La rebelión política de los 'cuellos azules': cómo la diáspora rumana puede cambiar el futuro del país
El voto de la diáspora, con 5,7 millones de rumanos fuera del país, repartidos por España, Italia, Alemania o Austria, es cada vez más decisivo. Esta vez puede llevar al partido ultra AUR a segunda vuelta
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Desde que llegó a Madrid en 2004, Ana María Burdusel, una rumana de 41 años, siempre ha votado a las elecciones presidenciales de su país de origen, Rumanía: "Voto por el futuro; quiero ser partícipe de alguna mejora, aunque sea residente en España, mi hija vivía allí", afirma a El Confidencial.
Los rumanos votan en elecciones presidenciales este domingo 24 de noviembre y en una posible segunda vuelta, el 8 de diciembre, si nadie obtiene mayoría. Entre medias, además, se celebrarán las elecciones al parlamento, el 1 de diciembre. El voto de la diáspora, con 5,7 millones de rumanos fuera del país, repartidos por España, Italia, Alemania o Austria, se considera cada vez más decisivo.
El shock del voto de la diáspora
"El voto de la diáspora podría ser una de las grandes sorpresas del lunes", afirma a El Confidencial, el analista político rumano Radu Magdin, director ejecutivo del think tank Smartlink Communications. Radu explica que las encuestas miden los votos dentro del país, excluyendo a la diáspora, por lo que, no se debe subestimar "el shock que supone su voto" en el recuento, más allá de los sondeos. Y, si continúa la tendencia de las europeas, con cada vez más apoyo a la extrema derecha entre los rumanos en el extranjero, "pueden colocar a Simion en la segunda vuelta".
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George Simion es un polémico soberanista de 38 años, que lidera la formación nacionalista y ultraortodoxa Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR). Su partido AUR, que en rumano significa "oro", fundado en 2019, se autodenomina "patriótico" y antisistema, contrario a la elección sexual, y ganó fieles en redes sociales en la pandemia, gracias a su postura antivacunas. Simion tiene prohibida la entrada a Ucrania y Moldavia y sus escándalos incluyen haber gritado: "¡Te agredo sexualmente!", a una diputada, en el parlamento. La diáspora podría ser la llave para que llegue AUR a la segunda vuelta, puesto que parte desconfía de los políticos tradicionales, por considerarlos responsables de haber tenido que irse lejos de sus familias y Simion se vislumbra como el antihéroe.
Quién es quién en las elecciones de Rumanía
Aunque hay 14 nombres que optan a la presidencia de Rumanía, los candidatos necesitan al menos un 5% de los votos para conseguir representación. En los pasados comicios, solo cinco partidos lo lograron. Los sondeos vaticinan que el actual primer ministro, Marcel Ciolacu, del Partido Socialdemócrata (PSD), que promete subir el salario mínimo a 1.300 euros, será el más votado, con un 24,3%, según una encuesta de AtlasIntel. La batalla estaría por quién llega a la segunda vuelta frente a Ciolau. Las encuestas predicen uno de estos tres nombres: George Simion, de AUR; Elena Lasconi, de Unión Salvar Rumanía (USR), que promete bajar impuestos y Nicolae Ciucă (PNL), exmilitar y exprimer ministro, que se define como la apuesta moderada de libertad económica, iniciativa privada y familia.
La fuerte movilización "de lo que se podría llamar la diáspora de los 'cuellos azules'", explica Radu, en alusión a los trabajadores manuales, dice que puede ser la diferencia en 2024, respecto a las pasadas elecciones. Hay dos elementos que tendrán un efecto importante en determinar quién pasa a la segunda vuelta: "cuántos rumanos votarán en la diáspora y cómo", coincide Claudiu Tufiš, profesor asociado de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bucarest. En cuanto a la participación de la diáspora, Tufiš cree que, sin bien no se llegará al millón de votantes de 2019, serán más que en las elecciones europeas, donde apenas hubo un 220.000 votos.
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Respecto a cómo puede votar la diáspora, Tufiš explica que "el partido socialista rumano (PSD) sabe que no tiene razones para buscar votos en la diáspora", porque "siempre ha sido anti-PSD". Y tampoco los liberales, "que durante mucho tiempo no han tenido su apoyo". "Fue de alguna manera abandonada" por los partidos, y dice que, a eso se suman los errores de algunos comentarios inoportunos de los candidatos, como Ciolacu, que mencionó que aquellos que dejan el país lo hacen porque no tienen trabajo y Lasconi, "que dijo, indirectamente, que es fácil dejar el país". Por lo que "el único que parece ganar con estos errores es George Simion", que obtuvo un 14% de su apoyo en las europeas.
Los votantes del éxodo que atrajo el 'boom' del ladrillo
"La diáspora rumana entró en el juego electoral hace exactamente 20 años, en 2004", explica Radu. Fue el caso de Ana María, que ha trabajado en el servicio doméstico en Madrid desde 2004, y actualmente está desempleada. Es parte de una generación de rumanos que lo dejó todo en busca de una oportunidad fuera. Millones de familias rotas que se desperdigaron. A sus hijos, miles de niños que han crecido lejos de sus padres —a veces, padre y madre en un país distinto—, se les conoce como los "huérfanos del euro".
El éxodo estalló en 2002, cuando se suprimió el visado a los rumanos para estancias inferiores a 90 días, y se disparó en 2007, cuando Rumanía entró a formar parte de la UE. En un principio, España, con un idioma parecido —el rumano es una lengua romance, como el español o italiano— y en pleno 'boom' del ladrillo, atrajo a miles de personas. En la actualidad, Italia, España y Alemania acogen al mayor número de rumanos, con un millón cada uno.
En un principio, la diáspora apoyó al futuro presidente, Trăian Băsescu, y, tras el desencanto por las medidas de austeridad, pasaron a una coalición más amplia, llamada Unión Social Liberal, explica Radu. En 2014, la misma diáspora votó por presidente Klaus Iohannis, pero luego abandonó a su partido y, hacia finales de la década de 2010, "gracias a campañas creativas", por un nuevo partido progresista, Unión Salvar Rumanía (USR). Sin embargo, si analizamos los resultados de las europeas, su voto se ha ido a los extremos.
Aunque el voto de la diáspora tiene "diferentes matices en cada país", matiza el profesor, Claudiu Tufiš, que dice que, por ejemplo, en las pasadas elecciones, en los Países Bajos, no hubo muchos votos, alrededor de 6.500, pero un tercio de los votos fueron para Nicu Ștefănuță —independiente de centro-izquierda–y otro 20% para REPER —partido de centro-izquierda—. "Parecía un voto muy extraño, hasta que recuerdas que hay muchos estudiantes", porque después del BREXIT, fue el principal destino para los universitarios rumanos.
La diáspora invisible se moviliza
Y en el último escalafón, están los millones de rumanos en el extranjero que no votan, ya sea por desencanto o dificultades, en obras, campos y habitaciones, cuidando a la Europa que envejece. Es el caso de muchas internas, como Elena Popa, una rumana de 59 años, que trabaja como cuidadora en Austria desde hace una década, y, aunque le gustaría votar, "no puedo dejar solo a mi paciente", explica. Como otras trabajadoras rumanas en Austria, Popa divide el tiempo entre dos países. Pasa un mes en Graz, al sur de Austria, donde trabaja y otro mes en Rumanía, donde vive su familia. "Cuando estoy en Rumanía, siempre puedo ir a votar", lo hará para las parlamentarias, "por acabar con la corrupción", y que "por fin, una mujer llegue a ser presidenta".
"Cada voto cuenta", exclama por teléfono la camionera Adriana Muresan, de 56 años, residente en España y fundadora de RoOmenia, una red de voluntarios que ayuda a los rumanos en apuros. Para ella, la mayor preocupación de la diáspora es el absentismo: "la gente no va a votar y los que van a votar no nos representan del todo". Y, dice que por eso, se han empeñado en que "todos los rumanos en el extranjero que quieran votar, puedan hacerlo". "Ayudamos en el transporte, pero sin condicionar el voto, porque no hacemos política", matiza.
"La gente no va a votar y los que van a votar no nos representan del todo"
En las elecciones de 2019, se organizaron para ayudar a ir a votar a los camioneros que estaban varados en las autopistas y estas dice que su prioridad son las internas. "Los que nos conocen, entran en el grupo y dicen: estoy en tal sitio y quiero votar". Y explica que, manualmente, buscan a los voluntarios en un mapa que van actualizando. Dice que en 2019, hubo un voluntario en Alemania que hizo 1.400 kilómetros, con el coche, "yendo y viniendo y llevando a votantes sin transporte".
"También somos rumanos", reivindica Ana María, que también se ha ofrecido como voluntaria, como ya hizo en las europeas, cuando ayudó a tres camioneros a llegar al colegio electoral, porque en algunos países, dice, las distancias son enormes. Solo en España, hay 147 colegios electorales organizados por la Embajada de Rumanía y las oficinas consulares. Desde Rumanía, miran atentos este fin de semana al voto en las urnas de los que se fueron y ya no regresaron. La siguiente cita será el domingo siguiente, 1 de diciembre, a las legislativas.
Desde que llegó a Madrid en 2004, Ana María Burdusel, una rumana de 41 años, siempre ha votado a las elecciones presidenciales de su país de origen, Rumanía: "Voto por el futuro; quiero ser partícipe de alguna mejora, aunque sea residente en España, mi hija vivía allí", afirma a El Confidencial.