Applebaum: "Si queréis conservar vuestra civilización, Europa debe despertarse"
Lleva años advirtiendo sobre la fragilidad de la democracia y cree que hemos llegado a un punto sin retorno. Habla de la guerra de Ucrania, de Donald Trump… e incluso de Pedro Sánchez
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Anne Applebaum ha vuelto para presentar en sociedad su último ensayo, Autocracia S.A, acabado poco antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Es uno de sus libros más cortos, apenas 200 páginas, en el que disecciona los mecanismos transnacionales que propician el auge de los regímenes autoritarios. La periodista y escritora, galardonada con el Premio Pulitzer, insiste en que las autocracias modernas se financian, colaboran y se adaptan para consolidar su poder a nivel global y desprestigiar a sus rivales. Hablamos por videoconferencia durante algo menos de una hora.
PREGUNTA. ¿Está perdiendo la democracia liberal la batalla a nivel mundial?
RESPUESTA. La democracia es un sistema político muy difícil de mantener porque requiere que todos los actores acepten que sus oponentes políticos tienen derecho a gobernar. El que gana está obligado a preservar el sistema para que sus oponentes tengan la opción de derrotarles en cuatro años. Esto requiere mucha tolerancia, aceptar las reglas, un cierto sentido de unidad nacional y de propósito nacional. Todas estas cosas son necesarias para que la democracia funcione. Y la mayoría de las democracias en la historia humana han acabado decayendo porque es un sistema muy difícil de sostener por esos mismos motivos. Así que, en cierto sentido, no hay nada nuevo. Ese es el primer punto.
P. ¿Y cuál sería el siguiente?
R. El segundo punto es que no existen inevitabilidades históricas. No hay una ley que diga que la democracia acaba desapareciendo o que estemos en un camino que no se puede revertir. Lo que suceda mañana depende de lo que hagamos hoy. Nadie puede garantizar que las cosas sucederán de una manera u otra. Es cierto que los ataques ideológicos, militares y estratégicos al mundo democrático —me refiero a América, Europa y también a las democracias de Asia— se han vuelto más intensos. El mundo autocrático, como describo en mi libro, ha comenzado a colaborar estratégicamente en áreas clave, como la propaganda, la tecnología de vigilancia y el comercio militar, algo que hace diez años era mucho menos evidente. Algunas tecnologías modernas, en particular las redes sociales, han resultado ser herramientas útiles para quienes buscan dividir y socavar la democracia. También las nuevas tecnologías de vigilancia favorecen a las autocracias. De nuevo, nada de esto es inevitable, pero estamos en un momento en la historia en el que el mundo democrático, especialmente Europa, necesita despertar y entender lo que está sucediendo. Si quieren preservar su civilización, tendrán que hacer algunos cambios drásticos.
No parece que la administración estadounidense esté interesada en una alianza democrática
P. ¿Qué impacto tiene la victoria de Trump al respecto?
R. Cuando escribí el libro, no sabía quién ganaría las elecciones en Estados Unidos. Incluso después de las elecciones, no está suficientemente claro en qué dirección va a ir la administración de Trump. Pero algunos de los primeros nombramientos son preocupantes para Europa. No parece que la administración estadounidense esté interesada en liderar una alianza democrática. Algunas de las personas designadas no son simplemente aislacionistas, sino que simpatizan con Rusia y sus objetivos. Y si simpatizas con Rusia, también simpatizas con China, porque Rusia es aliada de China. Europa debe reaccionar y entender que esta administración estadounidense no sigue patrones convencionales. Va a ser muy diferente de la primera administración de Trump. Espero que todos se preparen para ello.
P. En este nuevo libro analizas precisamente los vínculos entre los diferentes movimientos autoritarios. Dices que se han convertido en una especie de Internacional Autocrática. ¿Por qué actúan juntos y quién es su enemigo común?
R. Son regímenes muy diferentes. Para empezar, no tienen la misma ideología. Por ejemplo, la China comunista, la Rusia nacionalista, el Irán teocrático, la Venezuela bolivariana, Corea del Norte… son sistemas distintos. Algunos son estados de partido único, otros están liderados por una sola persona. Tienen diferencias, pero de manera oportunista y transaccional han empezado a cooperar donde tienen objetivos similares. Todos ellos enfrentan enemigos comunes en casa. Todos buscan gobernar sin Estado de derecho, sin que sus ciudadanos tengan derechos, y sin transparencia ni rendición de cuentas. Rechazan con fuerza a cualquiera dentro de sus sociedades que exija justicia, transparencia o que luche contra la corrupción. Además, perciben esas ideas como amenazas externas, por lo que las combaten allá donde las encuentren.
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P. ¿Están unidos en su batalla contra las ideas democráticas, entonces?
R. El objetivo declarado de Rusia es socavar y desestabilizar el mundo democrático, especialmente en Europa y Estados Unidos, porque no quieren que sus ciudadanos miren a Europa y digan que ellos también quieren tener lo que hay en los países de la Unión Europea. Quieren demostrar que Europa es débil, que está dividida y que la democracia no funciona. Por eso trabajan tan arduamente, tanto con propaganda como con la fuerza, con la guerra en Ucrania, para desestabilizar la unidad y estabilidad.
Basta con observar lo que sucede en esta guerra. Verás que Rusia cuenta con la ayuda de Irán, le suministra drones y posiblemente misiles. Corea del Norte está proporcionando municiones y ahora incluso tropas. China le ofrece un sistema alternativo de comercio y también componentes y piezas para su industria de defensa. La guerra en Ucrania se ha convertido en una guerra de este "Consorcio Autocrático" contra Europa.
Putin quiere demostrar que puede hacer lo que quiera y que nuestras sociedades no tienen la fuerza suficiente para frenarlo
P. ¿Ha materializado la guerra ideológica en una guerra real?
R. Esta guerra ya es una guerra militar. Y necesitamos entenderlo cuanto antes. Es fácil mirar a otro lado pensando que es una guerra de Rusia, pero no es así. Putin quiere demostrar que puede ganar incluso contra un Occidente más rico y próspero, aprovechándose de sus divisiones y las debilidades de su sistema. Quiere mostrar que puede derrotar a las potencias occidentales y que las normas establecidas después de la Segunda Guerra Mundial —como la soberanía de los países, los derechos humanos, las leyes de la guerra o las Convenciones de Ginebra— ya no importan. Que no merece la pena aspirar a vivir con libertades.
P. ¿Cómo hacen eso?
R. Mira, te pongo un ejemplo evidente. Rusia ha secuestrado abiertamente a 20.000 niños ucranianos, los ha trasladado de Ucrania a Rusia, y han hablado de ello en la televisión estatal rusa. No lo ocultan, no es un secreto. Han rusificado a estos niños e incluso los han dado en adopción en algunos casos. Putin quiere demostrar que puede hacer esto impunemente. Ese es uno de los objetivos de esta guerra: demostrar que puede hacer lo que quiera y que nuestras sociedades no tienen fuerza para frenarlo.
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P. También mencionas en el libro que las dictaduras modernas no están lideradas por individuos únicos, sino por redes complejas de personas con intereses compartidos, por cleptocracias. ¿Cómo operan estas redes y quién las conforma?
R. Operan en muchos niveles. En lugares como Rusia, China, Irán y Venezuela, hay empresas que son cuasi-estatales y cuasi-privadas. Formalmente, son de propiedad privada, pero tienen profundas conexiones oligárquicas con el Estado. Y estas empresas hacen negocios entre sí. Así, los chinos van a Venezuela e invierten en proyectos ferroviarios venezolanos, algunos de los cuales han resultado ser un fraude. A veces lo hacen para ganar dinero, otras veces para apoyar regímenes que consideran aliados. Venden y comercializan tecnología. Por ejemplo, China vende tecnología de vigilancia en Venezuela, en toda África y en Asia. También tienen relaciones económicas y financieras. Los iraníes han exportado su tecnología petrolera a otros países sancionados, como Venezuela. Una de las relaciones más extrañas del planeta, si lo piensas, es entre Irán y Venezuela. No tienen nada en común geopolítica, histórica o culturalmente. Pero ahora se ayudan mutuamente: Irán ayuda a Venezuela a sortear sanciones y Venezuela otorga a Irán acceso a visados y facilita el movimiento de Hezbollah y otros proxies iraníes por el mundo. Rusia gana dinero vendiendo armas, y lo hace en toda Asia, en África e incluso en otros lugares. Además, a veces tienen acuerdos conjuntos.
Hace un año no podíamos imaginar tropas norcoreanas en Europa, pero ahora aquí están
P. En el libro explicas que también comparten redes de propaganda.
R. Sí. Trabajan en los mismos temas, amplifican las mismas ideas y colaboran en algo que podría describirse como una narrativa autocrática. Intentan construir la idea de que las autocracias son estables y seguras, mientras que las democracias son débiles y están divididas. Promueven la noción de que el mundo autocrático protegerá a las jerarquías tradicionales, a las familias, y que el mundo democrático es peligroso y caótico. Hemos escuchado esta narrativa incluso en las elecciones estadounidenses, con frases como: "Si envías a tu hija al colegio, volverá siendo tu hijo". Estas ideas alarmistas buscan desestabilizar. Los chinos, ya lo sabes, tienen una red enorme de televisión, radio y propiedades mediáticas en todo el mundo. Los rusos impulsan redes sociales, campañas de bots y trolls. Otros regímenes autocráticos, como los iraníes y los venezolanos, usan tácticas similares. Estas alianzas tienen un interés mutuo en mantenerse en el poder, ganar dinero juntos y proyectar sus sistemas políticos. Han encontrado muchas causas comunes sobre las que colaborar de manera efectiva. Y cada año estas relaciones se profundizan más. Hace un año no podíamos imaginar que habría tropas norcoreanas en Europa, pero ahora aquí están.
P. ¿No es esto lo mismo que ha hecho el mundo libre durante décadas, liderado por Estados Unidos? Financiar un relato común para que llegue a todos los rincones del planeta, establecer lazos comerciales, financieros… Putin a menudo ha explicado su estrategia como un contraataque.
R. Puede haber algo de eso. Es cierto que, cuando Estados Unidos era la potencia dominante en el mundo, promovió sus valores: democracia, libertad, libertad de expresión, Estado de derecho, independencia del sistema judicial respecto al sistema político. Estos eran valores estadounidenses, y yo argumentaría que han tenido un impacto positivo. La difusión de estas ideas en Europa ha hecho que Europa sea estable, segura y próspera durante 70 años. También benefició a Asia, África y América Latina, donde estas ideas arraigaron. Ahora Rusia y China tienen una visión diferente. Quieren convertirse en las potencias dominantes y difundir sus sistemas políticos, que están basados en la represión, el control gubernamental de las ideas y la ausencia de Estado de derecho. En su lugar, aplican la "ley por decreto", son lo que los líderes deciden. No existen cortes independientes.
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P. ¿El nuevo orden mundial del que hablan Xi Jinping o Putin?
R. Cuando Rusia habla de un nuevo orden mundial, eso tiene un significado muy específico: un mundo en el que el presidente ruso disfrute de la misma impunidad global que tiene en su país. Un mundo donde pueda invadir Ucrania, secuestrar niños y nadie pueda detenerlo ni criticarlo. Eso es lo que intentan construir. Cuando hablan de un nuevo orden mundial, no están hablando de un mundo más justo, más libre o más igualitario. Se refieren a un mundo donde unos pocos dictadores puedan hacer lo que quieran. Putin tiene una definición muy clara de soberanía: cree que solo algunos países tienen soberanía. Según él, Rusia la tiene, pero Alemania no. Para Putin, la soberanía significa que Rusia puede hacer lo que quiera sin restricciones.
P. Eres muy crítica con la definición de Guerra Fría 2.0. ¿Por qué?
R. No estamos ante una réplica directa del panorama al que nos enfrentamos en el siglo XX: no hay bloques con los que aliarse ni muros de Berlín que marquen divisiones geográficas claras. Muchos países no encajan del todo en ninguna de las dos categorías, democracia y autocracia. Algunas autocracias, como Arabia Saudí, Singapur o Vietnam, no quieren invalidar la Carta de la ONU y aún ven las ventajas del derecho internacional. Algunas democracias, como Turquía, Israel, Hungría, India o Filipinas, han elegido dirigentes que son más proclives a incumplir los convenios sobre derechos humanos que a respetarlos. Las alianzas autocráticas son en gran medida transnacionales, así que pueden transformarse y cambiar, y a menudo lo hacen. Y luego está la división interna que sufren la mayoría de los países. Es una guerra contra los comportamientos autocráticos. Las autocracias quieren crear un sistema mundial que beneficie a ladrones, delincuentes, dictadores y perpetradores de asesinatos en masa. Podemos detenerlos.
Venezuela era el país más rico de América del Sur y ahora produce más refugiados que Ucrania
P. Algunos de estos países, el caso más evidente es el de China, sostienen que sus regímenes pueden mejorar los estándares de vida y construir sistemas muy competitivos. Y sus ciudadanos parecen respaldarles.
R. Si alguien me dice que las dictaduras son más efectivas que las democracias, entonces tiene que explicarme qué pasa en Zimbabue o Venezuela. Venezuela era el país más rico de América del Sur y ahora es el más pobre. Y produce más refugiados que Ucrania. En el caso chino, y tras adoptar mecanismos de mercado y tecnología moderna inventados en otros países, el régimen ha mejorado la calidad de vida de sus ciudadanos si la comparamos con el comunismo chino original. Tienen una forma más próspera de dictadura. Pero el origen de su prosperidad no es la dictadura en sí misma. Es la mayor libertad en el comercio, la producción y la ambición de su gente. Tal vez también tenga que ver con su sistema educativo o su larga tradición burocrática, que funciona de manera ordenada.
Todos estos elementos exitosos podrían ser compatibles con otro tipo de política. Así que, cuidado con atribuir el éxito o desarrollo exclusivamente a las autocracias. Hay muchos tipos de autocracias, y algunas han empobrecido a sus ciudadanos. Hungría, por ejemplo, sería un país mucho más próspero si tuviera un sistema más democrático. Aunque sigue siendo una cuasi-democracia, su cleptocracia y las élites que roban al país y llevan su dinero al extranjero son un gran lastre para el sistema.
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P. Algunas de estas propuestas autocráticas crecen dentro de la Unión Europea. Se están aprovechando del creciente descontento. ¿Reconoces que una parte de ese descontento tiene raíces reales, como la desigualdad o el acceso a la vivienda, o crees que es todo fruto de las narrativas autoritarias que proliferan especialmente por redes?
R. Sé que hay diferentes situaciones en diferentes países europeos. Existen muchas democracias con sistemas políticos defectuosos, desigualdades económicas o injusticias que necesitan ser corregidas. No voy a argumentar que todo el mundo debería estar feliz y que no hay problemas. Sin embargo, existe una gran desconexión entre lo que las personas experimentan en la vida real y lo que ven y entienden en el ámbito digital. La percepción que las personas tienen del mundo también depende de lo que leen, ven y entienden a través de los medios.
Hoy en día, el mundo nos llega filtrado a través de los algoritmos de las redes sociales, que nos ofrecen lo que creen que nos mantendrá más tiempo conectados. Su propósito no es informarnos, ni hacernos mejores ciudadanos, ni enseñarnos nada. Están diseñadas para mantenernos en línea tanto tiempo como sea posible. Si el algoritmo decide que te mantendrás más tiempo en línea cuando estás enfadado, preocupado o asustado, entonces esas son las emociones que va a fomentar. No quiero hablar en nombre de todo el planeta o de toda Europa, pero está claro que ahora puede haber una diferencia significativa entre cómo la gente percibe el mundo en línea y cómo lo experimenta en la vida real.
Me preocupa mucho el separatismo en España, más allá de las decisiones internas que se tomen
P. Hablemos de España. Algunas voces influyentes empiezan a retratar a Pedro Sánchez como un líder con un estilo autoritario. ¿Cómo lo ves tú desde la distancia?
R. Sé que ha sido acusado de corrupción. También sé que tomó la decisión de perdonar o retirar los cargos criminales contra los separatistas catalanes. Ambas cosas, para mí, son señales muy preocupantes. No sigo la política española todos los días, así que soy cauta a la hora de emitir un juicio tajante. Sin embargo, los grandes escándalos de corrupción o cualquier indicio de conexión con el mundo cleptocrático y autoritario serían motivos de preocupación. Indicarían que está bajo algún tipo de influencia.
También me preocupa mucho el tema del separatismo, más allá de las decisiones internas que tome España. Lo que me inquieta son las conexiones rusas con los separatistas catalanes. Esto indica que los rusos ven el separatismo como una fuente de inestabilidad y lo financian. Creo que cualquier Gobierno español, independientemente de su ideología —derecha, izquierda, pro-unidad o pro-federalismo— debería preocuparse por esto. Esos son los aspectos que me preocupan. Sin embargo, repito, no soy una experta en política española y no puedo emitir una proclamación contundente.
P. En Europa, la amenaza autoritaria suele asociarse con partidos de extrema derecha. Sin embargo, en América Latina, se suele vincular con la extrema izquierda. España es un país peculiar en este sentido porque confluyen ambas experiencias. En tu libro ofreces ejemplos de todo el espectro ideológico. ¿Te preocupan por igual?
R. Entiendo lo que quieres decir y tiene sentido. En el caso de España, quizá la influencia de la extrema izquierda latinoamericana, ya sea venezolana u otra, sea más peligrosa. Pero el autoritarismo puede venir tanto de la izquierda como de la derecha. Hay ideologías autoritarias en ambos extremos del espectro político. Escribí tres libros sobre el comunismo soviético, que fue un claro ejemplo de autoritarismo de izquierdas. Durante los primeros 25 años de mi carrera política, me preocupaba más la izquierda que la derecha. Sin embargo, hace unos diez años, cuando comencé a ver una forma de política autocrática emergiendo en la extrema derecha de Europa —a la que algunos llaman populismo, aunque creo que no es el término adecuado—, me di cuenta de que su lenguaje tenía mucho en común con el estalinismo y el comunismo. Fue entonces cuando empecé a preocuparme por la extrema derecha.
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P. ¿Puedes poner algún ejemplo?
R. Algunos de los términos que utiliza Donald Trump no provienen de Hitler, sino de Stalin. La retórica sobre el enemigo interno o la costumbre de describir a los oponentes como parásitos son propias del estalinismo. En realidad, creo que cualquiera de estas ideologías, dependiendo de su atractivo en el país donde aparecen, puede ser igual de dañinas. Y pienso que este es un momento en el que la izquierda y la derecha moderadas, junto con los liberales y cualquiera que comprenda la importancia de la democracia liberal, deberían unirse para defenderla contra los extremos de ambos lados. España puede estar en una posición diferente a Alemania, pero incluso allí vemos que tanto la extrema derecha como la extrema izquierda están ganando influencia.
P. ¿Qué señales deberían tener en cuenta los ciudadanos preocupados por la democracia en sus países para evaluar a sus líderes? Una de las más evidentes, en mi opinión, es comprobar sus lazos con otros movimientos autoritarios en el mundo. ¿Se te ocurre alguno más?
R. Hay que prestar atención al lenguaje. Escucha cómo hablan los líderes que se presentan a sí mismos como la única solución: "Solo yo puedo arreglar esto", "Solo yo puedo salvar al país". También presta atención a los líderes que describen a sus oponentes políticos dentro del sistema democrático como "traidores" o "enemigos". Cuando comienzan a usar términos como "traidor" o "enemigo", están haciendo que la política democrática sea imposible. La democracia depende de que las personas acepten un rango de ideas y de que cualquiera que esté dentro de ese rango pueda legítimamente dirigir el país. Así que escucha atentamente el lenguaje que utilizan. Creo que esa es la primera y más importante señal. Podría mencionar más cosas, pero ese sería el punto principal.
Tarde o temprano, las tropas de la OTAN se verán obligadas a defender Europa
P. En España y en América Latina vemos con preocupación el conflicto en Rusia y Ucrania. Algunos analistas, especialmente los realistas, sugieren algo así como que el régimen ruso tiene razón al decir que somos débiles y que estamos destinados a sucumbir por nuestra idiotez.
R. A quienes piensan que es hora de terminar la guerra, de rendirse y de dejar que Rusia tome Ucrania, les pediría que reflexionen sobre lo siguiente: si Rusia ocupa Ucrania, no vais a ahorrar tampoco dinero. No vais a estar más seguros. Tendréis que gastar más dinero para defenderos. Esto es especialmente cierto para países como Alemania, Polonia, los Estados bálticos y Escandinavia, que están más cerca de Rusia. Pero también afecta a España, Portugal e Italia. Si Rusia gana, sus intentos de socavar vuestras democracias aumentarán, su poder en el mundo crecerá y vuestra seguridad será más cara.
P. ¿Ves una guerra en la Unión Europea cerca?
R. Tarde o temprano, las tropas de la OTAN se verán obligadas a defender Europa. Cuando los ucranianos luchan, están luchando por protegernos a todos, evitando que la guerra entre en Europa. La manera más rápida y económica de terminar este conflicto sería ayudarles a ganar. Cometimos un gran error al no darles las herramientas para ganar en 2022. Ahora, después de tres años, la guerra se ha prolongado innecesariamente, haciéndola más difícil. Si piensas desde un punto de vista práctico, lo realista es ayudar a Ucrania a ganar ahora para no tener que enfrentarnos a Rusia más tarde, ya sea en Lituania, Polonia, Alemania o Finlandia. Ganar ahora es la opción menos costosa.
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P. Al principio de nuestra conversación mencionaste que Europa debe despertar si queremos mantener nuestros sistemas democráticos. ¿Qué significa eso exactamente? ¿Qué debemos hacer en tu opinión?
R. Para empezar, necesitáis regular urgentemente las redes sociales. Tal vez incluso prohibir algunas, si no sirven a los intereses de vuestra democracia o si buscan influir en vuestros sistemas políticos desde el exterior. No voy a dar nombres, pero hay más de una plataforma que podría considerarse una influencia extranjera. También debéis tomar medidas serias contra la cleptocracia. No debería ser posible que los europeos mantengan su dinero en cuentas offshore ni que existan empresas anónimas. Este mundo de compañías pantalla y lavado de dinero debe terminar, y la Unión Europea puede liderar ese esfuerzo.
Por último, Europa necesita un sistema de seguridad coordinado. Necesitáis coordinar la producción de armas. Ahora mismo, cada país europeo fabrica su propia artillería y sus propios sistemas, lo que genera ineficiencias. Debéis unificar y producir en masa los mismos equipos para ser más eficientes. También deberíais empezar a imaginar un mundo sin el paraguas nuclear de Estados Unidos ni sus garantías de seguridad. No digo que estemos allí todavía, pero es una posibilidad que podríamos enfrentar en el futuro.
P. ¿Significa eso gastar más en un ejército europeo, quizá redirigiendo dinero de otras áreas?
R. Sí, y eso puede tener beneficios. Europa está muy por detrás de Estados Unidos y China en muchas tecnologías avanzadas. Necesitáis poneros al día. Los ucranianos, por ejemplo, tienen ahora las capacidades de guerra electrónica y de drones más avanzadas del mundo. Aprended de ellos. En el proceso de construir vuestra capacidad de defensa y seguridad, podríais recuperar terreno tecnológico. Esto es muy importante. Pero vuelvo a insistir: primero aseguraos de no perder la guerra de Ucrania. Y si lo hacéis, aseguraos que estáis preparados para vivir en una realidad completamente diferente.
Anne Applebaum ha vuelto para presentar en sociedad su último ensayo, Autocracia S.A, acabado poco antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Es uno de sus libros más cortos, apenas 200 páginas, en el que disecciona los mecanismos transnacionales que propician el auge de los regímenes autoritarios. La periodista y escritora, galardonada con el Premio Pulitzer, insiste en que las autocracias modernas se financian, colaboran y se adaptan para consolidar su poder a nivel global y desprestigiar a sus rivales. Hablamos por videoconferencia durante algo menos de una hora.