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"La disciplina es la mayor prueba de amor": así es el colegio de la "profesora más estricta de UK"
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Un colegio lleno de polémicas

"La disciplina es la mayor prueba de amor": así es el colegio de la "profesora más estricta de UK"

Katharine Birbalsingh ha logrado que un colegio de secundaria situado en Wembley, uno de los barrios más pobres de Londres, se haya convertido oficialmente en el mejor del país. Pero su método no está exento de polémica

Foto: Katharine Birbalsingh. (CC/Jørgen Schyberg)
Katharine Birbalsingh. (CC/Jørgen Schyberg)
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Doce y media. Los alumnos de Michaela Community School, el colegio más famoso de Reino Unido, entran en el comedor y se colocan detrás de las sillas. Lo hacen en silencio, de pie y con los brazos cruzados.

La profesora empieza a recitar:

"Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden y te culpan a ti. Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, pero también toleras que tengan dudas"

Ellos contestan con gran entusiasmo:

"Si puedes esperar y no cansarte de la espera; o si, siendo engañado, no respondes con engaños, o si, siendo odiado, no incurres en el odio. Y, aun así, no te las das de bueno ni de sabio"

El poema "If…" (Si…) de Rudyard Kipling, ejemplo literario del estoicismo, se termina a dos voces. Otros días toca "Invictus" (Invencible) de William Ernest Henley u "Ozymandias" de Shelley.

Tras el poema, se anuncia el tema a debatir durante la comida. "Hoy vamos a hablar sobre los bancos de alimentos, cómo sería la mejor manera de ayudar a los que tienen menos privilegios que nosotros", dice la maestra.

Los alumnos se sientan en mesas de seis. "Yo creo que lo mejor es llevar latas de conservas para que duren más", dice Eric. "¿Usted que opina, señorita Maza?", plantea el estudiante de once años mientras uno de sus compañeros va pasando los platos al resto. No parecen extrañados por el nuevo comensal. Tener visitantes es su día a día. Y se dirigen a ellos educadamente con un "Miss" o "Sir".

No presentarse con el nombre, sino con el apellido, es una de las normas especificadas al visitante al entrar al colegio. Una de las muchas normas. La primera instrucción reza: "Por favor, NO [en mayúscula] demuestre incredulidad cuando los alumnos digan que les gusta su escuela". El centro ha sido objeto de piquetes y de asaltos por parte de manifestantes. Su enlace de Google Maps llegó a ser hackeado cambiando el nombre por "Prisión Comunitaria Michaela". Algunos profesores han perdido amistades por trabajar en el colegio. Las instrucciones, por tanto, no están escritas a la ligera.

"Por favor, NO demuestre incredulidad cuando los alumnos digan que les gusta su escuela"

Han pasado solo diez minutos desde que sirvieron el plato de guiso en el comedor. Pero los alumnos ya han terminado. Retiran los cubiertos y observo cómo otros visitantes, igual de sorprendidos que esta periodista, se apresuran a terminar sus comidas, mientras los maestros cronometran el tiempo. Todo aquí se cronometra. En cuestión de segundos, la mesa queda recogida e impoluta. Se continúa con el debate del banco de alimentos, pero basta con que el profesor levante la mano para que los estudiantes paren en seco lo que están haciendo o hablando y vuelvan a cruzarse de brazos con la espalda recta.

Los rituales de los "almuerzos familiares" son un pilar fundamental para entender cómo funciona el Michaela Community School. De hecho, asistir a ellos es requisito imprescindible para entrevistarse con su directora, Katharine Birbalsingh, de 51 años, conocida como "la maestra más estricta de Reino Unido". Carismática y controvertida, es amada y odiada. Algunos la consideran una visionaria, otros como el peor monstruo que ha existido en el mundo académico desde el Thomas Gradgrind creado por Dickens.

Sea como fuere, ha logrado que un colegio de secundaria situado en Wembley, uno de los barrios más pobres de Londres, se haya convertido oficialmente en el mejor del país. Más de una cuarta parte de sus alumnos provienen de entornos desfavorecidos y alrededor del 70% habla inglés como segunda lengua. Pero más del 91% ha logrado la máxima calificación en los exámenes y el 82% ha conseguido plaza en alguna de las prestigiosas universidades del Grupo Russell, que incluye Oxford, Cambridge, LSE e Imperial. Desde su apertura en 2014 ha recibido más de 7000 visitantes de todas las partes del mundo interesados en un método cuyo mantra es "trabaja duro, sé amable".

placeholder La directora, hablando con unos alumnos. (Cedida)
La directora, hablando con unos alumnos. (Cedida)

El colegio se sitúa en un antiguo bloque de oficinas al lado de la carretera. No hay patio como tal. El recreo tiene lugar en lo que antes era el parking de empleados. "Soy el AMO de mi destino", se lee en un cartel.

La jornada escolar se desarrolla con precisión militar. Todo, desde las clases hasta el almuerzo, está cronometrado al segundo con la ayuda de grandes relojes digitales colocados en cada aula. "A la de tres, comienzan los diez segundos para sacar los libros y abrirlos en la página 32", señala un maestro antes de dar la cuenta atrás.

La transición entre clases también está cronometrada. Una línea negra recorre el centro de los estrechos pasillos donde los alumnos avanzan en fila completamente en silencio entre clase y clase. En los baños, no hay espejos para que no los distraigan. Cada detalle está diseñado para maximizar la cantidad de tiempo de aprendizaje.

Los alumnos reciben "deméritos" por los errores más leves: olvidar un bolígrafo, encorvarse, darse la vuelta para mirar por una ventana durante una lección. Dos deméritos equivalen a un castigo que deben cumplir con horas en biblioteca tras las clases. "Ese es otro demérito… eres demasiado desorganizada", le dice un profesor a una alumna que ha tenido dificultades para encontrar su libro de texto en los diez segundos asignados.

Foto: Estudiantes de la Escuela Steve Jobs durante una clase en Sneek, Países Bajos. (Reuters)

La directora del centro tiene claro que "ser estricto es la mayor prueba de amor". "Significa que quieres a los alumnos lo suficiente como para mantener altos los estándares para ellos. Eso es ser estricto. La gente piensa que es cruel. No lo es. Es amor", explica Birbalsingh. Cuando le pregunto si le gusta ser conocida como la "profesora más estricta de Reino Unido" sonríe. "Este colegio no se trata tan solo de pasar exámenes o incluso de aprender mucha materia académica. Se trata de convertir a los alumnos en personas exitosas y felices", matiza.

Al hablar de éxito, no se refiere a Oxford o Cambridge. "Cada niño es diferente. Unos irán a la universidad y otros no lo harán. Pero los alumnos que quieran ser peluqueros o fontaneros tendrán un gran éxito porque serán los mejores peluqueros y fontaneros posibles. Cualquier escuela debería querer tener una variedad de niños que salgan haciendo una variedad de cosas. Si todo el mundo va a estudiar Filosofía a Oxford, entonces vamos a tener un mundo bastante aburrido, ¿no?", plantea.

La vida de Birbalsingh cambió por completo en 2010. Por aquel entonces escribía de forma anónima un exitoso blog "To Miss With Love" con sus experiencias como profesora que se convirtió en libro. Su editor conocía al entonces ministro de Educación, Michael Gove, quien le invitó a la conferencia anual del Partido Conservador para contar sus ideas. Aceptó y recibió una gran ovación tras un apasionado discurso donde dijo que el sistema estaba "roto porque mantiene pobres a los niños pobres", condenó una "cultura de excusas, de bajos estándares" y denunció "el caos en las aulas" y el "mar de burocracia". Acaparó todos los titulares. Pero perdió su trabajo en la escuela St. Michael and All Angels Academy en Camberwell y comenzó a recibir abusos racistas y misóginos con amenazas de muerte.

placeholder Birbalsingh, la directora del colegio, también denominada 'la profesora más estricta de Reino Unido'. (Cedida)
Birbalsingh, la directora del colegio, también denominada 'la profesora más estricta de Reino Unido'. (Cedida)

"Arruinó mi vida. Fui una ingenua. Pensé que exponiendo los problemas que había, arreglarían el sistema. Pero nunca imaginé todo lo que se formó. Yo quiero dedicarme a la enseñanza. No soy política y no quiero serlo. Ahora estoy bien, pero no ha sido fácil llegar hasta aquí", explica.

Tras cerrarle todas las puertas en el sistema público, decidió abrir su propio colegio. Michaela Community School (en honor a su mentora, fallecida por cáncer) comenzó su andadura en 2014 y en estos diez años, el centro, calificado como "sobresaliente” por el regulador independiente Ofsted, ha acaparado la atención a nivel internacional.

Se trata de una de las aproximadamente 400 "free schools" (escuelas libres) de Reino Unido, un sistema implantado en 2010 por el gobierno de coalición conservadora-liberal demócrata donde se permite la gestión por organizaciones sin ánimo de lucro. Reciben financiación pública, pero funcionan de manera completamente independiente, por lo que pueden crear su propio plan de estudios.

Foto: Inicio del curso escolar en Castilla-La Mancha. (EFE/Ismael Herrero) Opinión
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En Michaela Community School, los profesores —que tienen toda la autoridad en el aula— imparten las asignaturas a través de la instrucción directa: explican, argumentan y dirigen el trabajo, ante todo, individual. El aprendizaje de memoria no es rechazado sino fomentado. Y también es promovida la constante práctica de lectura, escritura e intervención oral.

"Las escuelas que dedican su tiempo a dar clases de autoestima están perdiendo el tiempo", asegura Birbalsingh, demostrando que no le interesa en absoluto el discurso políticamente correcto. "La autoestima surge del trabajo duro. Cuando los niños aprenden, su autoestima aumenta y se sienten exitosos. La felicidad es un subproducto de tener un propósito y un sentido en la vida. Si haces que tu propósito sea la felicidad, nunca encontrarás un propósito ni satisfacción", añade.

Es algo que el centro trabaja constantemente. Durante los treinta minutos que duran los "almuerzos familiares", apenas quince son para comer. El resto se dedica a dar las gracias. "Me gustaría dar mi gratitud a mi madre por tener siempre el uniforme listo. Así que dos aplausos a la de dos", dice un estudiante mientras el resto del comedor da dos palmadas. "Me gustaría dar mi gratitud al profesor por la clase de hoy de matemáticas. Así que dos aplausos a la de dos", dice otro.

"La autoestima surge del trabajo duro. Cuando los niños aprenden, su autoestima aumenta"

El alumno que da las gracias se tiene que poner de pie y proyectar su voz para que le escuche todo el comedor, ganando así seguridad a la hora de hablar en público. El resto le mira atentamente, sin distracción. Siempre con los brazos cruzados.

Birbalsingh explica que el método proviene del escritor estadounidense Doug Lemov, autor de Teach Like a Champion (Enseñar como un campeón). "Si están con brazos cruzados, se evita que se molesten entre ellos. Su postura es la adecuada con la espalda recta. Y favorece la atención. Sin atención no hay aprendizaje. La disciplina es un requisito básico para poder pasar a cosas más complejas", matiza.

Por otra parte, se incide en la identidad británica enseñando el himno y poniendo la bandera de Reino Unido para "proporcionar un sentido de pertenencia nacional" y un vínculo de unión, algo que la directora considera "clave" teniendo en cuenta su propia experiencia como inmigrante.

"La disciplina es un requisito básico para poder pasar a cosas más complejas"

Nacida en Nueva Zelanda, pasó su infancia en Toronto (Canadá), donde su padre, un académico guyanés, era profesor universitario y su madre, nacida en Jamaica, enfermera. La familia se mudó al Reino Unido cuando su padre aceptó un puesto en la Universidad de Warwick. Birbalsingh, que entonces tenía 15 años, asistió a una escuela "tan moderna que llamábamos a los profesores por sus nombres de pila" y posteriormente se licenció en Francés y Filosofía en Oxford.

En sus años universitarios, se identificaba con la izquierda, pero tras su larga experiencia como profesora en zonas desfavorecidas, describe ahora sus opiniones como conservadoras "con c minúscula". "Los valores tradicionales, que alguna vez habrían sido completamente normales, han desaparecido por completo", apunta. "¿La idea de darle disciplina a los estudiantes, una enseñanza excelente y la oportunidad de lograr sus objetivos es algo que está ahora mal? No lo entiendo", añade.

Es tal la cantidad de órdenes que los estudiantes tienen que aprender en el colegio que aquellos que se incorporan a los 11 años deben asistir a un entrenamiento de siete días antes del inicio del curso. "A la de tres, respuesta correcta", dice la maestra de matemáticas. Los alumnos escriben en su cuaderno, esconden la cabeza bajo el brazo y con la mano hacen una señal abriendo o cerrando los dedos. Todo se hace en cuestión de segundos.

"Los valores tradicionales, que alguna vez habrían sido completamente normales, han desaparecido"

"La señal es para decir si lo has entendido o no. Así solo lo ve la profesora", explica Abeni. El objetivo es que todo el mundo se sienta cómodo y no se finja haberlo comprendido solo porque el resto lo ha hecho. "Son rutinas que aprendes desde pequeño. Al final lo tienes tan interiorizado que te sale solo y de forma rápida", cuenta Izan.

Los dos alumnos de 15 años —cuyos nombres se han cambiado en este reportaje para proteger su privacidad— se convierten en mis guías por la escuela. Me van metiendo en las clases. Nadie se inmuta cuando entro o salgo. Todos están concentrados. "Slant!". Brazos cruzados.

"Solo se habla cuando te lo dice el profesor. Algunos amigos nos preguntan cómo es estudiar aquí. Pero la verdad es que estamos muy contentos. Y sacamos mejores notas", dice Abeni. Al pasar por el pasillo, pregunto por el letrero "Digital Detox Drop Off". "Es la sala para dejar los móviles y poder concentrarte mejor. Los puedes dejar por un día, una semana, todo el trimestre. Lo que quieras. Es completamente voluntario. Pero la mayoría lo hacemos, porque al final es verdad que ayuda. Estudias más y hablas más con tus padres en casa", explican. Van con cronómetro en mano para que el tour se ajuste a los tiempos que les han dado. Todo está bajo control. Pero estamos los tres solos, no hay censura con las preguntas y el orgullo que muestran al hablar de su escuela es genuino.

Con todo, el centro no está exento de críticas. George Duoblys, profesor de física en Londres, se pregunta si a los estudiantes de Michaela "se les está enseñando a pensar por sí mismos". Si bien admira la profundidad del conocimiento factual que obtienen los estudiantes, le preocupa que se esté "eliminando toda espontaneidad", según explica en un artículo para la London Review of Books.

"Es la sala para dejar los móviles y poder concentrarte mejor. Puedes dejarlos lo que quieras. Es completamente voluntario"

"Al intentar controlar absolutamente todo, los profesores tal vez nieguen a los estudiantes la oportunidad de tener una idea de su propio estilo, su propia manera de hacer las cosas. Los profesores son realmente apasionados por el aprendizaje y el conocimiento, pero la forma en que lo hacen parece, según cualquier tipo de sentido normal e intuitivo, no ser una experiencia muy agradable", dice.

Por su parte, William Yates, profesor en un colegio de secundaria del oeste de Londres, asegura que "el sistema educativo es un juego injusto y Katharine Birbalsingh ha sabido jugar muy bien", aunque duda de que "esté interesada en ayudar a otros profesores a prosperar junto a ella". "Puede que sea la directora más estricta de Reino Unido, pero si insiste en que todo gire en torno a ella, puede que también sea la más solitaria", matiza.

Mientras, Zoe Williams, columnista de The Guardian, argumenta que Birbalsingh "no es una mala figura representativa para la era en la que vivimos, la de la polarización asimétrica". "Puede proponer cualquier idea que le guste —a las chicas no les gustan las matemáticas o a los liberales no les gusta Shakespeare—, pero si expresas cualquier atisbo de disenso, si haces la pregunta más leve sobre la base de evidencias, es posible que sus defensores te llamen 'la turba histérica'. En general, es más seguro dejarla en paz, lo cual está bien, porque más interesante que su método didáctico es la respuesta que recibe de los comentarios de la derecha", añade.

El motivo por el que el debate es tan amargo es porque la política en las aulas en el Reino Unido está íntimamente ligada a la política de clases. Hubo un tiempo donde la educación era escrupulosamente igualitaria en sus métodos disciplinarios y se golpeaba hasta sangrar a los hijos de príncipes y mendigos ("la agonía era increíble", escribió Roald Dahl, autor de cuentos infantiles).

Foto: Claudio Cañizares, estudiante de 5º de primaria en Madrid, telestudia durante el confinamiento por el Covid-19. (M.G.R.)

En la década de los 60, sin embargo, se gestó un cómodo consenso rousseauniano en las escuelas públicas, que sostenía que "los niños eran rayos de sol ansiosos de aprender y que los maestros solo tenían que ayudarlos". La disciplina estricta, el silencio y la tiza estaban fuera de lugar y se priorizaron los juegos, el trabajo en grupo y el buen ambiente en clase. El giro hizo que los sociólogos de izquierdas se regocijaran y los tradicionalistas entraran en pánico.

Pero los viejos métodos no fueron rechazados por las escuelas privadas. Es más, en las instalaciones de Michaela hubo durante mucho tiempo un cartel que decía: "Ethos de la escuela privada: sin tasas". Y ahora parece que su enfoque está cobrando impulso. Otros colegios como la King Solomon Academy de Marylebone o la Mossbourne Academy de Hackney utilizan técnicas similares.

Los expertos comienzan a hablar de educación "neoestricta", recalcando que el "neo" es importante, ya que no se trata de versiones anticuadas de la disciplina controlada en gran medida mediante el castigo, sino de utilizar el elogio como arma. Se reparten puntos de mérito y los niños se esfuerzan por conseguirlos. Cuando se hace una pregunta en Michaela, todos los brazos se levantan al unísono.

Los críticos de la neoestricción sostienen que lleva a las escuelas a expulsar a los niños que no pueden afrontar la situación. Los defensores aseguran que a los niños les gusta la disciplina y que lo que los adultos ven como severidad, ellos a menudo lo perciben como seguridad y la promesa de éxito. En definitiva, el debate, lejos de terminar, está ahora más abierto que nunca.

Doce y media. Los alumnos de Michaela Community School, el colegio más famoso de Reino Unido, entran en el comedor y se colocan detrás de las sillas. Lo hacen en silencio, de pie y con los brazos cruzados.

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