Drones 'made in Siria' y Alá: los campos de entrenamiento donde se fraguó el golpe final a Asad
Murhaf Abu Qasra, jefe militar de la organización, anunció en Lataquia la disolución de la rama militar de la Organización por la Liberación de Damasco, que se integrará en un ejército para "toda Siria"
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F20d%2F038%2F32e%2F20d03832e13bd001ad00451633406ce5.jpg)
El camino de Damasco al norte revela lo que acaba de pasar en Siria. Desde la M5 se divisan las ruinas de la guerra civil: pueblos enteros hechos ceniza por los ejércitos rusos y sirios, desde la sierra de Hamá al sur hasta las puertas de Idlib al norte. Pero esta carretera, que vertebra el país por sus principales ciudades, también da cuenta de lo fulminante que ha sido la caída de Bashar al-Ásad.
En los arcenes siguen los vehículos, militares o civiles, en los que las tropas regulares huían de las ciudades que los rebeldes iban tomando a principios de diciembre. Alepo, Hamá, Homs, Damasco. La senda está colmada de camiones intactos que no causarían sospecha si no fuera por los casquillos de bala en el suelo y por los coches destrozados por drones que, desde Idlib, cuna de la ofensiva, ayudaron a la Organización por la Liberación de Damasco (HTS) a cumplir su razón de ser.
En ellos radica el gran éxito de las fuerzas de la oposición de Al Asad. En la ciudad de la que salió la marea ‘verde’ para ‘liberar’ Siria, se encuentran fácil las explicaciones de cómo la HTS, hace años una escisión modesta de Al Qaeda, consiguió, en cuestión de 11 días, derrocar un régimen contra el que no se había podido en 13 años. Aquí, en Idlib, se fraguó todo. Sobre todo después de la ‘campaña’ de 2020, como se refieren dentro de la HTS a la ronda de combates en la que el ejército regular sirio arrebató a la gobernación rebelde de la ciudad varias tierras alrededor de la ciudad.
“Fue un punto de inflexión”, cuenta Abu Omar, un excombatiente que se integró en la HTS desde una facción pequeña durante esos años. “Antes [de 2020, y desde 2014] estaba en Ahrar el Sham. Mis compañeros y yo unimos fuerzas con otros tantos grupos pequeños y pasamos a formar parte de las fuerzas de élite de la HTS”, cuenta. El vecino de Binnish, que utiliza Abu Omar como nombre de guerra, compaginó durante los últimos cuatro años el arte de freír falafel con entrenar a soldados del ejército rebelde bajo una misma doctrina militar y una disciplina única.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F531%2F0b0%2F3a8%2F5310b03a827483e73737b1581c19a3b4.jpg)
Para Abu Omar, “lo mejor que nos ha pasado han sido los Shahín”, dice, haciendo referencia a unos drones suicidas reforzados con fibra e inalámbricos. El uso de drones ayudó significativamente a la ofensiva de la HTS, ayudó a los rebeldes a mantener a raya a las fuerzas del régimen y a ganar un terreno considerable en un periodo de tiempo relativamente corto. El laboratorio de estos es, según Mutaz Nasir, miembro del consejo militar de la HTS, la propia provincia de Idlib: “Lo desarrollamos con nuestra experiencia local, sin depender más que de nosotros mismos y comprando lo que necesitábamos de los funcionarios del régimen corrupto”, cuenta a El Confidencial.
El entrenador añade la importancia de los disidentes del ejército de Al Asad para conseguir blindados de calidad: “El dictador nos dio los conocimientos técnicos. Habéis visto la eficacia de los Raad en la batalla”, dice Abu Omar, refiriéndose a unos vehículos de fabricación iraní. “Nos han funcionado en el frente, han sido muy eficaces como alternativa al BMP [vehículo blindado soviético que utilizaba el ejército sirio] para transportar a la infantería al terreno o a la batalla, cerca de las líneas de combate, para proteger a la infantería, y vimos al llegar a la batalla que esos vehículos blindados estaban liberando ciudades y pueblos”, cuenta.
Además de la oportunidad de que los aliados de Al Asad —Irán, Rusia y Hezbolá— estaban ocupados en otros frentes, hay un último factor que, según Abu Omar, jugó a favor de los rebeldes: el régimen era “un ejército de infieles, de araq —un licor local parecido al anís— y de borrachos, que no conocen a Dios y saben que se equivocan”, asevera. “Creen en Bashar como su dios más de lo que creen en Alá. Dicen que Alá es Bashar, se arrodillan ante Bashar, y si no lo hacen podrían ser asesinados. Esto es lo que consideramos un ejército infiel”, cuenta. “La victoria fue de Alá, y no nuestra, ni de la gente que estaba en el terreno. Los soldados de Alá —los ángeles— iban delante de nosotros. Hicimos lo que Alá nos pidió, y Alá nos regaló una victoria. Alabado sea Alá”, asesta.
Entrenar a un ejército escondido
Esa es la teoría, pero para estar en el 'maidán' —el frente de batalla— han hecho falta clases prácticas. En un bosque siete kilómetros al oeste de Idlib, el entrenador se sopla las manos por el frío de diciembre. Aquí ha pasado los años previos a la operación llamada Disuasión de la Agresión con la que las tropas lideradas por la HTS emprendieron camino a Alepo el pasado 27 de noviembre. A la vista hay un bosque de seis kilómetros de largo, y bajo sus pies una mina profunda y estrecha donde los tractores de oruga ya han reanudado las excavaciones. “La espesura del bosque nos permitía entrenar sin ser percibidos por los drones del régimen, mientras la cantera era lo suficientemente estrecha para llevar a cabo ejercicios resguardados de cualquier ataque aéreo”, cuenta Abu Omar. El suelo del recinto está plagado de hoyos en los que los aprendices se escondían si percibían algún peligro.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ff04%2F7ad%2F34f%2Ff047ad34fdef7ee36ee8402325b5c79e.jpg)
“Algo que aprendimos del ejército de Al Asad es que las avanzadillas grandes son demasiado arriesgadas. Si cae un misil, puedes quedarte sin 20 hombres en un momento. Es mejor atacar con pequeños grupos un área específica, y liberarla. Si hay alguna baja, Dios no lo quiera, los caídos serán pocos”, explica Abu Omar. “El ejército sirio avanzaba de forma aleatoria y desorganizada, no había un patrón claro ni una sola fila que utilizar. Mientras que para nosotros, el soldado conoce su misión al entrar, lo que se necesita de él, cómo puede moverse. En esta liberación, contamos primero con Alá y luego con los blindados”.
Además de este bosque al lado de Idlib, bautizado en su día Al Básel en honor al hermano difunto de Al Asad, existe otra ubicación de alta seguridad en la región. Una vez comenzó la operación para ‘liberar’ Damasco, todos los lugares de entrenamiento de la HTS cerraron por temor a los bombardeos de los aviones de guerra rusos.
Ahora, en las cabañas que rodean el espacio se han asentado refugiados que vivían en tiendas en la frontera con Turquía y que, a falta de una casa a la que volver en los pueblos destruidos de la campiña del sur, ven las garitas ya abandonadas por la HTS como el mejor alojamiento disponible. Estas familias no le quitan el sitio a nadie: según afirmó este martes en la ciudad de Lataquia el jefe militar de la organización, Murhaf Abu Qasra, la rama militar de la Organización por la Liberación de Damasco se disolverá ahora que el objetivo está cumplido, y sus fuerzas se integrarán en un ejército “en el nombre de toda Siria”.
El camino de Damasco al norte revela lo que acaba de pasar en Siria. Desde la M5 se divisan las ruinas de la guerra civil: pueblos enteros hechos ceniza por los ejércitos rusos y sirios, desde la sierra de Hamá al sur hasta las puertas de Idlib al norte. Pero esta carretera, que vertebra el país por sus principales ciudades, también da cuenta de lo fulminante que ha sido la caída de Bashar al-Ásad.