Una semana de tensión y toma de rehenes: cómo la 'crisis Ribera' bloqueó el inicio de la Comisión Europea
La crisis que ha mantenido bloqueada a la Comisión Europea deja la confianza en mínimos entre los tres grandes partidos proeuropeos, aunque finalmente ha sido posible el acuerdo
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El pasado martes, sobre la medianoche, la nueva Comisión Europea debía tener su camino despejado, tras un día en el que los seis candidatos a vicepresidentes ejecutivos, incluida la española Teresa Ribera, habrían pasado sus respectivos exámenes y, si no había sorpresas, habrían quedado confirmados. Pero esa mañana todo descarriló. El Partido Popular Europeo (PPE) anunció que pospondría la decisión sobre Ribera, y eso dio el pistoletazo de salida a una semana de tensión, daños colaterales y desconfianzas que dejarán marcas para toda la legislatura.
Ribera, candidata a vicepresidenta ejecutiva a cargo de Transición Justa, Limpia y Competitiva con la cartera de Competencia, se presentaba a una audiencia con muchas comisiones parlamentarias que ya se preveía dura: los eurodiputados españoles del PPE querían ser exigentes, y para otros miembros de los democristianos la candidata a vicepresidenta no dejaba de ser el peso pesado de los socialistas en la próxima Comisión Europea y una persona con la que no comparten prácticamente nada en agenda de clima. La consideran una radical en cuestiones climáticas, y además no tiene experiencia en Competencia, una cartera muy exigente y técnica.
Pero la DANA que arrasó el levante español dos semanas antes se cruzó en su camino. El PP español empezó a señalar a Ribera relativamente pronto. La vicepresidenta tercera del Gobierno a cargo de Transición Ecológica se presentaba como la primera gran ventana de oportunidad para que los populares españoles señalaran al Gobierno y trataran de quitar presión sobre el Ejecutivo de la Comunidad Valenciana y su presidente, Carlos Mazón. A medida que Génova mantenía su respaldo a Mazón y evitaba dejarlo caer, el enfrentamiento con Ribera se hacía más necesario.
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Alberto Nuñez Feijóo, presidente del PP español, se implicó en lograr que Manfred Weber, presidente del PPE, asumiera el choque con Ribera como algo propio. Dolors Montserrat, jefa de delegación en la Eurocámara, y el eurodiputado y vicepresidente del Parlamento Europeo, Esteban González Pons, muy cercano a Feijóo y con una relación muy estrecha con Weber, apuntalaron el apoyo del alemán. La delegación española es clave para el actual presidente del PPE, y desde hacía tiempo Weber y Feijóo habían creado un vínculo con un elemento común muy claro: a ninguno de ellos les gusta Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y miembro del PPE.
Incluso si los populares españoles votaron a su favor en julio, cuando la Eurocámara debía confirmarla o rechazarla, las cuentas pendientes estaban ahí. El PP español porque Von der Leyen siempre se ha mostrado cercana a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y en Génova consideran que la relación no ha sido equilibrada. En el caso de Weber, porque en 2019 fue descabalgado de la carrera por ser presidente de la Comisión Europea, puesto que se acabó llevando Von der Leyen.
Una audiencia dura
La audiencia fue tensa, dura. El contenido fue muy político y muy nacional, pero Montserrat dio en otro punto que fue el que caló en otros elementos del PPE: el fantasma de un posible proceso judicial vinculado a la DANA. Eso resonó en algunas otras delegaciones y fue un punto en el que insistieron eurodiputados de otras delegaciones y se acabarían convirtiendo en un caballo de batalla.
Rápidamente S&D intentó recomponerse y logró que la líder de los liberales de Renew Europe, Valérie Hayer, se mantuviera junto a ellos. El contacto entre Iratxe García, presidenta de los socialistas europeos, y Hayer ha sido continuo, y han mantenido un bloque que ha sido fundamental en los días siguientes para evitar que el PPE usara a una formación contra la otra. S&D y Renew dejaron claro que si se retrasaba la evaluación de Ribera se retrasaría la de los seis vicepresidentes ejecutivos que ese día hacían sus audiencias. García y Hayer habían previsto este escenario cuando el lunes por la noche habían pactado con Weber que la evaluación de los seis vicepresidentes fuera al mismo tiempo, precisamente para evitar que el resto de candidatos pasaran y que a última hora de la tarde, en la última sesión, los populares lanzaran una ofensiva sobre Ribera.
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En S&D veían clara la jugada desde que el PPE había pactado el calendario de las audiencias con los grupos a su derecha, los ultraconservadores de Conservadores y Reformistas (ECR) y la extrema derecha de Patriotas por Europa (PfE), el grupo de Vox y del partido del primer ministro húngaro Viktor Orbán, y los Soberanistas, la bancada donde se enmarca Alternativa para Alemania (AfD). Ese calendario, en vez de uno consensuado con S&D y Renew, dejaba a Ribera como la última candidata en examinarse, junto con la popular finlandesa Henna Virkkunen.
Calmar los ánimos
Los días siguientes fueron de tanteo. Von der Leyen decidió el miércoles, el día después de la audiencia, reunir a Weber, García y Hayer para explicar que el acuerdo debía salir adelante y que la Comisión Europea debía estar en funcionamiento cuanto antes. Si las evaluaciones se atascaban, existía el riesgo real de que el Pleno del Parlamento Europeo no pudiera votar a tiempo el colegio de comisarios al completo en la última semana de noviembre y que, en consecuencia, esta no pueda comenzar a funcionar el 1 de diciembre. Y en Bruselas esa fecha estaba marcada: Von der Leyen quiere tener al Ejecutivo comunitario rodado y engrasado para cuando Donald Trump acceda a la Casa Blanca a finales de noviembre.
El discurso es precisamente ese: los partidos debían centrarse y sacar adelante el paquete que había porque la Comisión Europea tenía que centrarse en las cosas importantes. Pero los efectos de la presión de Von der Leyen sobre Weber son limitados, teniendo más influencia por ejemplo los numerosos jefes de Estado y de Gobierno que pertenecen al PPE y cuyos candidatos a comisarios seguían esperando a que la situación se desbloqueara.
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En el Parlamento Europeo fuentes parlamentarias de fuera del PPE apuntaban precisamente a su esperanza de que los líderes nacionales acabaran interviniendo de alguna manera, forzando a Weber a aceptar el paquete que había sobre la mesa. Mientras esto ocurría, S&D trataba de fortalecer su posición y cometía un error de cálculo: lo que hasta entonces había sido una línea roja retórica, que todo el mundo asumía que se podría superar sin demasiados problemas, se convirtió en una línea roja dura. Altas fuentes del partido hablaron de una pérdida total de confianza, de que Fitto no podría ser vicepresidente y de que el partido debía estar dispuesto a ir hasta el final. Se había sacado la pistola, pero todo el mundo sabía que era muy difícil que García estuviera dispuesta a dispararla realmente.
El PPE, por su parte, puso dos condiciones para considerar aprobar a Ribera: que compareciera ante el Congreso de los Diputados, cosa que ya tenía previsto hacer, y que se comprometiera a dimitir en caso de que fuera encausada por un proceso judicial relacionado con la DANA. En el grupo socialista eso se veía como una petición imposible y señalaban que lo que debe hacer es cumplir el código de conducta interno para los miembros del colegio de comisarios, que establece que la presidenta de la Comisión puede solicitar la dimisión de alguno de sus miembros en caso de ser culpables en procesos judiciales.
Las aguas se calman
Tras el fin de semana estaba claro para todo el mundo que el bloqueo no podía durar suficiente. A Weber le había servido para marcar terreno ante Von der Leyen y para demostrar que el PPE puede tener una enorme influencia en una Eurocámara muy atomizada, pero estaba claro que todo el acuerdo podía tambalearse si se mantenía el bloqueo, por lo que dentro del grupo democristiano empezó a haber movimientos favorables a buscar un acuerdo.
El lunes estaba claro que la única salida es que PPE y S&D se tragaran sus propios sapos. Los populares tenían que entender que Ribera no iba a ceder y no iba a comprometerse a dimitir en caso de ser encausada en un proceso judicial a raíz de la DANA, y los socialdemócratas tenían que admitir a Fitto, algo para lo que estaban preparados antes del martes por la mañana de la semana anterior, pero que se había complicado a raíz de los movimientos internos del partido, con altos cargos endureciendo su mensaje respecto al enviado por el Gobierno italiano.
La delegación española está prácticamente sola
Socialistas y populares empiezan a preparar a sus partidos para sus cesiones. Los de S&D consideran que es necesario un documento escrito, una especie de “acuerdo de legislatura”, porque consideran que el PPE ha provocado una crisis en la última semana que no debe volver a repetirse. Les apoyan los liberales de Renew Europe. El PPE zigzaguea: a veces se muestra a favor, a veces se muestra en contra. Por la tarde fuentes populares aseguran que no firmarán nada que les impida usar la “mayoría alternativa” con la derecha y la extrema derecha.
Por la noche Weber se reúne con los jefes de las delegaciones del PPE, y ahí ya queda claro que la delegación española está prácticamente sola. No totalmente aislada, explica un eurodiputado no español, pero desde luego prácticamente sola. El resto del bloque estaba listo para aceptar a Ribera, como lo estaba antes del martes pasado: sin ganas, pero sabiendo que es lo que toca. A la hora de esa reunión ya vuelve a haber un documento escrito sobre el que PPE, S&D y Renew Europe trabajan.
Debe ser vago y amplio para que a todo el mundo le sirva. Tras salir del encuentro Weber explica que todavía no hay acuerdo, y acude a una breve reunión con García y Hayer. Saben que el tiempo se les agota: hay una reunión de la Conferencia de Presidentes, la reunión de los líderes de todos los grupos políticos de la Eurocámara, al día siguiente por la tarde, y deben llegar a él con un acuerdo que permita al órgano poner en la agenda de la semana que viene la votación del colegio de comisarios.
Martes y acuerdo
El martes por la mañana empezó con nuevas reuniones de socialistas y populares, con el acuerdo ya inminente. En los socialistas los sectores que menos tienen que perder se muestran incómodos. Son los franceses, en la oposición, y los alemanes del SPD, que no tienen ningún comisario que perder, ya que la cuota alemana está ocupada por la democristiana Von der Leyen y deben prepararse para una durísima campaña electoral. Después de haber dibujado unas líneas rojas aparentemente claras tras el inicio de la 'crisis Ribera', estos sectores están en contra de desescalar y muestran su descontento con ahora proceder sencillamente a aprobar también a Fitto.
Después del mediodía, Weber, García y Hayer vuelven a reunirse. A la Conferencia de Presidentes llegan los tres juntos. Los periodistas, amontonados en la puerta, preguntan si hay acuerdo. Weber sonríe, pero no contesta. A los pocos minutos fuentes parlamentarias de los tres partidos confirman el acuerdo, que incluye un documento escrito, como pedían S&D y Renew, y en el que todo el mundo traga: se comprometen a que Ribera, pero también Fitto. A cambio sí que se le recortan competencias al polémico comisario húngaro, Oliver Varhelyi. Ahora ya solamente queda que los coordinadores de las comisiones que debían evaluar a los seis candidatos a vicepresidentes ejecutivos y a Varhelyi se reúnan y aprueben a los candidatos. El compromiso es que lo hagan en primera lectura, es decir, con una mayoría de dos tercios.
El texto del acuerdo que sale a la luz poco después no establece línea rojas para el PPE, sino que hace referencia a una fórmula utilizada por Von der Leyen durante la campaña de las elecciones europeas cuando quiso justificar el usar el apoyo de Giorgia Meloni y partes de ECR: pactar con fuerzas “pro-europeas, pro-Ucrania y pro-Estado de derecho”. Algunos sectores de S&D enfurecen con García, considerando que ha cedido demasiado en un documento que debía ser una concesión del PPE a los socialdemócratas, no a la inversa.
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El acuerdo ya está hecho y la tensión desaparece en la Eurocámara. Quedan los últimos trámites. Pero incluso hasta el último momento las cosas se complican. Algunas de las reuniones de coordinadores aprueban rápidamente a sus candidatos a comisarios y vicepresidentes. Es el caso de Varhelyi y de los candidatos a vicepresidentes Stéphane Séjourné, Kaja Kallas y Roxana Mînzatu se aprobaron rápidamente. Pero en el caso de Ribera el PPE señaló que quería hacer referencia a su petición de que la española debía dimitir en caso de ser enjuiciada. S&D se negó en redondo.
De ese intercambio surgió la paralización de los procesos de Fitto y de otra candidata a vicepresidenta, la popular finlandesa Henna Virkkunen. Lo que debía ser un trámite se tradujo en un parón de tres horas. El PPE quería incluir su petición de dimisión en caso de enjuiciamiento como una "opinión de la minoría". Pero había un problema: el PPE no estaba en la minoría, estaba en la mayoría. Estaba votando a favor. ¿Puede un partido que se encuentra en la mayoría incluir una opinión de la minoría? Los servicios jurídicos de dos de las comisiones parlamentarias que estaban analizando a candidatos a vicepresidentes emitían un análisis contrario: una decía que sí, la otra que no. Fuentes parlamentarias aseguran, incluso, que acabaron cambiando de posición: los juristas que al principio decían que no era posible decían ahora que sí que lo era, y sus colegas de la otra comisión ahora defendían la postura contraria.
García y Weber hablaron por teléfono. La líder de los socialistas pidió dar carpetazo al asunto. Al final se desbloqueó haciendo que la petición del PPE quedara reflejada en un anexo a la carta principal en la que las comisiones parlamentarias emitían su opinión positiva, como opinión minoritaria aunque estuvieran a favor del análisis general. S&D ha hecho lo propio en el caso de Fitto como represalia. Pero al final el acuerdo ha salido adelante.
Sin embargo, esta semana de tensión, de pulsos y ataques, de juego de nervios y de golpes bajos, deja heridas abiertas en la coalición que apoya a Von der Leyen. Este martes por la mañana una fuente socialdemócrata italiana explicaba que “no hay coalición de julio” en estos momentos. Que no hay demasiado que les una, y que ese es el principal problema. Al final de una jornada frenética, en la que todos han tenido que ceder, esa sigue siendo la mayor verdad que se ha dicho en el Parlamento Europeo. Hay acuerdo, pero sigue sin haber coalición firme.
El pasado martes, sobre la medianoche, la nueva Comisión Europea debía tener su camino despejado, tras un día en el que los seis candidatos a vicepresidentes ejecutivos, incluida la española Teresa Ribera, habrían pasado sus respectivos exámenes y, si no había sorpresas, habrían quedado confirmados. Pero esa mañana todo descarriló. El Partido Popular Europeo (PPE) anunció que pospondría la decisión sobre Ribera, y eso dio el pistoletazo de salida a una semana de tensión, daños colaterales y desconfianzas que dejarán marcas para toda la legislatura.