Llegará un momento en el que no llames Tíbet al Tíbet... Y la razón es más geopolítica de lo que crees
Dos importantes museos parisinos han sido acusados de quitar el nombre Tíbet de sus diversas exhibiciones para no molestar a Pekín, sustituyéndolo por "mundo del Himalaya"
El mundo cultural francés se vio sacudido este otoño por otra polémica relacionada con China. Dos importantes museos parisinos, el Quai-Branly-Jacques-Chirac y el Guimet, ambos especializados en arte asiático o de otros continentes, han sido acusados de quitar el nombre "Tíbet" de sus diversas exhibiciones para no molestar a Pekín, sustituyéndolo en un caso por “mundo del Himalaya”, y en el otro por “Xizang”.
De los dos, es el segundo el que ha causado más malestar entre la comunidad tibetana de Francia, que ha convocado repetidas protestas frente al museo Guimet, puesto que este es el nuevo término que el Partido Comunista chino está tratando de imponer al mundo. Como si borrando el nombre se pudiese hacer desaparecer el problema del Tíbet.
Los museos se plegaban así a los deseos del gobierno chino, que desde hace alrededor de un año está llevando a cabo una intensa campaña para imponer una nueva serie de nombres oficiales asignados por Pekín, no solo al Tíbet, sino también a la cultura de otras regiones como Mongolia Interior. Una iniciativa que, según los críticos, es un intento poco disimulado de homogeneizar China erosionando la identidad de las minorías. El caso ha provocado tal escándalo que estas instituciones francesas han dado marcha atrás de forma parcial y se han pronunciado públicamente para asegurar que la palabra “Tíbet” seguirá presente en los rótulos de las exposiciones.
En noviembre de 2023, el departamento de propaganda del Consejo del Estado de China, la principal institución gubernamental, publicó un ‘libro blanco’ titulado La gobernanza de Xizang en la nueva era. Desde entonces todos los medios y organismos oficiales chinos, como la agencia Xinhua y el Ministerio de Exteriores, se refieren única y exclusivamente al Tíbet bajo esta nueva denominación, que significa “Tesoro del Oeste” en mandarín. Aunque el término “tibetano” se mantiene como gentilicio y para referencias geográficas como la “meseta tibetana”, la región administrativa es ahora mencionada solamente como Región Autónoma de Xizang.
“El gobierno chino estaba desesperado por propagar 'Xizang' para crear un Tíbet de características chinas desconocido para el mundo”, declaró Tenzin Lekshay, portavoz del gobierno tibetano en el exilio, a la revista Newsweek, cuando empezó a aplicarse la medida. “Esta vez, el gobierno chino está siendo riguroso al cambiar el nombre en todos los registros y comunicaciones oficiales, lo que está estrictamente diseñado para cumplir su ambición política de legitimar sus reclamaciones sobre el Tíbet dividiéndolo y aniquilándolo”, añadió.
La medida recuerda a la imposición, desde los primeros años del establecimiento de la República Popular de China, del término ‘Xinjiang’ (literalmente, “Nueva Frontera”) para referirse a la región de población mayoritariamente uigur y confesión musulmana fronteriza con Asia Central, frente a su nombre original de ‘Dogu Turkestan’ o Turkestán Oriental. Hoy casi nadie, ni siquiera los defensores de los derechos de la minoría uigur, cuestiona esta denominación oficial china.
Un “error” en la Constitución
China es un país multiétnico. Alrededor del 92% pertenece a la mayoría han, y el porcentaje restante a otros 55 grupos étnicos diferentes etiquetados oficialmente como minorías. El artículo 4 de la Constitución china garantiza a estas “la libertad de usar y desarrollar su propio lenguaje hablado y escrito”, una medida introducida en los primeros años del régimen de Mao Tse-tung para apaciguar a estas poblaciones y sumarlas a la causa comunista. Pero con el paso de los años, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha llegado a la conclusión de que esas libertades son un error, y que al menos algunas de esas minorías son susceptibles de convertirse en caballos de troya de los enemigos de Pekín interesados en promover el secesionismo. Así, muchos opositores y adversarios de China señalan que los cambios de nombre van en línea con otras políticas específicas para diluir progresivamente la cultura de las minorías étnicas del país.
Por ejemplo, en febrero de 2023 la Oficina de Derechos Humanos de la ONU publicó un informe en el que se detallaba que la amplia mayoría de los niños tibetanos son obligados a estudiar en internados (en el resto del país, el porcentaje baja al 20%) donde solo se enseña en mandarín y el currículum promueve la cultura de la mayoría han. “Como resultado, los niños tibetanos están perdiendo su facilidad con su lengua nativa y la capacidad de comunicarse fácilmente con sus padres y abuelos en lengua tibetana, lo que contribuye a su asimilación y a la erosión de su identidad”, dice el informe. En agosto de ese año, EEUU impuso restricciones de viaje a varios funcionarios chinos presuntamente responsables de estas prácticas.
China defiende el cambio de nombre como si se tratase de una mera reforma administrativa pendiente desde hace décadas. Por ejemplo, Xu Zeyu, corresponsal de Xinhua, escribió recientemente en su blog que “’Xizang’ debía ser adoptado desde 1979 como parte de una corrección general de nombres que no se dirigía específicamente a esta región mesetaria”, y que también incluía cambios como ‘Suzhou’ en lugar de ‘Soochow’, ‘Fujian’ para reemplazar ‘Fukien’, ‘Xinjiang’ por el antiguo ‘Sinkiang’ y ‘Beijing’ por el hasta entonces internacional ‘Peking’. “El ‘cambio’ que ha tenido lugar recientemente es esencialmente la continuación de la reforma de hace 45 años”, asegura Xu.
Pero este argumento flojea si tenemos en cuenta que medidas similares se están aplicando también en la Región Autónoma de Mongolia Interior. Desde julio de 2023, las autoridades chinas han empezado a referirse a la minoría mongola como ‘bei jiang wenhua’ o ‘cultura de la frontera del norte’, en un esfuerzo que muchos observadores consideran un intento de eliminar la identidad de este grupo étnico. Museos, páginas web oficiales e incluso la Academia de Ciencias Sociales de Mongolia Oriental han desterrado el gentilicio ‘mongol’ de sus textos. (De forma similar, recientemente el gobierno chino también ha dejado de utilizar el vocablo ‘uigur’ para pasar a denominar a esta minoría como “la gente de Xinjiang”).
La “amenaza” de una identidad étnica fuerte
Esto se suma a otras medidas, como la imposición obligatoria del mandarín en las escuelas y el reemplazo de libros de texto sobre historia y política en mongol por otros en chino. “Objetivamente hablando, en las regiones centrales y occidentales, incluyendo nuestra Región Autónoma de Mongolia Interior, todavía hay muchos jóvenes, personas de mediana edad y pastores que no pueden usar el mandarín para la comunicación básica. Xinjiang y el Tíbet han usado textos nacionales desde 2017 y 2018, respectivamente. Por lo tanto, el uso de materiales de enseñanza recopilados para las tres materias es un despliegue nacional unificado del Estado, no un requerimiento especial para Mongolia Interior”, señaló el departamento de educación de la región en una nota a los padres en la que explicaba este cambio. Ahora mismo, los estudiantes solo tienen una hora de clase a la semana en lengua mongola.
"La intención es disminuir la visibilidad de las minorías culturales"
“La agenda del PCCh de renombrar lugares entra dentro de una estrategia más amplia de borrado de las identidades locales étnicas y culturales que desafían la narrativa de una China unificada y centralizada bajo su gobierno. Al renombrar lugares, sitios de referencia e incluso elementos culturales ligados a diferentes grupos étnicos, como en Tíbet, Xinjiang y Mongolia Interior, el PCCh busca reescribir la historia y asentar una identidad china específica”, explica David Gardáš, sinólogo y analista del Proyecto Sinopsis, con sede en Praga, que estudia la China contemporánea. “Este esfuerzo se enmarca en el contexto de la promoción de la unidad nacional y el asegurar la estabilidad social, a menudo bajo el disfraz de la modernización o el desarrollo. La intención es disminuir la visibilidad de las minorías culturales, haciéndolas más fácilmente integrables en el marco nacional dominado por los han”, dice a El Confidencial.
En el mismo sentido se expresa un reciente artículo del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI): “Bajo el líder chino Xi Jinping, el partido ha equiparado cada vez más la cultura y el lenguaje del grupo étnico dominante han (…) con ser un miembro leal de la ‘nación china’ (‘Zhonghua minzu). Ha promovido agresivamente políticas asimilacionistas a través del país, especialmente en las regiones nominalmente autónomas como Xinjiang y el Tíbet, donde el partido ve una identidad étnica fuerte como una amenaza a su gobierno”, escriben los autores del documento.
Nombres chinos para reclamar la soberanía
Gardáš señala otros ejemplos sobre la utilización política de estas tácticas por parte del PCCh, como el cambio de nombres de quince lugares y accidentes geográficos en Zangnan, un área que China — que no reconoce la llamada Línea McMahon que marca la frontera desde 1914 — le disputa a la India en Arunachal Pradesh. “La India ha reaccionado fuertemente a los cambios de nombre de China, declarando que el estado es una parte integral del territorio indio y China no tiene derecho a renombrar lugares”, comenta. Pekín también ha recurrido a esta táctica en el Mar del Sur de China, dando nombres chinos a 80 islas y arrecifes, en muchos casos sumergidos, pese a carecer de soberanía reconocida internacionalmente sobre aquellas áreas.
También lo ha hecho en el mar del Sur de China, dando nombres chinos a 80 islas y arrecifes, aunque no tengan soberanía internacional
Toda esta situación no sería tan grave si no viniese acompañada de serias violaciones de derechos humanos. En Mongolia Interior, por ejemplo, los críticos de las reformas han sido calificados de “separatistas” y en algunos casos detenidos por causar “pánico social”. Activistas mongoles, tibetanos o uigures han sido extraditados o secuestrados desde países como Mongolia, Turquía o Tailandia, o duramente reprimidos dentro de las propias fronteras de la RPC.
“A la vista de las desastrosas políticas étnicas implementadas sobre todo en los últimos años, es comprensible que muchos uigures todavía prefieran el antiguo nombre de Turkestán Oriental. Y es también comprensible por qué los tibetanos rechazarían igualmente los esfuerzos chinos para renombrar su país”, dice Gardáš. “Por lo tanto, es decisión de los periodistas, comentaristas y políticos extranjeros y otros grupos relevantes si prestarse a este juego lingüístico chino”, añade.
El mundo cultural francés se vio sacudido este otoño por otra polémica relacionada con China. Dos importantes museos parisinos, el Quai-Branly-Jacques-Chirac y el Guimet, ambos especializados en arte asiático o de otros continentes, han sido acusados de quitar el nombre "Tíbet" de sus diversas exhibiciones para no molestar a Pekín, sustituyéndolo en un caso por “mundo del Himalaya”, y en el otro por “Xizang”.
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