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Un hombre tranquilo para pastorear a los líderes de la UE: la nueva vida de António Costa
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Su nueva vida como sucesor de Michel

Un hombre tranquilo para pastorear a los líderes de la UE: la nueva vida de António Costa

El antiguo primer ministro portugués asume el puesto de presidente del Consejo Europeo, un cargo en el que deberá aplicar la flexibilidad e ingenio que le hicieron ganarse el apoyo de los líderes

Foto: Ceremonia de traspaso de la Presidencia del Consejo Europeo en Bruselas. (Reuters/Johanna Geron)
Ceremonia de traspaso de la Presidencia del Consejo Europeo en Bruselas. (Reuters/Johanna Geron)
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António Costa (Lisboa, 1961) lleva tiempo preparándose para lo que le espera en los próximos años. Desde que en julio los jefes de Estado y de Gobierno lo eligieron para ser el próximo presidente del Consejo Europeo, el foro de los líderes europeos, el antiguo primer ministro portugués ha viajado a todas las capitales de la Unión, salvo Sofía y Bucarest, y ha estado preparándose para su nueva vida como sucesor de Charles Michel, que ha ocupado el puesto desde 2019. Hombre tranquilo, afable y flexible, Costa busca dar un soplo de aire fresco al foro más importante de la UE, el que más poder acumula, la reunión de jefes de Estado y de Gobierno, que en un tiempo de crisis gana peso específico.

El trabajo que tiene por delante el portugués, y que hará al menos durante dos años y medio, aunque muy probablemente se extienda dos años y medio más, no es sencillo. El presidente del Consejo Europeo es el encargado de organizar las reuniones de los líderes europeos y de capitanearlas, en ocasiones en momentos de mucha tensión. Puede sonar sencillo, pero no lo es: hay 27 líderes nacionales, con intereses diversos, que en ocasiones entran en conflicto y hay que lograr que todos ellos se pongan de acuerdo en todo. Un ejercicio permanente de búsqueda de cesiones, la persecución continua de un término que se usa mucho en Bruselas: la solución subóptima. Nadie sale totalmente contento, pero nadie sale totalmente cabreado. Ese equilibrismo es un producto denominación de origen de Bruselas.

Los Consejos Europeos son cada vez más difíciles de controlar. El foro ha ganado relevancia a medida que la UE ha tenido que ir haciendo frente a crisis que son cada vez más globales. La Unión ya no es un club centrado en un mercado interior, en el que los líderes tienen que abordar solamente pequeños desacuerdos técnicos, o avances en cuestiones legislativas o de integración. La Unión es ahora un club de gestión de crisis. Y cuando se trata de responder a crisis globales o existenciales, se requiere actuar al máximo nivel político y es ahí donde entra en juego el Consejo Europeo, que ha ido acumulando poder a lo largo de estos años.

Foto: El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa. (EFE/EPA/Jose Sena Goulao)

La crisis del euro, la migratoria, el Brexit, la primera victoria de Donald Trump, el coronavirus o la guerra en Ucrania han sido parte de esa policrisis que ha empoderado al Consejo Europeo, porque cuando toca buscar liderazgo político es ahí donde hay que mirar. Pero eso ha ocurrido al mismo tiempo que las figuras que participan en el foro han ido divergiendo. Hoy Viktor Orbán, primer ministro húngaro, es más difícil de gestionar que hace diez años, la primera ministra italiana es una política ultraconservadora de armas tomar, y cada vez hay más amenaza de que la extrema derecha tome mejores posiciones en un foro que requiere de un enorme nivel de acuerdo.

Pero Costa puede ser una de las personas mejor situadas para hacer ese trabajo, teniendo buena relación con todos los líderes, incluso con Orbán. Durante sus años como primer ministro portugués ha ganado una extensa experiencia en las negociaciones internas de las coaliciones de Gobierno, pero además se ha pasado casi diez años dentro del Consejo Europeo como líder luso, de manera que ha visto de cerca cómo funciona el foro, qué ideas de los presidentes del Consejo suelen ayudar a desatacar los acuerdos y cuáles solamente empeoran la situación. Desde hacía tiempo Costa era el favorito para este puesto, aunque el colapso de su Gobierno por un caso de corrupción que salpicó a muchos de sus ministros y que en algunos momentos pareció alcanzar al propio primer ministro puso en duda que fuera a poder hacerse con el cargo.

Su nombre volvió a estar sobre la mesa cuando se aclaró que el líder socialista no estaba implicado en la trama de corrupción, lo que hizo que los socialdemócratas europeos exigieran que se ofreciera el Consejo Europeo a Costa. Aunque el foro ha girado mucho a la derecha en los últimos años, lo cierto es que incluso líderes muy conservadores se mostraron a favor de que el luso se encargue de dirigir las reuniones. Es un hombre afable, de trato fácil y que conoce personalmente a muchos de los miembros del Consejo Europeo.

Costa tendrá que imprimir su propio estilo. Aunque solamente ha habido hasta ahora tres presidentes del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, el polaco Donald Tusk y el también belga Charles Michel, lo cierto es que el cargo permite tener mucha personalidad. Los hay más intervencionistas y que participan más en las dinámicas de la reunión, o los que prefieren que todo fluya lo más natural posible. La intención de Costa, con todos esos años de experiencia, es buscar un cierto equilibrio y no ser demasiado intervencionista.

Foto: Ursula von der Leyen. (EFE/Olivier Hoslet)

Pero, de nuevo, eso es más fácil decirlo que hacerlo, porque en ocasiones la intervención se hace totalmente necesaria cuando las reuniones empiezan a descarrilar y a descontrolar, lo que aumenta el riesgo de que no haya unanimidad y que, por lo tanto, no se puedan acordar unas conclusiones del Consejo Europeo que sirven como una especie de hoja de ruta o mandato político para todos.

¿Cómo pretende hacerlo? La idea, explican fuentes europeas, es que los textos lleguen a las reuniones de los líderes ya muy cerrados. Esos documentos se negocian en el conocido como “Coreper”, la reunión de los embajadores representantes permanentes de los 27 ante la Unión Europea, un órgano poderoso que se reúne cada pocos días y que es la verdadera sala de máquinas del club comunitario. El objetivo es “empoderar al Coreper para que lleve casi todas las conclusiones hechas y terminadas. Sabemos que hay veces que no es posible, pero trabajaremos por ello”, explica una fuente.

La creatividad es uno de los fuertes de Costa, y es algo que necesitará en los próximos años. Un evento muy conocido de su carrera política, quizás el que le empezó a lanzar hacia el estrellato, fue una muestra de esa creatividad: en 1993 organizó una carrera entre un Ferrari y un burro en hora punta por las calles de Loures para demostrar la necesidad de una línea de metro. Ganó el burro. A nivel europeo, especialmente entre líderes, esa creatividad es necesaria. Como cuando recientemente, para poder aprobar una medida que requería unanimidad, pero a la que Hungría se oponía, Olaf Scholz, canciller alemán, propuso al primer ministro Viktor Orbán que saliera de la habitación para no tener que votar a favor, pero permitir que saliera adelante la idea.

Foto: Mark Rutte visita la base militar de la OTAN en Ādaži. (Sergio Beleña)

Costa quiere que haya más debates estratégicos y menos cumbres centradas en intentar poner de acuerdo a los líderes respecto a una frase en las conclusiones. Por eso busca “empoderar” a los embajadores representantes permanentes, para reducir la carga de trabajo de los líderes y que estos puedan discutir más libremente sobre asuntos centrales. También buscará sacarlos de los esquemas habituales del Consejo Europeo, haciendo reuniones informales y también “retiros”. El primero será en febrero, centrado en Defensa, con una invitación para Mark Rutte, secretario general de la OTAN, y para Keir Starmer, primer ministro británico.

El antiguo primer ministro de Portugal, alcalde de Lisboa entre 2007 y 2015, ha dedicado su vida a la política, habiendo sido ministro en varias ocasiones. Costa fue el primer líder europeo de orígenes indios, con un padre escritor nacido en Mozambique y una madre periodista entregada a la lucha civil por los derechos de las mujeres. Es esa nueva perspectiva la que le vuelve a traer a la capital comunitaria, una ciudad marcada por una enorme diversidad étnica, pero en la que las instituciones europeas siguen siendo abrumadoramente blancas y tradicionales.

António Costa (Lisboa, 1961) lleva tiempo preparándose para lo que le espera en los próximos años. Desde que en julio los jefes de Estado y de Gobierno lo eligieron para ser el próximo presidente del Consejo Europeo, el foro de los líderes europeos, el antiguo primer ministro portugués ha viajado a todas las capitales de la Unión, salvo Sofía y Bucarest, y ha estado preparándose para su nueva vida como sucesor de Charles Michel, que ha ocupado el puesto desde 2019. Hombre tranquilo, afable y flexible, Costa busca dar un soplo de aire fresco al foro más importante de la UE, el que más poder acumula, la reunión de jefes de Estado y de Gobierno, que en un tiempo de crisis gana peso específico.

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