El consuegro libanés de Trump y tantear a Rusia: Israel avanza un posible alto el fuego en Líbano
Con Hoschtein y Boulos, Trump espera cumplir la promesa con la que ha hecho campaña en materia de política exterior: que durante su mandato no empiece ninguna guerra, y que las que ya hay en curso paren lo antes posible
La semana de las elecciones en EEUU dio por enterrado cualquier borrador de alto el fuego en Oriente Medio. El sábado, mientras en Tel Aviv llovían acusaciones de un lado y otro por un editorial en el que Haaretz acusaba al Gobierno de Benjamín Netanyahu de “limpieza étnica”, del Golfo llegaba la noticia lapidaria. Qatar había dado un golpe en la mesa y se retiraba como mediadora entre Israel y Hamás. En Doha estaban frustrados con la “poca seriedad” de ambas partes y daban a la delegación del grupo palestino un plazo estricto para abandonar el país.
Después de aquello, cualquiera en la región se aferra a un clavo ardiendo. Y, tanto en Tel Aviv como en Beirut y Ramala, hay esperanza porque los EEUU de Biden —casi Trump— traigan algo de cambio. Es lo que prometía el presidente electo en campaña: “Stop all wars” fue el eslogan con el que convenció a la población árabe y musulmana de votarlo a él antes que a Kamala Harris.
En estos dos meses de transición a la nueva legislatura republicana, el presidente electo ha renovado el mandato de Amos Hochstein, consejero especial de los demócratas y una figura clave en continuo tránsito entre Washington, Beirut y Tel Aviv durante el último año. Israelí de nacimiento, Hochstein ha estado negociando un acuerdo de tregua con el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, líder del movimiento Amal, cercano a Hezbolá. El documento se basaría en la Resolución 1701 firmada tras la invasión israelí de 2006, reforzaría el rol de UNIFIL y daría a EEUU potestad como garante de la aplicación del cese el fuego. Este martes, Hochstein dijo en una rueda de prensa en la Casa Blanca: “Existe la posibilidad de alcanzar pronto un acuerdo de alto el fuego en Líbano. Espero que podamos”.
A la revalidación de Hochstein se suma el hombre que ha aupado la campaña de Trump entre el electorado árabe-estadounidense: su consuegro, el libanés Massaad Boulos. Padre de Michael Boulos, esposo de Tiffany Trump, este millonario ha invertido los últimos meses en recorrerse los swing states del país norteamericano y cualquier región donde el voto árabe y musulmán pudiera ser decisivo para la victoria republicana. Boulos asistió a mítines, reuniones, cenas y desayunos, y visitó iglesias y mezquitas por igual. A menudo le acompañaba Bishara Bahbah, de origen palestino, fundador del grupo Árabes por Trump.
En lugar de sustituir a Hochstein, como se preveía tras las elecciones, Boulos no ostentará ningún cargo oficial por el momento. Además, Trump ha dado su beneplácito al consejero de Biden y lo mantendrá al frente de las negociaciones. Mientras Hochstein reanuda sus viajes a Tel Aviv y Beirut, el libanés ha asumido las relaciones públicas del republicano entre figuras diversas del mundo árabe. En septiembre, se reunió con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre en Nueva York. Durante el encuentro, Abás se declaró dispuesto a firmar la paz con Israel sobre la base de la solución de dos Estados y expresó su voluntad de acoger a observadores internacionales en un futuro Estado palestino para garantizar la seguridad de Israel.
Con los dos hombres al frente, el próximo presidente estadounidense espera cumplir la promesa con la que ha hecho campaña en materia de política exterior: que durante su mandato no empiece ninguna guerra, y que las que ya hay en curso paren lo antes posible.
Sin embargo, la Pax Trumpiana no queda del todo clara. Este martes, la NPR publicó que el presidente electo nombraría a Marco Rubio como secretario de Estado de la segunda Administración Trump. Este senador de Florida, que se convertiría a partir de enero en el primer hispano en ostentar el liderazgo de la diplomacia estadounidense, es también conocido por su enfoque intervencionista de la política exterior. Sobre todo en Oriente Medio: el floridiano es mucho más sionista que Trump, y su alineamiento con la política de Netanyahu ha sido total desde que empezó la guerra. En abril, de hecho, defendió el derecho de Israel a llevar a cabo una operación terrestre en Rafah a pesar de la sentencia de emergencia del Tribunal Internacional de Justicia. En noviembre de 2023, se enfrentó a las activistas de Code Pink y dijo ante su cámara: “Quiero que destruyan todos los elementos de Hamás que puedan. Esa gente son animales viciosos que cometieron crímenes horribles [...] Hamás tiene toda la culpa”.
Por ahora, Donald Trump ha instado a Netanyahu a acabar la guerra en Oriente Medio antes de enero. También ha hablado en privado con el israelí al menos tres veces en la última semana. Pero los esfuerzos de Tel Aviv por cambiar el curso de su operación militar no quedan claros. En Gaza, un alto el fuego suena más improbable a estas alturas que en ningún otro momento desde que empezó la guerra. La misma noche de las elecciones estadounidenses, Netanyahu destituyó a su ministro de Defensa, Yoav Galant, y durante la semana un editorial de Haaretz acusó a su Gobierno de estar llevando a cabo una “limpieza étnica” en el enclave palestino. Este fin de semana, Qatar abandonó el papel de mediador que adoptó después del 7 de octubre, y anunció que expulsará de Doha a los dirigentes de Hamás en los próximos días.
En el frente libanés, las señales son confusas. Aunque las Fuerzas de Defensa Israelíes anunciaron una ampliación de la invasión la semana pasada, el nuevo ministro de Exteriores, Gideon Saar, anunció este lunes con entusiasmo “cierto progreso” en las negociaciones de un alto el fuego con Hezbolá. En Beirut, un responsable del partido-milicia chií corroboró incluso que se estén intensificando los esfuerzos diplomáticos por ambos lados. Pero, el martes, el sustituto de Galant al mando de Defensa, Israel Katz, aseguró: “No habrá alto el fuego ni pausa en el Líbano. Seguiremos atacando a Hezbolá con toda nuestra fuerza hasta alcanzar nuestros objetivos de guerra”.
Rusia entra en la ecuación
Mensajes contradictorios como el de Saar y Katz podrían reflejar el momento crítico en el que se encuentra la diplomacia israelí justo después de que Netanyahu haya reestructurado su gabinete. En la misma declaración en la que anunciaba el progreso en las negociaciones de un alto el fuego, el nuevo ministro de Exteriores israelí invitaba a un nuevo actor a la ecuación: la Rusia de Vladímir Putin. Según Saar, el Kremlin podría ejercer su influencia en el Gobierno de Bachar al-Ásad para impedir que el armamento iraní destinado a Hezbolá cruce por Siria para llegar al Líbano.
Ron Dermer, ministro de Asuntos Estratégicos de Netanyahu, viajó de hecho a Moscú la semana pasada antes de visitar en Washington al equipo de Trump. Dermer, exembajador de Israel en EEUU, ha sido durante años el intermediario entre Israel y el liderazgo del Partido Republicano. Ahora, mientras Trump se prepara para una segunda legislatura en la Casa Blanca, Tel Aviv anticipa un cambio en las relaciones entre EEUU y Rusia tras la ruptura de relaciones entre Biden y Putin por la guerra de Ucrania. Además de las relaciones bilaterales, una de las puertas que podría abrirse es la del Consejo de Seguridad, donde tanto Washington como Moscú gustan vetar cualquier borrador de resolución propuesto por el contrario.
Desde que comenzó la escalada en el Líbano, EEUU ha descartado cualquier idea de reforzar la Resolución 1701 de la ONU, con el argumento de que cualquier modificación requeriría la aprobación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, lo que significaba que Rusia podría ejercer el veto. “Estados Unidos —al menos la administración saliente de Biden— no desea que Moscú desempeñe un papel en el conflicto entre Israel y Hezbolá. La implicación rusa abriría las negociaciones entre EEUU y Rusia sobre Ucrania”, escribe Mounir Rabih para L’Orient-Le Jour este martes. Como sugiere el diario libanés, el enfoque podría cambiar con Trump. En este escenario, Israel también podría querer ver a Rusia implicada en la cuestión del Líbano, en particular controlando las rutas de suministro militar de Hezbolá desde territorio sirio.
Fuentes cercanas a Hezbolá han confirmado que los herederos de Hasan Nasrallah están alertados de que Siria aceptará desempeñar el papel que Israel y Rusia podrían pedirle, pero igualmente Damasco ha aclarado a ambas partes que su objetivo no es aislar o debilitar al partido-milicia libanés. “A Siria no se le pide que se una a esta guerra, sino que mantenga su propia estabilidad y supervivencia, ya que al régimen de [Bachar] al-Ásad le interesa la continuidad de Irán y Hezbolá. EEUU e Israel podrían intervenir masivamente para derrocar al régimen o entrar en conflicto abierto contra él, lo que sería un desastre estratégico para Hezbolá”, cuenta la fuente a L’Orient-Le Jour.
La semana de las elecciones en EEUU dio por enterrado cualquier borrador de alto el fuego en Oriente Medio. El sábado, mientras en Tel Aviv llovían acusaciones de un lado y otro por un editorial en el que Haaretz acusaba al Gobierno de Benjamín Netanyahu de “limpieza étnica”, del Golfo llegaba la noticia lapidaria. Qatar había dado un golpe en la mesa y se retiraba como mediadora entre Israel y Hamás. En Doha estaban frustrados con la “poca seriedad” de ambas partes y daban a la delegación del grupo palestino un plazo estricto para abandonar el país.
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