El instituto danés que explica por qué nos equivocamos tanto al imaginar el futuro
El mundo es un lugar cada vez más incierto y nos pasamos la vida haciendo previsiones contradictorias. Ha llegado el momento de dejar los pronósticos en manos de profesionales
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F7c8%2F1a3%2Fb38%2F7c81a3b38741af58034e51bbbe5c84ea.jpg)
El Copenhagen Institute for Futures Studies es uno de los centros de prospectiva más respetados de Europa. Lo creó en 1969 Thorkil Kristensen, exsecretario general de la OCDE, para ayudar a gobiernos, organismos y empresas a imaginar con más claridad el futuro. Sigue funcionando como un think tank sin ánimo de lucro y su experiencia ha cobrado relevancia en el escenario que vivimos, el más volátil e incierto de las últimas décadas. Hablamos durante más de una hora por videoconferencia con su CEO, Daria “Dasha” Krivonos.
PREGUNTA. ¿A qué se dedica un futurista profesional?
RESPUESTA. Mira, durante muchos años fui economista y siempre he sido consciente de que cada vez que hacemos un pronóstico, un modelo, etcétera, siempre nos equivocamos. Todos los economistas lo saben, pero rara vez hablan de ello. A pesar de ello, entregamos nuestras proyecciones a alguien, y luego esa persona los usa en otro modelo, y luego en otro... Antes de darnos cuenta, nuestra predicción se ha convertido en la base de una propuesta de inversión o en un presupuesto público. Y realmente nadie recuerda de dónde salió el original.
P. ¿Pero se pueden hacer predicciones que no estén condenadas a fracasar?
R. Partimos de la base de que no hay un solo factor condicionante, ni una única posibilidad de futuro. Para cualquier escenario de planificación, asumimos que existen varios caminos posibles y pensamos cómo prepararnos para ello. La mayoría de las empresas y expertos tienden a enfocarse en una sola dirección, hacia una megatendencia, casi siempre tecnológica, e imaginan un mundo en función de eso. Cuando la gente piensa el futuro, habla de coches voladores o robots. Pero hay cambios sociales menos visibles, como las bajas de paternidad que se están extendiendo en Europa, que pueden tener un impacto progresivo más decisivo a la hora de pensar la sociedad del futuro. Por eso, los futuristas no solo hablamos de tecnología o economía, sino también de dinámicas sociales, comportamientos humanos...
Creemos que, aunque el futuro sea desfavorable para otros, nosotros vamos a estar bien
P. ¿No es eso lo que hace todo el mundo cuando lanza un pronóstico serio?
R. Muchos líderes, algunos con mucha experiencia, tienden a evitar escenarios complejos, que no entienden o que no les gustan. Confunden lo que prefieren que ocurra con lo que es probable que suceda. Por ejemplo, al inicio de la guerra en Ucrania, presentamos escenarios donde Putin podría seguir en el poder en cinco años. Nos dijeron que no, que eso no iba a pasar, simplemente porque no querían que ocurriera. Este optimismo es consustancial al ser humano, estamos programados para ello, y nos hace levantarnos de la cama por las mañanas. Pero en la toma de decisiones estratégicas, no puedes permitirte ignorar posibilidades incómodas.
P. ¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos cuando tratamos de anticipar el futuro?
R. Hay cinco falacias principales a las que llamamos falacias futuras. La primera es la proyección lineal, cuando asumimos que el futuro será una continuación directa del pasado y el presente, sin considerar disrupciones. Este pensamiento lineal nos lleva a creer que los patrones actuales seguirán indefinidamente. La segunda es la suposición de estabilidad, que nos lleva a creer que solo algunas cosas cambiarán mientras todo lo demás permanecerá igual. Esto suele ocurrir en modelos económicos, donde ajustamos una variable, pero asumimos que el resto de las condiciones seguirán intactas. La tercera es la falacia de la llegada, que se produce cuando imaginamos que el futuro es un destino fijo al que llegaremos si seguimos un camino determinado. El problema es que el futuro es dinámico y cambia constantemente, lo que requiere adaptaciones continuas. La cuarta es el exceso de confianza en la planificación, que consiste en que pensamos que con suficiente información podemos predecir el futuro con precisión. Sin embargo, nunca podemos controlar todas las variables. Y finalmente, la excepción personal también nos lleva al error porque creemos que, aunque el futuro sea desfavorable para otros, nosotros vamos a estar bien. Esto genera un falso sentido de seguridad que puede ser peligroso en la toma de decisiones.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F8e9%2Fe52%2F30e%2F8e9e5230eec878ecb27adb3e93f8164e.jpg)
P. ¿Me podrías dar ejemplos concretos de previsiones que han salido rematadamente mal?
R. Con China cometimos el sesgo del statu quo. Muchas personas ignoraron el auge de China aunque se estaba produciendo delante de sus narices, simplemente porque no querían creer el cambio. Ahora, un informe reciente muestra que ese país domina 37 de 44 tecnologías críticas, algo que no ha ocurrido de la noche a la mañana. Lleva décadas produciéndose ese adelanto, pero no prestamos atención a las señales.
P. ¿Otro ejemplo?
R. Empresas como Kodak, Nokia y Blockbuster eran líderes en sus mercados, pero ignoraron tendencias emergentes porque confiaron demasiado en estrategias que habían funcionado en el pasado. Sus líderes no eran incompetentes, seguramente era gente formada que creía que estaba en lo cierto, pero se convencieron mutuamente de que sus decisiones eran correctas, hablando entre ellos e ignorando señales claras de cambio.
Muchos de esos jóvenes talentos ya no se sienten atraídos por un bonus o por un cargo
P. ¿Quiénes podrían ser los Kodak del presente?
R. Por ejemplo, en muchas empresas preparan programas para atraer jóvenes talentos pensando que las nuevas generaciones piensan igual que ellos. Los líderes suelen proyectar lo que ellos consideraban atractivo de jóvenes, pero sin preguntar a los jóvenes directamente. Eso provoca una desconexión que se ve en muchas empresas hoy en día. Muchos de esos jóvenes talentos no se sienten atraídos por un bonus, un cargo, o un despacho. Se sienten atraídos por otras cosas. Otro clásico es que cada experto tiende a resolver problemas dentro de su propio ámbito, ignorando perspectivas externas. Se suele usar como ejemplo la historia sobre el desarrollo en la NASA de un bolígrafo para escribir en gravedad cero. Se dice que pasaron meses diseñándolo hasta que alguien propuso una solución mucho más simple: usar un lápiz.
P. ¿Qué podemos hacer para evitar todos estos errores?
R. Lo primero es adoptar la disciplina de la previsión. Es una metodología similar a la gestión de riesgos, pero enfocada en el largo plazo. La previsión consiste en cuestionar nuestras suposiciones, mirar más allá del presente y analizar posibles escenarios futuros. Es una herramienta cada vez más reconocida; por ejemplo, la ONU ya la incluye como una de las cinco habilidades clave en su Pacto por el Futuro. La previsión te obliga a trabajar desde el futuro hacia el presente, preguntándote qué motores están moldeando el mundo, y a desafiar sesgos como los que mencioné antes. Esto implica considerar todas las posibilidades, incluso las que no nos gustan, y analizar qué debe ser cierto para que nuestras estrategias tengan éxito. Por ejemplo, si estás planificando infraestructura, como escuelas o guarderías, no puedes asumir una tasa de natalidad ideal. En Dinamarca se planificó el urbanismo hace unas décadas dando por hecho que la tasa de natalidad permanecería invariable. Nos equivocamos y ahora es un problema. Hay que adaptar cualquier estrategia a escenarios diferentes.
P. No suena sencillo hacer un plan adaptable a cien variables.
R. La clave es no enfocarse solo en los motores de cambio, sino también identificar las barreras que podrían impedir que las cosas sucedan como planeamos. Por ejemplo, muchas empresas están invirtiendo en una transición verde, pero deberían preguntarse qué barreras podrían retrasarlo todo, por ejemplo la contestación social. El primer grupo de barreras es lo que llamamos suposiciones de continuidad, cuando creemos que ciertas tendencias seguirán avanzando, como en los años 90 cuando asumimos que la democracia seguiría expandiéndose globalmente. Lo creíamos firmemente y hoy vemos una regresión democrática. Al segundo grupo lo llamamos suposiciones de estabilidad, que es cuando pensamos que algunos aspectos permanecerán inmutables, como esa idea de que las generaciones futuras seguirán motivadas por los mismos incentivos financieros que las actuales. El tercer grupo es el de las suposiciones de retroceso, cuando deseamos que ciertos aspectos negativos desaparezcan, como el fin de una guerra o la caída de regímenes autoritarios. Que lo deseemos no significa que vaya a ocurrir.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F228%2F792%2F44c%2F22879244c4a580a22265b430ea773e23.jpg)
P. Me gustaría que la última parte de la conversación la dedicásemos a hablar de los grandes temas que podrían modelar el futuro. ¿Cómo lo ves?
R. Me parece bien, siempre que no lo conviertas en uno de esos artículos que adivinan el futuro. Tal y como hemos estado hablando, nuestro método trata precisamente de huir de ese enfoque.
P. Empecemos hablando de tecnología y ciencia. ¿Qué grandes pronósticos manejáis?
R. La inteligencia artificial, por supuesto, ha pasado de ser una herramienta de nicho a un factor transformador en múltiples disciplinas. Pero hay algo que creo que tiene mucho recorrido, como explica en su último libro Mustafa Suleiman, el fundador de DeepMind que ahora trabaja como jefe de IA para Microsoft. Dice que la próxima ola combinará IA y biotecnología. Así, es posible que veamos grandes avances en tratamientos médicos desarrollados por IA, nuevos fármacos y soluciones para aumentar la longevidad. Eso tiene grandes implicaciones sociales: si la gente vive más, tendremos que ajustar nuestros sistemas de pensiones, las infraestructuras y el mercado laboral. Por otro lado, la carrera espacial está cambiando radicalmente con la entrada de actores privados, como SpaceX, que ya tienen más satélites en órbita que muchos países. Es un mundo que está cambiando a toda velocidad y cuya regulación sigue siendo de los años 70 básicamente. Europa, por cierto, está rezagada en todos estos campos frente a China y Estados Unidos. Casi hemos desaparecido de la escena.
P. Hablemos ahora de geopolítica.
R. Perfecto, pero va a depender mucho del lugar desde donde quieras que miremos el mundo. Me refiero a que la mayoría de las previsiones las hacemos desde Occidente. Es una distinción importante, no es una tontería. Durante siglos podías decir que lo que era más relevante para nosotros, era importante para el mundo. Y ese es probablemente el mayor cambio, que ahora hay un "nosotros", pero también están "todos los demás". Ellos tienen sus propias prioridades, que pueden ser distintas e incluso opuestas a las nuestras. Estamos despertando, de manera muy lenta, a la idea de que ya no controlamos el mundo.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F936%2F472%2F20c%2F93647220c76428bb28283c0c1ec584c9.jpg)
P. Sin embargo, seguimos pensando y explicando las cosas desde esa perspectiva.
R. Todavía hablamos del G7 e Italia es parte de esa élite mundial. Imagínate… Tenemos instituciones heredadas que reflejan una superioridad que es del siglo pasado. Y esa superioridad de facto ha llegado a su fin de todas las maneras posibles, excepto en nuestra autoconsciencia. Seguimos hablando del sur global como si fuera una cosa uniforme. Hay una gran diferencia entre los más de 50 países de África, los países de América Latina, por no hablar de Asia. Si te fijas, nuestra mayor preocupación en los últimos años ha sido el conflicto en Ucrania y Rusia, pero al 85% de la población mundial no le importa demasiado. No eligen a Rusia, no eligen a Ucrania, se eligen a sí mismos.
P. Para muchos países es tan lejano y exótico como para nosotros puede ser lo que ocurre en Sudán.
R. Exacto, pero nosotros sentimos que el planeta entero tiene que estar preocupado por lo que pasa en Ucrania. Vamos a la ONU, votamos, discutimos, exigimos. Así que creo que esa es una realidad a la que necesitamos despertar, asumiendo que ya no somos el centro del universo. En ese sentido, un gran tema para los próximos años es la relación con China. Para empezar, nosotros en Europa tenemos que decidir qué relación queremos tener con Pekín. Nuestra alianza atlántica se está debilitando y no es únicamente por culpa de Trump. Otros presidentes estadounidenses han dado pasos parecidos. Nos guste o no, EEUU se está alejando.
P. ¿Y en qué escenarios nos deja eso a los europeos?
R. Necesitamos empezar a discutir sobre qué puede pasar cuando ya no tengamos esta amistad tan sólida. Admitirlo puede darnos cierto equilibrio. Estaremos menos protegidos, perderemos al hermano mayor. Pero también puede darnos algunas libertades, porque hay batallas americanas que no son nuestras y que hemos tenido que apoyar. Ya sea en comercio, en sanciones o en lo que sea... De alguna manera, estaremos más expuestos, pero también podremos tomar nuestras propias decisiones. Si pensamos adónde queremos estar dentro de diez años, nos daremos cuenta de que no vamos por el camino correcto.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fa8e%2Fc7a%2F285%2Fa8ec7a285c8535c2f129e81818def0f4.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fa8e%2Fc7a%2F285%2Fa8ec7a285c8535c2f129e81818def0f4.jpg)
P. ¿Peligra la cohesión europea?
R. Sí, creo que la cohesión de Europa sigue estando amenazada. Hace unos meses trazamos escenarios para el futuro de Europa utilizando una matriz donde dos factores son clave. Primero, la relación transatlántica. Segundo, si Europa está cohesionada o fragmentada. Esos factores dan lugar a escenarios muy diferentes. En uno de esos escenarios, tienes una Europa fragmentada y una mala relación con Estados Unidos. Eso nos deja en una posición nefasta, muy empequeñecidos. Hay que ser conscientes de que en los últimos dos años hemos tenido algo que yo llamo "el efecto Darth Vader". Europa unida contra un enemigo común. Tenemos a Putin, tenemos a Rusia. Todos estamos de acuerdo. Nunca hemos aprobado tanta legislación por unanimidad ni tantas sanciones como ahora. Pero antes de la guerra en Ucrania, estábamos en desacuerdo en muchas cosas: derechos civiles, subsidios agrícolas, fuentes de energía, fiscalidad. Estábamos en desacuerdo entre Europa del Este y Europa del Oeste, entre Europa del Norte y Europa del Sur, especialmente en temas como impuestos, gobernanza, corrupción y deuda.
Las democracias están disminuyendo tanto en número como en fortaleza
P. Y esos desacuerdos podrían volver en cualquier momento, ¿no?
R. Ahora mismo hay varios países en incumplimiento de los requisitos de deuda de la eurozona. El norte estaba cansado de pagar por el sur después del COVID, después de la crisis financiera, después de Grecia, de lo que sea. Creo que la Unión Europea podría resistir y fortalecerse, pero realmente requiere un pensamiento a largo plazo, no una estrategia de "a ver qué puedo sacar ahora". Es un poco como una pareja, ¿verdad? Si lo tratas como una relación a corto plazo, vas a responder de una manera diferente a si estás casado. Y creo que estamos "casados", pero lo tratamos como una relación a corto plazo, y estamos poniendo en peligro una estrategia a largo plazo con movimientos tácticos.
P. Hablemos de democracia y autoritarismo. Esta lucha parece estar intensificándose en todo el mundo, incluso en democracias establecidas como Dinamarca.
R. Bueno, la tendencia está ahí. Si miras índices como el de The Economist sobre democracia, se ve bien. Las democracias están disminuyendo tanto en número como en fortaleza. Aunque en términos de cantidad de países puede haber un pequeño aumento, en términos de calidad y fortaleza no. El problema es que muchas veces somos nosotros mismos quienes las socavamos. Por ejemplo, usamos instituciones democráticas para hacer cosas antidemocráticas. Otro tema es el impacto tecnológico. Si hay desinformación y manipulación y la gente vota, ¿sigue siendo democracia? Creo que la democracia necesita una redefinición moderna para entender realmente qué queremos decir. Porque ahora mismo está sufriendo mucho. Mencionaste Dinamarca. Aquí estamos empezando a introducir vigilancia, pero la llamamos "cámaras de seguridad" en lugar de "cámaras de vigilancia". ASí que todo lo que antes pensábamos sobre China, como el reconocimiento facial y el control ciudadano, ahora también lo estamos introduciendo aquí, aunque sea lentamente. Y una vez que implementas tecnología, no puedes retirarla. En la historia de la humanidad, no hay un solo ejemplo de que hayamos conseguido revertir una tecnología.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F6e9%2F202%2Faa3%2F6e9202aa354ca4810a2a5fa9f1fc5264.jpg)
P. ¿Crees que esta incapacidad de revertir tecnologías es un desafío para las democracias?
R. Totalmente. El único ejemplo en la historia de la humanidad donde intentamos retroceder fue con el desarme nuclear, y aunque logramos acuerdos para reducir las armas, todavía existen. Seguimos teniendo problemas con Corea del Norte, Irán, Putin, entre otros. Y ese es el mejor ejemplo que tenemos. El problema es que muchas de las tecnologías que estamos desplegando son exponenciales, virtuales e intangibles. No es como desmantelar un arsenal de armas físicas. No puedes simplemente "borrar" el software, y no tenemos experiencia internacional en llegar a acuerdos éticos para detener este tipo de avances. Además, confiamos demasiado en la ética como si fuera una barrera sólida contra el mal uso de estas tecnologías.
P. No hay nada tan moldeable como la moral imperante, ¿no?
R. La ética es extremadamente dinámica. Por ejemplo, en el siglo pasado teníamos seres humanos en zoológicos en Europa. En los años 30, había japoneses exhibidos en un zoológico en Copenhague, y eso era "ético" en ese momento. En los 80, cuando apareció la fertilización in vitro (FIV), el Vaticano emitió un decreto diciendo que era "contra la voluntad de Dios". Ahora se ofrece ampliamente a todos. La ética cambia, pero actuamos como si fuera un guardián fijo que siempre nos protegerá. Debemos pensar a largo plazo. Cuando implementamos cámaras de vigilancia, ¿qué significa eso para el control ciudadano? ¿Qué pasará con el control mental cuando lleguemos a tecnologías como Neuralink? Mi preocupación es que las democracias ya no pueden definir claramente qué son. Sabemos lo que no son, pero no hemos decidido qué significa ser una democracia en el siglo XXI. Y antes de decirles a otros cómo ser democráticos, necesitamos aclararlo para nosotros mismos.
Veremos más comercio regional, especialmente en regiones grandes como Asia
P. ¿Y en economía? ¿Cómo crees que va a evolucionar todo?
R. La globalización sigue siendo una tendencia, entendida como la circulación de bienes, personas y dinero entre países. Aunque ha habido crisis como el COVID o la guerra en Ucrania, el comercio global ha demostrado ser más resistente de lo que pensábamos. Sin embargo, creo que veremos un aumento del proteccionismo. Algunas regiones ya son autosuficientes, y para otras, el proteccionismo es una herramienta política o populista. Por ejemplo, los aranceles comerciales ahora se utilizan no solo para equilibrar el comercio, sino también para abordar otros problemas, como las importaciones de fentanilo. También creo que veremos más comercio regional, especialmente en regiones grandes como Asia. Allí vive casi la mitad de la población mundial, así que tienen mucha capacidad para comerciar entre ellos mismos. Otro punto clave serán los recursos críticos, como los minerales de tierras raras. Si todos estamos de acuerdo en que la inteligencia artificial es la carrera hacia la dominación mundial, entonces necesitaremos chips, semiconductores, y recursos que son escasos. Esto se usará como una herramienta de poder.
P. ¿Qué hay sobre el impacto de la tecnología en el empleo y la fiscalidad?
R. Este es un gran desafío. Todavía no sabemos cómo gravar la tecnología de manera efectiva. Por ejemplo, cuando reemplazas empleados con inteligencia artificial, esos empleados solían pagar impuestos sobre la renta. Pero una IA no paga impuestos. Si realmente queremos usar estas tecnologías para mejorar la productividad, tendremos que encontrar maneras de gravar no solo a las empresas tecnológicas, sino también el uso de la tecnología en sí. Esto también implica reformas fiscales y de pensiones. La esperanza de vida está aumentando, lo que crea presión sobre los sistemas de pensiones. Es urgente empezar a mirar a la medicina preventiva como inversión. Gastamos muchísimo en los últimos tres meses de vida de las personas, lo cual es comprensible, pero podríamos invertir más en prevención para reducir costos a largo plazo y mejorar la calidad de vida.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fa59%2F2a5%2F207%2Fa592a520736151caf64010a682a40e30.jpg)
P. Hablemos ahora de tendencias sociales como la demografía, la urbanización y la estructura familiar.
R. Tenemos un problema con la fertilidad y las tasas de natalidad. Por un lado, la capacidad física para tener hijos está disminuyendo, especialmente en los hombres. Por otro lado, también hay un número creciente de mujeres que eligen no tener hijos, incluso si pueden. En el hemisferio norte ya no tenemos tasas de reemplazo de población. Eso significa que las poblaciones están disminuyendo, aunque el envejecimiento lo está retrasando un poco. Esto también tiene implicaciones para nuestras ciudades. Por ejemplo, ¿qué tipo de infraestructuras necesitamos cuando hay más personas mayores que niños? ¿Parques infantiles o aceras con escaleras mecánicas? La estructura familiar también está cambiando. Vivimos más tiempo, y eso afecta las dinámicas familiares. Por ejemplo, si vives hasta los 200 años, ¿realmente querrías estar casado con la misma persona durante 173 años? Vivir muchos años cambia incluso la manera de entender las relaciones familiares.
P. Mencionabas también la urbanización. ¿Qué crees que va a pasar con las ciudades en el futuro?
R. Es previsible que el proceso de urbanización continúe y crecerá en el hemisferio sur, especialmente desde el ecuador hacia el sur. En países como Nigeria, por ejemplo, veremos varias megaciudades de más de 10 millones de habitantes. En el hemisferio norte, como en Europa, creo que veremos un flujo más estable. Sin embargo, hay tecnologías que podrían cambiar las dinámicas, como los vehículos autónomos. Si los transportes autónomos se convierten en una realidad, el tiempo de desplazamiento dejaría de ser un problema. Podrías vivir lejos de tu lugar de trabajo porque ese tiempo en transporte sería tiempo "activo". Esto podría transformar los patrones de urbanización de manera significativa. Otra cuestión es el rol de las ciudades en sí. Tradicionalmente, las ciudades eran el centro de actividad económica: primero fábricas, luego oficinas. Ahora, con el trabajo remoto, especialmente en oficinas, muchas ciudades están parcialmente vacías. La pregunta es: ¿qué función tendrán las ciudades en el futuro si ya no son centros de trabajo? Tal vez se transformen en espacios más culturales, con más áreas verdes o actividades comunitarias.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ff0e%2F26a%2F76f%2Ff0e26a76f852d42532c6ba191e296ff6.jpg)
P. Pasemos ahora al medio ambiente, un tema que parece tener el potencial de transformar todo. ¿Cuál es tu perspectiva sobre este tema?
R. Estoy intentando encontrar algo positivo que decir. Creo que lo más alentador es que las nuevas generaciones están presionando por el cambio. Hay un enorme impulso, no necesariamente porque todos estén de acuerdo con figuras como Greta Thunberg, pero sí porque hay una creciente conciencia. La mala noticia es que los niveles de CO₂ siguen aumentando. Es evidente que reducir las emisiones no será suficiente; necesitamos empezar a extraer CO₂ de la atmósfera. Y la verdad es que no tenemos la tecnología para hacerlo a escala. Las tecnologías de captura directa de aire que existen son extremadamente costosas y no son escalables en este momento.
P. ¿Qué otra alternativa queda?
R. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos: el objetivo de 1.5 grados ya no es posible, y el de 2 grados es extremadamente difícil de alcanzar. Hemos estado hablando del Acuerdo de París durante años, pero si miras las emisiones globales, apenas hemos hecho avances. Para que realmente haya un cambio, necesitamos un cambio de comportamiento a gran escala. Y aquí está el problema: nadie quiere cambiar. Hicimos una encuesta en Dinamarca, donde la gente se ve a sí misma como muy "verde". Alrededor del 66% dijo estar preocupado por el clima, pero solo el 50% estaba dispuesto a hacer cambios en su vida diaria, y solo un 5% vive realmente de manera sostenible.
P. ¿Es ese el mayor obstáculo?
R. Exacto. Las personas quieren que el cambio ocurra, pero no quieren ser ellas quienes cambien. Esto también afecta a los políticos. No podemos culparlos completamente; hacen lo que les pedimos cada cuatro años. Si no les damos el mandato para implementar cambios drásticos, no lo harán. Creo que lo único que realmente puede marcar una diferencia es una combinación de avances tecnológicos revolucionarios, como la captura directa de carbono a gran escala, y una nueva generación de votantes que exijan regulaciones más estrictas. También necesitamos ser realistas sobre los sacrificios necesarios. Por ejemplo, plantar árboles en masa para capturar CO₂ y luego usarlos para construir estructuras permanentes sería un paso importante. Pero incluso esto requiere voluntad política y social, que en este momento no existe a gran escala.
El Copenhagen Institute for Futures Studies es uno de los centros de prospectiva más respetados de Europa. Lo creó en 1969 Thorkil Kristensen, exsecretario general de la OCDE, para ayudar a gobiernos, organismos y empresas a imaginar con más claridad el futuro. Sigue funcionando como un think tank sin ánimo de lucro y su experiencia ha cobrado relevancia en el escenario que vivimos, el más volátil e incierto de las últimas décadas. Hablamos durante más de una hora por videoconferencia con su CEO, Daria “Dasha” Krivonos.