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La maldición irlandesa es su gran problema de vivienda: tanto dinero para tan pocos pisos
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La crisis de la vivienda marca las elecciones

La maldición irlandesa es su gran problema de vivienda: tanto dinero para tan pocos pisos

La crisis de la vivienda marca las elecciones generales de este viernes. Las personas sin hogar alcanzan ya un récord de 14.429. Y un tercio de la población se está planteando mudarse a otro país

Foto: Solicitantes de asilo duermen en tiendas de campaña en Dublin. (Getty)
Solicitantes de asilo duermen en tiendas de campaña en Dublin. (Getty)
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Todo comenzó de manera bastante misteriosa aquel septiembre de 1845. Las hojas de las plantas de la patata se volvieron negras y rizadas y, a continuación, se pudrieron. El pueblo se quedó sin cosechas, sin sustento económico y sin el único alimento asequible en sus dietas. Miles de familias se encontraron sin casa al no poder pagar el alquiler y, a fin de evitar la muerte en la calle, muchos optaron por emigrar. La 'Gran Hambruna de Irlanda' del siglo XIX fue tan brutal que la población del país se redujo a la mitad.

Ahora no existe ningún hongo extendiéndose a toda velocidad por los cultivos. Pero el número de desalojos (uno de cada diez en alquiler) supera a la cifra alcanzada durante el apogeo del llamado "holocausto irlandés". Las personas sin hogar alcanzan ya un récord de 14.429. Y un tercio de la población se está planteando mudarse a otro país.

Lo paradójico es que detrás de todo no hay un país en quiebra. En realidad, el gobierno de Dublín tiene tanto dinero en efectivo que no sabe muy bien qué hacer con él. Especialmente desde septiembre, cuando el Tribunal de Justicia Europeo dictaminó que Apple tendrá que entregar 13.000 millones de euros al fisco, junto con más de 1.000 millones de euros en intereses, una cantidad equivalente al 4,8% del ingreso nacional anual del país. Para sorpresa de otros gobiernos con problemas de liquidez, las autoridades irlandesas se pusieron del lado de la multinacional estadounidense argumentando que no había hecho nada malo.

¿Qué está pasando en el Tigre Celta? ¿Se puede hablar de riqueza de un país cuando sus ciudadanos no tienen dónde vivir, donde uno de cada tres asegura tener dificultades para llegar a fin de mes, donde el número de niños sin hogar alcanza un récord 4.170?

Foto: Imanes con eslóganes del Sinn Fein y la reunificación de Irlanda (Clodagh Kilcoyne)

La crisis de la vivienda, que en Irlanda llegó antes y más fuerte que al resto de países europeos, marca las elecciones generales que se celebran este viernes en la república después de que el Taoiseach, Simon Harris, del Fine Gael, adelantara la cita con las urnas aprovechando el peor momento de su rival Sinn Féin. En los últimos comicios de 2020, los nacionalistas irlandeses —el que fuera brazo político del ya extinto IRA— hicieron historia al conseguir la mayor cantidad de votos de primera preferencia, rompiendo así con el bipartidismo del último siglo dominado por el Fine Gael y el Fianna Fáil.

Declararon la victoria a pesar de que los partidos más grandes se negaron a negociar una coalición e insistieron en que, la próxima vez, su líder, Mary Lou McDonald, se convertiría en la primera mujer en ponerse a cargo del Ejecutivo. Sin embargo, ahora hay pocas o ninguna expectativa de que logren repetir la hazaña. Los resultados decepcionantes en las locales y europeas del pasado verano ya daban algunas pistas, y eso que aún no había llegado la cadena de escándalos con, entre otros, supuestos casos de censura y pedofilia.

La clave, la vivienda

Hace cuatro años, el Sinn Fein supo canalizar el descontento del electorado, sobre todo de los jóvenes, atraídos por su amplio programa de vivienda pública, en un país donde los precios de las casas son, en promedio, casi ocho veces el salario medio nacional (entre 45.000 y 50.000 euros). En Dublín, son más de diez veces el salario medio. En los años 2012 a 2022, los salarios aumentaron un 27%, en comparación con un aumento del 75% en los precios de las propiedades residenciales y un aumento del 90% en los alquileres.

Pero las dificultades derivadas en los últimos meses para albergar en un país de apenas 5,4 millones de personas a inmigrantes y solicitantes de asilo (entre ellos más de 100.000 ucranianos y otros miles que huyen de los conflictos en Oriente Medio y África) han dado ahora empuje a una naciente, pero envalentonada extrema derecha, que también habla de crisis de vivienda. El ataque con arma blanca a unos niños a las puertas de una escuela de Dublín a manos de un hombre de origen argelino desencadenó a finales de 2023 los peores disturbios que la República haya visto en décadas.

Se ha "priorizado la vivienda como mercancía por encima de la necesidad de un hogar"

Rory Hearne —profesor de política social en la Universidad de Maynooth y autor de Gaffs: Why no one can get a house and what we can do about it (Chozas: por qué nadie puede conseguir una casa y qué podemos hacer al respecto)— explica que la escasez de viviendas asequibles no ha sido causada por un aumento en el número de inmigrantes, sino por 30 años de fracasos en las políticas donde se ha “priorizado el valor de la vivienda como mercancía por encima de la necesidad básica de un hogar”.

El Tigre Celta solía tener una de las tasas más altas de propiedad de vivienda en la UE. Pero a pesar del pleno empleo y el crecimiento económico récord en los últimos años, solo el 66% de las casas están ahora ocupadas por sus propietarios, en comparación con el 79% en 1991. La propiedad de la vivienda se ha desplomado especialmente entre las generaciones más jóvenes y los grupos de ingresos más bajos. A día de hoy, menos de un tercio de las personas de 30 años son propietarios.

Por su parte, desde 2015 hasta finales de 2023, los alquileres aumentaron un 13% en toda la zona del euro, pero en Irlanda lo hicieron un 60%. El alquiler medio en Dublín es ahora de 2.128 euros al mes. La cifra no es apta para todos. Pero los caseros se frotan las manos con las condiciones de los empleados de Google y otras multinacionales estadounidenses que canalizan sus ganancias globales a través de sus sedes en Dublín, donde hasta este año han contado con un más que atractivo impuesto de sociedades de un 12,5%.

Expulsados para aumentar el precio del alquiler

Los nuevos desalojados no son expulsados por solicitantes de asilo, sino por propietarios que buscan aumentar los alquileres de los nuevos inquilinos o convertir las propiedades en Airbnb. En Irlanda, hay 14 veces más propiedades anunciadas en Airbnb que las que se anuncian para alquilar a largo plazo.

Foto: Celebración del 100 aniversario del 'Ulises' de James Joyce en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)

La República es desde hace tiempo una extraña criatura objeto de análisis. Su crecimiento económico ni siquiera se detuvo durante la pandemia. Mientras el resto de economías se hundía, la irlandesa creció un 6,2%. A día de hoy, su desempeño sigue siendo excepcionalmente bueno. Se espera que la economía crezca un 4,9% este año y un 2,7% en 2025. El desempleo es de solo el 4,3%. La inflación ha caído por debajo del 2%. Pero si al mismo tiempo sus ciudadanos no tienen dónde vivir, está claro que el “milagro irlandés” tiene una importante letra pequeña.

Según apunta Hearne, la crisis actual tiene raíces profundas. A partir de los años 80, los gobiernos irlandeses, como el vecino Reino Unido de Margaret Thatcher, comenzaron a alejarse de la construcción de viviendas sociales. La república ya tenía una política de larga data de apoyo a la compra por parte de los inquilinos mediante préstamos, pero la vivienda pública se vendió a gran escala y las comunidades de pisos sociales restantes fueron progresivamente más estigmatizadas. Dos tercios de las viviendas sociales construidas en Irlanda desde los años 30 han sido vendidas por el Estado a propietarios privados.

Las autoridades locales se vieron aún más debilitadas durante los años de auge del Tigre Celta de mediados de los años 90 a 2007, ya que la vivienda social se subcontrató a promotores privados y planes de alquiler privados. “Pero, en lugar de transformar el modelo inmobiliario después del colapso de 2008, la política adoptada para lograr la “recuperación” económica incluyó impulsar los precios de las propiedades para que el valor de los activos inmobiliarios mantenidos en los balances de los bancos volviera a subir, volviendo a los bancos solventes y recuperando las inversiones de los promotores”, apunta el experto.

Foto: Grúas de construcción en el edificio Mill, en el centro de Manchester. (Reuters)

Los sucesivos gobiernos utilizaron la austeridad posterior a la crisis para desmantelar por completo la capacidad de las autoridades locales para suministrar viviendas sociales. En 2007, las autoridades locales construyeron alrededor de 6.000 viviendas; en 2014, solo 102.

Mientras tanto, la agencia estatal creada en 2009 para hacerse cargo de los préstamos inmobiliarios “malos” de los bancos, vendió enormes cantidades de terrenos y apartamentos con importantes descuentos a fondos inmobiliarios globales e incluso se desarrollaron planes de vivienda social para ellos.

Una comisión creada por el gobierno señala que Irlanda tiene a día de hoy un “déficit de vivienda” de hasta 256.000 hogares. Eoin O’Malley, profesor asociado de ciencias políticas en la Dublin City University, aseguraba a AP que la presión del costo de vida significa que las personas de entre 20 y 30 años están “hablando de emigrar, a pesar de que hay muchos trabajos en Irlanda”. “La gente siente que no puede establecerse, así que se va al extranjero para impulsar su carrera”, dijo. “Por eso existe el temor entre los padres de clase media de que ‘Mis hijos nunca volverán’”.

Pero no son solo los jóvenes. Carole York tiene 73 años y ha librado una batalla de cinco años para evitar ser desalojada de la casa rural cerca de Waterford, a 160 kilómetros al sur de Dublín, que ha convertido en un santuario para ponis rescatados. Ella dice que el propietario la animó y le prometió un alquiler a largo plazo, pero luego decidió que quería que se fuera para poder vender.

Foto: Tiendas de campaña frente a un centro comercial en Londres. (EFE/Andy Rain)

En definitiva, Irlanda ha pasado rápidamente de ser un país de granjeros a atraer a las mayores empresas tecnológicas, farmacéuticas y de Retail del mundo. Alrededor del 20% de la población ha nacido fuera del país y 120.000 extranjeros se mudaron a la república en los doce meses previos a abril, la mayor cifra desde 2007.

“Se convirtió en un nuevo rico, pero con infraestructuras y población que no han sabido adaptarse al nuevo paradigma económico”, explica José Ferro, un español afincado desde hace años en Irlanda. Esto ha hecho que la sociedad irlandesa, pese a su historia de inmigración, “se haya ido radicalizando”. “Muchos culpan a los inmigrantes de ser los responsables, cuando el propio gobierno ha reconocido la crisis, pero no se perciben cambios a mejor, sólo más oficinas, hoteles y residencias”, señala.

Un comité parlamentario irlandés advertía ya el año pasado que la crisis de la vivienda era un “catalizador” del sentimiento antiinmigrante. “Crea una impresión de escasez de recursos y competencia por los servicios, lo que obstaculiza la integración y alimenta las narrativas racistas y de extrema derecha y una mentalidad de ‘nosotros y ellos’”, concluyó.

Foto: Un cartel da la bienvenida a los conductores a Belfast Harbour Estate en Belfast. (EFE/Liam Mcburney)

En casi tres años, el número de solicitantes de asilo se ha más que cuadruplicado, pasando de 7.244 a 32.649 personas. La gran mayoría han sido alojados en hoteles, antiguas escuelas o apartamentos. Pero, ante la escasez de viviendas, casi 1.000 vive a día de hoy en tiendas de campaña con poco equipamiento para el duro invierno.

Una campaña marcada por la vivienda

La vivienda es constantemente el tema de mayor preocupación para el público irlandés. Según la última encuesta del Eurobarómetro, el 61% de los irlandeses citó esta cuestión como uno de los dos problemas más importantes a los que se enfrenta el país frente a una media del 10% del resto en la UE. No extraña, por tanto, que marque las elecciones que se celebran este viernes, donde están en juego los 174 escaños del Dáil, la cámara baja del parlamento.

Las encuestas de opinión sugieren que el apoyo de los votantes está dividido en cinco grupos más o menos iguales: para Fine Gael, Fianna Fail, Sinn Fein, varios partidos más pequeños y una variedad de independientes que van desde la izquierda hasta la extrema derecha.

Foto: Una rotesta contra la política migratoria del gobierno en Dublin, Irlanda. (Reuters/Damien Eagers)

Los principales partidos están tratando de calmar el descontento, prometiendo planes para controlar la inmigración y construir muchas más casas. En la campaña se habla poco de la amenaza que representa el presidente electo Donald Trump, amante de los aranceles, para el modelo económico de Irlanda, aunque el primer ministro, Simon Harris, ha dicho que su partido Fine Gael “está reservando una cantidad muy significativa en fondos futuros para proteger a nuestro país de cualquier shock económico”.

Aunque Harris aspira a permanecer como 'Taoiseach' y ganar los suficientes votos para no tener que depender de gobernar en coalición, es el Fianna Fail, liderado por el viceprimer ministro Micheál Martin, el que tiene ventaja en la mayoría de las encuestas. Martin reconoce que “hay necesidad de nuevas políticas”, pero no nuevos partidos de gobierno.

Por su parte, el Sinn Fein —cuyo objetivo histórico es un referéndum de reunificación de la isla— ha visto cómo en los últimos meses su popularidad se ha desplomado, debido en parte a una desconexión con sus votantes de clase trabajadora sobre la inmigración.

Todo comenzó de manera bastante misteriosa aquel septiembre de 1845. Las hojas de las plantas de la patata se volvieron negras y rizadas y, a continuación, se pudrieron. El pueblo se quedó sin cosechas, sin sustento económico y sin el único alimento asequible en sus dietas. Miles de familias se encontraron sin casa al no poder pagar el alquiler y, a fin de evitar la muerte en la calle, muchos optaron por emigrar. La 'Gran Hambruna de Irlanda' del siglo XIX fue tan brutal que la población del país se redujo a la mitad.

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