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A China no le importa que gobierne Donald Trump: el antiguo orden mundial ya ha caído
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Las islas Fiji antes que EEUU

A China no le importa que gobierne Donald Trump: el antiguo orden mundial ya ha caído

Lo de Trump y esos vicios democráticos de ir a votar cada cierto tiempo no tuvo repercusión hasta el mediodía del jueves. Los medios chinos no añadían ni un simple análisis o declaración del nuevo presidente electo

Foto: Muñecas tradicionales Matryoshka de Donald J. Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, vendidas como souvenirs en Moscú. (EFE/ Yuri Kochetkov)
Muñecas tradicionales Matryoshka de Donald J. Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, vendidas como souvenirs en Moscú. (EFE/ Yuri Kochetkov)
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China recibió a Trump con una obligada indiferencia. Las formas importan, a Trump le han hecho presidente, y China ya se ha entrenado cuatro años con el neoyorquino. Trump se dibuja como el centro del mundo en América, donde asegura que va a sanar el país y lo va a llevar de nuevo a la cúspide. En China, sin embargo, le vienen a decir que, por ahora, lo que les importa a ellos son las "coles" de Xi.

Mientras el resto del globo abría informativos y webs con la aplastante victoria del neoyorquino desde el mismo miércoles, los canales "oficiales" del Partido Comunista chino (PCC) publicaban a toda página el jueves al presidente Xi pidiendo "revitalizar el mundo rural" en el Diario del Pueblo; con el presidente Xi embarcado en la cruzada por la preservación de "los viejos pergaminos de bambú" en el Global Times; o con el presidente Xi en medio de un terreno agrícola de coles “inspeccionando la provincia de Hubei", en la agencia Xinhua. Todos llevaban una pequeña pieza anunciando la victoria de los Republicanos.

Solo el hongkonés South China Morning Post (SCMP), una isla de "libertad" en el mundo mediático chino, hablaba en la resaca electoral del resultado de unas elecciones que atisban una mayor guerra comercial entre las dos superpotencias. Pekín maneja sus medios, así que el detalle de la primera respuesta no es baladí: pies de plomo ante la ansiedad del resto del planeta porque nosotros no somos el resto del planeta.

En lo ya estrictamente oficial, finalmente llegó a media tarde del miércoles la felicitación de Xi al vencedor de unas elecciones…, pero resultó que tampoco era Trump. La agencia Xinhua sacaba un comunicado que se titulaba: "Xi felicita a Ratu Naiqama Lalabalavu por su elección como presidente de Fiji". O lo de Fiji parecía más importante, o quizá la practicidad China apostaba por la prudencia, ya que en Estados Unidos las elecciones se sabe cuándo empiezan, pero no cuando acaban. No parece una cosa ni otra, parece que se quería proyectar prudencia.

Foto: Donald Trump en su primer discurso como presidente electo, el 6 de noviembre de 2024. (EFE)

Lo de Trump y esos vicios democráticos de ir a votar cada cierto tiempo para elegir presidente no tuvo repercusión hasta el mediodía del jueves. "El presidente chino, Xi Jinping, felicitó el jueves a Donald Trump por su elección como presidente de Estados Unidos. Xi instó a los dos países a encontrar la manera correcta de llevarse bien en la nueva era, para beneficiar a ambos países y al mundo en general…", publicaba la agencia de noticias Xinhua.

No añadía un simple análisis o declaración del nuevo presidente electo. Tres escuetos párrafos de bienvenida de Xi daban los medios y nada más. De puertas para afuera, para China la elección era entre la mala y el peor. Ganó el peor, ¿o no?, y el Ejecutivo de Xi entendió que no le va a regalar a Trump desde el minuto uno lo que más le gusta y lo que le ha llevado hasta un incontestable triunfo: ser el centro de atención y el hacedor con sus ocurrencias y propuestas de la agenda a tratar. Eso probablemente cambiará, China y su estrategia de "Wolf Warriors" no regalan ya el control del relato, pero Pekín quizá sí ha entendido que la sobredosis de Trump es justo lo que engrandece al neoyorquino.

La reflexión ha venido después y es interesante de analizar. Tanto el Global Times como el Diario del Pueblo, son casi lo mismo, han publicado un editorial el viernes que se titula "Promover la mejora y el crecimiento constantes de las relaciones entre China y Estados Unidos mediante el camino correcto a seguir". En ella se marcan las directrices desde la visión del Gobierno de Pekín del camino a seguir.

Foto: Reunión entre Trump y Putin en Helsinki.

Más allá de la cortesía debida, en la que se habla hasta de osos pandas, hay un párrafo esclarecedor que marca los límites: "La parte estadounidense debe reconocer que China también tiene derecho a desarrollarse. El desarrollo de China es una oportunidad para Estados Unidos y el mundo, no un desafío. De hecho, se ha demostrado que participar en guerras comerciales, guerras industriales y guerras tecnológicas no produce ganadores. Intentar resolver los problemas mediante el ‘desacoplamiento’ solo conducirá a resultados opuestos. Obligar a los países de todo el mundo a 'elegir bando' entre China y Estados Unidos se ha convertido en una 'cuestión de opción múltiple' cada vez más impopular para muchas naciones. Estados Unidos, en particular, no debería pisar las líneas rojas de China en materia de soberanía, seguridad e intereses de desarrollo".

Sin dar nombres concretos, Taiwán, aranceles o chips, están resumidos en esas líneas. El texto concluye con la gran oportunidad que es para el mundo y para ambas naciones que haya una coexistencia armoniosa: "Esperamos que la parte estadounidense se encuentre con la parte china a mitad de camino para encontrar la forma correcta para que dos civilizaciones, sistemas y caminos diferentes coexistan pacíficamente y se desarrollen juntos en este planeta".

Poco más. China sigue su camino, lanza su mensaje, y sabe que debe prepararse para una batalla que en todo caso se lleva años produciendo. La diplomacia obliga a dar una bienvenida al adversario, pero Pekín está expectante de ver cuáles son los movimientos de Trump. Saben que el estadounidense ha anunciado en campaña que impondrá tasas de hasta el 60% a sus productos, lo que podría desatar una guerra económica. Y sabe que Trump amedrenta a sus adversarios antes de sentarse a la mesa con sus palabras grandilocuentes. Por ahora la respuesta de Pekín ha sido la de una bienvenida deliberadamente fría y quedarse a la expectativa. Trump vive del ruido, mucho ruido, y China, que lo sabe, por ahora, lo ha recibido bajando decibelios.

Trump vive del ruido, mucho ruido, y China, que lo sabe, lo ha recibido bajando decibelios

Ese desapego no será eterno. Cuando los medios chinos hablan del mundo, hablan sobre todo de Estados Unidos, especialmente para señalar sus errores e inconsistencias. Con Trump será lo mismo, pero el Trump de 2016 y el Trump de 2024 no parecen ser lo mismo. Y el mundo que lo espera y lo analiza no es tampoco igual al de entonces. ¿Ha aprendido el resto del mundo a tratar y analizar al huracán mediático Donald Trump?

El SCMP publicaba una pieza tras la victoria republicana que decía así: "El mundo espera ver cómo Trump remodela el enfoque de Estados Unidos sobre el comercio, China y la seguridad". En realidad, esa incógnita es la visión de la mayoría de los analistas chinos que antes de las elecciones manifestaban que Trump es imprevisible. "Cuando se le preguntó anteriormente si Pekín está preparado para un ataque arancelario, la portavoz del ministerio, Mao Ning, se negó a responder a 'preguntas hipotéticas', y pidió, en cambio, ‘respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación beneficiosa' para todos", recuerda el medio.

Un futuro que no se puede predecir

"Trump marcará el comienzo de la fase más impredecible en las relaciones modernas entre Estados Unidos y China. No se sentirá obligado por la relativa distensión que el presidente Xi Jinping y Biden alcanzaron en San Francisco el año pasado", explica Jeffrey Moon, jefe de la consultora China Moon Strategies en el artículo.

Todo es, por tanto, pura especulación. Y a China le gusta poco especular. ¿Cuál será la postura de Trump sobre Taiwán? ¿Mantendrá su ayuda a Filipinas en sus disputas marítimas con China? ¿Impondrá los aranceles que ha anunciado a diestro y siniestro, pero especialmente a la superpotencia asiática? ¿Dejará definitivamente de ser el garante de ciertas libertades y temas de derechos humanos que EEUU decía defender?

"Trump marcará el comienzo de la fase más impredecible en las relaciones modernas entre Estados Unidos y China"

Algunas dictaduras y autocracias quizá respiran hoy más tranquilas. Trump ha dejado claro que los derechos humanos, libertades y todas esas cosas de las que, según su visión, se disfrazan los progresistas, le importan un bledo. Al menos fuera de sus fronteras. Que cada palo aguante su vela, que él asegura que solo se moverá por los intereses de su pueblo. Parece una receta normal, pero no lo es, o no lo era, para una superpotencia.

China, la potencia emergente, está haciendo justo lo contrario. Crea los Brics, habla del sur global, invierte miles de millones en su renovada Ruta de la Seda. Y sabe que Trump quiere boicotear eso, y duda de si en ese empeño se atrevería a enfrentarse a ellos militarmente por Taiwán, Filipinas… Biden ha conseguido rodear a China militarmente, con Trump no se sabe a dónde va a ir a parar todo ese esfuerzo bélico.

Pero lo que sí se sabe es que el neoyorquino se dibuja asimismo como una especie de héroe que devolverá a Estados Unidos a la cúspide, y China, por ahora, no le compra el relato y deja que sean sus hechos y no sus palabras las que hablen por él.

China recibió a Trump con una obligada indiferencia. Las formas importan, a Trump le han hecho presidente, y China ya se ha entrenado cuatro años con el neoyorquino. Trump se dibuja como el centro del mundo en América, donde asegura que va a sanar el país y lo va a llevar de nuevo a la cúspide. En China, sin embargo, le vienen a decir que, por ahora, lo que les importa a ellos son las "coles" de Xi.

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