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La economía de Rusia es un desastre, pero si esperas que colapse mejor agarra una silla
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Muchos misiles, poca mantequilla

La economía de Rusia es un desastre, pero si esperas que colapse mejor agarra una silla

Aunque los gastos relacionados con la guerra en Ucrania y la presión inflacionaria sobre la población rusa se está volviendo cada vez más difíciles de sostener, Putin tiene herramientas para aguantar

Foto: Trabajadores municipales junto a un cartel de reclutamiento militar que muestra a un soldado ruso con la leyenda "¡Orgullo de Rusia!", en Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)
Trabajadores municipales junto a un cartel de reclutamiento militar que muestra a un soldado ruso con la leyenda "¡Orgullo de Rusia!", en Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)

Tras romper las puertas de cristal con adoquines, dos individuos enmascarados irrumpen en un establecimiento cerrado durante la noche. Inmediatamente, se reparten los dos objetivos más preciados del local: mientras uno vacía la caja registradora, el otro saquea el refrigerador. Minutos después, huyen con el botín, compuesto por una cantidad indeterminada de rublos y 20 kilos de mantequilla.

El robo, registrado semanas atrás por la cámara de seguridad de una tienda de alimentos en Ekaterimburgo —la cuarta ciudad más poblada de Rusia—, refleja el deterioro de la economía del país, donde productos básicos como la mantequilla se han vuelto inaccesibles para muchos. En el último año, su precio ha aumentado un 30%, alcanzando los 200 rublos por barra de 200 gramos, lo que ha obligado a los dueños de algunas tiendas a proteger el producto lácteo con cajas de seguridad.

Normalmente, reportes como este podrían parecer exageraciones, impulsadas por quienes alimentan, ya sea por convicción o por conveniencia, la idea de un colapso inminente de la economía rusa. Al fin y al cabo, 200 rublos apenas superan los 1,80 euros y España no es ajena al incremento drástico en los precios de los alimentos ni a la protección de productos como el aceite de oliva con candado de seguridad.

Sin embargo, mientras la inflación ha remitido en Occidente, en Rusia no ha parado de crecer. En octubre, alcanzó el 8.5% anual, más del doble del objetivo del Banco Central de Rusia, lo que obligó a las autoridades a imponer tasas de interés del 21%, las más altas en más de dos décadas.

"La economía rusa está al borde de su capacidad", resume Alexander Kolyandr, economista e investigador del Center for European Policy Analysis (CEPA), en entrevista con El Confidencial. Las altísimas tasas de interés buscan frenar una demanda que el sistema no puede satisfacer. La producción está restringida por la falta de maquinaria y tecnología y por una grave escasez de mano de obra, resultado de una crisis demográfica y de los reclutamientos masivos para la invasión de Ucrania. Por si fuera poco, mientras el sector militar y armamentístico disfrutan de subsidios —alimentando la inflación—, el resto sufre costos de financiación insostenibles, imposibilitando su crecimiento.

¿Nos encontramos, entonces, ante las puertas de ese colapso económico ruso mil veces vaticinado desde el inicio de la guerra hace casi tres años? Kolyandr, como otros expertos especializados en Rusia, no cuenta con ello. “La economía está al límite, muy sobrecalentada y desbalanceada. Es un modelo que desde luego no parece sostenible. Pero eso no significa que vaya a colapsar”, afirma el economista. “Salvo que haya una bajada drástica en los precios del petróleo, no veo posibilidad de una crisis a lo largo del año siguiente”, agrega.

Un hueso duro de roer

La resiliencia de la economía rusa ya ha sido infravalorada en el pasado. La oleada de sanciones occidentales tras la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022 desató múltiples predicciones de que el Gobierno de Vladímir Putin se enfrentaba al abismo. El impacto inicial, de hecho, parecía confirmar estos augurios: el rublo se desplomó, la mitad de las reservas de divisas fueron congeladas y Rusia quedó aislada casi por completo del sistema financiero internacional.

Sin embargo, el Kremlin sorprendió al mundo al estabilizar su moneda y, además, lograr crecimiento económico. Según el FMI, la economía rusa creció un 3.6% en 2023. Tras años preparándose para una posible ruptura con Occidente, Moscú redirigió su comercio hacia mercados alternativos, particularmente China, que ahora suministra más del 90% de los microchips utilizados en la producción militar. Al mismo tiempo, utilizó su Fondo Nacional de Riqueza —el principal colchón financiero del país— para cubrir déficits presupuestarios y mantener subsidios clave al sector militar, aunque esto redujo sus reservas a la mitad en comparación con 2021.

Foto: Refinería de petróleo en la ciudad de Omsk, en Siberia. (Reuters/Alexey Malgavko)

Ante todo, Rusia continúa exportando enormes cantidades de petróleo, gas y otras materias primas, demostrando no solo su capacidad para evadir sanciones, sino también su habilidad para explotar los vacíos legales creados deliberadamente por los líderes occidentales para mantener los recursos rusos en los mercados globales. Aunque Europa ya no compra crudo directamente a Rusia, no duda en adquirir el petróleo que India refina tras importarlo desde Moscú.

Este relativo éxito no impide, no obstante, que los gastos del gobierno ruso y la presión inflacionaria sobre su población se estén volviendo cada vez más difíciles de sostener. El presupuesto propuesto por el Kremlin para el próximo año incluye un aumento del 25% en el gasto en defensa, alcanzando los 17 billones de rublos (150.000 millones de euros), lo que representa más del 40% de todo el gasto gubernamental y más de un 8% del PIB ruso.

Aunque Rusia acumula un considerable superávit comercial gracias a sus exportaciones, enfrenta enormes obstáculos para importar bienes esenciales para su población. ¿La razón? Las tan denostadas sanciones occidentales, que actúan como un muro contra la adquisición de tecnología clave para impulsar su producción, mantienen congelados más de 300.000 millones de dólares en activos del banco central y dificultan enormemente el comercio con otros países al bloquear el acceso al sistema Swift y restringir las transacciones financieras internacionales.

Un ejemplo que subraya hasta qué punto las sanciones han limitado la capacidad de Rusia para comerciar con normalidad es el auge de los acuerdos de trueque. Recientemente, la compañía rusa Astarta Agrotrading firmó un acuerdo con empresas pakistaníes para intercambiar 15.000 toneladas de garbanzos y 10.000 de lentejas por una cantidad equivalente de mandarinas y patatas. Una práctica que recuerda aquellos tiempos soviéticos en los se pagaban las importaciones con vodka o la chatarra de buques de guerra o submarinos.

Hay fuelle para rato

Los retos y limitaciones que experimenta la economía rusa son innegables, pero es un error interpretar estos problemas como una amenaza para la estabilidad del régimen de Putin. Esta es la mentalidad que ha llevado una y otra vez a los observadores internacionales a subestimar la capacidad del Kremlin de sostener un enfrentamiento híbrido a gran escala con Occidente, sin importar el precio.

Foto: Soldados rusos, en el ensayo para el desfile militar de Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)

Un reciente reporte del Center for Analysis and Strategies in Europe (CASE) apunta a que las esperanzas occidentales de que la guerra en Ucrania lleve a un colapso económico de Rusia similar al que experimentó la Unión Soviética en la recta final de la Guerra Fría son ilusorias. “Rusia todavía está muy lejos del nivel de gasto militar alcanzado por la URSS durante la Guerra Fría, y las características de mercado de su economía permiten el uso de muchos estabilizadores”, señala el análisis, que vaticina que la economía rusa no corre el riesgo de entrar en crisis durante, como mínimo, los próximos tres años.

Aunque las restricciones al acceso a tecnología avanzada y al capital intelectual desarrollado por naciones occidentales están frenando la modernización de Rusia, los efectos más graves de esta desconexión no se harán sentir en el corto plazo, sino en el futuro. Como concluye Kolyandr: “Por un lado, la economía rusa es mucho más moderna y resiliente que la de la Unión Soviética. Pero, al mismo tiempo, es una economía muy simple. Y algo muy simple es difícil de romper”.

Tras romper las puertas de cristal con adoquines, dos individuos enmascarados irrumpen en un establecimiento cerrado durante la noche. Inmediatamente, se reparten los dos objetivos más preciados del local: mientras uno vacía la caja registradora, el otro saquea el refrigerador. Minutos después, huyen con el botín, compuesto por una cantidad indeterminada de rublos y 20 kilos de mantequilla.

Vladimir Putin
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