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Una Eurocámara en estado de paranoia vota a la nueva Comisión Europea
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División, traiciones reales e imaginarias

Una Eurocámara en estado de paranoia vota a la nueva Comisión Europea

Von der Leyen presenta este miércoles su nuevo equipo y confía en obtener una mayoría clara de una Eurocámara en la que reina la desconfianza y la división

Foto: Sesión del parlamento europeo en Estrasburgo. (EFE/Ronald Wittek)
Sesión del parlamento europeo en Estrasburgo. (EFE/Ronald Wittek)

La política comunitaria era aburrida. Era. Algunos, estos días, suspiran por esos días en los que los debates en la Eurocámara eran aburridos, técnicos, pesados. Esos viejos buenos tiempos en los que se hablaba de políticas, policy, no de política, politics. Pero ese mundo ya no existe, al menos por ahora. Cuando este miércoles el Pleno del Parlamento Europeo vote al nuevo colegio de comisarios, el equipo de la presidenta Ursula von der Leyen para los próximos cinco años, lo va a hacer en un ambiente de división, de crispación, enfado y una desconfianza que roza la paranoia.

Grupos divididos, traiciones reales e imaginarias y cruce de acusaciones, esos son los ingredientes de una votación en la que Von der Leyen no debería tener problemas para obtener la mayoría simple que requiere para que el próximo 1 de diciembre haya una nueva Comisión Europea. Ya en julio la alemana obtuvo una mayoría relativamente holgada de 401 votos a favor. El objetivo para ella y para su equipo es evitar quedar por debajo de esa cifra, porque habitualmente esta votación, una vez ella fue elegida hace unos meses, debería ser un trámite, pero lo cierto es que tampoco tiene demasiadas garantías de conseguirlo.

Todo se ha roto a partir de la 'crisis Ribera', un auténtico terremoto. Empezó cuando el pasado 12 de noviembre el grupo del Partido Popular Europeo (PPE), instigado por la delegación española, decidió retrasar la evaluación de Teresa Ribera como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, lo que provocó un efecto dominó que acabó con los socialdemócratas europeos (S&D) tomando a Raffaele Fitto, candidato a vicepresidente ejecutivo de Cohesión y Reformas, como rehén. La crisis, que duró 8 días, ha provocado profundas divisiones en la Eurocámara y, en algunas ocasiones, dentro de los grupos.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen. (EFE/André Coelho)

Manfred Weber, líder del PPE, ha forzado hasta el final y ha comprobado si las costuras de la conocida como “mayoría Von der Leyen” aguantan a sus flirteos con lo que se conoce ahora como la “mayoría Venezuela” o la “mayoría alternativa”, es decir, la suma del PPE con los ultraconservadores de los Conservadores y Reformistas (ECR) y la extrema derecha de Patriotas por Europa (PfE) y los Soberanistas (ESN). Y aguantan, por lo pronto. Todo el mundo está dispuesto a ceder y a jugar.

La crisis se solucionó porque se tenía que solucionar. Pero requirió de la intervención al más alto nivel, por encima de Weber y de Iratxe García, presidenta de S&D en la Eurocámara. Había demasiado que perder. Todos los Gobiernos, incluso los que no tienen simpatía por Von der Leyen o incluso los que tienen simpatía por Weber y forman parte del PPE, tenían algo que perder. Nadie, salvo el político democristiano, ganaba en caso de que no se resolviera la ‘crisis Ribera’ y el inicio de la Comisión se retrasaba un mes.

Weber firmó un documento con García y con la líder de los liberales de Renew Europe, la francesa Valérie Hayer, pero fue más una salida honrosa que un acuerdo de legislatura. El pequeño precio a pagar a cambio de una demostración de fuerza que deja claro que todos saben que el PPE sigue teniendo la opción de girar hacia su mayoría alternativa siempre que quiera, y se asume que va a usar esa posibilidad cada vez más. Los socialdemócratas, a cambio, tuvieron que aceptar a Fitto, el candidato del Gobierno ultraconservador de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, sin rechistar. Ya se asumía que S&D daría su visto bueno a Fitto, pero los días de la “crisis Ribera” provocaron que la cúpula socialdemócrata jugara con la idea de que no aceptarían que él fuera vicepresidente ejecutivo.

Foto: Teresa Ribera comparece en el Senado para abordar la gestión de la DANA. (Europa Press/Jesús Hellín)

La crisis ha dejado secuelas. S&D está dividido, con algunos sectores criticando abiertamente la estrategia negociadora de los últimos días. El PPE votará de manera muy mayoritaria a favor, pero la delegación española, muy importante, votará en contra como muestra de protesta a que Ribera vaya a obtener una vicepresidencia ejecutiva. Los Verdes, que fueron fundamentales para que Von der Leyen saliera aprobada en julio, se dividirán por la mitad, y las malas lenguas apuntan a que el hecho de que la actual presidenta de la Comisión Europea haya dado un cargo de asesor al antiguo co-líder de los ecologistas ha sido el bajo precio a pagar por el apoyo de la mitad del grupo. También habrá división en ECR y, en menor medida, en Renew Europe.

Como ya quedó demostrado durante los ocho días de la 'crisis Ribera', Von der Leyen no tiene una mayoría clara. PPE y S&D desconfían abiertamente entre ellos y sectores importantes de los democristianos consideran que lo lógico es que el partido gire cada vez más hacia ECR, PfE y ESN. Este miércoles Von der Leyen no debería tener demasiados problemas, pero será la primera vez en la que se compruebe la debilidad de su pequeña mayoría en la Eurocámara y los efectos colaterales del aumento de la polarización y la politización del Parlamento Europeo, con un consenso europeo que si bien no está roto sí tiene fracturas muy relevantes.

La política comunitaria era aburrida. Era. Algunos, estos días, suspiran por esos días en los que los debates en la Eurocámara eran aburridos, técnicos, pesados. Esos viejos buenos tiempos en los que se hablaba de políticas, policy, no de política, politics. Pero ese mundo ya no existe, al menos por ahora. Cuando este miércoles el Pleno del Parlamento Europeo vote al nuevo colegio de comisarios, el equipo de la presidenta Ursula von der Leyen para los próximos cinco años, lo va a hacer en un ambiente de división, de crispación, enfado y una desconfianza que roza la paranoia.

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