2025: casi todo lo que cambiará con Trump
La oferta trumpista tiene una fuerte raíz cultural que la izquierda y el resto de formaciones sistémicas han dejado crecer, primero sin oposición, y ahora sin alternativa
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F1fb%2Fc0e%2F5f4%2F1fbc0e5f442511045034b9c86bdf5518.jpg)
Si prestamos atención a los pronósticos de los grandes medios norteamericanos, llegaremos pronto a la conclusión de que Estados Unidos está a punto de ponerle un punto y final a su democracia y de iniciar un declive prácticamente inevitable.
Si nos fijamos en las predicciones volcadas en las redes sociales, no tardaremos en vaticinar que aquel país está a punto de liberar todo el potencial retenido tras el secuestro de las élites tradicionales.
Pero, si prestamos atención al volumen de la victoria republicana en las pasadas elecciones, podremos situarnos en un punto de partida más útil para dilucidar lo que puede ocurrir allí y en el resto del mundo.
El hecho de que el triunfo de Trump fuese tan contundente contiene, en mi opinión, una paradoja con cierto valor predictivo: al haberlo ganado todo, el Presidente reelegido tendrá objetivamente menos motivos para tensionar los fundamentos del sistema. Dicho de otra manera, como no tendrá una oposición fuerte, le hará menos falta debilitar el entramado constitucional de contrapesos.
Si nos fijamos en las redes sociales, no tardaremos en vaticinar que aquel país está a punto de liberar todo el potencial retenido
Evidentemente, esto no implica que los próximos cuatro años vayan a ser de vino y rosas para la democracia norteamericana y occidental. Estamos ante un líder de acreditada inclinación autoritaria con una capacidad de influencia inigualable.
Dentro de Estados Unidos, puede darse por seguro que todas las causas judiciales que el republicano tiene pendientes quedarán desactivadas sin miramiento alguno, que el afán de control y desnutrición sobre la administración se aplicará con mano de hierro, que la voluntad de intimidar a los medios de comunicación críticos irá a más y que, desde luego, no veremos evaporarse la polarización. La militarización de la política ha llegado para quedarse.
A escala occidental, la crisis de confianza que atraviesa el modelo democrático no se atenuará. El desprestigio del modelo continuará y la lógica impuesta por los liderazgos cesaristas se acentuará. Habrá más naciones en las que se intentará politizar la justicia y, seguramente, veremos crecer el respaldo al nacionalpopulismo. La extrema derecha ganará terreno en bastantes naciones porque el trumpismo es un fenómeno de dimensión global.
La voluntad de intimidar a los medios de comunicación críticos irá a más y no veremos evaporarse la polarización
Lo es porque encaja en este espíritu de la época tan marcado en todos sitios por la crisis de las élites y, también, porque la oferta trumpista tiene una fuerte raíz cultural que la izquierda y el resto de formaciones sistémicas han dejado crecer primero sin oposición y ahora sin alternativa.
La nueva derecha que Trump enarbola supone una reconfiguración tan completa o más que la aplicada por Reagan, implica un cambio de paradigma que se mantendrá mucho más allá del mandato que está a punto de iniciarse. Perdurará.
La radicalización del conservadurismo, fuertemente influenciado por el modelo MAGA, claramente contrario al globalismo y con un discurso mucho más centrado en lo cultural que en lo económico, ha encontrado en la inmigración un campo de batalla superador del marco identitario.
La nueva derecha que Trump enarbola supone una reconfiguración tan completa o más que la aplicada por Reagan
La oferta de control ante la incertidumbre general que plantea la nueva derecha está llevando a la izquierda a la irrelevancia cultural y a la completa desconexión con las nuevas generaciones de votantes y, lo que es más grave, con sus bases de electores tradicionales.
Frente al acomodamiento mental de los progresistas, tan acostumbrados a considerar que la superioridad moral les hace merecedores de cualquier victoria electoral, el nacionalpopulismo funciona hoy como una multinacional que ofrece una plantilla ideológica y un modo de combate político fácilmente aplicable en casi cualquier nación occidental.
Esa disparidad competitiva se debe, precisamente, al tratamiento de las crisis en las élites a uno y otro lado del espectro ideológico. La "izquierda" sigue donde estaba en 2008, en la cosmovisión de Obama. Pero la derecha ha mandado al gulag a los que mandaban en su bando. Guste más o guste menos, nadie puede discutir que el Partido Republicano se ha reciclado de arriba a abajo y que sus dirigentes son distintos a los anteriores.
La "izquierda" sigue donde estaba en 2008, en la cosmovisión de Obama
La transformación no puede ser más rotunda y se hará sentir, sobre todo, en la gestión de la economía. La segunda versión del trumpismo se ha puesto en pie sobre dos patas: Wall Street y Silicon Valley. Los dos sectores se sienten igual de cómodos dentro del "capitalismo libertario", los primeros porque ven una radicalización del reaganismo y los segundos porque esta es la gran oportunidad para su modelo de negocio.
De manera que es fácil anticipar, sin mucho margen para el error, buena parte de lo que viene: allí bajarán los impuestos y podrá aumentar el déficit fiscal, aumentarán los aranceles y podrá haber problemas para contener la inflación; además, se aplicarán desregulaciones selectivas que beneficiarán a industrias específicas, por ejemplo, energía y tecnología.
En el ámbito de la economía global, las consecuencias del cambio de agenda no son demasiado difíciles de prever: habrá mayor volatilidad en los mercados financieros, la lucha en la competición contra China se recrudecerá, el aumento del proteccionismo nos adentrará en una dinámica de guerras comerciales y las economías más dependientes económicamente de Estados Unidos sufrirán, mucho en Sudamérica, también en Canadá —Trudeau caerá en 2025 con estrépito— y en menor medida, aunque también, la Unión Europea.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F3e8%2Ff3c%2F582%2F3e8f3c5822f19c8f72181b05eb90cc8e.jpg)
Por lo que parece, la UE sigue sin fijar una posición común respecto al cambio inminente en Washington. Y ya veremos si lo consigue. La extrema derecha tiene más fuerza de la que tenía en el Parlamento del continente y la evolución de los acontecimientos en tres países puede ser determinante: las injerencias rusas no cesan, habrá elecciones en Polonia donde los ultras tienen opciones, Francia es hoy el principal enfermo del continente y en Alemania está a punto de producirse un cambio en el gobierno. El eje París-Berlín está atravesando un periodo de máxima fragilidad, en este momento parece prácticamente inevitable que las tensiones comerciales vayan a más.
Ojo a las urnas alemanas de febrero porque los socialistas pueden quedar terceros después de la extrema derecha y porque una victoria contundente de los conservadores de la CDU puede alterar el juego en la guerra de Ucrania. El proceder de Scholz ha venido siendo más templado del que podría darse a partir de marzo. Ojo, porque estamos hablando de la segunda economía más potente en toda la OTAN.
Francia es hoy el principal enfermo del continente y en Alemania está a punto de producirse un cambio en el gobierno
Todos los analistas pronostican un descenso del apoyo militar estadounidense a Kiev, así como la exigencia de aumento en el gasto al resto de miembros de la Alianza Atlántica —el compromiso español nos sitúa en una posición de clara marginalidad—. Trump ha venido mostrándose mucho más favorable a Rusia que la administración Biden e hizo del final rápido del conflicto ucraniano una de sus principales banderas electorales en el ámbito internacional.
Por otro lado, sin disuasión, Rusia tendría razones para interpretar que se encuentra ante una ocasión idónea para intensificar sus operaciones en nuestro continente. El riesgo de escalada es real.
Sí parece haber cierto grado de consenso entre los expertos a la hora de predecir el tipo de dinámica que puede establecerse entre Washington y Moscú. En términos generales, se especula con una rehabilitación de las relaciones y una reducción de las sanciones económicas. Previsiblemente, veremos pronto los primeros contactos entre las dos capitales de cara a la resolución del conflicto ucraniano.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F9d7%2F5c3%2F004%2F9d75c3004f946dbdb42f493bc06b45f9.jpg)
Las dudas son menores respecto a la reconfiguración que se está dando en Oriente Medio. Nadie ve fisuras en el apoyo a Israel frente a Irán y los demás actores regionales. Y casi todo el mundo apuesta a que habrá repliegue norteamericano para que los aliados árabes financien sus propias defensas —comprando material norteamericano—. En ese, como en los demás ámbitos, las relaciones diplomáticas estarán condicionadas a la obtención de resultados económicos para los USA.
Bajo el mandato de Trump, la pugna geopolítica principal terminará trasladándose al Pacífico que apunta a escenario central de este siglo XXI. La desconexión económica se acelerará, las tensiones crecerán, la guerra comercial se instalará —el republicano prometió aranceles del 60%— y la rivalidad se sentirá, especialmente, en todos los ámbitos del sector tecnológico, desde los chips hasta la automoción.
En términos generales resulta más que plausible que el repliegue norteamericano nos adentre en un periodo de mayor inestabilidad, con un fuerte debilitamiento del sistema multilateral y pérdida de peso de la OTAN; la agenda verde sufrirá un fuerte revés y se producirá un auge, todavía mayor del nacionalismo, que deteriorará la cooperación internacional.
El repliegue norteamericano nos adentrará en un periodo de mayor inestabilidad, con un fuerte debilitamiento del sistema multilateral
El mundo va a cambiar en todas las escalas. También en el ámbito de los valores donde parece no haber mecanismos capaces de atemperar la reacción: el identitarismo progresista que ha quebrado la pluralidad que habita en el individuo evolucionará hacia el tribalismo mesiánico, la lógica "woke" terminará en el vertedero ideológico, habrá retrocesos en políticas de género y en derechos reproductivos… Trump comprendió que la angustia identitaria no puede disolverse y decidió emplearla a su favor manteniéndola a mayor temperatura. Y le va a funcionar.
Con todo, lo más alucinante, viendo la realidad política del país que todavía tiene más capacidad de generar sentido, es la alucinante anemia de los demócratas y las élites culturales de ambas costas. El trumpismo tiene musculatura de sobra para poder actualizarse durante el próximo mandato, puede llegar a 2028 con una oferta más comprensible y más cercana a la realidad del país que la de los demócratas.
No estamos demasiado lejos de la década de los veinte del siglo anterior. Por el camino en que van las cosas, parece que los republicanos seguirán mandando durante bastante tiempo. Mejor dicho, que el trumpismo, de una forma u otra, continuará.
Si prestamos atención a los pronósticos de los grandes medios norteamericanos, llegaremos pronto a la conclusión de que Estados Unidos está a punto de ponerle un punto y final a su democracia y de iniciar un declive prácticamente inevitable.