Los terroristas del Sahel ponen por primera vez pie en España, justo cuando Europa desaparece del mapa
Los tres regímenes militares de la región que expulsaron a Francia -a los que se ha sumado ahora Chad- recurren a Wagner para luchar contra los terroristas, pero la milicia rusa resulta poco eficaz y el yihadismo se expande
Quizás la operación antiterrorista de finales de noviembre, en la que fueron detenidos seis miembros de una célula yihadista en tres ciudades españolas (Ceuta, Madrid e Ibiza), figure el día de mañana en los libros de historia. No se incluiría por la peligrosidad de los aspirantes a terroristas, que carecían de armas de fuego y de planes para perpetrar un atentado concreto, sino porque estaban vinculados con la rama del Estado Islámico del Sahel.
Con la llegada de los 2000, el peligro terrorista para España venía del este, con los atentados de 11-M, achacados a Al Qaeda. A partir de febrero de 2007 se trasladó al sur, con la aparición de la rama de Al Qaeda en el Magreb (AQMI), heredera en última instancia de los grupos islámicos armados que asolaron Argelia en los 90. A mediados de la década pasada regresó a Oriente Próximo, esta vez de la mano del Estado Islámico (Daesh), que llegó a controlar parte de Siria e Irak. En él se inspiraron los jóvenes que en 2017 atentaron en Barcelona y Cambrils.
Desde poco después de que acabase la pandemia, los expertos en terrorismo vaticinaban que la nueva oleada tendría su origen en África, en esa franja más allá de las montañas de Marruecos y antes de zambullirse en el África subsahariana: el Sahel, en cuyos desiertos campan a sus anchas otras ramas de Al Qaeda y del Estado Islámico.
Esta última franquicia fue la que motivó la operación antiterrorista del 22 de noviembre, que también se desarrolló en dos ciudades marroquíes (Tetuán y Castillejos), según reveló el Ministerio del Interior sin dar más detalles. Justo después fue detenida en Menorca una joven mujer saharaui que también se había radicalizado apostando en sus escritos por el Estado Islámico del Sahel. La Fiscalía pidió el pasado lunes 9 tres años y tres meses de cárcel sustituibles por su expulsión de España.
Se trata de la primera vez que aparece en España el Estado Islámico del Sahel.
En la simbología de esos grupos terroristas hay referencias a Al Andalus, pero, a diferencia del Estado Islámico matriz, su propaganda no alentaba, hasta ahora, a sus seguidores a perpetrar atentados en España ni en Europa.
Lo que sí se comprueba es cómo ambos grupos terroristas se están expandiendo a pasos agigantados tras la expulsión del Ejército francés por parte de las juntas militares golpistas que se adueñaron del poder en Mali, Burkina Faso y Níger. También prescindió Níger de la fuerza aérea de EEUU, que desde su base drones de Agadez, en el norte del país, se había convertido en los ojos de los militares franceses en la región. Francia aún mantiene una presencia militar consistente en Yibuti y simbólica en Costa de Marfil y Gabón.
Apostando por Rusia... y sale mal
Las juntas castrenses del Sahel han recurrido, en mayor o menor medida, a la milicia rusa de Wagner, ahora rebautizada Africa Corps, para sustituir a los occidentales y ayudarles en la lucha antiterrorista. Los rusos no poseen los medios, empezando por la aviación, ni la experiencia para cazar a ágiles grupos yihadistas en un vasto territorio cuasi desértico como el Sahel. Sus principales objetivos son proteger al régimen que solicitó sus servicios y cobrarse su ayuda apoderándose de los recursos naturales del país anfitrión.
De ahí que entre tuaregs, que reivindican la cuasi independencia del norte de Mali, y yihadistas de Al Qaeda les hayan infligido unos cuantos reveses. El más sonado fue la batalla de Tizawatene, localidad pegada a la frontera con Argelia donde, según canales de Telegram afines a Wagner, resultaron muertos unos 80 mercenarios rusos, mientras otros 15 fueron capturados. Dos meses después, Al Qaeda protagonizó otro asalto, a la Escuela de Gendarmería, en pleno centro de Bamako, causando medio centenar de muertos.
A medida que Wagner se ha ido implantando, el número de civiles muertos, por sus excesos o los del ejército regular local con el que se coordina, ha aumentado. ACLED, una asociación no gubernamental estadounidense que analiza los conflictos, calcula que en la primera mitad de este año murieron 3.064 civiles en Mali, Burkina Faso y Níger. Es un 21% más que durante el mismo periodo del año pasado y un 190% más que en 2021.
El auge de la violencia contra los civiles y el hambre provocan una huida masiva de malienses a Mauritania, donde el gran campamento de Mbera, que gestiona el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas, está ya a rebosar con sus 114.000 habitantes. En la provincia circundante de Hodh Chargui había a finales de octubre otros 143.000 malienses registrados como refugiados, de los que 20.000 habían llegado ese mismo mes. Para muchos de ellos, la siguiente etapa de su periplo migratorio es Canarias, donde, hasta finales de septiembre, desembarcaron 10.500 malienses, una cifra récord.
A los tres países sahelianos que expulsaron a los franceses se acaban de añadir, el pasado jueves 28, otros dos de la región: Chad y Senegal. En el primero, la ruptura del acuerdo militar con París fue una sorpresa porque se anunció horas después de que el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, hubiese visitado Yamena. El segundo era más previsible porque el nuevo presidente, Bassirou Diomaye Faye, lo había ya anunciado durante su campaña electoral.
El presidente chadiano, el joven general Mohamat Déby Irto, seguirá probablemente la senda de otros regímenes del Sahel: los rusos sustituirán a los franceses. El jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, ya viajó a Yamena en junio pasado para, según dijo, “reforzar la cooperación militar”.
Al margen del Sahel, Rusia o sus mercenarios han puesto pie en otros dos países de África subsahariana, el primero fue, a finales de 2018, la República Centroafricana. Su exministra de Asuntos Exteriores, Marie-Reine Hassen, dio cumplida cuenta en 2022 de las acciones que perpetra allí Wagner. El último ha sido Guinea Ecuatorial, donde envió, a principios del otoño, unos 200 instructores militares, entre cuyas tareas está la protección del presidente Teodoro Obiang Nguema.
La expulsión de Francia de buena parte de sus antiguas colonias ha valido al presidente Emmanuel Macron numerosas críticas. “En el contexto de la desaparición de las áreas de influencia, en un mundo en plena mutación, Francia ha desarrollado [en África] una política del siglo pasado con, además, relaciones con frecuencia tensas entre Macron y sus homólogos africanos”, repite Leslie Varenne, experta en África subsahariana y autora de libro “Emmanuel au Sahel: itinéraire d’une défaite” (Emmanuel en el Sahara: itinerario de una derrota).
"Francia ha desarrollado [en África] una política del siglo pasado"
La Unión Europea actuaba en el Sahel a través de Francia y con su salida se ha quedado sin política de cara a esa parte de África, un vacío que aprovechan Moscú y Pekín. La misión europea de formación de militares malienses (EUTM), en la que los españoles tuvieron un papel destacado, echó el cierre en mayo pasado. “Señorías, no se puede negar que el cierre (...) no ha sido une buena noticia, dado que el mismo pone en evidencia la progresiva pérdida de influencia y aceptación de la UE en la zona”, declaró, el 20 de noviembre en el Congreso, Margarita Robles, la ministra de Defensa.
Robles confirmó con medias palabras que su ministerio trabaja para concluir un acuerdo bilateral con Mali para volver a entrenar a su Ejército. El problema es que desde que opera codo con codo con Wagner, el Ejército maliense asesina con regularidad a civiles, según denuncian las principales ONG internacionales de derechos humanos y hasta alguna local.
No hay ninguna esperanza de que el coronel Assimi Goita, que se adueñó del poder en Bamako en 2020 mediante un golpe de Estado, lleve a cabo por ahora la transición que él mismo anunció. Su primer ministro, Choguei Kokalla Maiga, un civil, se quejó en público, el 20 de noviembre, de que la Junta militar aplazaba sine die la entrega del poder a los civiles. Goita le destituyó de inmediato y nombró en su lugar al general Abdoulaye Maiga.
Quizás la mejor vía para convencer a la Junta de que prescinda de Wagner sea intentar reducir las capacidades de esta milicia a las órdenes del Kremlin para que resulte aún menos eficaz. El Reino Unido anunció el 7 de noviembre un paquete de 56 sanciones que afectan a todos los proveedores y clientes no solo de los negocios de Wagner en África, sino de otros dos grupos armados de menor importancia que también están vinculados a Moscú.
Con aquellos países de la zona que, como Mauritania y Senegal, no han puesto la seguridad de sus regímenes en manos de Moscú, sí tiene pleno sentido el plan estratégico para reforzar relaciones entre España y África, que anunció el presidente Pedro Sánchez la semana pasada. Contribuirá quizás a su desarrollo. España suplirá un poco los huecos que va dejando Francia.
Quizás la operación antiterrorista de finales de noviembre, en la que fueron detenidos seis miembros de una célula yihadista en tres ciudades españolas (Ceuta, Madrid e Ibiza), figure el día de mañana en los libros de historia. No se incluiría por la peligrosidad de los aspirantes a terroristas, que carecían de armas de fuego y de planes para perpetrar un atentado concreto, sino porque estaban vinculados con la rama del Estado Islámico del Sahel.
- La Gran Muralla Verde africana: árboles para detener el desierto y el terrorismo islámico E. Torrico G. M. Piantadosi
- La inmigración que viene del Sahel o cómo huir de una región que sufre varios 11-M al año Alejandro Requeijo
- 44 yihadistas que salieron de España para combatir están libres tras haber retornado Alejandro Requeijo