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Esta mina es el 'canario en la mina' de Ucrania: "Putin puede acabar controlando el Donbás"
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desafío estratégico, económico y diplomático

Esta mina es el 'canario en la mina' de Ucrania: "Putin puede acabar controlando el Donbás"

Ambos bandos se preparan para una batalla que promete ser dura y crucial. Los ucranianos están reforzando las defensas con brigadas de ingenieros cavando contrarreloj trincheras alrededor de la ciudad de Dnipró

Foto: Artillero ucraniano en el frente de Pokrovsk. (Reuters)
Artillero ucraniano en el frente de Pokrovsk. (Reuters)
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Vista desde el satélite, la mina de coque de Pokrovsk luce como una minúscula herida mal curada en la fértil llanura del Donbás ucraniano. Las negras montañas de mineral apilado contrastan con el paisaje parcheado de verdes y ocres; pastos y cultivos que se extiende de forma ininterrumpida los 10 kilómetros que los separan de la ciudad. Pero es lo que hay bajo tierra, las casi 80 millones de toneladas de carbón que guardan las tripas de este pedazo de tierra, las que han convertido este punto en el mejor termómetro militar, económico y geopolítico de la guerra de Ucrania. Uno que muestra cómo la fiebre está subiendo peligrosamente para Kiev.

Los analistas de fuentes abiertas ya ubican a los rusos en Selidove, a menos de diez kilómetros al sudeste de la localidad Pokrovsk, un importante nudo de comunicaciones (carreteras y ferrocarril) para la logística de reabastecimiento del Ejército ucraniano en el frente oriental. Allí todavía quedan unas 13.000 personas de las 60.000 que vivían en esta urbe antes del conflicto. Las evacuaciones siguen mientras los reportes sobre el terreno hablan de unos defensores completamente superados en número y equipamiento ante el avance, lento pero constante, de las tropas del Kremlin.

Los datos muestran que los invasores avanzan a su ritmo más rápido desde los primeros compases de la contienda en febrero de 2022. En solo dos días, los ejércitos de Moscú lograron capturar ocho asentamientos en el Donbás. Durante el último mes, se han apoderado de más de 410 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, según cálculos del Institute for the Study of War (ISW). Un Octubre Negro para Ucrania, con la pérdida de ciudades como Vuledar y Chasiv Yar, donde habían logrado contener y desgastar a los rusos durante meses.

El Kremlin ve Pokrovsk como la piedra de toque para conquistar la región de Donetsk y asegurar su objetivo de dominar todo el Donbás como punto de partida en cualquier eventual negociación de paz. Además, este emplazamiento serviría de puerta de entrada para atacar con más intensidad objetivos vitales para Ucrania como la ciudad de Dnipró, la urbe clave del sur del país que está a unos 180 kilómetros.

"Estamos sin duda en una situación muy delicada para Ucrania. Las tácticas rusas después del fracaso de la contraofensiva ucraniana está dando sus frutos y la línea defensiva está siendo desafiada gradualmente con la captura de grandes ciudades", explica Thibault Fouillet, director del Instituto de Estudios de Estrategia y Defensa, a El Confidencial. "Puede que Ucrania acabe perdiendo el control del Donbás", avisa.

Si cae la ciudad, cae la mina

Ambos bandos se preparan para una batalla que promete ser dura y crucial. Los ucranianos están reforzando las defensas con brigadas de ingenieros cavando contrarreloj trincheras al rededor de la ciudad y, por primera vez, en la retaguardia vía Dnipró, entre las ciudades de Mejova y Slovianska. Estas zanjas y búnkeres son fundamentales para lidiar con las devastadoras bombas planeadoras, los drones y la artillería rusa que suelen preceder al avance de las tropas terrestres. Además, se están sembrando minas, obstaculizando vías de acceso con 'dientes de dragón' y fortificando las colinas circundantes para neutralizar el avance adversario.

Pero todas estas estrategias se han mostrado insuficientes ante una fuerza con los números suficientes para asumir el coste humano del asalto y la capacidad para desbordar o esquivar las líneas enemigas. Los analistas militares llevan semanas hablando de una "ofensiva en cascada en múltiples frentes" en varios ejes de acceso al núcleo urbano.

"Los rusos no han destruido la ciudad [mediante bombardeos] porque lo más probable es que quieran conservarla como un punto de apoyo para el futuro. Selidove es una ciudad grande (antes de la guerra tenía 22.000 habitantes) donde se puede alojar a un gran número de personas y esconder equipos", aseguró Vitaliy Milovidov, portavoz de la 15ª brigada de la Guardia Nacional de Ucrania.

Y si se pierde la ciudad, se pierde la mina. Un revés estratégico con repercusiones económicas y diplomáticas que pueden influir de manera decisiva en el devenir del conflicto.

Debacle metalúrgica

Conocida como Krasnoarmeyskaya-Zapadnaya Nº 1, la mina de Pokrovsk es la última bajo control ucraniano que produce carbón de coque, vital para la industria siderúrgica. Las instalaciones todavía siguen operando pese a la cercanía del enemigo, dijeron fuentes de la industria a Reuters la semana pasada, pero no está claro cuánto más podrán aguantar antes de evacuar a los trabajadores y sus familias. Antes de la guerra, el complejo daba trabajo a unas 6.000 personas. Ahora opera bajo condiciones reducidas, con una parte importante de su personal (unos 1.000) movilizado en el frente.

Perder esta producción forzaría a la industria local a buscar coque de importación, con el riesgo de no conseguir los volúmenes o la seguridad del suministro. Esto no solo debilitaría la economía, sino también al vital sector armamentístico doméstico, la única vía de suministro de armas fuera de la inestable solidaridad aliada.

placeholder Imagen satélite de Pokrovsk. (Google Maps)
Imagen satélite de Pokrovsk. (Google Maps)

"En este contexto, la producción de acero de las empresas que utilizan hierro fundido en su proceso metalúrgico podría caer un 50% o más. Por ejemplo, en los últimos dos años (2022 y 2023), las acerías ucranianas produjeron 6,26 y 6,23 millones de toneladas de acero respectivamente. Con una teórica pérdida de Pokrovsk, en vez de llegar a 10 millones de toneladas que teníamos como objetivo, podríamos hundirnos hasta 3,5 millones de toneladas. Incluso menos. Esto sería un golpe crítico para toda la economía del país", explica Oleksandr Kalenkov, jefe de la asociación ucraniana del sector metalúrgico Ukrmetalurgprom, en declaraciones a El Confidencial.

Kiev ya perdió uno de estos ingenios vitales con la caída de Avdiivka, donde se encuentra la mayor planta de Europa de producción de coque. Pese a ello, el sector metalúrgico sigue siendo una de las columnas vertebrales de la economía nacional y segundo mayor rubro de exportación después de los alimentos. Esto no solo privaría a las arcas del Estado de vitales divisas en momentos de máxima necesidad (las exportaciones de metal reportaron 2.000 millones de dólares en los ocho primeros meses del año), sino que también encarecería el acero, haciéndolo menos competitivo en el mercado internacional y más costoso para el sector doméstico.

"Además, hay un gran problema para organizar las importaciones. Es más eficiente y barato traer el carbón de coque por mar, pero hay que tener en cuenta que no todos los puertos ucranianos están activos en estos momentos. Y los que están operativos, están centrados en exportaciones. Hay problemas para proveerse del volumen necesario en el tiempo apropiado. Para aumentar importaciones hay que reducir volúmenes de exportación, algo que difícilmente nos podemos permitir en estos momentos", agregó Kalenkov.

La mina de Pokrovsk forma parte del grupo metalúrgico-minero Metinvest, propiedad de Rinat Akhmetov, uno de los hombres más ricos de Ucrania y oligarca renegado del Kremlin. Durante años, Akhmetov fue uno de los empresarios prorrusos de referencia en el Donbás, pero rompió con Moscú cuando los primeros tanques reventaron las fronteras ucranianas. Ahora Putin se está cobrando su venganza ocupando dos acerías del grupo en Mariúpol y destruyendo la planta de coque de Avdiivka.

"Sin plantas siderúrgicas, la economía ucraniana morirá", afirmó tajante Stanislav Zinchenko, director ejecutivo de GMK Center, una consultora industrial con sede en Ucrania, a la revista Foreign Policy.

Nuestro frente ha colapsado

"No revelaré un secreto militar si digo que nuestro frente ha colapsado". En octubre, el general de división ucraniano Dmytro Marchenko advertía a propios y extraños de la situación límite en algunos puntos de los más de 1.000 kilómetros de línea de combate. La guerra de desgaste, que tuvo durante meses la refriega en punto muerto, está empezando a rendir sus frutos para Moscú. Las tropas de Kiev empiezan a sentir los más de dos años y medio de bajas, de suministro irregular e insuficiente de material de guerra y de fatiga física y emocional.

Foto: Jóvenes en Corea del Norte firman peticiones para enlistarse en el ejército. (KCNA)

Es cierto que Rusia también se ha visto forzada al límite. Los servicios de inteligencia occidentales estiman que las bajas (muertos, heridos y desaparecidos) rondan las 600.000 y sus arsenales están bajo mínimos en muchos rubros clave para la guerra. Pero el Kremlin todavía está logrando reclutar unos 30.000 nuevos soldados al mes gracias a grandes pagos, según dijeron fuentes de la OTAN a The Economist. Suficiente para ir cubriendo pérdidas. Además, están a punto de recibir el refuerzo de unos 12.000 efectivos de Corea del Norte —país que ya venía suministrando grandes cantidades de munición de artillería— que aliviarán la presión de los ucranianos en el frente de Kursk, dentro de territorio ruso.

Mientras, el presidente Volodímir Zelenski está en un laberinto político que tiene paralizadas las leyes para aumentar la movilización. El Gobierno da síntomas de desesperación, pero no acaban de hacer un movimiento claro al respecto. En abril, por ejemplo, se redujo la edad de reclutamiento de 27 a 25 años, y los hombres que en el primer año de la guerra habían sido considerados "de aptitud limitada" para el servicio fueron obligados a volver a presentarse ante una comisión médica. Hay incluso reportes aislados pero significativos de prácticas poco ortodoxas para forzar la movilización; como la llamada busificación, donde reclutan forzosamente a los hombres en edad militar en sus puestos de trabajo y los llevan en autobús directamente al frente.

También se introdujeron multas para aquellos que no habían registrado sus documentos militares, como el pago de cientos de euros o la retirada del permiso de conducir. Nada de esto parece estar logrando los números que Ucrania necesita en el frente. Según la Fiscalía General de la Nación, solo este año se han registrado más de 35.000 casos de ausentismo militar no justificados, así como 18.000 investigaciones por deserción que podrían conllevar un mínimo de cinco años de prisión.

"La movilización se hace cada vez más difícil de aceptar a medida que avanza la guerra y la gente se cansa de ella sin ninguna perspectiva de victoria (una constante en la historia militar). Además, las acusaciones de corrupción y opacidad en el sistema de movilización no han ayudado en nada a un proceso ya de por sí complicado", explica Fouillet.

Sobrevivir, no ganar

Atrás ha quedado la esperanza de que algún nuevo equipo enviado por Occidente fuese clave para inclinar la balanza tecnológica. Llegaron los carros de combate, la artillería de precisión, los misiles de largo alcance y los cazas. Pero todo llegó tarde y en números insuficientes. Ahora mismo, la escasez de interceptores aéreos está dejando espacio para que los drones de reconocimiento rusos exploren con mayor libertad el territorio, identificando objetivos militares para sus misiles balísticos o drones de ataque, o guiar las bombas planeadoras a los puntos débiles de la defensa ucraniana.

Mientras, Rusia está dopando su economía y dedicando hasta el 40% del gasto público destinado al rubro militar, con las plantas al límite y abriendo nuevas líneas de producción y refacción. Esto le pasará factura en el futuro, coinciden los expertos económicos, pero el Kremlin tiene margen de maniobra para aguantar y aliados de respaldo.

Foto: Reunión entre Trump y Putin en Helsinki.

"No hay nada nuevo en el déficit ucraniano, sino más bien en el empeoramiento de la situación el paso del tiempo. Por la fatiga que dificulta cada vez más la movilización o por ese déficit que inclina la balanza a favor de los rusos en el Donbás", apunta el analista de defensa.

En lo que va de año, la administración de Joe Biden ha impulsado hasta cinco paquetes de ayuda militar y financiera para Ucrania. Estos suman unos 60.000 millones de dólares en el fondo aprobado por la Cámara de Representantes en abril y otros 1.800 millones adicionales en varios paquetes concretos para municiones, interceptores y drones. Estas iniciativas en marcha les deberían dar oxígeno para aguantar el embate ruso los próximos meses. Pero todavía queda por despejar la gran X en esta ecuación.

¿Qué piensa hacer Donald Trump con Ucrania?

El presidente electo ha mostrado poco apetito geopolítico para redoblar los esfuerzos de su predecesor en el conflicto europeo. Pero todavía es pronto para saber cuáles serán sus pasos concretos. Los observadores están pendientes ahora de los mandos militares y analistas estratégicos de los que se rodee en su segundo paso por la Casa Blanca. Pero si algo ha dejado meridianamente claro el magnate neoyorquino —por activa y por pasiva— es que adora ganar y detesta a los perdedores.

"Rusia tiene muchas debilidades. La principal en este momento es que no pueden lograr hace masa suficiente con sus tropas para explotar las rupturas del frente y moverse de forma rápida y fluida por el territorio", resumía el editor de defensa de la revista The Economist, Shashank Joshi, en un reciente episodio del podcast The Intelligence. "Pero el problema es que nadie está hablando seriamente de una posible contraofensiva ucraniana, como a comienzos de 2023. Cuando hablo con funcionarios estadounidenses, el lenguaje que utilizan en sus planes ahora no es, '¿cómo asistamos ese golpe fantástico que fuerce a los rusos a negociar', sino que es '¿cómo conseguimos que Ucrania sobreviva?'".

Vista desde el satélite, la mina de coque de Pokrovsk luce como una minúscula herida mal curada en la fértil llanura del Donbás ucraniano. Las negras montañas de mineral apilado contrastan con el paisaje parcheado de verdes y ocres; pastos y cultivos que se extiende de forma ininterrumpida los 10 kilómetros que los separan de la ciudad. Pero es lo que hay bajo tierra, las casi 80 millones de toneladas de carbón que guardan las tripas de este pedazo de tierra, las que han convertido este punto en el mejor termómetro militar, económico y geopolítico de la guerra de Ucrania. Uno que muestra cómo la fiebre está subiendo peligrosamente para Kiev.

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