Es noticia
El arriesgado órdago de UK: acercarse a China antes de la tormenta Trump en EEUU
  1. Mundo
Deshielo incómodo

El arriesgado órdago de UK: acercarse a China antes de la tormenta Trump en EEUU

Downing Street es consciente de que la postura que tome hacia el gigante asiático determinará, en gran medida, la prosperidad del Reino Unido y la salud de sus instituciones durante los próximos 15 años

Foto: El primer ministro británico, Keir Starmer, estrecha la mano del presidente Chino, Xi Jinping. (Reuters/Stafan Rousseau Pool)
El primer ministro británico, Keir Starmer, estrecha la mano del presidente Chino, Xi Jinping. (Reuters/Stafan Rousseau Pool)

Cuando se quiere resolver un problema, ayuda el poder definirlo. Pero, cuando se trata de un problema como el de China, los líderes occidentales tienen dificultades para ser precisos. De momento, Downing Street mantiene una posición de resistencia que resume en tres "C": challenge, compete, cooperate (desafiar, competir y cooperar). El actual Gobierno laborista es consciente de que la postura que tome hacia el gigante asiático determinará, en gran medida, la prosperidad del Reino Unido y la salud de sus instituciones durante los próximos 15 años. Porque se ha llegado a un punto en el que la estrategia ante Pekín ha dejado de ser una cuestión meramente de política exterior. Y el premier Keir Starmer lo tenía muy presente este lunes cuando se reunió con Xi Jinping, convirtiéndose en el primer mandatario británico en protagonizar un cara a cara con el presidente chino en más de seis años.

La cita tuvo lugar en la sala del Sheraton Grand Hotel en Río de Janeiro, donde ambos mandatarios participan en la cumbre del G20, con el objetivo de descongelar las gélidas relaciones bilaterales de los últimos años para impulsar el lento crecimiento económico del Reino Unido y trazar puentes antes de los grandes retos geopolíticos que planteará el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

“Queremos que nuestras relaciones sean consistentes, duraderas, respetuosas y, como hemos acordado, evitar sorpresas siempre que sea posible”, dijo Starmer. “Una relación sólida entre el Reino Unido y China es importante para ambos países y para la comunidad internacional en general”, agregó ante los periodistas.

Sin embargo, el tono cambió drásticamente cuando el premier abordó temas delicados como los derechos humanos, la situación en Taiwán—donde, según estimaciones de Bloomberg, una escalada de tensiones en el estrecho costaría a los contribuyentes británicos cinco veces más que el conflicto de Ucrania—, las sanciones impuestas por Pekín a parlamentarios británicos y el caso de Jimmy Lai, el magnate prodemocracia británico que enfrenta un juicio en Hong Kong. Los funcionarios chinos reaccionaron expulsando a los periodistas británicos de la sala.

Foto: La gente se sienta en el Southbank con el Palacio de Westminster de fondo. (EFE / Tolga Akmen)

El altercado fue un ejemplo claro del enorme reto que el Gobierno laborista afronta en su incómodo acercamiento hacia Pekín. La reunión entre Starmer y Xi –que tienen lugar tras una visita del responsable de la diplomacia británica David Lammy a China el pasado mes de octubre— también será examinada con lupa por los "halcones" de Westminster, que temen que el premier esté poniendo las preocupaciones económicas por encima de los derechos humanos.

El descongelamiento de las relaciones cuenta con una lectura aún más amplia y compleja tras la victoria electoral de Donald Trump, quien se ha comprometido a imponer un arancel general de al menos un 10% a todas las importaciones y de hasta el 60% para los productos de China. En caso de guerra comercial, el Reino Unido se enfrentará a un golpe económico mayor que el del Brexit, según advierte The Times.

Más allá de la reunión, el Ejecutivo laborista todavía está trabajando en su política hacia el gigante asiático. La auditoría que se lleva a cabo en Whitehall (donde se concentran los ministerios) no se completará hasta el año próximo. Será entonces cuando la responsable del Tesoro, Rachel Reeves, y tal vez incluso el propio Starmer, puedan visitar Pekín. La prioridad del gobierno es el crecimiento económico y eso difícil sin una relación de trabajo con su cuarto socio comercial más importante. Pero también hay que proteger la seguridad nacional y, según el jefe del MI5, Ken McCallum, China es “una amenaza que se manifiesta a gran escala” para la democracia británica.

Foto: Cartel contra Starmer. (Reuters/Andy Buchanan)

Por ahora, Downing Street asegura que “desafiará” a China en materia de abusos de los derechos humanos y su apoyo a Rusia en Ucrania; “competirá” en materia de comercio; y “cooperará” en intereses compartidos, como la salud global y el cambio climático. Se trata de un lenguaje similar al utilizado por otras potencias occidentales.
Lo difícil, según la BBC, es determinar dónde trazar exactamente la línea. “¿"Competir" implica prohibir los vehículos eléctricos chinos en el mercado automovilístico del Reino Unido? ¿"Desafiar" significa restringir que los estudiantes adinerados del país asiático puedan asistir a universidades británicas con problemas de liquidez? ¿"Cooperar" implica compartir investigaciones médicas privadas para ayudar a prevenir una futura pandemia?”, plantea.

El Global Times, un medio con un estrecho vínculo con el régimen comunista, sugiere unas otras tres "C": comunicación, consenso y cooperación. “Sobre la base de principios pragmáticos y racionales, las dos partes puedan lograr resultados que beneficien a ambas naciones y aborden conjuntamente los desafíos globales”, apunta.

La posición del Reino Unido respecto al gigante asiático sufrió una gran transformación durante los últimos catorce años con los tories en el poder. David Cameron llegó a llevar a Xi Jinping a tomar unas pintas a un pub inglés anunciando el inicio de una “era dorada”. Theresa May viajó hasta Pekín para tomar el té. Con el Brexit, Boris Johnson también quiso estrechar lazos, pero tan solo seis meses después de abrir las puertas a Huawei, prohibió cualquier acceso de la compañía a la red 5G del Reino Unido, cediendo así a las presiones de Washington y parte de sus filas. La fugaz Liz Truss endureció aún más la postura y Rishi Sunak apostó por un “pragmatismo robusto” y, en lugar de “amenaza” —como demandaba un sector importante de sus propias filas— optó por denominar a China como un “desafío sistémico”. En la cumbre del G20 de 2022, Sunak llegó a cerrar una reunión con Xi Jinping, pero tuvo que ser cancelada en el último minuto tras la explosión de un misil en la frontera con Polonia.

El actual inquilino laborista de Downing Street busca ahora un “reinicio”, pero los obstáculos no son pocos. Según Stephen Bush, analista de Financial Times, hay dos limitaciones importantes. "La primera fue la oferta de derechos de ciudadanía a 2,9 millones de hongkoneses en el verano de 2020. Esto seguirá siendo una fuente potencial de fricción política, dado que implica que existe una buena cantidad de oposición organizada al Partido Comunista Chino en el Reino Unido", afirma. La segunda es el Aukus, el pacto de seguridad de 2021 entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos. “Ambos compromisos ejercen presión sobre la relación bilateral y significan que la relación de la era Starmer con China se parecerá más a la de la era Sunak que a la de Cameron, independientemente de lo que desee el nuevo gobierno”, apunta.

Por su parte, Richard Whitman, del think tank UK in a Changing Europe, asegura que el Reino Unido puede estar bajo presión para alinearse con el esperado fortalecimiento de las restricciones estadounidenses al comercio con el gigante asiático. “La expectativa de que Trump adopte una posición más dura con respecto a China parecería estar en desacuerdo con un gobierno laborista que está siguiendo una política cautelosa. Esta podría ser un área en la que el gobierno del Reino Unido, junto con otros europeos, se vea presionado a alinearse con la esperada posición dura de la administración Trump”, señala.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden (c), el primer ministro australiano, Anthony Albanese (i), y el primer ministro británico, Rishi Sunak, pronuncian sendos discursos sobre la cumbre Australia-Reino Unido-EEUU (Aukus). (EFE/Etienne Laurent)

La Comisión Económica y Comercial Conjunta Reino Unido-China (JETCO), creada para impulsar el comercio y la inversión bilateral entre los dos países, fue congelada por el último gobierno conservador tras la represión de Pekín en Hong Kong. El actual ministro de Negocios y Comercio, Jonathan Reynolds, aseguraba recientemente a Político que el comercio es un área “donde la cooperación es posible con China" y que, en comparación con otros países del G7, “el Reino Unido es un caso atípico por el poco compromiso que hemos tenido con Pekín”. “A pesar de las profundas tensiones entre Estados Unidos y China, muchos políticos y miembros del gabinete estadounidenses de alto rango se relacionan regularmente con sus homólogos chinos. Es mucho más de lo que hacemos nosotros”, apuntó.

La visión de Estados Unidos ante China hacia el final de la primera administración de Trump fue una disociación integral, en la que se presentaba a Pekín en términos mayoritariamente de confrontación. Sin embargo, Joe Biden prefería hablar de “competencia dura”. En 2023, el documento de estrategia de defensa nacional de la Casa Blanca consideró a Rusia como una “amenaza aguda”, mientras que China fue retratada como el único “competidor” a largo plazo de los Estados Unidos.

El problema con la categorización de China es que existen múltiples aspectos en su papel global a medida que expande su presencia en el escenario mundial. A diferencia de la rivalidad de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, el choque de superpotencias de hoy involucra a dos economías profundamente entrelazadas. El comercio de bienes entre Estados Unidos y China tuvo un valor de 690.600 millones de dólares en 2022 y los intentos de ambos lados del Pacífico por desenredar la relación se han visto obstaculizados por vínculos de todo tipo. Todo respecto al gigante asiático resulta extremadamente complejo en términos geopolíticos.

Cuando se quiere resolver un problema, ayuda el poder definirlo. Pero, cuando se trata de un problema como el de China, los líderes occidentales tienen dificultades para ser precisos. De momento, Downing Street mantiene una posición de resistencia que resume en tres "C": challenge, compete, cooperate (desafiar, competir y cooperar). El actual Gobierno laborista es consciente de que la postura que tome hacia el gigante asiático determinará, en gran medida, la prosperidad del Reino Unido y la salud de sus instituciones durante los próximos 15 años. Porque se ha llegado a un punto en el que la estrategia ante Pekín ha dejado de ser una cuestión meramente de política exterior. Y el premier Keir Starmer lo tenía muy presente este lunes cuando se reunió con Xi Jinping, convirtiéndose en el primer mandatario británico en protagonizar un cara a cara con el presidente chino en más de seis años.

Reino Unido
El redactor recomienda