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El síndrome Camilo Sesto: por qué Trump está llenando su gobierno de caras operadas
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El síndrome Camilo Sesto: por qué Trump está llenando su gobierno de caras operadas

La proliferación de altos cargos con la inquietante “cara Mar-a-Lago”, más allá de la frivolidad, muestra a un Trump decidido a llevar su asalto al mainstream al terreno estético

Foto: Kristi Noem y Donald Trump. (Reuters)
Kristi Noem y Donald Trump. (Reuters)
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Al contrario de lo que podría sugerir su nombre, el Doctor Oz no es el médico del Mago de Oz, sino un popular cirujano cardiotorácico que vende pócimas en la televisión estadounidense, y Donald Trump ha nominado director de los servicios sanitarios públicos. En una de sus antiguas intervenciones catódicas, Oz advirtió sobre los "peligros mortales" de la cirugía estética de los famosos, por lo que al galeno le esperan grandes sobresaltos en su nuevo lugar de trabajo: la Casa Blanca.

De pronto, buena parte del entorno de Trump parece tener el mismo rostro: cejas elevadas, pómulos exagerados, sonrisas hieráticas y todo lo que el bótox puede hacer por ti para que parezcas una muñeca de porcelana. La prensa ha bautizado el fenómeno como la "cara Mar-a-Lago", en alusión a la mansión trumpista en Palm Beach. La estética de la segunda legislatura Trump, en definitiva, es un remake de El mago de Oz, rodado en Florida y en el que si no has deconstruido inquietantemente tu aspecto, quizá seas un perdedor que no quiere Make América Great Again. Dorothy, cariño, ¡sigue el camino de rostros calcinados por el sol y paralizados por el ácido hialurónico!

El doctor Leo Cerrud, especialista en medicina estética y nutrición, enumeró a Vanitatis las características estéticas de la cara Mar-a-Lago: "Este nuevo look que ahora impera en la Casa Blanca es completamente plástico y absurdamente artificial y se consigue usando rellenos faciales a lo bestia, bronceado exagerado, trasplantes de pelo, neuromoduladores sin límites, carillas dentales blanco nuclear, labios pompeados, piel suave como la seda y cirugía plástica, mucha cirugía plástica".

Hace unos meses, la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, informó en un vídeo que se había "retocado" los dientes para paliar un antiguo accidente ciclista y "tener al fin una sonrisa de la que me pueda sentir orgullosa y segura". Noem aprovechó para publicitar la clínica donde se había operado, Smile Texas, generando escándalo por lo descarado del publirreportaje. Pero había mucho más…

"La nueva sonrisa de Noem refleja un movimiento táctico que tiene tanto que ver con la política y la psicología como con la apariencia", según el New York Times (NYT), que asoció la operación a que la gobernadora estaba en la terna de candidatos a vicepresidente trumpista. "Noem busca parecer atractiva a una audiencia de una sola persona: Donald Trump. Todo parece hecho para que Trump vea sus nuevos dientes. Lo que trataría de demostrar Noem es que da bien delante de las cámaras, tiene carisma de estrella (Trump quiere estar rodeado de ese tipo de perfiles) y encaja en el estilo de mujeres del universo Trump", contó al rotativo el estratega republicano Ron Bonjean.

placeholder Noem y Trump. (Reuters)
Noem y Trump. (Reuters)

"Es una decisión absolutamente estratégica. Noem está diciendo que se va a convertir en una mujer del gusto de Trump y, al mismo tiempo, que nunca va a desafiarle", añadió Richard Thompson Ford, profesor de la Universidad de Stanford.

Según el NYT, "la mejora dental" solo era "el último paso de un largo cambio de imagen" de Noem para ganarse la confianza política del presidente del mundo libre. O su transformación en "el adorno perfecto para Trump", según Samantha N. Sheppard, profesora universitaria de cine y medios. "Más allá de su popularidad y de de sus credenciales como gobernadora, Noem representaría, según Sheppard, cierto tipo de feminidad estética -"mujer blanca a lo Miss América"- típico de las presentadoras de Fox News, y que incluiría cabello en cascada, pestañas expansivas y sonrisa turbadora", contó el rotativo.

placeholder Portada del libro de Noem.
Portada del libro de Noem.

En la portada del último libro de Noem, que coincidió con la inauguración de su nueva sonrisa, la gobernadora apareció con la bandera estadounidense complementando a un look -"labios brillantes, pestañas gruesas, mano jugando con los mechones ondulados"- extrañamente familiar: "Parecía un miembro de la familia Trump, quizá una prima", zanjó Bonjean.

Pocos días después de desvelar al mundo sus nuevos incisivos de blanco cegador, Noem apareció en un mitin de precampaña en Ohio. Mirando a la gobernadora, Trump dijo triunfal a la enfervorecida audiencia: "Ya sé que no nos dejan decirlo, pero ¡qué bella está!". "¿Qué podía hacer Noem más que responder con su mejor sonrisa?", se preguntó el NYT.

Dicho lo cual. ¿Hacerte la cirugía para llenarle el ojo a Donald Trump puntúa para acceder al Gobierno de la primera potencia mundial? ¿En serio? Sonaba a maledicencia exagerada del New York Times, pero ahora que la nueva Casa Blanca se está llenando de rostros operados, no lo parece tanto. Noem no fue elegida vicepresidenta (más abajo se dan algunas pistas de por qué), pero fue nominada secretaria de Seguridad Nacional. Prueba superada.

placeholder Lara Trump, barras, estrellas y cirujanos plásticos. (Reuters)
Lara Trump, barras, estrellas y cirujanos plásticos. (Reuters)

Guerreros de Terracota

Como nadie cabalga mejor las contradicciones que el trumpismo, resulta que a Donald Trump no le gustan las operaciones de cirugía estética (para él). Sus retoques estéticos se han limitado a los trasplantes de pelo (dicen que se ha gastado 160.000 dólares en mimar su jardín capilar) y, por supuesto, el uso y abuso del universo rayos uva. O la dictadura floridiana del bronceado, estética popularizada en España por nuestro cantante más internacional, Julio Iglesias, que, cuando se afincó en Miami a finales de los setenta, y siguiendo el camino contrario a Michael Jackson, cambió la raza blanca por la raza negra.

A Trump no le llaman el Agente Naranja por casualidad. O como describió Vanitatis: la "tonalidad terracota" ha tomado la Casa Blanca. Lo dijo el escritor Patrick S. Tomlinson en X: "La feminidad [de la cara Mar-a-Lago] es más extrema y performativa que cualquier espectáculo drag queen". Pisamos un territorio, por tanto, donde los límites del exceso son tan brumosos que el estropicio estético está a la vuelta de la esquina.

Aunque Trump guste rodearse de rostros operados (salvo el suyo), hasta el trumpismo botoxizado tiene sus líneas rojas. La pasada campaña electoral, una de las asesoras informales de Trump, Laura Loomer, fue enterrada tras ser tachada por la prensa de "demasiado extremista" por su pensamiento conspiratorio.

Pues bien, según The Atlantic, el motivo real de Trump para meter a Loomer en el congelador no fue ni sus desbarradas ni la presión mediática, sino pasarse tres pueblos con la cirugía estética…

En efecto, Loomer había convertido su amor a Trump en un doloroso Make Camilo Sesto Great Again… y lo pagó. O la fina línea entre aspirar a ministro trumpista y acabar en un gabinete freak victoriano. Nadie dijo que la turbo política contemporánea fuera un camino de rosas.

Romper el statu quo

Según la prensa anglosajona, Trump culminó su "casting presidencial" viendo vídeos de candidatos en su "situation room" de Mar-a-Lago. Pero si tener el rostro retocado sumaba puntos, no era por meros motivos estéticos, sino porque Trump buscaba dirigentes que parecieran salidos del show business, contó el Daily Mail. Es decir, bajo la frivolidad, también habría política. O las caras operadas como brazo estético de la permanente búsqueda trumpista de "romper el statu quo". Trump decidido a llevar su asalto al mainstream al terreno gestual.

"Para él es muy importante que los elegidos representen bien a la Administración en televisión, y sean capaces de desestabilizar el business as usual de Washington", sostuvo el Daily Mail, para el que a la segunda presidencia Trump ya no le preocupa llenar el gabinete de veteranos de Washington para disimular. Es la hora de la ruptura estética subversiva. Lo contó un estratega republicano al rotativo: "Trump busca gente ajena al sistema". Nombrar altos cargos de cara congelada sería parte de su plan para gripar el Matrix mainstream.

placeholder Kimberly Guilfoyle, futura embajadora estadounidense en Grecia. (Reuters)
Kimberly Guilfoyle, futura embajadora estadounidense en Grecia. (Reuters)

Siempre a la contra, los cubistas rostros trumpistas llegan justo cuando las operaciones exageradas de estética estaban a la baja entre las élites culturales. ¿Por poco tiempo? "Como es habitual en Trump, la apariencia representa una desviación descarada de las normas establecidas en Washington DC. ¿Podría su regreso a la Casa Blanca poner de moda en todo el país el rostro Mar-a-Lago, desafiando las tendencias de deflación y discreción de 2024?", se preguntó The Hollywood Reporter.

De momento, la prensa estadounidense ha detectado que la cara de Mar-a-Lago es tendencia entre los cirujanos plásticos de Palm Beach, es decir, Florida como laboratorio político de vanguardia, o cuando las fantasías más descabelladas de Hunter S. Thompson sobre la muerte del sueño americano parecen inofensivo realismo decimonónico.

Alguien tenía que hacerlo

La Ventana de Overton señala la viabilidad política de una idea. En los últimos años, la derecha internacional ha conseguido moverla para que entren en ella proyectos (un anarcocapitalista en el Gobierno argentino) que parecían antes ciencia ficción por estar fuera del mainstream.

Ahora, el trumpismo ha reventado la Ventana de Overton de la cirugía estética. Lo que antes era visto como cuasi monstruoso, propio de torturadas estrellas decadentes de Hollywood o divos pop en barrena (otra vez Camilo Sesto), ha llegado a la Casa Blanca. Representantes democráticos con rostros más falsos que las Caras de Bélmez. ¿Serán sus políticas meras prolongaciones de unas caras orgullosas de su artificialidad? Bienvenidos a la fase grotesca de la crisis de la representación.

El rostro operado funcionaría, por tanto, como si el cuerpo psicosomatizara la aversión de Trump a la normalidad. Antes de Trump, el insulto, la mentira o el delito podían acabar con una carrera política (ahora, polarización mediante, hasta dan puntos, al menos a él).

Del mismo modo, una cara falsa quitaba credibilidad a un político, pero en la América de Trump parece requisito para tocar poder, como si los rostros sin cirugía fueran sospechosamente burocráticos, demasiado poco artificiales para ocuparse de los asuntos públicos, o la política en manos de unas máscaras de látex con aires a los lagartos de V. Trump ha hecho posible lo imposible.

Foto: Donald Trump y Elon Musk. (Getty/Brandon Bell)

Para acabar, volvamos con la heroína de este artículo, la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, máquina total que reventar Ventanas de Overton. Algunos creen que perdió la carrera a la vicepresidencia cuando confesó (en su biografía) el asesinato de una de sus mascotas (una perrita de 14 meses llamada Cricket.). "La odiaba… Tenía que sacrificarla… Paré la camioneta en mitad de la carretera, saqué mi arma, agarré la correa y la llevé hasta un montón de grava… No fue una tarea bonita, pero había que hacerlo".

Tras esta confesión, se dieron por finalizadas sus aspiraciones políticas… precipitadamente… porque Trump la acabó nominando secretaria de Seguridad Nacional por su mano dura contra la inmigración… El chiste se hace solo: si el momento más loco del debate electoral televisivo con Kamala fue cuando Trump acusó a los inmigrantes de comerse a los perros, ahora ha puesto a controlar la inmigración a la mayor mataperros del reino. La moraleja es transparentemente absurda: en la América de Donald Trump, uno puede cargarse a su mascota… siempre y cuando tenga la cara brutalmente operada. Es su cultura y hay que respetarla.

Al contrario de lo que podría sugerir su nombre, el Doctor Oz no es el médico del Mago de Oz, sino un popular cirujano cardiotorácico que vende pócimas en la televisión estadounidense, y Donald Trump ha nominado director de los servicios sanitarios públicos. En una de sus antiguas intervenciones catódicas, Oz advirtió sobre los "peligros mortales" de la cirugía estética de los famosos, por lo que al galeno le esperan grandes sobresaltos en su nuevo lugar de trabajo: la Casa Blanca.

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