Un último favor de Asad a Putin (antes de empezar su nueva vida en Rusia)
Lo primero que hicieron los rebeldes islamistas fue abrir las cárceles. En algunas de las cárceles han aparecido secciones enteras dedicadas a prisioneros extranjeros, con nombres de ciudadanos de Chechenia, Osetia o el Daguestán
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Lo primero que hicieron los rebeldes islamistas cuando, una tras otra, iban conquistando las ciudades sirias hasta llegar a Damasco fue abrir las cárceles. Miles de represaliados del brutal régimen de Bashar Al Asad salieron, llorando, de las oscuras y putrefactas celdas de las distintas cárceles de las numerosísimas ramas del aparato policial y militar del gobierno sirio. Pero otros miles no lograron salir: en las cárceles se han encontrado cadáveres, fosas comunes y listas, largas listas de nombres de los encarcelados.
En algunas de esas listas han aparecido secciones enteras dedicadas a prisioneros extranjeros, con nombres de ciudadanos de Chechenia, Osetia o el Daguestán. Muchos están muertos. Algunos, ejecutados en las últimas horas del régimen.
Lo que Rusia ganaba con su apoyo a Bashar Al Asad está muy claro y se ha hablado largo y tendido. Pero también, estas listas filtradas dan otro detalle de lo que la Siria de Asad daba a Rusia, y el último favor del dictador antes de empezar su nueva vida en Moscú.
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Para Rusia, el mayor foco de terrorismo doméstico viene de la radicalización de chechenos, osetianos y daguestanos, que en los últimos años y pese al control ruso han ampliado sus vínculos con organizaciones extremistas.
Los blogueros militares rusos fueron los primeros en dar la señal de alarma. Días antes de que los rebeldes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) llegaran a Damasco y que Bashar al Asad huyera en dirección a Moscú, alertaban que las posiciones militares del Kremlin en el país estaban bajo una gran amenaza: la caída del dictador sirio iba a, con casi total seguridad, multiplicar el terrorismo en Rusia.
Un día después, doce personas fueron detenidas en la República de Daguestán tras ser acusadas de planear un ataque terrorista. Según los servicios de seguridad locales, se confiscaron dos dispositivos explosivos improvisados, una tonelada de nitrato de amonio, así como armas y municiones durante los registros de las casas de los sospechosos, según las agencias de noticias rusas.
Estos dos episodios, casi simultáneos, son un reflejo de la lucha del Kremlin por acabar con el extremismo en la zona del Cáucaso Norte, especialmente en Chechenia y Daguestán. Esta última región es especialmente conflictiva para Rusia y recientemente se han registrado ataques terroristas perpetrados por los musulmanes daguestaníes. En junio de este año, varios hombres armados lanzaron un ataque coordinado contra dos sinagogas y dos iglesias ortodoxas en la república rusa.
Tres meses antes, un atentado en la sala Crocus City Hall dejó 133 muertos y varios centenares de heridos. Reivindicado por Estado Islámico en la Provincia de Khorasán (ISIS-K), fue el mayor atentado terrorista en suelo ruso de los últimos 20 años.
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El tercer episodio, que conecta la alerta terrorista en Rusia con el fin de la guerra en Siria, ha tenido lugar en una Siria sin Asad, en la que las fuerzas que formarán el nuevo Gobierno han empezado a liberar a los presos políticos de las cárceles. Ha sido especialmente polémico el caso de Sednaya, conocida por casos de torturas y ejecuciones extrajudiciales a opositores y personas contrarias al régimen.
Muchos sirios han buscado a sus familiares que han estado años entre rejas, algunos entre los liberados, otros en los registros de presos en los que se incluían los nombres de prisioneros extranjeros. En la lista aparecen personas procedentes del Cáucaso, chechenos, osetios y daguestaníes, que fueron encarcelados en Sednaya y en otros centros penitenciarios del país. "Se ha confirmado que muchos de ellos están muertos, y algunos que se pensaba que estaban muertos resultaron estar vivos”, apunta el bloguero Shaghy en redes sociales.
The published list of Circassian and other Caucasian families from Syria like Chechens, Ossetians and Dagestanis who were all jailed in Assad's prisons including Saydnaya
— Батыр (@Shagdy07) December 15, 2024
Many of them have been found to be confirmed dead, some thought to be dead, turned out to be alive. pic.twitter.com/RVxZnV6431
A pesar de la falta de detalles sobre los presos precedentes del Cáucaso Norte, los analistas apuntan que algunos eran combatientes que se unieron a la guerra contra Bashar al Asad. Vladímir Putin estimó en febrero de 2017 que 4.000 ciudadanos rusos estaban combatiendo en Siria, lo que coincide con muchas estimaciones independientes. El grupo más grande de estos combatientes proviene de Daguestán, y las autoridades de la república afirman que 1.200 daguestaníes estaban luchando en las filas del ISIS. Unos 600 se unieron desde Chechenia, 100 de Ingusetia y otros 175 de la república de Kabardino-Balkaria.
Para el presidente ruso, todo combatiente del Cáucaso Norte de las fuerzas del ISIS que está entre rejas es una buena noticia. En 2013, el Kremlin incluso incitó la salida de militantes del Cáucaso Norte hacia Siria e Irak. Este proceso, según un informe de Atlantic Council, se produjo principalmente en Daguestán, donde agentes del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB), se reunieron con autoridades locales para planear la salida de los extremistas. "Todos están contentos: están muriendo en el camino de Alá y aquí no tenemos actos terroristas", afirmó en ese momento un agente del FSB.
Ese último favor de Asad a Putin antes de su nueva vida en Moscú. Aunque, según reconstrucciones de las últimas horas del presidente en Siria elaboradas por el Financial Times, apuntan a que más bien Asad salió del país más preocupado por sus propias finanzas que por los documentos que podría dejar atrás sobre sus crímenes o, incluso, a sus acólitos más leales. Según el periódico británico, fuentes del entorno asadista estarían convencidos de que el expresidente abandonó el país (en un avión desde la base rusa de Hmeimim) acompañado de dos de sus asesores financieros, Yassar Ibrahim y Mansour Azzam, que "tienen las llaves para sus activos en el extranjero".
Apenas hay detalles de cómo se está desarrollando esta nueva vida de Asad en el exilio "humanitario" junto a su mujer e hijos en Moscú. Un portavoz del Kremlin aseguró que no se produciría una "cena con Vladímir Putin", pero no es probable que Asad sufra de estrecheces. Según estimaciones de EEUU, la fortuna de los Asad alcanza 1.800 millones, incluyendo el valor de varias propiedades en Londres y Moscú.
La familia Asad contaría con 18 apartamentos de lujo en Moscú, en uno de los barrios más exclusivos de la capital rusa. Muchos, financiados con los ingresos del narcoestado en el que Asad convirtió Siria con el tráfico de captagon. Tampoco le faltará efectivo: entre 2018 y 2019, Asad envió casi dos toneladas de billetes (dólares y euros) a Moscú en 21 aviones. Estimaciones del Financial Times cifran esas toneladas en 250 millones de dólares. Se desconoce si esos millones eran para su uso personal o acababan siendo un pago a Rusia por los servicios prestados.
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El politólogo checheno Ruslan Kutayev aseguró a la revista Window Eurasia que la situación en Siria puede tener un impacto mayor en la región del Cáucaso Norte que la guerra en Ucrania. Muchos hombres de esta región han sido enviados al frente ucraniano como parte de las fuerzas rusas, pero la caída de Asad puede tener mayores repercusiones. "Las noticias que llegan de Siria no son simplemente sobre algunos acontecimientos de un lejano estado árabe. En ese país hay muchos jóvenes del Cáucaso Norte que lucharon contra el régimen de Asad", apuntó Kutayev.
Sobre todo para los jóvenes, lo que pasa en Ucrania es menos importante que lo pasa en Siria, porque "los jóvenes conciben estos últimos como algo muy cercano", destacó.
Además de los combatientes que se unieron a los rebeldes contra Bashar al Asad, otras 50.000 de personas procedentes del Cáucaso Norte viven en Siria. Es una cifra pequeña en comparación de los 200.000 que se encontraban en el país antes de la guerra, y que huyeron a otros lugares tras el estallido del conflicto.
A pesar de que organizaciones de circasianos creen que la transición de poder se desarrollará sin violencia y que la comunidad no corre ningún peligro, algunos expertos en la región como Paul Goble vaticina que muchos querrán volver a sus países de origen. "Es probable que se vean bloqueados por la actitud cada vez más hostil de Moscú hacia el regreso de compatriotas en el extranjero", afirma Goble.
El terrorismo que más teme Putin
Si el Cáucaso puede definirse en tres palabras, esas serían guerra, separatismo y extremismo. Algunos conflictos se extendieron a Daguestán y Chechenia, de mayoría musulmana, fue el escenario de una guerra entre 1994 y 2009 que acabó con la vida de miles de personas.
La represión de Rusia en estas regiones fue el caldo de cultivo para que muchos habitantes de estos países se radicalizaran. Y el Estado Islámico en Irak y Siria aprovechó esta situación en 2010 para reclutar a militantes en el Cáucaso.
La amenaza terrorista se convirtió en una preocupación para Rusia después de capítulos de violencia como el atentado en sala Crocus de Moscú. "Es un fenómeno bastante nuevo. Aunque los problemas de convivencia entre musulmanes y rusos en el Cáucaso Sur siempre han existido, lo que ha pasado es una muestra de radicalización de los musulmanes que viven Rusia, seguramente acrecentada por la llegada de yihadistas de otros lugares y por la influencia del Estado Islámico", explicó Mira Milosevich, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, en una entrevista anterior con El Confidencial.
Dada la implicación del Kremlin en la guerra de Siria y con los recursos militares centrados en Ucrania, Rusia busca alejar todas las posibilidades de un nuevo atentado en su territorio. "Hay señales de que la alerta terrorista podría expandirse aún más", dijo Jerome Drevon, analista senior de yihad y conflictos modernos del International Crisis Group, a The New York Times.
Lo primero que hicieron los rebeldes islamistas cuando, una tras otra, iban conquistando las ciudades sirias hasta llegar a Damasco fue abrir las cárceles. Miles de represaliados del brutal régimen de Bashar Al Asad salieron, llorando, de las oscuras y putrefactas celdas de las distintas cárceles de las numerosísimas ramas del aparato policial y militar del gobierno sirio. Pero otros miles no lograron salir: en las cárceles se han encontrado cadáveres, fosas comunes y listas, largas listas de nombres de los encarcelados.