Soledad y acoso por norte, este y sur: ¿por qué ha caído el régimen de Bashar Al Asad?
Después de 54 años de dictadura y 13 de guerra civil, los grupos rebeldes sirios han derrocado a Bashar Al Asad en apenas diez días
Después de 54 años de dictadura y 13 de guerra civil, los grupos rebeldes sirios han derrocado a Bashar Al Asad. En apenas diez días, las principales ciudades del país han sido capturadas sin combates reseñables y, lo más importante, sin derramamiento de sangre. El régimen sirio se ha desintegrado de la noche a la mañana como un castillo de naipes y el presidente Al Asad ha huido del país, dejando paso a una enorme incertidumbre sobre el futuro de Siria.
Dos factores explican la celeridad de los acontecimientos y la caída de la dictadura siria. Por una parte, la unidad de los grupos rebeldes, que han coordinado sus estrategias para avanzar desde el norte, el este y el oeste, aprovechando la debilidad del régimen. Por otra parte, el abandono de Rusia e Irán a su tradicional aliado, ya que dichos países han asistido impasibles ante el avance rebelde sin acudir en socorro de Bashar Al Asad, al contrario de lo que habían hecho en los últimos años. Probablemente, porque lo consideraban un muerto viviente que tenía los días contados.
Durante toda la guerra civil, los diferentes grupos opositores han sido incapaces de coordinar una estrategia común para enfrentarse al régimen asadista. Las razones son múltiples y van desde las profundas diferencias ideológicas entre grupos islamistas y laicos, hasta la injerencia de las potencias regionales en sus respectivas agendas. Buena parte de los patrocinadores regionales de los rebeldes, como Turquía, han apostado a la estrategia del 'divide y gobierna' para evitar la creación de un frente unido, al considerar beneficioso para sus intereses que la guerra permaneciera enquistada sin un claro ganador.
Por otra parte, las voces más moderadas partidarias del establecimiento de una democracia liberal en la que todos los ciudadanos sirios, independientemente de su etnia o confesión, tengan los mismos derechos, han sido sistemáticamente perseguidas por los grupos islamistas radicales, empeñadas en imponer a sangre y fuego la instauración de un Estado islámico regido por la sharía.
En las últimas semanas, las diferentes facciones han decidido dejar a un lado sus diferencias y unir sus fuerzas para derrocar a Al Asad. La islamista Organización para la Liberación del Levante (HTS, en sus siglas en árabe) ha capturado, en apenas unos días, Alepo primero, después Hama y, por último, Homs, que se han rendido sin presentar resistencia. Por su parte, el Ejército Nacional Sirio, bajo la tutela turca, ha capturado Tel Rifaat y ha concentrado sus energías en la frontera con Turquía. Las Fuerzas Democráticas Sirias, controladas por las milicias kurdas, han tomado Deir Ez Zor y Abu Kamal, en la frontera con Irak. Por último, el Frente del Sur, en la órbita de Estados Unidos, se ha hecho con Suweida y Daraa, ciudad donde se inició el levantamiento popular en 2011. Es importante resaltar, por lo tanto, que no se trata sólo de grupos de carácter yihadista, sino también de orientación secular.
Este fulgurante avance no hubiera sido posible sin la manifiesta debilidad de Bashar Al Asad, que ha sido abandonado a su suerte por sus principales aliados: Rusia, Irán y Hezbolá. Como es bien conocido, Rusia tiene otras prioridades y antepone la ocupación de parte de Ucrania a su presencia en Siria. Durante estos dos últimos años, Putin ha retirado a buena parte de sus efectivos (incluido el Grupo Wagner) para centrar todas sus energías en el frente ucraniano.
Por otra parte, el Eje de la Resistencia comandado por Irán ha quedado seriamente dañado por el descabezamiento de Hamás en Gaza y de Hezbolá en El Líbano por parte de Israel. El mismo régimen iraní es objeto de una fuerte contestación interna por haber priorizado durante años su expansionismo regional a las necesidades de la propia población, que atraviesa una crisis económica sin precedentes como consecuencia de las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos.
Entre los beneficiados por la caída de Bashar Al Asad se cuentan Israel, Estados Unidos y Turquía. El primero se deshace de uno de sus principales rivales regionales y, al mismo tiempo, logra cortar la vía de aprovisionamiento de Hezbolá y asestar un golpe sin precedentes al Eje de la Resistencia. El segundo consigue que su principal aliado, las predominantemente kurdas Fuerzas Democráticas Sirias, controlen un tercio del país, incluidos los más importantes yacimientos petrolíferos que garantizan la viabilidad económica de la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria. El tercero consigue ganar peso específico en Oriente Medio a través de su patrocinio del Ejército Nacional Sirio y su proximidad con la Organización para la Liberación del Levante, que tendrán un papel determinante en el futuro de Siria.
Hoy es un día de celebración para la inmensa mayoría del pueblo sirio, pero es evidente que la transición no será un camino de rosas. Si bien es cierto que todos los grupos coincidían en la necesidad de acabar con la tiranía de Al Asad, también son manifiestas sus diferencias en torno a qué tipo de gobierno establecer a partir de ahora. Los grupos islamistas, que están en una posición de fuerza, intentarán imponer un gobierno islámico regido por la sharía. Los sectores seculares, en una posición subordinada, demandan un Estado civil con una democracia plena en la que todos los sirios, independientemente de su confesión, dispongan de los mismos derechos. Por último, los kurdos apuestan por un Estado confederal en el que las zonas kurdas tengan plena autonomía. Sólo el tiempo nos dirá cuál de estas visiones logra imponerse.
* Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Siria. La década negra
Después de 54 años de dictadura y 13 de guerra civil, los grupos rebeldes sirios han derrocado a Bashar Al Asad. En apenas diez días, las principales ciudades del país han sido capturadas sin combates reseñables y, lo más importante, sin derramamiento de sangre. El régimen sirio se ha desintegrado de la noche a la mañana como un castillo de naipes y el presidente Al Asad ha huido del país, dejando paso a una enorme incertidumbre sobre el futuro de Siria.
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