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"Son el antiguo régimen": el sueño de una Siria libre y laica choca contra las sospechas islamistas
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"Son el antiguo régimen": el sueño de una Siria libre y laica choca contra las sospechas islamistas

Aunque el nuevo Gobierno sirio ha hecho concesiones, las consignas que suenan en las calles y tuitean algunos en la diáspora piden un cambio de sistema. Para una escisión de Al Qaeda, esto es mucho pedir

Foto: Desfile militar de HTS en Damasco. (Reuters/Amr Abdallah Dalsh)
Desfile militar de HTS en Damasco. (Reuters/Amr Abdallah Dalsh)
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La caída de Al Asad ha traído a las plazas de Siria una escena que no se veía desde 2011. Las celebraciones por la victoria de los rebeldes han abierto paso en las últimas semanas a protestas no solo contra el nuevo gobierno islamista, sino también contra el sistema sectario que se prevé que dirija el país en los próximos años. En Damasco y Alepo, miles de personas se han reunido estos días exigiendo que el Estado sea laico y para todos: hombres y mujeres, árabes y kurdos, musulmanes y cristianos. Al mismo tiempo, en la capital y en Homs, se han celebrado sentadas feministas pidiendo que el mandato de Hayat Tahrir el Sham (HTS) no atente contra los derechos de la mujer.

Aunque el gobierno de Ahmed al Sharaa —conocido por su nombre de guerra Al Jolani— ha hecho algunas concesiones, como prometer que protegerá a las minorías religiosas y el derecho de la mujer a no llevar velo, las consignas que suenan en las calles y tuitean algunos en la diáspora piden un cambio de sistema. Y para una escisión de Al Qaeda, esto es mucho pedir. Mutaz Nasir, miembro del consejo militar de HTS, afirma que su organización ya se ha hecho eco de las nuevas protestas y su opinión es tajante: "Es un movimiento contrarrevolucionario de los restos del antiguo régimen bajo la apariencia de laicismo contra el islam político", acusa.

En un patio del centro de Damasco, aún se debate cómo avanzar en la idea de un Estado de derecho sin que el gobierno lo interprete como un intento de restablecer el régimen de Bashar al-Assad. El sábado pasado se presentó aquí Madaniya (Civil), una plataforma que defiende que las religiones —tanto las mayoritarias como las minoritarias— no tengan peso político. La escena fue peculiar. Desde un estrado respaldado por la nueva bandera de la franja verde, una mujer de pelo corto se dirigía a una platea en las antípodas de la Siria que proyecta el nuevo gobierno: una mayoría femenina, tote bags, melenas de colores… Aunque también estaba Hoda, ataviada con un niqab.

Hoda vino hasta la capital desde Idlib, la cuna del islamismo rebelde, con el convencimiento de que un Estado laico "ahorrará futuros conflictos en Siria". "Hemos visto con Al Asad que, si el gobierno protege a unos e ignora a otros, los que quedan fuera del poder siempre van a querer hacerse con él", asegura. Los últimos movimientos en el terreno le dan la razón. Tres semanas después del derrocamiento del régimen, los exrebeldes suníes ya tienen a sus nuevos rebeldes en partes de las comunidades chiíes y alauíes que hasta hace nada vivían bajo el ala de la dinastía Al Asad. La noche del miércoles, el gobierno de transición de la HTS denunció que 14 agentes del cuerpo de policía habían muerto en una "emboscada" tendida por partidarios del régimen en Tartús, en la costa mediterránea, una región tradicionalmente adepta al líder anterior. Tras el altercado, Damasco acusó a Irán de avivar las tensiones religiosas en el país.

"Es volver al punto de partida", asegura por teléfono Mohamed, un palestino que también acudió a la presentación de Madaniya. Sin embargo, este joven, activista durante la revolución de 2011, cree que las preocupaciones del nuevo gobierno son lícitas. Mohamed ha seguido de cerca las iniciativas laicistas que han ido surgiendo en las últimas semanas y le chirría que en ellas cueste tanto encontrar las banderas con la franja verde de la nueva Siria. Enseña un vídeo en el que supuestamente aparece Lama Baddour, una actriz siria afín a Al Asad, predicando en una concentración celebrada con este propósito en la plaza de los Omeyas de Damasco. Este diario no ha podido verificar que Baddour fuera la ponente de aquel discurso, que ha sido compartido por representantes y partidarios de la HTS para desprestigiar la acción política por un Estado de derecho en Siria.

Foto: Un hombre sirio vestido de Papá Noel camina junto a la bandera siria de las tres estrellas en un barrio predominantemente cristiano de Damasco. (Reuters/Amr Abdallah Dalsh)

"He venido a probar. Hay que ser especialmente cuidadosos ahora de no dar nuestros apoyos a quienes no conviene", opina Mohamed, que sospecha incluso que la presencia de Hoda ha sido pactada por la organización de Madaniya para dar cierta imagen de transversalidad. A su lado, un grupo de mujeres de distintos orígenes religiosos declara que también han venido a probar. Están Zeina, cristiana; Gülizar, kurda; Ola, drusa, y Dana, una suní propietaria de una casa en Alicante. Son amigas, y también han acudido a las marchas feministas de Damasco celebradas estos días. "[Los partidarios de la HTS] nos llamaron guarras, nos acusaron de ser asadistas todo este tiempo y de estar aprovechando la ventana que se ha abierto ahora para decir lo que nunca nos atrevimos a decir", dice Ola, la drusa. "Pues sí, ¿y cuál es el problema? ¿Acaso nosotras no somos ciudadanas también?", arremete.

Ola confiesa que, en esta nueva Siria, le tranquiliza que la comunidad drusa tenga el respaldo de un polémico aliado: Israel. Desde la caída de Al Asad, las Fuerzas de Defensa Israelíes han lanzado una campaña militar dirigida contra lugares de toda Siria y extendió su ocupación de los Altos del Golán a la gobernación de Quneitra. "Sé que no es nada de lo que me pueda enorgullecer, y de hecho me da vergüenza. Aunque [Benjamin] Netanyahu ha dicho que va a mirar por los intereses de los drusos y los cristianos de la región", reconoce.

La organizadora de Madaniya, también drusa, cree que esta lógica es precisamente lo que una Siria laica conseguiría superar. Tras la presentación de la plataforma, Sawsan Abu Zeinedín cuenta a este diario que se está reuniendo con líderes religiosos de toda índole y que está encontrando el compromiso de muchos de ellos para negociar un Estado basado en la ciudadanía. "Necesitamos un marco que proteja los derechos de ciudadanía, no que trate a las personas y comunidades como minorías y les conceda garantías y protección. Esperamos que haya un órgano de gobierno de transición que represente las aspiraciones del pueblo sirio y que no se forme sobre la base de las minorías sectarias", declara Abu Zeinedín a El Confidencial.

Foto: Escolares caminan por una calle de Idlib, ciudad del noroeste de Siria donde Hayat Tahrir al-Sham (HTS) había mantenido una administración en el momento en que los frentes de la guerra civil siria estaban congelados. (Reuters/Umit Bektas)

Mientras trata de ampliar una red de alianzas que ya supera las 200 organizaciones, Madaniya y el movimiento laicista se enfrentan a las acusaciones del nuevo gobierno. "Es propaganda política escondida en afán por la libertad de expresión, y pretende mendigar el apoyo de algunos países regionales e internacionales para confundir al nuevo Estado sirio", asegura Mutaz Nasir. "También alienta a los restos del régimen a salir de sus madrigueras y sus guaridas. Con los antecedentes que tienen, podemos predecir fácilmente que recurrirán a tomar las armas y a llevar a cabo ataques terroristas contra el Estado y la sociedad siria", pronostica el miembro del consejo militar de la HTS.

Madaniya niega estar en contacto con facciones armadas y asegura tener criterios muy claros sobre cómo llegar a las organizaciones de la sociedad civil para garantizar que ninguna de ellas sea o pueda representar una extensión de los programas de ninguna de las autoridades de facto, tanto del régimen de Al Asad como de los rebeldes de la HTS. "En todo momento nos aseguramos de que ninguno de nuestros interlocutores tiene las manos manchadas de sangre", explica su representante, que el pasado mes de noviembre pronunció un discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el que reclamaba: "Siria es nuestra y no propiedad de la familia Al Asad".

Abu Zeinedín, además, se considera heredera de los valores de la revolución de 2011, y lamenta que haya actores dentro del país que hayan sucumbido a lo que, según ella misma, ha sido el mejor interés de muchos en el extranjero: cooptar la voluntad del pueblo. "Muchos factores que han contribuido a convertir la revolución siria en una guerra, desde la violencia practicada por el régimen de Al Asad contra los manifestantes hasta la injerencia de múltiples potencias regionales y más tarde internacionales", observa. Ahora, el principal cometido de este movimiento es convencer al gobierno de que se acabó la guerra de proxies y de que Siria merece rescatar los valores revolucionarios que la animaron tanto a ella como a los islamistas de Daraa a levantarse contra Al Asad en 2011. Por el momento, la HTS no ha respondido a la solicitud de Madaniya de tener una reunión formal.

La caída de Al Asad ha traído a las plazas de Siria una escena que no se veía desde 2011. Las celebraciones por la victoria de los rebeldes han abierto paso en las últimas semanas a protestas no solo contra el nuevo gobierno islamista, sino también contra el sistema sectario que se prevé que dirija el país en los próximos años. En Damasco y Alepo, miles de personas se han reunido estos días exigiendo que el Estado sea laico y para todos: hombres y mujeres, árabes y kurdos, musulmanes y cristianos. Al mismo tiempo, en la capital y en Homs, se han celebrado sentadas feministas pidiendo que el mandato de Hayat Tahrir el Sham (HTS) no atente contra los derechos de la mujer.

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