En el peor año de la guerra para Ucrania, Kiev encuentra en los drones la solución a la falta de hombres
La tecnología está redefiniendo el arte de la guerra. Nos metemos dentro de un centro de innovación de drones del Ejército ucraniano prácticamente sobre la línea del frente
Luces rojas iluminan al vampiro. Artist y Aviator se deslizan entre las sombras, hasta que una orden de radio acelera sus movimientos. Las manos activan el temporizador y las hélices comienzan a girar. Quedan 15 minutos para que una escuadra rusa, escondida en una casa derruida en el frente de Járkiv, empiece a temblar.
Bajo tierra, los pilotos de este dron ucraniano gobiernan la nave con una cámara térmica para frenar al invasor. Localizan el objetivo y sueltan la mina antitanque desde el cielo. Tres segundos con la respiración entrecortada son suficientes. La pantalla se llena de una enorme columna de humo trepando en el cielo. Todos los enemigos están muertos.
"A veces dicen que en Khartiia no combatimos tanto, pero es porque hacemos el trabajo previo. 24/7 de vigilancia e inteligencia, buscando enemigos y rutas alternativas por las que pueden colarse. ¿Si podemos eliminarles en la distancia, por qué deberíamos acercarnos?", se pregunta Volodymyr, soldado de la 13th Brigada Khartiia de la guardia nacional ucraniana.
El vampiro no es más que un cuadricóptero de gran tamaño que vuela de noche con cámara térmica y hace un ruido ensordecedor. Un ejemplo de cómo ingenieros ucranianos convirtieron una herramienta agrícola en una de las armas más baratas y eficaces de la guerra. El pánico entre las filas de Moscú es tal que le cambiaron el nombre. Eligieron Baba Yaga. Otro ser mitológico de la tradición eslava que vuela y come personas, especialmente niños. Aunque ahora sean los mayores los que corren a ocultarse cuando escuchan el poderoso ruido del motor.
Otras veces sirve para enviar agua, comida y munición a los soldados desplegados en el frente. Casi tres años después del inicio de la invasión, Ucrania cuenta ya con toda una panoplia de opciones: tiene también otros drones que sirven para evacuar heridos por tierra, minar grandes zonas de territorio o quemar trincheras enemigas. Vampiros, brujas, dragones.
Este arsenal de tecnología innovadora ha sido clave para sostener la línea del frente en el año más crítico para Ucrania desde que las tropas de la Z entraron en el país. 2024 presagiaba para muchos el desastre: freno y dudas en la ayuda occidental, el persistente empuje de Moscú y la creciente falta de reclutas motivados. A final del mes pasado, Estados Unidos urgió a Kiev para bajar la edad de reclutamiento de 25 a 18, según AP.
Pero muchos en Ucrania no creen que ese sea el camino.
La prueba reside en las expectativas que las Fuerzas Armadas Ucranianas han sobrepasado. Primero resistieron la embestida rusa en Járkiv, ahora aguantan las líneas en el Donbás, pese a las pérdidas de bastiones como Avdiivka o Vulhedar, y la persistente amenaza sobre Pokrovsk. Un balón de oxígeno vital ante un enemigo que hace la guerra con tácticas del siglo XX.
Y drones de mil formas, tamaños y colores han jugado un papel fundamental en esta guerra sin precedentes.
“Desde el inicio utilizamos aeronaves comerciales, pero empezamos nuestra propia línea de producción en primavera. La iniciativa llegó desde la cabeza de la brigada. Tenía una idea clara: salvar vidas en nuestras. Y no hay manera más fácil y efectiva que mejorar la tecnología”, explica Istek, ingeniero de Khartiia.
Ucrania también estaría utilizando sistemas avanzados de guerra electrónica para interceptar y alterar las coordenadas satelitales de los Shahed, redirigiéndolos hacia territorio ruso y bielorruso, según Le Monde. El uso de drones como pata principal de esa guerra asimétrica ha sido clave para contrarrestar la ventaja de la artillería rusa en Ucrania, así como para sostener la defensa de los asaltos mecanizados y de infantería que Moscú vomita sobre las líneas del frente ucraniano, según un análisis del Institute for the Study of War.
Pero la tecnología no es solo una herramienta defensiva y Kursk es la prueba.
Si el Ejército ucraniano ha sido el primero en violar las fronteras de Rusia desde la Segunda Guerra Mundial, se debe, en gran parte, al papel decisivo de esa red tecnológica al servicio de la táctica militar. Ataques a infraestructuras energéticas, depósitos de munición y puestos de observación rusos se coordinaron con unidades de guerra electrónica capaces de bloquear comunicaciones y neutralizar drones enemigos. En cuestión de días, Kiev se hizo con más territorio del que Moscú consiguió ocupar en diez meses de ofensiva en el este.
Y otras cifras tampoco engañan.
Tan solo en la dirección Avdiivka-Pokrovsk los rusos han perdido más de 2.000 piezas de equipo, incluidos 582 tanques y 1.183 blindados, frente a los 103 y 170 ucranianos, de acuerdo con estimaciones de portales de investigación de fuentes abiertas como ORYX. En Kursk, con Ucrania al ataque, el ratio es todavía inferior al 1:1. Con 337 pérdidas de equipo militar para Kiev frente a 383 de Moscú.
“Creo que ganaremos esta guerra porque tenemos mentes brillantes que trabajan para desarrollar nueva tecnología. Nunca tendremos más hombres que Rusia ni 1.000 tanques para destruir en cada asalto”, resume Archie, un expiloto de drones FPV de la 31 brigada mecanizada, que ahora instruye a otros soldados y desarrolla mejoras en las aeronaves.
El centro de innovación de vehículos no tripulados en el que trabaja es pionero en el ejército ucraniano. Y empezó por pura necesidad.
Su jefe Oleksandr, electricista de 40 años cuando arrancó la invasión, se alistó después de ver cómo los rusos masacraban su región natal de Cherníhiv. Y acabó en una unidad de artillería.
Conociendo sus habilidades, un comandante le pidió ayuda para que los drones comerciales volaran más tiempo. Oleksandr logró ponerles dos baterías y aumentar el tiempo de vuelo un 50%. Después llegaron las peticiones para mejorar las antenas y proteger a los pilotos. Y así poco a poco, hasta que empezó un reclutamiento no oficial de compañeros que terminó formando un batallón de vehículos no tripulados.
"Sacaba a gente de artillería, infantería, morteros… y les decía: '¿Queréis ser útiles? Venid conmigo, vamos a ayudar a la brigada'", recuerda Oleksandr.
Ahora, en un búnker bajo tierra en una ubicación secreta del sur de Ucrania que no revelaremos por seguridad, él y su equipo adaptan drones comerciales, FPV, dragones o vampiro para la brigada.
Trabajan mano a mano con los pilotos para introducir mejoras, entrenan a las nuevas remesas de operadores y analizan las aeronaves enemigas que caen en sus manos. También instruyen a compañeros de otras brigadas.
“Cuando tengo un nuevo invento, llamo al piloto y le digo que lo pruebe. Quiero que me aporte ideas sobre cómo mejorarlo y cómo hacerlo más sencillo”, dice Oleksandr. “Ellos no saben mucho de tecnología, y la mayoría de los que estamos aquí no volamos en situaciones reales de combate. La comunicación fluida es clave. Sin retroalimentación, la tecnología no puede desarrollarse”.
De existir prácticamente en la clandestinidad de la iniciativa personal a ser una punta de lanza del trabajo de la brigada. La velocidad que impone la guerra en 2024. Y todo apunta a que no se va a frenar.
Ya hay unidades de élite que pilotan drones en la distancia. Desde el salón de cualquier apartamento, un piloto habilidoso con el equipo adecuado puede destruir al enemigo, aunque todavía es necesario que alguien traslade físicamente el dron hasta el frente.
“En un año o poco más veremos un frente sin soldados. Con robots y pilotos en la lejanía… No será lo mismo”, vaticina Oleksandr.
Estas tecnologías emergentes también están cambiando el campo de batalla. Los nuevos programas pretenden que los drones identifiquen y ataquen objetivos de forma autónoma, incluso con interferencias de señales: una capacidad de "disparar y olvidar" similar a la de los misiles teledirigidos. La inteligencia artificial se está integrando para identificar enemigos y material con mayor precisión.
Algunos sueñan incluso con un enjambre masivo de drones, como en los espectáculos asiáticos en los que se crean figuras que se mueven sincronizadas.
“Un piloto puede llevar cinco drones, pero solo puede ver el vídeo de una cámara. Tecnológicamente, es posible, pero es confuso. Cada dron tiene que dar en un blanco, y esta no es la forma más eficaz”, explica Archie.
#China 🇨🇳 #Shenzhen 10000 #drone Show. The largest scale in the world. pic.twitter.com/VEPE9pXNw9
— China Perspective (@China_Fact) September 28, 2024
La mayor parte del desarrollo procede de la imaginación de soldados individuales que convierten la necesidad en oportunidad. Lo que parecía imposible hace dos años se vuelve obsoleto en cuestión de meses. Las posibilidades de innovación son infinitas. Pero se necesitan urgentemente más sensores, cámaras y software, porque cada salto tecnológico representa un coste significativo por cada dron desplegado.
—¿Qué tecnología te gustaría desarrollar en esta guerra?
—La que elimine la burocracia— dice Oleksandr con una sonrisa, provocando una carcajada en su equipo—. No te creerías el papeleo que tengo que rellenar cada vez que perdemos un dron. Sin eso, ya seríamos los mejores.
Luces rojas iluminan al vampiro. Artist y Aviator se deslizan entre las sombras, hasta que una orden de radio acelera sus movimientos. Las manos activan el temporizador y las hélices comienzan a girar. Quedan 15 minutos para que una escuadra rusa, escondida en una casa derruida en el frente de Járkiv, empiece a temblar.