La pregunta estratégica de los 250.000 millones de dólares: ¿qué va a pasar con el Aukus?
Son muchos los interrogantes que plantea el regreso del magnate republicano a la Casa Blanca. Pero en términos estratégicos, la pregunta clave de los 250.000 millones de dólares es: ¿qué va a hacer con el Aukus?
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De todos los factores imponderables que afectan a la geopolítica, la perspectiva de que las decisiones personales de un solo individuo van a cambiar el curso de los acontecimientos mundiales es la que genera más intriga y ansiedad. Sobre todo, cuando el individuo es alguien tan impredecible y volcánico como Donald Trump. Son muchos los interrogantes que plantea el regreso del magnate republicano a la Casa Blanca. Pero en términos estratégicos, la pregunta clave de los 250.000 millones de dólares es: ¿qué va a hacer con el Aukus?
En sus cientos de entrevistas, discursos y mensajes en redes sociales durante los últimos ocho años, el presidente electo ha hablado sin tapujos prácticamente de todo. Sin embargo, no está clara su postura respecto a la alianza geoestratégica entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Diseñada en 2021 como plan de contención militar ante la creciente influencia de China en el Indo-Pacífico, punto neurálgico del comercio y la manufactura global, el elemento más significativo es dotar al socio australiano de submarinos de propulsión nuclear.
Analizando su primer mandato, se podría suponer que Trump continuará firmando pactos con otros países occidentales frente a la amenaza de Pekín. El problema es que Aukus obliga a Washington a reducir, al menos temporalmente, su propia flota naval. Esto es debido a que el Pentágono podría ceder hasta cinco submarinos nucleares clase Virginia para reforzar la capacidad australiana, mientras Londres y Washington le ayudan a construir su propia flota. Y todo esto choca frontalmente con su gran mantra de American First.
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La incertidumbre sobre el futuro de Aukus dominó la reunión mantenida este lunes en Londres entre el ministro de Exteriores británico, David Lammy, y su par de Defensa, John Healey, con sus homólogos australianos. Desde 2006, Reino Unido y Australia celebran una cumbre anual (Aukmin) para reafirmar y coordinar su colaboración en materia de defensa, seguridad y política exterior. Este año era la primera ocasión que se celebraba con el nuevo gobierno laborista de Keir Starmer.
Con China no se juega
El primer ministro ha reiterado su máximo compromiso con el pacto de defensa Aukus heredado de los tories. Pero su postura hacia China es, como la de los europeos, ambigua y la resume en tres palabras: desafiar, competir, cooperar. Sin embargo, en la cumbre del G20 de noviembre, se convirtió en el primer mandatario británico desde 2018 en protagonizar un cara a cara con el líder chino, Xi Jinping, con el objetivo de descongelar las relaciones bilaterales. Su prioridad es ahora impulsar el lento crecimiento económico del Reino Unido, más que desafiar a Pekín.
El encuentro, celebrado apenas unos días después de la reelección de Trump, fue duramente criticado por Alexander Gray, asistente de la Casa Blanca centrado en la seguridad nacional durante el primer mandato del republicano, quien calificó de "lamentables" los intentos de mejorar las relaciones chino-británicas. "Uno de los éxitos del mandato de Trump y de la administración Biden-Harris fue un importante grado de entendimiento mutuo entre los socios de Londres y Europa en general sobre el peligro que representa China a nivel global", señaló a Político. "Odio ver un retroceso como este en el comienzo mismo de una administración Trump".
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El gobierno laborista australiano también ha llevado a cabo un reajuste similar hacia Pekín desde que llegó al poder en 2022, después de que las relaciones tocaran mínimos históricos con los conservadores durante el covid.
Ahora, pese a todo, Londres y Canberra tendrán que esforzarse al máximo para conseguir involucrar por completo a Trump con el Aukus a riesgo de que la alianza colapse en plenas turbulencias geopolíticas. Teniendo en cuenta que el presidente electo ha dejado más que claro que Estados Unidos no va a ser el gran guardián de Occidente, los analistas consideran Reino Unido y Australia deben adoptar un lenguaje más táctico y estratégico. Deben basar estos planes en el interés propio de Washington y demostrar que se pueden conseguir victorias a corto plazo y garantizar que el efecto disuasorio del proyecto sea creíble. En definitiva, deben dejar que Trump lo haga suyo y hacerle creer que ha ganado al hacerlo.
Una flota nuclear estratégica
De momento, el hecho de que el magnate haya elegido para los principales puestos de seguridad nacional al senador Marco Rubio, como secretario de Estado, y el congresista Mike Waltz, como asesor de seguridad nacional, es bastante significativo. Ambos sirvieron en los comités de asuntos exteriores del Congreso que se ocuparon de la legislación para autorizar el Aukus. El propio Waltz destacaba la importancia de esta alianza para los intereses norteamericanos en un reciente artículo publicado en The Economist.
Por su parte, el todavía asesor de seguridad nacional estadounidense, Jake Sullivan, confía en que el Aukus perdurará bajo la presidencia de Trump, ya que mejora la capacidad de disuasión de Estados Unidos en el Indo-Pacífico y hace que Australia contribuya a la base industrial estadounidense. "Es el tipo de acuerdo de reparto de cargas del que ha hablado el presidente electo", matizaba una entrevista con el think-tank australiano Lowy Institute publicada este martes.
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En virtud del acuerdo, Estados Unidos cederá hasta cinco submarinos Clase Virginia que llegarían en la década de 2030, mientras que los tres países se han comprometido a entregar al menos tres submarinos de propulsión nuclear (Clase Aukus) a Australia para la década de 2040. Esta flota permitiría a Australia contrarrestar la proyección estratégica y la presencia submarina china en las disputadas aguas del Indo-Pacífico. El acuerdo está valorado en más de 250.000 millones de dólares hasta 2050. Y el dinero ya ha comenzado a fluir. Australia aprobó en marzo un primer tramo por 3.000 millones para arrancar el proyecto los cuatro primeros años.
Pero el plan es más complejo, y aspectos como el Pilar II de la alianza (desarrollar conjuntamente tecnologías militares punteras, como navegación habilitada por cuántica, artillería mejorada con inteligencia artificial y capacidades de guerra electrónica) son menos conocidos. El mes pasado se alcanzó un acuerdo de intercambio de tecnología sobre misiles hipersónicos, pero no se ha producido ningún avance esperado en una serie de otras áreas. Las ambiciones de admitir a Japón en la asociación del Pilar II este año tampoco se han cumplido.
Pies británicos en la mesa pacífica
La importancia estratégica del Reino Unido en la región es obvia, donde tiene unos importantes lazos comerciales y políticos forjados en la era colonial. Este mes se convertía finalmente en miembro de pleno derecho del Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), en lo que supone su mayor pacto comercial tras su salida de la Unión Europea. Los beneficios económicos son mínimos, apenas un 0,08% al PIB en los próximos diez años. Pero en esta ocasión, las cifras no importan. De lo que se trata es de poder e influencia.
Reino Unido se convierte ahora en un actor clave. No solo está donde se mueven todas las fichas de la política internacional bajo la sombra de China, sino que lo hace desde una posición privilegiada, al ser el único país europeo en sentarse en la mesa de un importante club con una voz —y sobre todo un veto— con el que ni siquiera cuenta el mismísimo Estados Unidos.
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Con todo, la geografía es la que es y Reino Unido forma parte del Viejo Continente. Analistas como Anand Sundar, del European Council on Foreign Relations (ECFR), señalan que a medio plazo "debe profundizar sus relaciones bilaterales con países europeos en materia de defensa". Además, el experto aconseja que Londres debería trabajar con París para mejorar la interoperabilidad entre las fuerzas armadas de los dos países y reconstruir la confianza perdida.
"Reequipar la Fuerza Expedicionaria Conjunta Combinada, compuesta por 10.000 efectivos, para que sea relevante en el contexto de combate actual, podría ser un primer paso para devolverle vida a la relación entre las dos potencias militares más importantes de Europa", señala Sundar, apuntando a que ambos países deberían desarrollar eventualmente un enfoque más unificado en defensa e industria militar.
Parece ser que es algo que Starmer tiene presente. El premier viajó este martes a Estonia para participar en la cumbre de esta asociación militar de naciones del norte de Europa, liderada por Reino Unido y diseñada para una "respuesta rápida" en cualquier parte del mundo. Las cuestiones más importantes de esta cita, a la que acudieron países nórdicos, los bálticos y Países Bajos, giraron también en torno al futuro de la guerra entre Rusia y Ucrania bajo la presidencia de Trump. Otra de las cuestiones que inquietan a los socios de la OTAN.
De todos los factores imponderables que afectan a la geopolítica, la perspectiva de que las decisiones personales de un solo individuo van a cambiar el curso de los acontecimientos mundiales es la que genera más intriga y ansiedad. Sobre todo, cuando el individuo es alguien tan impredecible y volcánico como Donald Trump. Son muchos los interrogantes que plantea el regreso del magnate republicano a la Casa Blanca. Pero en términos estratégicos, la pregunta clave de los 250.000 millones de dólares es: ¿qué va a hacer con el Aukus?