas a Ucrania e incluso de mandar tropas occidentales para luchar contra Rusia. La postura, muy polémica entre los líderes europeos, se ha unido a otras como la presión durante meses para que Kiev pudiera atacar a objetivos militares dentro de territorio ruso con armamento de Occidente.

Foto: Marine Le Pen, la líder del partido Agrupación Nacional durante un mitin para las elecciones francesas. (EFE)

Algunos editoriales y artículos de opinión como el del historiador Timothy Garton Ash alertaban de las consecuencias de fenómenos políticos como el de Francia. “¡Despertad! Después de estas elecciones, Europa vuelve a estar en peligro”, titulaba en su columna para el periódico The Guardian. Otros expertos, como Gwendolyn Sasse, directora del Centro de Estudios de Europa del Este e Internacionales en Berlín, apuntaba a las campañas de desinformación lideradas por Rusia para explicar las nuevas tendencias. “Las elecciones al Parlamento Europeo acaban de demostrar cómo la guerra —o mejor dicho, la necesidad percibida de ponerle fin, acompañada de desinformación patrocinada directa o indirectamente por el Kremlin— afectó a muchas campañas y resultados electorales en toda Europa”.

Dos elecciones con mano rusa

El último caso que podría utilizarse como ejemplo al fenómeno que explica Sasse es Rumanía. En noviembre, un candidato de extrema derecha y antisemita que se movía en las encuestas por debajo del 10% llamado Călin Georgescu obtuvo finalmente casi el 23% de los votos. Fue el ganador de la primera vuelta y se convirtió en el favorito para ganar la segunda.

Desde el primer momento, tras conocerse los resultados, empezaron a circular informaciones de una gran estrategia de desinformación por parte de agentes rusos y de una campaña coordinada a través de TikTok, el único medio que Georgescu había usado para promocionarse. Desde Bucarest se pidió a la Comisión Europea que comenzara de inmediato una investigación que se inició este diciembre. Finalmente, el Tribunal Constitucional de Rumanía anuló los comicios y un grupo de partidos europeístas sacó adelante, la semana pasada, una nueva coalición de Gobierno en el Parlamento para aislar a la extrema derecha.

Foto: La Justicia de Rumanía anula el resultado de las últimas elecciones. (Reuters/Louisa Gouliamaki)

A pesar de que Georgescu tiene ahora menos posibilidades de llegar al poder, la situación de las últimas semanas ha expuesto las presuntas estrategias que tiene Rusia para influir en el electorado. Además de la campaña en redes sociales que está investigando Bruselas, algunos informes apuntaron incluso a una operación capitaneada por mercenarios al más puro estilo Wagner para boicotear las manifestaciones contra el candidato considerado prorruso y de extrema derecha.

La guerra en Ucrania ha sido, también en este caso, uno de los puntos centrales de las declaraciones públicas de Georgescu. “La guerra en Ucrania debe cesar urgentemente. Para mí es la estrategia de la paz, no de la guerra. No del conflicto, sino de la paz”, dijo.

“Me involucraré directamente y la guerra en Ucrania terminará. Estoy decidido a hacer lo que hicieron mis grandes antepasados, donde la paz en el mundo importa, y tal vez la paz se logre con el aporte de Rumania”, añadió en otro discurso.

A cientos de kilómetros de distancia, otro país que formaba parte de la órbita soviética está pasando por una crisis política sin precedentes. En Georgia, miles de personas llevan semanas saliendo a las calles contra la decisión del Gobierno, conocido por sus vínculos prorrusos, de aplazar el proceso de adhesión a la Unión Europea hasta 2028.

Foto: Protesta contra la candidatura del ultraderechista Georgescu, en Bucarest. (EFE/Robert Ghement)
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La formación Sueño Georgiano ha estado en el centro de la polémica desde los inicios de la invasión a gran escala en Ucrania, cuando pareció profundizar sus vínculos con el Kremlin con proyectos como la llamada “Ley Rusa”, que recuerda a la que aprobó Moscú en 2012 para reprimir a los grupos y organizaciones opositoras. El partido, a pesar de las numerosas protestas en su contra en los últimos dos años, consiguió la mayoría parlamentaria en las elecciones de octubre, marcada por irregularidades como la compra de votos.

Tanto la oposición como la presidenta europeísta Salomé Zurabishvili no han reconocido el resultado y han pedido a la Unión Europea que tome medidas contundentes contra Georgian Dream para evitar que continúe en el poder. Sin embargo, ni la presión internacional ha podido evitar que el exfutbolista profesional y prorruso Mijaíl Kavelashvili fuera elegido como nuevo mandatario de Georgia en una votación del Parlamento que tampoco fue reconocida por la oposición.

Foto: Protestas en Georgia tras la elección del presidente. (EFE/David Mdzinarishvili)

Este pasado domingo, Zurabishvili abandonó el palacio presidencial y el exfutbolista juró el cargo como nuevo presidente de Georgia. La mandataria saliente calificó antes de su salida que los comicios eran una “parodia” y animó a la población del país a seguir saliendo a las calles para aumentar la presión sobre el partido prorruso.

Los cambios que vendrán

En otros países, una de las preguntas es cómo puede cambiar la política y si pueden ser los siguientes en vivir un cambio de paradigma político de la mano de partidos con posturas favorecedoras para Rusia.

Muchos ojos están puestos en Alemania, donde cayó el Gobierno tripartito de Olaf Scholz. El 23 de febrero, se decidirá un nuevo Gobierno en un momento en el que el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) encabeza los sondeos en segunda posición, solo por detrás de los democristianos de la CDU.

Foto: Putin despide a Merkel con un ramo de flores en Moscú. (Reuters)

En Bulgaria, el inicio de la guerra en Ucrania marcó una línea divisoria electoral basada en la opinión sobre el Gobierno de Vladímir Putin. Esta era una reacción esperada porque la vida política búlgara está fuertemente influenciada por los vínculos históricos con Rusia, y los partidos búlgaros se han dividido en rusófobos y rusófilos desde finales del siglo XIX.

Desde 2022, varios políticos han cambiado su posición hacia el Kremlin, como fue el caso del entonces primer ministro Kiril Petkov, que se opuso a una decisión oficial del gobierno sobre el envío de ayuda militar a Ucrania, a pesar de información extraoficial de que Bulgaria enviaba en secreto enormes cantidades de armas a Kiev a través de intermediarios.

Finalmente, acabaron apoyando la decisión y el Parlamento búlgaro mantiene una posición firme a favor de Kiev. No están exentos, sin embargo, de los llamados de alerta. En la primavera de 2023, el diputado de Continuing the Change Radostin Vassilev abandonó el partido y fundó su propio partido MECH (Espada), que consiguió entrar en el nuevo Parlamento del país. El político es conocido por ser un opositor al envío de ayuda militar a Ucrania e insiste en imponer la paz en Kiev y simpatiza abiertamente con Viktor Orbán.

En términos generales, el Parlamento de Bulgaria está viviendo un aumento significativo de los movimientos prorrusos y populistas, que ya superan el 30% frente al 25% a principios de 2024.

Incluso en uno de los países considerados como más proucranianos de Europa algunos tienen un dilema política. En República Checa, el apoyo público a las ayudas para Ucrania ha caído por debajo del umbral del 50% (cuando antes lo superaba ampliamente). Aunque los partidos de la coalición gobernante de centroderecha todavía mantienen una línea de apoyo, cada vez enfatizan menos la necesidad de nuevas transferencias financieras y militares a Ucrania.

Además, cada vez cala más hondo el discurso entre la población sobre la necesidad de protegerse ante una hipotética escalada si Ucrania pierde la guerra. Tanto informes de Defensa de países como Alemania como algunos líderes occidentales han apuntado a un futuro conflicto entre Europa y Rusia si Ucrania pierde la guerra.

El populista Andrej Babiš, hoy en la oposición, ha subrayado la necesidad de pensar principalmente en el pueblo checo, y no solamente en los ucranianos. Un discurso que está empezando a calar, y con el que ha logrado un aumento de los apoyos entre los votantes.

El apretón de manos se convirtió en algo más que una formalidad. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, daba por concluida su reunión con Vladímir Putin en Moscú con este gesto simbólico. Fue un viaje sorpresa a la capital rusa, destinado a hablar con el presidente ruso sobre la seguridad energética. Pero ese encuentro, y ese estrechón de manos, escenifica cómo ha cambiado la postura de muchos países europeos sobre las relaciones con el Kremlin a pocos meses de que se cumpla el tercer aniversario de la guerra en Ucrania.

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