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Dentro de la nueva Damasco: ¿con qué clase de Siria islamista vamos a lidiar?
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"No será como Afganistán"

Dentro de la nueva Damasco: ¿con qué clase de Siria islamista vamos a lidiar?

En las patrullas armadas del nuevo Ejército se ven, por primera vez en Damasco, barbas a la moda salafista con ametralladoras y amplias sonrisas. Algunos de los soldados se ofrecen, incluso, a escoltar a los periodistas

Foto: Combatientes rebeldes posan mientras sostienen una bandera de la oposición siria en el interior de la Mezquita de los Omeyas. (Reuters/Amr Abdallah Dalsh)
Combatientes rebeldes posan mientras sostienen una bandera de la oposición siria en el interior de la Mezquita de los Omeyas. (Reuters/Amr Abdallah Dalsh)
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En las plazas de Damasco suenan las balas. Pero no es la guerra. Es la nueva Siria. A falta de fuegos artificiales, buenos son los disparos al aire para celebrar. La Siria pos-Bashar al Asad ya tiene a su primer líder. La tarde del lunes, la Organización Tahrir al-Sham (HTS), que encabezó la ofensiva final contra el Gobierno hace apenas dos semanas, ha anunciado a su primer ministro. De manera “inminente”, pasará a liderar el país Mohammed al-Bashir, hasta ahora gobernador de la región de Idlib, controlada los últimos años por los rebeldes.

En la capital, un centenar de personas se saltó el toque de queda para celebrar en la plaza de los Omeyas el nuevo Gobierno. O, al menos, la caída del anterior. Abed confiesa por qué se une a la multitud: “Me da igual quién venga ahora, cualquier cosa es bienvenida después de ese opresor”, dice refiriéndose a Al Asad, que dirigió Siria durante 24 años. Pero Youssef, un panadero de la capital, expresa ya la preocupación de muchos: “Estoy relajado, nos hemos liberado, pero no estoy contento. Tengo miedo de que ahora llegue aún más inseguridad a este país”.

En los últimos dos días, Damasco ha pasado a manos de un conglomerado de fuerzas de corte islamista, liderado por Al-Jolani, el líder de Hayat Tahrir Al-Sham (HTS). En las patrullas armadas del nuevo Ejército se ven, por primera vez en esta ciudad siria, barbas a la moda salafista con ametralladoras y amplias sonrisas. Algunos de los soldados se ofrecen, incluso, a escoltar a los periodistas. “Ven conmigo, soy del Gobierno”, dice Jalal, del mismo pueblo de Idlib donde nació el futuro primer ministro.

Pero los insurgentes llegan al palacio presidencial de Al Asad para gobernar un país extremadamente dividido. El mapa de Siria sigue siendo un puzzle en el que las áreas ‘liberadas’ en los últimos días hacen frontera con los reductos del feudo de Al Asad, una suerte de protectorado turco, una región autónoma kurda y el último bastión del Estado Islámico.

Foto: Rebeldes sirios en Homs.

Mutaz Nasir, miembro del consejo militar de la HTS, no cree que la realidad actual del país contradiga la intención del nuevo Gobierno de convertir Siria en un Estado musulmán que se rija por la sharía. “No será como Afganistán, la nuestra es una nación cosmopolita. Habrá ley islámica, pero ninguna mujer se verá obligada a llevar velo, ni ningún cristiano se sentirá en peligro”, cuenta a El Confidencial. “De hecho, muchos sirios no musulmanes contemplan ya la sharía. A casi nadie aquí le gusta la cultura de las discotecas, ni la homosexualidad, ni el libertinaje. Somos una sociedad conservadora”, asegura, al mismo tiempo que promete que los sirios tendrán que elegir cualquier escenario en unas elecciones constituyentes.

Será cuestión de tiempo ver si estas palabras llegarán a cumplirse o si, más bien, pasarán a ser una estrategia de relaciones públicas con el fin de mostrar cierto aperturismo a nivel internacional. Ya lo hicieron los talibanes en su momento punto por punto. Apenas dos días después de que cayese Kabul, la capital afgana, los insurgentes relataron ante la prensa que respetarían los derechos de las mujeres en el "marco del islam". Sin embargo, tres años después de la caída de Afganistán, las mujeres están completamente vetadas de la vida pública, hasta el punto de que se les prohíbe hablar en cualquier espacio abierto.

Así, el desafío no se limita únicamente a la reconstrucción de Siria bajo el control de los grupos islamistas, sino también a lograr un consenso entre las diversas facciones que conforman el complejo escenario político y militar del país. Un escollo que ha provocado guerras civiles tras el derrocamiento de sus líderes en otros escenarios pasados como en Irak o Libia.

Intereses diferentes ante un escenario incierto

En el caso de Siria, los primeros choques de intereses entre los grupos están apareciendo en la incipiente transición. A diferencia de Mutaz Nasir, Mohamed Hasan, portavoz de Rojava, la región autónoma de mayoría kurda del noreste de Siria, cree hablar en nombre de su pueblo cuando dice que se niega a regirse por la ley islámica. “Apoyamos firmemente que el futuro de Siria sea descentralizado, democrático y civil. Queremos una Siria para todos, incluidos, claro está, los musulmanes. Las Fuerzas de Defensa Sirias — FDS, cuerpo militar de Rojava— lucharán con otras fuerzas democráticas, entre ellas las de los árabes suníes, por un Estado de derecho. No queremos repetir los errores del régimen pasado”, advierte.

Sin embargo, las tensiones en casa no quedan entre sirios. Desde la revolución contra Al Asad de 2011, Siria ha sido un tablero en el que actores extranjeros han medido su influencia. Al representante de Rojava le preocupan los ataques que su región está sufriendo por parte de facciones apoyadas por Turquía. En los últimos días, el Ejército Nacional Sirio y pequeñas milicias han intensificado su conflicto con las FDS de mayoría kurda en el noreste del país. “Pero los proxies turcos están atacando, y claramente no con la intención de apoyar un gobierno democrático en Siria, sino por los intereses propios de Ankara”, opina Hasan, que asevera que, cuando la oposición derrocó al régimen, pensaba que la situación se volvería más tranquila en Rojava. De hecho, durante la ofensiva liderada por la HTS, que fulminó las posiciones de Al Asad en el oeste del país, las fuerzas kurdas aprovecharon para tomar la ciudad de Deir ez-Zor, en el este.

Tan determinante como el rol de Turquía será el de Estados Unidos e Israel para la nueva era de Siria. Los últimos días, el Ejército de Benjamín Netanyahu ha aprovechado para atacar la región de Quneitra, al otro lado de los altos del Golán que Israel ocupó en 1967. Está siendo la primera vez en medio siglo que las tropas israelíes entran por tierra en el país. Por aire, los ataques son diarios. El lunes por la tarde, Israel bombardeó las afueras de Damasco, cerca de un centro de investigación científica que había costado a Al Asad sanciones por supuestamente experimentar allí con armas químicas. Durante el mismo día, las Fuerzas de Defensa Israelíes atacaron tres bases militares del Ejército del Gobierno derrocado. Israel salió a justificarse: tanto los ataques aéreos como la presencia “limitada” de tropas en Siria pretenden únicamente atajar cualquier amenaza para Tel Aviv en este periodo incierto.

Foto: El líder islamista del Organismo de Liberación del Levante, Abu Mohamed al Jolani (EFE/Comandancia General del noroeste de Siria)

Para EEUU, la mayor preocupación reside en el autoproclamado Estado Islámico (EI). Durante el fin de semana, Washington atacó regiones del este del país donde el EI mantiene sus últimos bastiones. Antony Blinken, secretario de Estado de Joe Biden, expresó la tarde del lunes la preocupación de la Casa Blanca: “El Estado Islámico Intentará aprovechar este periodo para restablecer sus capacidades, para crear refugios seguros. Como demuestran nuestros ataques de precisión del fin de semana, estamos decididos a no dejar que eso ocurra”, declaró.

Pero la Administración de Biden ya se acerca a su recta final y sus políticas en materia exterior pueden dar un giro de 180 grados en el momento en el que el republicano, Donald Trump, tome el poder. A menos de dos meses de que vuelva a ser nombrado como presidente de Estados Unidos, el magnate ya ha decidido apostar por la no intervención y el distanciamiento: "Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo y Estados Unidos no debería tener nada que ver con esto", señaló en su cuenta personal de Truth Social. "Esta no es nuestra guerra. Dejemos que se desarrolle. No hay que involucrarse”.

Por el contrario, para el gobierno entrante en Siria, el EI tiene mucho que ver con Washington y se ha convertido en su objetivo número uno a batir. Es, de hecho, el nuevo peor enemigo ahora que Al Asad está fuera de la ecuación. “Son lo peor que hay ahora en Siria, y nunca podremos negociar nada con ellos”, cuenta el consejero de la HTS entrevistado. “La cuestión del EI queda ahora en manos de EEUU. Ellos lo crearon. Y, si quieren, lo pueden destruir en menos de 24 horas. Si realmente quieren combatirlos, podemos trabajar juntos. Ahora somos nosotros el gobierno”, dice Hasan.

En las plazas de Damasco suenan las balas. Pero no es la guerra. Es la nueva Siria. A falta de fuegos artificiales, buenos son los disparos al aire para celebrar. La Siria pos-Bashar al Asad ya tiene a su primer líder. La tarde del lunes, la Organización Tahrir al-Sham (HTS), que encabezó la ofensiva final contra el Gobierno hace apenas dos semanas, ha anunciado a su primer ministro. De manera “inminente”, pasará a liderar el país Mohammed al-Bashir, hasta ahora gobernador de la región de Idlib, controlada los últimos años por los rebeldes.

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