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La 'flota fantasma' rusa sale de las sombras: de traficar con petróleo a cortar cables submarinos en Europa
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Estonia anuncia patrullas

La 'flota fantasma' rusa sale de las sombras: de traficar con petróleo a cortar cables submarinos en Europa

Los buques rusos que trafican petróleo pese a las sanciones llevan años actuando. Pero ahora han tocado hueso: con los ataques a los cables submarinos, Europa se plantea actuar

Foto: El petrolero Eagle S, en el puerto Porkkalanniemi de Finlandia (Guardia costera finesa)
El petrolero Eagle S, en el puerto Porkkalanniemi de Finlandia (Guardia costera finesa)
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Una flota fantasma no existe, una flota fantasma no tiene días de descanso. El mismísimo día de Navidad, el cable submarino Estlink 2, que lleva electricidad entre Finlandia y Estonia, fue cortado. Además, otros cuatro cables submarinos, en este caso, de conexión de telecomunicaciones e internet, sufrieron daños: tres entre Finlandia y Estonia, y otro más entre Finlandia y Alemania. Los fineses actuaron con velocidad: en apenas unas horas y en una operación digna de futura serie de Netflix, fuerzas de élite del país, fuertemente armadas, se lanzaron desde varios helicópteros la medianoche del jueves sobre el petrolero Eagle S y lo capturaron como sospechoso de haber cortado los cables submarinos en el Báltico. Tras dos años de múltiples sabotajes, Finlandia dijo basta y apuntó directamente a la conocida como flota fantasma rusa, una amplia caterva de buques viejos que circunvalan las sanciones contra el petróleo ruso.

No es el primer ataque contra la red de cables submarinos que sostienen bajo el mar prácticamente todo nuestro sistema de internet, pero hasta el momento, no se había señalado de manera tan contundente a Rusia. Finlandia ha abierto una investigación criminal sobre el incidente y la implicación de la flota fantasma en lo que no han dudado de catalogar como "sabotaje". Este viernes, el ministro de Defensa de Estonia, Hanno Pevkur, ha anunciado que la marina del país iniciará patrullas navales para proteger los cables submarinos que sostienen la conexión eléctrica con Finlandia.

El barco señalado es el Eagle S, bajo la bandera de las Islas Cook en el Pacífico Sur y que iba en ruta desde San Petersburgo a Egipto cargado de crudo. Según una reconstrucción publicada en la prensa finesa, la Guardia Costera detectó que el buque estaba "arrastrando las anclas" (un método ya utilizado -aunque no se sabe si fue sabotaje o accidente- por un barco chino en, precisamente, la misma zona, que acabó cortando el cable C-Lion 1 de conexión de internet, también afectado en este caso). Se le ordenó alzarlas, y al parecer una de las anclas estaba "perdida". El Eagle S encaja con la mayoría de los "buques fantasma" de la flota en la sombra, viejos barcos rescatados del desguace que trafican con combustible ruso a través de turbias estructuras de propiedad.

Foto: Un petrolero de crudo navega en Estambul. (Reuters/Yoruk Isik)

Este sería solo el último de multitud de actos de sabotaje y atentados en Europa, perpetrados con solo uno de todos los medios que Rusia ha alistado para desestabilizar Europa: ataques con drones en instalaciones energéticas, sabotajes en las líneas férreas, explosiones sin explicar en fábricas... o incluso campañas de desinformación sobre epidemias de chinches. Espías, células durmientes... o simples criminales de baja estofa reclutados por Telegram, como detallamos en El Confidencial en un reportaje anterior.

En el Báltico, se trata de toda una guerra en la sombra en la que ahora, con la tripulación del Eagle S detenida, se puede arrojar algo de luz. Mientras era el intercambio de petróleo, que en cifras totales apenas significaba nada realmente para la economía rusa, que tiene otras vías para seguir ingresando por ventas de gas y crudo, no pasaba nada. Tampoco cuando empezaban a acumularse los accidentes y vertidos en el mar, como el último choque entre dos petroleros cerca del puente de Kerch, en Crimea, que ha causado una catástrofe medioambiental. Pero ahora, parece que Europa quiere ya actuar.

"Tenemos que ser capaces de contrarrestar la enorme amenaza que significan los barcos de la flota en la sombra de Rusia", ha declarado el primer ministro finés, Petteri Orpo. "Queremos tomar cartas en el asunto y poner fin a este fenómeno", añadió. El ministro de Exteriores de Estonia, Margus Tsahkna, también se ha pronunciado, asegurando que "además de circunvalar las sanciones, la flota en la sombra es una amenaza de seguridad en el mar Báltico, y no podemos simplemente quedarnos sentados mirando".

Foto: Un barco petrolero. (EFE/Henry Chirinos)

La flota incluye ahora cientos de buques en todo el mundo, muchos de ellos propiedad de empresas de Grecia, India y Emiratos Árabes Unidos, así como de Turquía. Muchos eluden las sanciones occidentales operando al margen de las normas habituales del sector, renunciando a menudo a asegurarse con los P&I Clubs, las redes mundiales que aseguran alrededor del 90% del transporte marítimo comercial del mundo. Algunos utilizan un sistema de seguros ruso paralelo, creado desde el comienzo de la guerra.

Los buques suelen ser viejos, algunos de 20 años o más, y han cambiado varias veces de propietario, lo que plantea problemas de seguridad y medioambientales. Los analistas navieros afirman que cada vez hay más dudas sobre si los petroleros están debidamente inspeccionados y si Moscú pagaría en caso de accidente.

El objetivo de la flota es, en gran medida, económico. Desde que se aplicó el tope al precio del petróleo, casi el 70% del petróleo de Rusia se transporta en los llamados petroleros fantasma, según un análisis publicado en octubre por el Kyiv School of Economics (KSE Institute). Así que el uso de estos petroleros para sabotear intencionadamente la infraestructura europea es toda una escalada que saca de las sombras a la flota fantasma.

Desestabilización low cost

Ha sido después de la invasión rusa de Ucrania y el potencial desestabilizador low cost (de bajo coste y poca inversión) que el público general se ha percatado del importante rol que cumplen la red de cables submarinos. China, Rusia e incluso los hutíes de Yemen han amenazado o directamente saboteado en los últimos dos años cables de conexión.

Los cables son activos estratégicos, igual que la infraestructura eléctrica de un país, sus aeropuertos o su red ferroviaria. Un ataque a esa red puede dejar fuera de juego a todo un país, incluido sus activos militares. Los cables submarinos son los encargados de transportar en torno al 95% de los datos entre países, fluyendo a través de ellos los más de 9 billones de euros en transacciones financieras diarias. Otros, de aluminio o cobre, transfieren flujo eléctrico. Dependiendo del alcance del daño, el importe de una reparación de uno y otro oscila entre 1 y 3 millones de euros.

“Es una infraestructura altamente estratégica que debe ser defendida, tanto de la posibilidad de un ataque físico como de posibles operaciones de espionaje”, explica a El Confidencial Arturo Varvelli, analista del 'European Council on Foreign Relations' y uno de los autores del informe “Efectos de red: la soberanía digital de Europa en el Mediterráneo”.

El primer atentado contra esta red fue casi cómico. En 2007, unos pescadores vietnamitas faenando se encontraron con un cable en el fondo marino. Pensando que era cobre y que podrían venderlo como chatarra, cortaron decenas de kilómetros de cable. Fueron acusados de ser piratas y condenados a 12 años de cárcel por haber provocado la mayor caída de internet en la historia del país al cortar sin saberlo una de las arterias que conectaba a Vietnam. Desde entonces, mucho se ha avanzado.

Ante la amenaza rusa en el contexto de la guerra de Ucrania, y con cada vez más ejemplos de intentos de sabotaje en todo el continente, la OTAN intentó tomar cartas en el asunto. El pasado febrero, el (todavía) secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, anunció la creación de la Célula de Coordinación de Infraestructura Crítica Submarina dentro del cuartel general de la organización. Esta unidad pretendía impulsar la seguridad de ciertos activos submarinos clave de los países aliados, que abarcan ductos que transportan hidrocarburos, petróleo y gas natural... y los cables como el Estlink 2 cortado esta Navidad.

Una flota fantasma no existe, una flota fantasma no tiene días de descanso. El mismísimo día de Navidad, el cable submarino Estlink 2, que lleva electricidad entre Finlandia y Estonia, fue cortado. Además, otros cuatro cables submarinos, en este caso, de conexión de telecomunicaciones e internet, sufrieron daños: tres entre Finlandia y Estonia, y otro más entre Finlandia y Alemania. Los fineses actuaron con velocidad: en apenas unas horas y en una operación digna de futura serie de Netflix, fuerzas de élite del país, fuertemente armadas, se lanzaron desde varios helicópteros la medianoche del jueves sobre el petrolero Eagle S y lo capturaron como sospechoso de haber cortado los cables submarinos en el Báltico. Tras dos años de múltiples sabotajes, Finlandia dijo basta y apuntó directamente a la conocida como flota fantasma rusa, una amplia caterva de buques viejos que circunvalan las sanciones contra el petróleo ruso.

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