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Este es el hombre que va a gobernar Alemania (solo nos falta saber con quién)
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Una carrera de obstáculos

Este es el hombre que va a gobernar Alemania (solo nos falta saber con quién)

La falta de habilidad, o tal vez de experiencia en el tema, llevó a Merz a cometer algunos exabruptos cuando se refería a migrantes o refugiados, por los que tuvo que disculparse

Foto: El líder del partido alemán Unión Cristianodemócrata (CDU), Friedrich Merz. (Reuters/Liesa Johannssen)
El líder del partido alemán Unión Cristianodemócrata (CDU), Friedrich Merz. (Reuters/Liesa Johannssen)

En el año 2000 Friedrich Merz lo tenía todo muy claro. En aquel mes de abril observaba con una sonrisa en el rostro la asunción de la joven Angela Merkel a lo más alto de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido entonces golpeado por los escándalos de la financiación ilegal y sin rumbo claro tras la extensa era de Helmut Kohl. El plan era muy sencillo: la inexperta Merkel duraría muy poco en el puesto. No estaba hecha para soportar los líos internos ni la presión mediática. Solo cuestión de tiempo, de sentarse a esperar.

Dos años después, la sonrisa se había borrado. No solo por la derrota electoral de Edmund Stoiber, sino porque Merkel se hacía cargo del partido y del puesto que ocupaba Merz. Ya no era el portavoz de la CDU en el Bundestag. Había sido degradado y su carrera recibía un golpe inesperado. Su ego también. Por eso, en 2004, prometió a la CDU que dejaría la política, comenzando un exitoso periplo en el sector privado. Entonces Merz pensaba que sería para siempre. Se volvía a equivocar.

Es posible que su momento esté a punto de llegar. Olaf Scholz destituyó esta semana a su ministro de Finanzas, el líder del partido liberal, Christian Lindner, y precipitó la ruptura de la delicada coalición tripartita Socialdemócratas-Liberales-Verdes. El golpe sobre la mesa del canciller alemán es la antesala de unas muy probables elecciones anticipadas, que los conservadores quieren celebrar cuanto antes. Sobre todo, Friedrich Merz. "Sencillamente, no podemos permitirnos tener un Gobierno sin mayoría durante varios meses", dijo, y propuso que la cita con las urnas se celebrara la segunda quincena de enero.

Qué piensa Friedrich Merz

El partido de Adenauer, de Kohl, de Merkel y ahora de Merz posee tres grandes corrientes internas: el ala conservadora, el ala social y el ala liberal. Las diferencias radican en las prioridades de cada una. La conservadora pone el acento en los valores tradicionales, la seguridad interna y una política migratoria más restrictiva. Por su parte, el ala social aboga por políticas sociales y un fortalecimiento del Estado de Bienestar. Finalmente, el ala liberal defiende una política económica de libre mercado, reducción de impuestos y regulaciones y una flexibilización del mercado laboral. A esta última pertenece Friedrich Merz.

Después de los 16 años de la era Merkel, que para muchos de sus críticos llevó adelante una política socialdemócrata, Merz representa un cambio importante. Su agenda apunta a construir una oferta política de centroderecha más clásica, con un perfil diferenciado de sus competidores políticos de centroizquierda como el partido socialdemócrata y los verdes.

Foto: Björn Höcke en un mitin de AfD. (Getty)

Sus intenciones se reflejan en su discurso de asunción como jefe del partido en septiembre pasado. Por ejemplo, el uso de energías renovables es solo una parte de la matriz energética de su proyecto de país. Las energías fósiles no tienen por qué ser descartadas. La obra pública no debe depender solo del financiamiento estatal, sino que el capital privado puede jugar un rol. La ayuda social para desempleados conocida como Bürgergeld (dinero ciudadano) es un problema para Merz, que ha construido contra ella una de sus frases de cabecera: "Al final quien trabaja debe ganar más que el que no lo hace".

La comunicación: el problema de Merz

A todo lo anterior se le suma la cuestión migratoria que desde hace tiempo parece ser su gran obsesión. Teniendo en cuenta que la base de su pensamiento y posiciones políticas se estructuran en torno a su perfil liberal, la incorporación de la variable conservadora en su discurso ha sido una verdadera dificultad para el propio Merz. Posiblemente guiado por su interés de ganar apoyos en el ala conservadora, que buscaban con ansias un referente luego de años de hegemonía merkeliana, Merz ha intentado integrar en sus expresiones públicas la cuestión migratoria. Incluso prometiendo en 2018 arrebatarle a la ultraderecha la mitad de sus votantes. En su lógica, una retórica más restrictiva en temas migratorios sería la llave para recuperar votantes decepcionados.

Un error bastante recurrente en muchas fuerzas y líderes políticos que olvidan que esa estrategia solo refuerza a la derecha radical. Pero en este caso, el problema no fue electoral sino discursivo. La falta de habilidad, o tal vez de experiencia en el tema, llevó a Merz a cometer algunos exabruptos cuando se refería a migrantes o refugiados. Por ejemplo, habló de "pequeños Pashas" al referirse a niños de ascendencia árabe, o criticó a los refugiados que visitaban el odontólogo y lo llamó "turismo social". Por cada una de esas expresiones, las críticas, incluso en las propias filas, fueron tan grandes que tuvo que disculparse. Frases como esas, en lugar de debilitar a la ultraderecha, acercaban a su figura a esa agenda y lo alejaban de su mayor fortaleza: la economía.

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En efecto, en los ojos del electorado alemán, la competencia más importante que posee la CDU es su capacidad para llevar adelante la economía. ¿Por qué no profundizar en ese aspecto en lugar de dar una supuesta batalla cultural que solo lo deja fuera de juego?

El hombre de las derrotas

"Gano alrededor de un millón de euros al año", dijo en 2018 al periódico amarillista y más vendido de Alemania, Bild Zeitung. Lo dijo con seguridad, convencido de haber dado en el clavo. Y, no conforme con ello, agregó: "Soy un hombre de clase media, de clase media alta". Luego de más de una década en el mundo de la banca y las finanzas, llegando incluso a lo más alto de BlackRock, Merz mostraba que su sensibilidad para la política se había oxidado. Algo bastante esperable para alguien que había dejado la política en 2004, indignado por quedar por debajo de Merkel en la jerarquía partidaria.

Esa pausa no fue gratis. Porque las dificultades para encontrar un discurso que conecte con un electorado ávido de un nuevo liderazgo era apenas un aspecto de esta carrera de obstáculos que retomaba Merz. La otra parte, la de sentarse en el trono de la CDU, sería aún más áspera.

Dos derrotas, en 2018 y en 2021, redujeron drásticamente sus aspiraciones. Un baño de humildad para alguien que tuvo que volver a acostumbrarse al juego político propio de un partido. A las frases rimbombantes hay que acompañarlas del trabajo de base, del ordenamiento de voluntades, de una gestión de la lealtad. Sus rivales en aquellas instancias, Annegret Kramp-Karrenbauer y Armin Laschet, tenían mucho más afilado ese ejercicio partidario. Y Merz pagó el precio.

Foto: Friedrich Merz, líder de la CDU. (EFE/Clemens Bilan)

Pese a todo, la tenacidad es una virtud reconocible en esta segunda etapa de su carrera política. Esta vez, en lugar de abandonar nuevamente sus aspiraciones, Merz insistió de nuevo en 2021. A menos de un mes de la dolorosa derrota electoral de su partido en las elecciones federales, vio la oportunidad y como todo político con ansias de poder, se lanzó sin dudarlo. Posiblemente apoyado por el contexto y con la enorme tarea de liderar a la oposición frente al tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales, Merz se hizo cargo de la CDU. Exactamente 17 años después de su renuncia. Se podría afirmar que tuvo que esperar a que llegara el fin de la era Merkel.

"Un gobierno en espera"

La CDU no es un partido que se sienta cómodo en la oposición. Posiblemente, a diferencia de las otras fuerzas en Alemania, con mayor ejercicio en la tarea de control gubernamental, los democristianos necesitan ejercer el poder. "La Unión es un gobierno en espera". La frase le corresponde a Hendrik Wüst, ministro presidente de Nordrhein-Westfalen, y posiblemente el nuevo competidor interno de Merz. De hecho, hasta el último momento se especuló con su posible candidatura a canciller. Wüst es joven, moderado, ejerce el ejecutivo en el Bundesland más grande de Alemania y es uno de los políticos mejor valorados del país.

A pesar de esas cualidades y de su evidente potencial, Wüst decidió no desafiar a Merz, o este último aprendió, luego de sendas derrotas, a gestionar las amenazas internas. En cualquier caso, Merz sabe que no puede tropezar. Y, como se ha mencionado, ser oposición desde la CDU no es fácil.

Merz encuentra ciertos límites discursivos y políticos que todavía no ha podido subsanar. Las salidas de tono son un arma de doble filo. Especialmente en un contexto en el que el partido de ultraderecha ha ganado una elección regional y ocupa el segundo lugar en intención de voto desde hace dos años. Asimismo, la crítica constante al gobierno actual, que ha cometido suficientes errores no forzados y se encuentra en su peor momento con el apoyo social más bajo desde que se mide la variable, tampoco le favorece. El propio Wüst le envió un mensaje cuando dijo "la gente siente que el gobierno está sobrepasado, no hace falta decirlo todo el tiempo. Decir que está todo mal alimenta a los extremistas".

Los liberales del FDP no lograrían superar el piso obligatorio del 5%

En la búsqueda de dicho equilibrio se encuentra un Merz que siempre ha tenido problemas para encontrar el tono correcto. Ahora, como candidato a canciller, tiene todo para ganar la próxima elección. Las encuestas indican una victoria ineludible de la Unión (CDU/CSU), pero también da cuenta de un desafío aún mayor: formar gobierno.

Según están dadas las preferencias actuales de la ciudadanía alemana, el partido de Merz necesita un compañero de coalición para gobernar. Y las opciones lo ponen en un aprieto. En principio, el aliado preferido e ideal para Merz y su forma de ver al mundo está momentáneamente fuera de juego. En efecto, los liberales del FDP no lograrían superar el piso obligatorio del 5% para ingresar al Bundestag.

El abanico de posibilidades se reduce a tres coaliciones, dos viables y una imposible. Esta última sería la que pondría a la ultraderecha (AfD) en el poder. Algo que Merz descarta de plano. Las otras dos opciones serían el retorno de la gran coalición con los socialdemócratas o el estreno a nivel federal de la coalición "kiwi", es decir, con el partido verde (Bündnis 90/die Grünen).

La reedición de la GroKo traería consigo muchos fantasmas del pasado. Por un lado, porque la era Merkel estuvo dominada por esa constelación, 12 de 16 años en alianza con el SPD. La Gran Coalición se tradujo en una progresiva erosión de los perfiles partidarios. Mucha gente se preguntaba en qué se diferencia la CDU y el SPD. Dos partidos mayoritarios que debían competir entre sí para ofrecer proyectos de país diferenciados terminaban por mimetizarse. Esto trajo consecuencias profundas que el propio Merz desde su regreso a la política, buscó combatir. Paralelamente, con el SPD como socio de gobierno, Merz se asegura cierta estabilidad y un número no menor de políticas y posiciones en común que pueden facilitar el desarrollo de su gobierno. En pocas palabras, sería bastante sencillo cogobernar con los socialdemócratas, pero hacerlo podría ahondar aún más en la crisis del sistema de partidos alemán.

Foto: La Cámara Baja del Parlamento federal de Alemania. (Kay Nietfeld/Europa Press)

La alternativa son los Verdes y aquí el obstáculo no es menor. Por un lado, porque si bien la CDU cogobierna exitosamente con los verdes en varios estados a nivel regional, las agendas están mucho más alejadas en varios temas clave para ambos partidos. La cuestión energética y el clima, la política migratoria, el rol del Estado o el debate sobre los impuestos serían apenas el inicio de una larga lista de temas espinosos o incluso irreconciliables.

Más que una mesa de negociaciones sería una batalla campal, ya que, además de las diferencias de contenido, aparecerán los pases de factura por los ataques y descalificaciones de los últimos años en los que Merz, secundado en su versión más extrema, Markus Söder, presidente de la región de Baviera, ha señalado al partido verde como el culpable de todos los males para Alemania. Sin embargo, en política cualquier diferencia puede ser zanjada y los enfados duran lo que tienen que durar hasta que llegue la hora del acuerdo. En este sentido, si algo han aprendido los verdes en estos últimos años es a construir esos acuerdos, a dejar de lado la intransigencia y, eventualmente, a pactar de forma pragmática.

El abanico de posibilidades se reduce a tres coaliciones, dos viables y una imposible. Esta última pondría a la ultraderecha en el poder

En cualquier caso, el nuevo tablero político alemán, con los partidos tradicionales en números muy alejados del apoyo electoral de otras épocas, el ascenso de la ultraderecha y la aparición de la opción rojiparda de Sahra Wagenknecht, requiere de políticos capaces de llegar a acuerdos entre diferentes. Friedrich Merz, por ambición, y Robert Habeck, por convencimiento, están capacitados y dispuestos a ello. Habrá que ver si se lo permiten las circunstancias.

Merz lidera un "gobierno en espera". Su historial reciente marca que no debe confiarse bajo ningún aspecto. Su tendencia a expresarse sin medir consecuencias de sus dichos puede ser fatal. No obstante, es muy difícil imaginar que no sea el próximo canciller de Alemania. Un deseo que pensaba cumplir hace más de 20 años, pero que se pospuso. Posiblemente a su favor.

En el año 2000 Friedrich Merz lo tenía todo muy claro. En aquel mes de abril observaba con una sonrisa en el rostro la asunción de la joven Angela Merkel a lo más alto de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido entonces golpeado por los escándalos de la financiación ilegal y sin rumbo claro tras la extensa era de Helmut Kohl. El plan era muy sencillo: la inexperta Merkel duraría muy poco en el puesto. No estaba hecha para soportar los líos internos ni la presión mediática. Solo cuestión de tiempo, de sentarse a esperar.

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