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La Siria sin Asad, día 1: la caída del régimen abre una oportunidad de regresar a miles de sirios
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la diáspora celebra el fin de la dicturadura

La Siria sin Asad, día 1: la caída del régimen abre una oportunidad de regresar a miles de sirios

"Hoy ha nacido un país: ¡el mío!", dice extasiado este adolescente. "A partir de ahora, no soy un refugiado, soy un ciudadano. Una persona normal en su propio país, con una vida normal"

Foto: Milicianos celebran en Homs la caída de Al Asad. (EFE/Bilal Al Hammoud)
Milicianos celebran en Homs la caída de Al Asad. (EFE/Bilal Al Hammoud)
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"¡Sigue el camino verde!", grita Yassín mientras levanta la bandera de la nueva Siria. Pero el trozo de tierra que conduce a su país es gris, y el sendero aún pedrizo. Lleva desde la mañana del domingo apostado en el paso fronterizo de Masnaa, el único abierto entre Siria y el Líbano desde que los rebeldes derrocaran a Bashar Al-Asad. En una ladera escondida de los puestos de control, miles de sirios recorren dos kilómetros en hilera para volver a su tierra. "¡Sigue el camino verde!", les grita al comienzo del peregrinaje Yassín, de 25 años, que no emprende el regreso porque perdió "todo lo que tenía" en la guerra.

El verde de este camino no está en el suelo pedregoso, sino en la bandera que Yassín y otros miles de sirios ondean con orgullo en la travesía. Es la bandera de la oposición del Gobierno que obligó a la mayoría de estos refugiados a huir de su país a partir de 2011. Cerca de la frontera, Munir se une a los festejos con ráfagas de disparos y allahu akbar que suenan más sinceros que nunca. "Hoy ha nacido un país: ¡el mío!", dice extasiado este adolescente. "A partir de ahora, no soy un refugiado, soy un ciudadano. Una persona normal en su propio país, con una vida normal", cuenta Munir, que partió con su familia al Líbano con solo cinco años. "Esta es la mayor alegría para cualquier sirio, hoy es un día histórico que va a cambiar el mundo para siempre", cuenta Abu Maher, un padre de familia de 53 años. Los mismos que la familia Al-Asad ha estado en el poder en Siria. "No conozco a mi país feliz, toda mi vida ha sido una espera de lo que hoy está pasando", añade.

Pero, igual que del Líbano entran a Siria miles de expatriados eufóricos, desde el otro lado de la frontera vuelve un flujo discreto de cabezas gachas. "¿Cuál es la ocasión para todo este festejo?", pregunta con chanza Ali, un hombre iraquí que, con su esposa y su hija, abandonó Damasco tan pronto como cayó la madrugada del domingo. Ali, que solo revela que se dedica a la "administración", no entiende el jolgorio en la frontera. "[La caída de Al-Asad] no nos viene bien a nadie. Ni a los palestinos, ni a las resistencias [al imperialismo]. Los sirios se darán cuenta", advierte. Mientras tanto, concede: "Que Dios bendiga a los que están felices".

"No conozco a mi país feliz, toda mi vida ha sido una espera de lo que hoy está pasando"

En el Líbano al que ha cruzado Ali y del que salen hoy miles de sirios, el derrocamiento de Al-Asad no ha sentado bien a todos. Para los seguidores de Hezbolá, aliada del régimen, la caída del Gobierno supone un varapalo. Además de considerar a la organización rebelde Liberación del Levante (HTS) un satélite de los intereses de EEUU e Israel, los miembros del Eje de la Resistencia liderado por Irán temen que Benjamín Netanyahu pueda sacar tajada del nuevo orden en Siria. Y así parece estar siendo ya: el mismo domingo, el Ejército israelí entró por primera vez en medio siglo en el país y tomó el control del lado sirio del monte Hermón. El jefe de Estado mayor, Herzi Halevi, declaró un cuarto frente de guerra en Siria además del de Cisjordania, Gaza y el Líbano.

Abu Maher tiene claro que lo que digan otros de su país no va a amargarle la ilusión de ver a Al-Asad fuera de Damasco. "Lo que piense Hezbolá o lo que piense Israel de esto no es nuestro asunto. Nosotros somos el pueblo sirio, y hoy hemos vencido nosotros", apostilla.

Foto: Milicianos celebran en Damasco la caída del régimen de Asad (EFE)

Con la misma precaución se habla de Turquía, financiadora de muchas de las facciones y milicias que han ayudado a la HTS a hacerse con la práctica totalidad de la geografía siria en apenas once días. Ahora que Ankara ha afianzado su influencia en el futuro de Siria, se habla de que las poblaciones kurdas en ambos países sufran una mayor opresión por parte del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Pero, desde el paso de Masnaa, Soran desestima aún esa preocupación. En su coche, esta siria kurda refugiada en Beirut ondea ambas banderas: la de la oposición siria y la de Rojava —la región autónoma kurda en el país—. "Hoy hemos ganado nosotros también. El pueblo sirio es uno", asegura. En los últimos días, Rojava incluso aprovechó el avance de la HTS en el oeste de Siria y, por el este, arrebató al Gobierno la ciudad de Deir ez-Zor.

En el Líbano, dentro de Siria y en el resto de la diáspora, los sirios hablaron este ocho de diciembre: la ocasión merecía celebrar la caída de Al-Asad. De cualquier modo, nadie ignora que el y ahora qué no tardará en llegar. Para no demorar el cambio de régimen, los rebeldes decretaron un toque de queda en Damasco hasta la mañana del lunes, y prometieron que, tan pronto como amaneciera, todas las instituciones, los ministerios y las dependencias públicas funcionarían de nuevo, esta vez bajo control de la oposición.

Una de las grandes herencias con las que se han encontrado las autoridades de facto son las cárceles del Gobierno de Al-Asad. Al sur de Damasco, la prisión de Sednaya ha servido como un matadero humano de opositores políticos y civiles desde 2011. Aunque ya se conocían algunas de las técnicas de tortura sistemática que empleaba el régimen, los rebeldes siguen en busca de expertos que consigan abrir las llamadas válvulas rojas, celdas subterráneas totalmente selladas en las que los prisioneros subsisten a tres pisos bajo tierra y sin ninguna conexión con el exterior.

placeholder Sirios residentes en Berlin celebran la caída de Al Asad. (EFE/EPA)
Sirios residentes en Berlin celebran la caída de Al Asad. (EFE/EPA)

Hania, de la ciudad de Idlib, tiene a su hijo en Sednaya desde hace catorce años. El silencio de esta mujer destaca entre el regocijo de las familias en el paso de Masnaa. Sola, avanza por la colina que lleva a Siria vestida entera de negro, con gafas oscuras y un maletín. Pareciera que va a un entierro. "Voy directa a la cárcel donde está mi hijo. No sé si lo voy a encontrar, no sé si está vivo o muerto. Llevo desde 2012 sin saber nada de él", confiesa con el quebranto de una madre que no ha hecho más que sufrir.

Detrás de Hania, Munir y Abu Maher la fila de repatriados llega hasta la otra punta del mundo. Si los rebeldes consiguen mantener su agarre en Damasco, volverán a Siria muchos de los 6,7 millones de refugiados en la diáspora. De ellos, algunos como Rama han hecho de su país de acogida su nueva casa: "No echo nada en falta aquí en el Líbano", dice esta estudiante de medicina en Beirut, que nació en Alepo y acude a las celebraciones de Masnaa con una bandera de la oposición pintada en la mejilla.

En el Líbano, donde el millón y medio de refugiados sirios suman una cuarta parte de la población, la toma rebelde de Siria ha venido como agua de mayo a los partidos de la derecha cristiana, que ya impulsaron retornos voluntarios hace unos años para invitar a los refugiados de regiones seguras a regresar a sus hogares. Una medida similar impulsó en los últimos años la Turquía de Erdogan, donde viven 3,7 millones de sirios. Incluso en países europeos, como Dinamarca y Suecia, se ha fomentado el regreso de fugitivos de Al-Ásad a zonas de Siria no controladas por el régimen. La situación cambiará también para los casi seis millones de desplazados internos que, por la fragmentación del territorio sirio en distintos feudos, no han podido volver a sus pueblos y ciudades.

placeholder Un hombre hace la señal de la victoria en Beirut mientras la gente celebra la victoria de los rebeldes en Siria. (EFE/EPA/Wael Hamzeh)
Un hombre hace la señal de la victoria en Beirut mientras la gente celebra la victoria de los rebeldes en Siria. (EFE/EPA/Wael Hamzeh)

Por ahora, el refugiado sirio con menos probabilidades de regresar es Bashar al-Asad. El ya expresidente recibió asilo en Rusia este domingo por "razones humanitarias". Desde Moscú, Al-Ásad ha aceptado una transición pacífica del poder. Según la agencia de noticias Interfax, Moscú, principal valedora del exmandatario, está dispuesta a que las Naciones Unidas sean las que auspicien la formación de un nuevo Gobierno en Siria después de 24 años de Bashar.

Mientras el mundo digiere el cambio de régimen más fugaz de los últimos años, en Masnaa los padres de familia, las madres de prisioneros y los adolescentes que ya no quieren ser refugiados emprenden —bajo la bendición de Yassín— el "camino verde" hacia una Siria nueva.

"¡Sigue el camino verde!", grita Yassín mientras levanta la bandera de la nueva Siria. Pero el trozo de tierra que conduce a su país es gris, y el sendero aún pedrizo. Lleva desde la mañana del domingo apostado en el paso fronterizo de Masnaa, el único abierto entre Siria y el Líbano desde que los rebeldes derrocaran a Bashar Al-Asad. En una ladera escondida de los puestos de control, miles de sirios recorren dos kilómetros en hilera para volver a su tierra. "¡Sigue el camino verde!", les grita al comienzo del peregrinaje Yassín, de 25 años, que no emprende el regreso porque perdió "todo lo que tenía" en la guerra.

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