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Biden, en el descuento, a por un trozo de la gran tarta africana
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EEUU invierte 3.000 millones de dólares

Biden, en el descuento, a por un trozo de la gran tarta africana

El presidente de Estados Unidos ha realizado viaje simbólico al África subsahariana en la fase final de su mandato. La visita ha perdido trascendencia al haberse ido retrasando durante este último año, hasta coincidir con el final de su mandato

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, y el presidente de Angola Joao Lourenco, en Angola. (EFE/Ampe Rogero)
El presidente de EEUU, Joe Biden, y el presidente de Angola Joao Lourenco, en Angola. (EFE/Ampe Rogero)

Por quizá simbolismo y evitar una bofetada de protocolo, el presidente estadounidense Joe Biden evitó bajarse el martes tres de diciembre del Air Force One en un aeropuerto africano, en Luanda, en el que podría gozar de una reluciente obra hecha por el Gobierno chino. El nuevo aeródromo Antonio Agostinho Neto Airport, una obra de ingeniería que ha costado 3,8 billones de dólares pagados mayormente por China, que ha levantado el mayor aeropuerto fuera de su propio país, estaba ya operativo para que el estadounidense pudiera disfrutar de la tecnología oriental en África.

No lo hizo, decidió descender en el viejo aeropuerto internacional de Luanda, pero ahí no pudo evitar que inmediatamente después, tras ser recibido con honores por el presidente angoleño, Joao Lourenço, los imponentes coches blindados de su séquito deambularan por una reluciente autopista que, curiosamente, también han financiado o hecho los chinos. El entorno suele ser importante y Biden, tras verse en medio de una ciudad con sello “Made in Pekín”, soltó un grandilocuente “Estados Unidos apuesta por África”.

Lo dijo como para dejar claro que los americanos no están dispuestos a que todo un continente rebosante de minerales siga siendo propiedad de China o Rusia, que Moscú también ha puesto los ojos en esta vasta tierra. Y la frase, prometedora, cayó en un saco roto pese a que esta visita tiene algunos matices interesantes de cara al futuro.

Las palabras de Biden, aunque es cierto que iban de la mano de una importante inversión de 3.000 millones de dólares que EEUU, con la ayuda de Europa, ha metido en una línea férrea, el llamado Corredor del Lobito que unirá El Congo, Zambia y la Costa de Angola, no parecen ir de la mano de los hechos. O no al menos hasta ahora. Los hechos dicen que África a Estados Unidos le importa lo justo. Así ha sido con esta Administración, como pasó con las anteriores, y previsiblemente pasará mucho más con la que está por venir. En total, de los 45 presidentes de EEUU, sólo seis han realizado visitas oficiales a la llamada “África negra”.

Foto: El presidente de Kenia, William Ruto, en un encuentro con el presidente de EEUU, Joe Biden. (EFE/Al Drago)

El presidente de los Estados Unidos, Jode Biden, ha realizado un más simbólico que trascendental viaje al África subsahariana en la fase final de su mandato. Simbólico porque la visita ha perdido trascendencia al haberse ido retrasando el último año y producirse cuando el demócrata es ya más pasado que futuro. “Creo que su viaje es menos significativo de lo que hubiera sido de otra manera solo por el hecho de que se retiró como candidato presidencial y, por supuesto, ahora no regresará para un segundo mandato. Por lo tanto, realmente se siente como una ocurrencia de último momento para su presidencia”, explica Louw Nel, analista político de Oxford Economics Africa a la cadena gubernamental de radio estadounidense VOA.

La victoria del republicano Trump ha convertido las palabras del aún actual inquilino de la Casa Blanca en un cúmulo de intenciones que borrarán del mapa el previsible huracán Donald, que aún no ha tocado tierra y ya se está llevando todo por delante con sus amenazas de aranceles por doquier y sus primeras advertencias en política exterior.

Foto: El presidente electo de EE UU, Donald Trump, habla durante una reunión. (ALLISON ROBBERT/REUTERS)

Biden ha hecho su única visita al África subsahariana en el tiempo de descuento. Lo mismo pasó con el ex presidente Obama, cuya euforia por su victoria en el continente africano, que de alguna manera hizo suya la llegada de un primer presidente negro a la Casa Blanca y lo convirtió en un mito, acabó en cierto recelo. Obama no visitó el continente hasta su segundo mandato. Lo hizo por primera vez en 2013, y entonces se limitó casi a calcar una reciente visita de Xi. El americano se dedicó a advertir a gobiernos y ciudadanos que no se fiaran de las intenciones de su colega oriental y a dar lecciones de derechos humanos.

El resultado, más de diez años después, es que China es el mayor inversionista en el continente. En septiembre pasado, en la Cumbre Foro de Cooperación China-África, en la que acudieron más de 50 mandatarios africanos a Pekín, Xi prometió más de 50.000 millones de dólares en inversiones en el continente. Una cifra muy por encima de los 3.000 que ha portado bajo el brazo Biden, que se lleva en todo caso también contratos con empresas americanas por valor de más de 6.000 millones de dólares.

Ese escenario no parece además que vaya a cambiar con la llegada de Trump. El neoyorquino no visitó ni una vez un país africano en su primer mandato, y en su estrategia exterior no suele hacer ninguna referencia a ninguna de estas naciones que no sea aquel famoso rumor de 2018 en el que parece que llamó en una reunión con sus colaboradores “naciones de mierda” a los países africanos.

Foto: El presidente de China, Xi Jinping. (EFE/Alexander Nemenov/Pool)

Sin embargo, la maquinaria comercial y diplomática no está en manos sólo de los primeros espadas y la visita de Biden sí deja algunas cosas interesantes.

La deuda trampa china

Quizá lo más interesante de esta visita tiene que ver con las palabras del presidente Joao Lourenço en el New York Times. El mandatario, en una entrevista concedida al medio norteamericano, dijo que “queremos que la inversión estadounidense llegue a Angola y también que el mercado estadounidense sea un destino de la inversión angoleña”.

La bienvenida a los dólares americanos fue de la mano de un gigantesco cambio en la relación con China. Angola deja claro que quiere cambiar la llamada deuda trampa china y dejar de pagar con materias primas el dinero que llega de Pekín: “Somos conscientes de que tener esa deuda ligada a garantía con el petróleo era desventajoso para el país. Pero en ese momento aceptamos esa condición. Y para eso tuvimos que cumplir nuestra palabra. Y esto es lo que estamos haciendo. Estamos saldando la deuda. Si me preguntaran ahora si tendría que pedir un nuevo préstamo en las mismas condiciones, diría que no”, ha declarado el presidente angoleño.

"Nuestra deuda con China comienza a pagarse"

Es decir, Angola quiere pagar en líquido y no en especie sus créditos, lo que a China, que por ahora además debe aceptar el dólar como moneda con la que operar, le interesa menos. “Muchos países africanos que han contraído deudas muy importantes con China se enfrentan a desafíos muy elevados, en algunos casos, relacionados con esta dependencia. La cuestión de lo que a veces se llama la ‘trampa de la deuda’ es un tema creciente en las discusiones sobre la participación de China en el continente".

"Cuando estos países se endeudan para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo, a menudo a cambio de acceso a recursos naturales, pueden terminar en situaciones financieras precarias si no son capaces de generar suficiente crecimiento económico para pagar estas deudas”, explica a El Confidencial el analista angoleño/portugués Eugenio Costa, doctorado en Ciencias Sociales, y especializado en Relaciones Internacionales, Estrategia, Defensa y Seguridad en África. “Nuestra deuda con China comienza a pagarse y ha alcanzado ya valores insostenibles. Depender de un solo socio comercial puede resultar arriesgado”, explica el analista.

Esto supone un cambio geopolítico, ya que China lleva años acaparando la mayoría de las inversiones en un continente en el que entran nuevos actores, además de EEUU y la UE, como India, Rusia… “Rusia y la India ya están empezando a tener cierto impacto económico. Rusia busca una relación más político-militar, pero con pagos en recursos extractivos”, señala Costa.

Foto: Un oficial del Grupo Wagner patrulla en la capital de República Centroafricana, Bangui, durante una campaña electoral de 2023. (Reuters/Leger Kokpakpa)

“Angola no es ‘tierra de ningún amo’. Sin embargo, es innegable que entre los tres grandes actores —EEUU, China y Rusia— (interesante la no mención de la UE) hay uno que tiene la mayor influencia sobre el país que los otros dos (China)”, ha explicado el analista angoleño Osvaldo Mboco en sus redes sociales.

Los derechos humanos

Un argumento recurrente en el fracaso de Occidente en su relación con las naciones africanas es el llamado púlpito neocolonial desde el que los mandatarios americanos y europeos aleccionan a los africanos sobre democracia y derechos humanos. “Las relaciones entre los dos Estados han sido recíprocamente amistosas, porque se sabe también que China, en su diplomacia económica, no impone reglas desde el punto de vista político, lo que es fundamental para los Estados africanos”, explicaba el analista angoleño Almedia Henriques en 2023 en el 12 Foro entre China y África como una de las causas del éxito de Pekín en el continente.

Es curioso, porque tan recurrente es ese argumento como el contrario. “Quisiera alentar al presidente Biden a que le haga algunas preguntas difíciles al presidente João Lourenço. Tenemos varios defensores de los derechos humanos en Angola que están detenidos injustamente. Están languideciendo en las cárceles, algunos de ellos en condiciones críticas”, señala Adriano Nvunga, director del Centro para la Democracia y los Derechos Humanos en Mozambique, a VOA.

Foto: El presidente de China, Xi Jinping, en la última cumbre de los BRICS en Sudáfrica el pasado agosto. (Reuters/Pool/Alet Pretorius)

Por su parte, Amnistía Internacional ha dicho que “los derechos humanos son fundamentales para la política exterior del presidente Biden, entonces debe exigir al gobierno de Angola que libere inmediatamente a los críticos del Gobierno detenidos arbitrariamente”.

Una petición que nunca nadie pide al presidente Xi, al presidente Putin o a otros mandatarios de países no democráticos. Occidente tiene ahí su propia trampa. Si habla de derechos humanos, se le acusa de aleccionar desde su mentalidad neocolonialista, y si no lo hace, se le acusa de cínico y mercantilista.

“No hay duda de que sería interesante una palabra de Biden sobre este tema de los Derechos Humanos en Angola. Al menos, ayudaría una conversación con la oposición donde sin duda se abordaría este tema... Sin embargo, esta cuestión, dentro de Angola o a nivel mundial, es claramente una cuestión compleja y multifacética”, señala Costa. ¿Pero a China o Rusia nunca se le exige que se pronuncien sobre estos temas? “A China y Rusia no les importan los temas relacionados con los Derechos Humanos —porque en estos países, estos son factores “olvidados” o “desconocidos”—, lo que lleva a tener comportamientos político-económicos basados ​​únicamente en intereses mutuos entre prestamistas y países del Sur Global”, explica el analista.

Foto: El primer ministro de Níger, Ali Mahamane Lamine Zeine. (Reuters/Archivo/Mahamadou Hamidou)

Esa no injerencia se convierte en muchos casos en acuerdos de gobiernos y gobernantes con intereses propios, donde se acorrala minorías o ciertos derechos universales, a cambio de obtener resultados cortoplacistas que les ayuden a mantener sus mandatos.

Además, a Occidente se le afea su doble rasero en casos como Ucrania y Palestina, lo que acaba siendo una coartada para desmontar sus supuestos valores morales. “Hay muchos críticos, en particular neopanafricanistas, que señalan que este enfoque puede verse como una forma de neocolonialismo, donde los países occidentales imponen sus normas y valores a naciones que tienen sus propias realidades y desafíos. Además, la selectividad en la aplicación de esta presión, como la diferencia de trato entre países como Angola y potencias como China, puede debilitar la credibilidad de las afirmaciones occidentales”, concluye Costa.

Por quizá simbolismo y evitar una bofetada de protocolo, el presidente estadounidense Joe Biden evitó bajarse el martes tres de diciembre del Air Force One en un aeropuerto africano, en Luanda, en el que podría gozar de una reluciente obra hecha por el Gobierno chino. El nuevo aeródromo Antonio Agostinho Neto Airport, una obra de ingeniería que ha costado 3,8 billones de dólares pagados mayormente por China, que ha levantado el mayor aeropuerto fuera de su propio país, estaba ya operativo para que el estadounidense pudiera disfrutar de la tecnología oriental en África.

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