Una traición a la francesa: la orden de arresto que puede llevar a Netanyahu a la cárcel... o la UE a la tumba
En esta cruzada contra La Haya, Netanyahu tiene el pleno respaldo de Estados Unidos, y no solo el del futuro presidente Donald Trump, sino también del actual, Joe Biden
"Queda usted detenido, señor Netanyahu". Hay mucha gente, tanto dentro de Israel como fuera, que sueñan con oír esta frase, con ver a Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, el rey Bibi, con más años en el poder ya que unos cuantos monarcas árabes, esposado y sentado en el banquillo. Es dudoso que ocurra; y si ocurre, nadie sabe qué se puede llevar por delante. ¿Europa entera?
Porque una cosa es que en Israel, mucha gente toma ya a Netanyahu por delincuente y corrupto y muy distinta es que la Corte Penal Internacional diga que es criminal y genocida. Lo primero es personal. Lo segundo es político. O como dirían en Israel, "antisemita".
Contra el juicio por corrupción iniciado hace cinco años por la Fiscalía israelí, Netanyahu tiene su estrategia: tumbar el Tribunal Supremo antes de que pueda sentenciarlo. El gran ataque que lanzó en verano de 2023 para subordinar la Judicatura al Legislativo, es decir a sus juegos de alianzas con la ultraderecha religiosa que solo reconoce a Dios como poder legislativo, estuvo a punto de provocar una guerra civil, de la que lo salvó in extremis el ataque de Hamás. Ganó un respiro, aunque este lunes sí le tocará, por fin, el banquillo de los acusados. Sin esposas.
Contra el juicio por genocidio, Netanyahu intentará lo mismo: tumbar la Corte Penal Internacional. Para esto puede contar con la clase política israelí al completo; los mismos que lo quieren ver entre rejas por corrupto, lo protegen ahora contra la pretensión de La Haya de hacer justicia, porque saben que en este banquillo se tendrían que sentar todos ellos: ni uno de los oponentes del rey Bibi propone una política distinta hacia Palestina, ni uno.
En esta cruzada contra La Haya, Netanyahu tiene el pleno respaldo de Estados Unidos, y no solo el del futuro presidente Donald Trump, sino también del actual, Joe Biden. Y también el de Vladímir Putin, huelga añadirlo. Y el de China. Que son tres de las cinco potencias del Consejo de Seguridad. Eso era de prever. Pero de Francia no nos lo esperábamos.
Francia decidió esta semana tirar por el barranco décadas de esfuerzos de la Unión Europea de constituirse como el polo del derecho y la justicia en el mundo. Fueron los países de la UE quienes impulsaron la idea de una jurisdicción planetaria para basar el orden internacional en la ley y no en los portaaviones. La CPI fue el primer ejemplo de ese ideal de la supremacía jurídica de los derechos humanos. Lentamente iba marcando futuro. Era fácil mientras los acusados eran señores de la guerra africanos. La orden de arresto contra Netanyahu es la primera prueba de resistencia real. Y es Francia quien está rompiendo las costuras de la Unión Europea. Proclamando que Netanyahu está por encima de la ley.
"Un Estado no puede ser obligado a actuar de una manera incompatible con sus obligaciones bajo el derecho internacional en lo que se refiere a la inmunidad de los Estados que no son miembro de la CPI. Esta inmunidad se aplica al primer ministro Netanyahu y a otros ministros afectados y deben tenerse en cuenta si la CPI nos llegara a pedir su detención y extradición", asegura un comunicado del Ministerio de Exteriores francés el miércoles. Cuatro líneas con cinco insultos a la inteligencia.
En primer lugar, la Corte Penal Internacional rechazó explícitamente la inmunidad de los jefes de Estado en 2002, en el caso del entonces presidente sudanés Omar Bashir, y Francia lo confirmó implícitamente al aplaudir el año pasado la orden de arresto contra Vladímir Putin. En segundo lugar, Naciones Unidas constató en 2022, igual de explícitamente, que el principio de inmunidad de altos cargos estatales ante una actuación judicial en otro país excluye los delitos de genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, de apartheid, tortura y desapariciones, es decir exactamente de lo que están acusados Netanyahu y su exministro de Defensa, Yoav Gallant. En tercer lugar, la referencia a Estados "que no son miembro de la CPI" es absurda, porque Israel no tiene obligaciones ante la Corte; las tiene Francia, que sí es miembro, y la jurisdicción de la CPI sobre crímenes cometidos en Palestina, que también lo es, ya ha sido establecida.
En cuarto lugar, una sentencia del Tribunal Supremo francés de 2001 descartó la detención de Muammar Gaddafi como presunto responsable de un atentado terrorista contra un avión en 1989, porque "el hábito internacional se opone a que los jefes de Estado en activo puedan [...] ser citados por la justicia ante la jurisdicción penal de un Estado extranjero", pero la parte omitida entre los corchetes —hemos visto la frase citada así en la prensa francesa— dice textualmente: "...si no hay disposiciones internacionales contrarias, vinculantes para las partes afectadas". En otras palabras, si no hay una orden de arresto de la CPI. Y además, si se trataba de aquel hábito ¿a qué viene meter a "otros ministros"? ¿Tendrá ahora inmunidad todo cargo público israelí?
Israel, viene a decir el Ministerio francés, es intocable. Aún podría haberse callado, rezando en silencio para que a Netanyahu no se le ocurra tomar un avión a París. Pero no; ha optado por alinearse públicamente con quienes intentan dinamitar la UE desde dentro, con la ultraderecha que simpatiza con Putin, encabezada en Bruselas por Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría. Que fue el primero que hizo gala de su desacato: "Hoy quiero invitar a Netanyahu a Hungría y le garantizo que si viene, la orden de la CPI no tendrá efecto". Claridad meridiana, lo del respeto a la separación de poderes, es decir la democracia, no va con nosotros. Yo garantizo.
¿Y si Netanyahu hace caso?
Cuando Putin desembarcó sobre la alfombra roja en Ulan Bator el 2 de septiembre pasado, todo el mundo supo que era un corte de mangas al CPI: Mongolia es miembro del Estatuto de Roma. Un poco cobarde era, eso sí, lanzar el pulso desde un país rodeado por Rusia y China, sin espacio aéreo ni para extraditar a un detenido. Con Sudáfrica, en verano de 2023, Putin no se atrevió.
Pero ¿y si Netanyahu tiene más testosterona? ¿Si realmente se planta en Budapest? ¿Y si de ahí coge un avión a París y, ya que estamos, otro a Roma? Fue Matteo Salvini, aquel Salvini ultraderechista de la Liga Norte, hoy vice primer ministro italiano, quien dijo, el mismo día que Orbán, que Netanyahu sería "bienvenido" en Italia. Aunque más le valdría no arriesgarse: el ministro de Defensa, Guido Crosetto, dijo que habría que arrestarlo, en virtud de la ley. El de Exteriores, Antonio Tajani, echaba balones en todas las direcciones. La jefa, Giorgia Meloni, no ha abierto la boca, pero en los últimos meses, Italia ha hecho suficientes gestos hacia Palestina — retomando la financiación de la UNRWA y declarando la suspensión de la venta de armas— como para ir con cautela.
Sorprende que no haya mencionado Alemania hasta ahora, ¿verdad? Era el primer país del que esperaba un rechazo público de la orden de la CPI, en virtud de su condición de eterno culpable del holocausto. La imagen de un policía germano colocándole las esposas a Benjamin Netanyahu en el aeropuerto de Berlín es simplemente inimaginable. No puede ocurrir en un país en el que nadie se atrevería a reproducir las columnas de la propia prensa israelí por miedo a una acusación penal de "antisemitismo"... bajo el argumento de que "proteger a Israel es parte de la razón del Estado alemán", como lo formuló el diario Frankfurter Allgemeine.
Y sin embargo, Alemania ha anunciado, tras días de dudas, que sí ejecutará la orden de arresto. "El Gobierno federal cumple con la ley y la justicia, porque nadie está por encima de la ley", dijo la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, en la cumbre del G-7 en Italia. "Se respeta la independencia de la Justicia". Es el legado de dos siglos del Estado de Prusia, que marcó de forma indeleble Alemania, en lo bueno y en lo malo, la supremacía absoluta de la ley que garantiza la libertad de la ciudadanía frente a todo poder autócrata. Una mentalidad reflejada en la leyenda (totalmente apócrifa, pero eso no importa) de Federico II, fundador de aquel Estado, y el molinero, que ante la amenaza del rey de confiscarle el molino amenaza al rey con llevarlo a los tribunales.
Es esta supremacía de la ley, más allá de cualquier rango, religión o color, que tras la autocracia ideológica-tribal de Hitler, Alemania no solo quiso recuperar sino convertir en fundamento de una alianza supranacional: la comunidad europea. Mano a mano con Francia, eterno hermano enemigo y modelo luminoso para la Ilustración. Un polo en el mundo frente a quienes proclaman normas divinas, castas, razas o sangre, azul o blanca, como fundamento de la sociedad. Que sea precisamente Francia quien haya roto el consenso, duele. No lo imaginaba. Pero confirma lo que me dijo la gran reportera francesa Kenizé Mourad, homenajeada como novelista superventas hasta el día que escribió un libro de reportajes sobre Palestina. A partir de ahí fue el boicot total. Francia está sujeta, tanto como Alemania, a la ley del silencio.
"La orden de la CPI no está abierta a debate, simplemente se cumple"
No es toda Francia. La presidenta del Parlamento francés, Yaël Braun-Pivet — nieta de judíos que escaparon a la persecución nazi — ha pedido "la estricta aplicación de la ley". "Una vez que Francia ha firmado el Estatuto de Roma y reconoce la CPI, debe aplicar las reglas que se derivan de ahí, no hay motivo para infringirlas", dijo a la prensa. Ella pertenece al mismo partido que el presidente, Emmanuel Macron, y fue ministra. En su bando están Países Bajos, Bélgica, Irlanda, Suecia, Noruega, por supuesto España, pero también Reino Unido, cuyo ministro de Exteriores, David Lammy, dijo que se seguiría reuniendo con Netanyahu, pero que la orden de la CPI no está abierta a debate, subrayó, simplemente se cumple.
Así luchan las dos Europas: la que mantiene, contra viento y marea, la supremacía de una ley una vez adoptada y la que se adhiere al tribalismo de sangre. Una Europa que defiende la Unión y otra que quiere derrocarla en nombre de soberanías autócratas e invoca la defensa de la raza blanca judeocristiana dotada de plenos poderes divinos para decidir sobre la existencia o desaparición de pueblos del extrarradio como el palestino.
No es casualidad que los mayores defensores de Israel y sus políticas son los partidos europeos de ultraderecha, neonazis incluidos, desde Geert Wilders a Abascal, aparte de Salvini, Orban, el partido de la ultraderecha austríaca FPÖ, y por supuesto la AfD alemana, con todo su tuvo de herederos de Hitler. Fue un eurodiputado de la AfD quien colocó en un cartel en Twitter al hijo mayor de Bibi, Yair Netanyahu, como máximo defensor de sus ideales. Por estas palabras suyas: "La UE es un enemigo de Israel y un enemigo de todos los cristianos europeos. La zona Schengen está muerta, y pronto, vuestra malvada organización globalista también estará muerta y Europa volverá a ser libre, democrática y cristiana". Y fascista, cabría añadir.
Si Netanyahu llega a Budapest, París o Roma puede provocar una guerra civil entre las dos Europas. Políticos, funcionarios, magistrados, fiscales y quizás hasta los policías que reciben la orden deben decidir a qué bando se adhieren. Visto la aparente necesidad de algunos de proclamar de forma preventiva su desacato a la ley, no será un espectáculo edificante. Pero Europa no tiene más opción que afrontar este dilema: volver a ser la Europa de Voltaire, Montesquieu y Bismarck, o tirarse por los acantilados de la Historia y volver a la selva del tribalismo ario judeocristiano.
Quizás a Europa solo la salve una amenaza común. No, no hablo de Rusia. Hablo de Estados Unidos. Varios senadores republicanos, entre ellos el futuro líder de la mayoría del Senado, John Tune, ya han pedido acelerar la firma definitiva de una ley, aprobada en la Cámara Baja en junio pasado — con el apoyo de 42 diputados demócratas, aparte de los republicanos — que impone restricciones de viaje y financieros a empleados de la CPI que colaboren con un juicio contra ciudadanos "o aliados" de Estados Unidos. (Esto es lo que yo llamo tribalismo: convertir el concepto de alianza en elemento jurídico oficial). El influyente senador Lindsey Graham pidió sanciones a medio mundo. "Canadá, Inglaterra, Alemania Francia, os digo: si intentáis ayudar a la CPI, os vamos a sancionar". Y su colega Tom Cotton no se anduvo con chiquitas, "ay de quien intente cumplir con esas órdenes de arresto de forajidos. Os lo voy a recordar amablemente: si la ley estadounidense se llama Ley de invasión de La Haya es por algo".
Sí. Exactamente así es como se conoce popularmente la ley que el presidente George W. Bush firmó en 2002 y que autoriza a Estados Unidos utilizar la fuerza militar para rescatar de las garras de la CPI a todo ciudadano estadounidense y a todo ciudadano de un país aliado.
Quizás Netanyahu, si le sobra testosterona, una vez que esté Trump en la Casa Blanca, no tome un avión a Budapest. Eso es de cobardes. Ni a París. Sino a Madrid. Ahí puede estar seguro de conseguir una foto esposado ante un furgón policial (ya se sabe que España es antisemita desde los Reyes Católicos). Y acto seguido despegarán los cazas estadounidenses de Morón de la Frontera, lanzarán unas bombas sobre los juzgados en Plaza de Castilla, un equipo de marines paracaidistas aterrizará en la Castellana y Netanyahu será conducido sano y salvo a la Casa Blanca. Y Europa ofrecerá su capitulación incondicional.
O quizás despierte. Quizás Francia tenga un ataque de orgullo nacional y recuerde que la Fraternité no se basa en la sangre, que Egalité no significa "Me da igual" y la Liberté no es la de los dictadores tribales. Falta le hace.
"Queda usted detenido, señor Netanyahu". Hay mucha gente, tanto dentro de Israel como fuera, que sueñan con oír esta frase, con ver a Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, el rey Bibi, con más años en el poder ya que unos cuantos monarcas árabes, esposado y sentado en el banquillo. Es dudoso que ocurra; y si ocurre, nadie sabe qué se puede llevar por delante. ¿Europa entera?
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