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Los 'hijos díscolos' de la CIA y el MI6 en Ucrania que ya no temen cruzar la raya
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Los 'hijos díscolos' de la CIA y el MI6 en Ucrania que ya no temen cruzar la raya

El asesinato del general ruso Igor Kirillov en Moscú, reivindicado por el SBU ucraniano, pone de manifiesto una estrategia calculada de Kiev: eliminar físicamente a sus enemigos. El SBU recuerda al Mossad israelí de los años 70

Foto: Soldados ucranianos cerca de la línea de frente en Ucrania. (Fermín Torrano)
Soldados ucranianos cerca de la línea de frente en Ucrania. (Fermín Torrano)
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"Las represalias alcanzarán a los criminales de guerra sin importar cuándo o dónde estén. Deberían sentirse mal, y sus familias deberían ver cómo su hombre está atormentado por la culpa hasta que su sentencia [de muerte] sea ejecutada". Así de contundente se mostraba esta semana el teniente general Ihor Romanenko, el antiguo segundo jefe del Estado Mayor del ejército ucraniano, en una entrevista con el portal Al Jazeera. Lo hacía al hilo de la muerte del general Igor Kirillov, asesinado el pasado 17 de diciembre en Moscú mediante una bomba pegada a un ciclomotor. Una operación inmediatamente reivindicada por el SBU, el principal servicio de inteligencia de Ucrania.

A estas alturas es evidente que Kiev tiene en marcha un programa de eliminación física de sus enemigos, tanto en los territorios ucranianos bajo ocupación rusa como en la propia Rusia. En él participan no solo la principal rama del SBU, el 5º Directorio de Contrainteligencia, sino también el HUR, el servicio de inteligencia militar ucraniano, cuyo líder Kyrilo Budanov se inspira directamente en el historial del Mossad israelí. Lo que no resulta tan conocido es que los dos deben su forma actual al apoyo de otros servicios de inteligencia occidentales, sobre todo la CIA y el MI6.

Para comprender esta relación hay que remontarse a 2014. Tras las protestas del Euromaidán y la huida del presidente Viktor Yanukovich a Moscú, Rusia se anexionó la península de Crimea y contribuyó a dar forma a un levantamiento separatista en el Donbás, en el este de Ucrania. En este contexto tan convulso, los servicios de inteligencia occidentales se dieron cuenta de que necesitaban extender sus capacidades sobre el terreno y estrechar lazos con la inteligencia ucraniana. El problema, sin embargo, era que esta estaba totalmente penetrada por los servicios secretos rusos y muchos de sus oficiales simpatizaban con el Kremlin, o estaban dispuestos a trabajar con Rusia por dinero. El riesgo era demasiado alto.

La UE inició un programa de asistencia de inteligencia enfocado en reformar el SBU. Pero mientras tanto, la solución estadounidense fue ayudar a esta agencia a crear una unidad completamente nueva, el 5º Directorio, completamente aislado del resto del servicio y con oficiales de probada lealtad seleccionados y formados por la CIA en centros especiales en dos ciudades europeas. El proyecto fue denominado Operación Pez Dorado. Dado que en aquel momento el conflicto del Donbás era la prioridad principal, estos primeros grupos pronto fueron entrenados para operar de forma encubierta tras las líneas enemigas. Pero pronto empezaron a reclutar redes de informantes en las zonas ocupadas, y se le añadieron capacidades de vigilancia electrónica y ciberespionaje.

Foto: El teniente general Igor Kirillov, comandante de las fuerzas de defensa nuclear, biológica y química, muere en una explosión en Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)

La iniciativa fue considerada un éxito tal que se agregó una nueva sección, el 6º Directorio, para trabajar con el MI6, el servicio de inteligencia exterior británico. Según el diario The Telegraph, los operativos ucranianos entrenados por los occidentales han actuado no solo en el este de Ucrania y la propia Rusia, sino también en Europa y en otros lugares como Cuba.

Además, la CIA se dio cuenta de que el ejército ucraniano, que llevaba gran parte del peso de la guerra en el este, estaba mucho más motivado para enfrentarse a Rusia que otros cuerpos de seguridad del país, y los cuadros de su servicio de inteligencia eran relativamente jóvenes, con menos rémoras de la época soviética. Los estadounidenses decidieron profesionalizar el HUR y convertirlo en una fuerza de inteligencia altamente capacitada. "El HUR era nuestro bebé. Les dimos todo el equipo nuevo y la formación", dice un antiguo funcionario de inteligencia de EEUU que participó en este proyecto, en un artículo del Washington Post en el que se describe todo este proceso.

Fondos e influencia de EEUU

Para evitar fugas de información, Langley financió la construcción de dos nuevos edificios aislados de la estructura regular del HUR. Los norteamericanos también proporcionaron a los ucranianos sistemas de vigilancia electrónica de última generación, así como software capaz de infectar los teléfonos móviles de los cargos del Kremlin que visitaban el Donbás. Pronto estas capacidades empezaron a producir un auténtico tesoro de inteligencia —a menudo, más de 250.000 comunicaciones diarias—, que los ucranianos compartían con la CIA. Entre otros éxitos, el HUR logró interceptar los mensajes entre operativos en el Donbás que demostraban la implicación de Rusia en el derribo del vuelo MH17 de Malaysian Airlines en el verano de 2014. En 2015, el Reino Unido inició su propio programa de cooperación de inteligencia, en el marco de la llamada Operación Orbital para entrenar y capacitar a las fuerzas armadas ucranianas.

La influencia de EEUU en los servicios de inteligencia ucranianos es tal que en ocasiones han llegado a forzar la destitución de sus líderes cuando estos, en la visión de Washington, se han extralimitado, como sucedió en 2016. Hastiados con el constante rechazo estadounidense a proporcionar a Ucrania imágenes por satélite del interior de Rusia o apoyo para operaciones de sabotaje fuera de las fronteras de su propio país, los ucranianos decidieron actuar sin su permiso. Ese verano, enviaron un equipo de comandos a Crimea para colocar explosivos en un grupo de helicópteros de combate que Rusia había desplegado en un aeródromo, presumiblemente en preparación de un ataque sorpresa.

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La operación fue encargada a la Unidad 2245, cuyos miembros son entrenados por las unidades paramilitares de la CIA, y que lideraba el entonces teniente coronel Budanov. Vestidos con uniformes rusos, los comandos realizaron un desembarco clandestino en lanchas neumáticas, pero fueron repelidos por las fuerzas especiales rusas, forzando a los ucranianos a retirarse a nado. La consiguiente furia de la Administración Obama le costó el puesto al entonces jefe del HUR, el general Valeriy Kondratiuk.

A pesar de ello, los ucranianos siguieron actuando por su cuenta, especialmente en los territorios ocupados. Al día siguiente de la destitución de Kondratiuk, una explosión en un ascensor acabó con la vida del comandante Arsen Pavlov, 'Motorola', que lideraba una milicia separatista en el Donbás. Un año después otro comandante, Mijaíl Tolstykh 'Givi', famoso por torturar a prisioneros de guerra ucranianos, murió en un atentado perpetrado con un proyectil termobárico lanzado contra su oficina. En 2018, Alexander Zajarchenko, líder de la República Popular de Donetsk, fue eliminado con una bomba colocada en la puerta de un restaurante. Aunque se especuló con posibles ajustes de cuentas entre estos milicianos o con purgas realizadas por la inteligencia rusa, en cada ocasión los estadounidenses averiguaron enseguida que era Ucrania quien estaba detrás de estos asesinatos.

Malestar entre los aliados

Hasta el día de hoy, muchas de las acciones de los ucranianos provocan el malestar de sus aliados, que a menudo corren a distanciarse públicamente de estas, llegando incluso a revelar información confidencial. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con el atentado contra el pensador e ideólogo ultranacionalista Alexander Dugin en el que murió su hija Darya cuando la bomba adherida a su todoterreno hizo explosión en un suburbio de Moscú en el verano de 2022. A los pocos meses, altos cargos de Washington filtraron a la prensa estadounidense detalles sobre la operación, que atribuyeron a los servicios secretos ucranianos, algo que hoy todo el mundo considera un hecho. Lo mismo sucedió tras la detonación de un camión bomba contra el puente de Kerch que conecta Rusia con la península de Crimea en octubre de ese mismo año.

"Estamos viendo el nacimiento de un conjunto de servicios de inteligencia que son como el Mossad en los años 70", según un antiguo alto cargo de la CIA citado en el mencionado artículo del Washington Post. "Si las operaciones de inteligencia de Ucrania se vuelven aún más audaces —atacando a los rusos en terceros países, por ejemplo— se puede imaginar cómo eso podría causar fricciones con sus socios y crear serias tensiones con los objetivos estratégicos más amplios de Ucrania", como la entrada en la OTAN y la UE.

Foto: Alexander Dugin, en el funeral de su hija Darya. (Reuters/Maxim Shemetov)

Tal y como apuntaba esa fuente, los operativos ucranianos han empezado a actuar contra el despliegue ruso en otros lugares, especialmente en África y Oriente Medio. Drones y comandos ucranianos han eliminado a miembros de Wagner en Sudán en múltiples ocasiones, y la información proporcionada por la inteligencia ucraniana podría haber jugado un papel clave en la eliminación de una columna de paramilitares rusos en Mali a manos de insurgentes tuareg este mismo año. Además, los ucranianos habrían enviado a una veintena de operadores de drones y proporcionado 150 aparatos de este tipo a los rebeldes sirios de Hayat Tahrir Al Sham semanas antes de la ofensiva que acabó con el régimen de Bashar Al Assad. Una iniciativa arriesgadísima y con grandes riesgos reputacionales, dado el pasado yihadista de esta organización que tiene su origen en la rama siria de Al Qaeda y que a día de hoy continúa en las listas internacionales de grupos terroristas.

Aún así, la relación entre los servicios de inteligencia ucranianos y anglosajones es demasiado valiosa como para permitir que se rompa. Según reveló el New York Times en otro artículo en febrero de este año, la CIA lleva desde 2016 financiando una docena de bases secretas de la inteligencia ucraniana en el interior del país, desde las que se recopila información de señales o se monitorizan las misiones con drones, entre otras funciones. De acuerdo con dicho artículo, estas instalaciones han permitido a Ucrania recabar datos clave sobre cuestiones como la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 y 2020. También aportaron muchos de los datos —no todos— que llevaron a los analistas de la CIA a concluir que Rusia realmente se disponía a invadir Ucrania en febrero de 2022.

A medida que los ucranianos cruzan una y otra vez las supuestas líneas rojas del Kremlin sin que este responda de forma apocalíptica, la tolerancia al riesgo de los aliados occidentales de Kiev también va creciendo. Y cuanto mayores sean los problemas que Ucrania enfrenta en los frentes regulares —como la dificultad para expandir la cifra de sus tropas—, más cabe esperar que recurra a este tipo de operaciones no convencionales, con o sin ayuda de sus socios.

"Las represalias alcanzarán a los criminales de guerra sin importar cuándo o dónde estén. Deberían sentirse mal, y sus familias deberían ver cómo su hombre está atormentado por la culpa hasta que su sentencia [de muerte] sea ejecutada". Así de contundente se mostraba esta semana el teniente general Ihor Romanenko, el antiguo segundo jefe del Estado Mayor del ejército ucraniano, en una entrevista con el portal Al Jazeera. Lo hacía al hilo de la muerte del general Igor Kirillov, asesinado el pasado 17 de diciembre en Moscú mediante una bomba pegada a un ciclomotor. Una operación inmediatamente reivindicada por el SBU, el principal servicio de inteligencia de Ucrania.

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