Es noticia
Lo 'woke' espanta más que atrae: cómo los demócratas perdieron la cabeza con lo políticamente correcto
  1. Mundo
¿Latnixs...?

Lo 'woke' espanta más que atrae: cómo los demócratas perdieron la cabeza con lo políticamente correcto

No todos los demócratas han adoptado el reduccionismo identitario 'woke'. La mayoría de los demócratas siguen siendo personas de izquierdas que hablan un lenguaje corriente y defienden leyes corrientes

Foto: Una chica llorando tras los resultados electorales. (EFE/Jim Lo Scalzo)
Una chica llorando tras los resultados electorales. (EFE/Jim Lo Scalzo)
EC EXCLUSIVO

En los últimos años, se ha extendido por los medios de comunicación y las universidades de Estados Unidos el uso del término “Latinx”: una manera inclusiva de referirse a las personas de raíces o cultura latinoamericanas. Uno se encuentra con esta palabra en columnas publicadas en The New York Times, en artículos y comunicaciones académicas y en festivales de cine, música y gastronomía. La idea de llamar “Latinx” a un hombre, una mujer o cualquiera de los 31 géneros distintos que reconoce la Ciudad de Nueva York es arrancarle el componente patriarcal a la palabra “Latino” y, por tanto, honrar y respetar a esta amplísima comunidad.

¿Y qué opinan de esto los latinos, o, perdón, lxs Latinx? Una encuesta del Pew Research Center publicada en 2020 decía que solo una cuarta parte de los latinos de Estados Unidos conocía el término “Latinx”, pero solo la usaba un 3%. ¿Puede ser que, simplemente, no estuvieran familiarizados? A veces los avances sociales tardan un tiempo en conquistar las conciencias, como sucedió con el matrimonio homosexual o los derechos civiles de los afroamericanos.

Pew Research Center repitió la encuesta el pasado septiembre y descubrió que, ahora sí, la mitad de los latinos había escuchado el término “Latinx”. Sin embargo, el porcentaje de quienes lo usaban seguía siendo ínfimo: un 4%. Es más: un 75% de aquellos que conocían el término “Latinx” declararon que este “no debe de ser utilizado”. Les resultaba ofensivo.

La problemática de “Latinx”, si bien puede parecer un ejemplo aislado, representa bien esa famosa división entre la cultura progresista y cosmopolita de las grandes ciudades, donde anida la élite profesional que publica informes, da clases, asesora a políticos y empresarios y escribe en los periódicos, y el resto de Estados Unidos. Esas grandes extensiones, no necesariamente rurales, donde nadie, nunca, jamás, bajo ningún concepto, ha usado “microagresión” cuando en realidad quería decir “grosería”, “desdén”, “menosprecio”, “descortesía”, “descaro” o “tosquedad”.

Foto: Unos hombres juegan a las cartas en Los Angeles (Reuters/Lucy Nicholson)
TE PUEDE INTERESAR
El abrazo del 'bad hombre': Trump arrasa entre los latinos varones ante la estupefacción demócrata
Héctor Estepa. Hazelton (Filadelfia) A. A. Gráficos: Unidad de Datos

Esta división es probablemente una de las múltiples razones por las que Donald Trump, una criatura de aquellos tiempos llanos que fueron los años ochenta, ganó en 2016 y volvió a ganar el martes: porque ha sabido ocupar, con una buena dosis de incorrección expresada en lenguaje sencillo, ese espacio que los demócratas han abierto con su retirada a las prósperas trincheras urbanitas.

Aunque, visto de otra manera y pese a la clamorosa derrota de Kamala Harris, los demócratas tienen motivos para estar satisfechos: los últimos 30 años largos de discurso político en Estados Unidos han sido, básicamente, suyos. Entre 1992 y 2024, los demócratas han controlado la Casa Blanca durante 20 años, han tenido el fenómeno de Obama, se han apuntado victorias progresistas como el matrimonio homosexual o la Ley de Cuidados Asequibles (“Obamacare”) y, sobre todo, se han enseñoreado del mundo de la cultura, dictando lo que era bueno y loable y dominando la narrativa, de cara al resto del mundo, de lo que es Estados Unidos.

Foto: Una gorra en apoyo de Donald Trump en la Bolsa de Nueva York. (Reuters/Andrew Kelly) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
¿En qué estaban pensando los progresistas?
Ramón González Férriz

Una de las razones por las que, estos días, tantos analistas de las televisiones europeas explican a Donald Trump exclusivamente a través del filtro del machismo, la xenofobia, la cleptocracia o incluso el fascismo, es porque llevan años expuestos a la radiación de las ideas del Partido Demócrata. Y, hasta cierto punto, es comprensible. Ningún periódico español tiene a un corresponsal a tiempo completo en Des Moines, Iowa; o en Memphis, Tenessee; o en Baton Rouge, Luisiana. Los puntos de vista de esos sitios y de sus alrededores, tan americanos como Nueva York o Los Ángeles, se redescubren cada cuatro años en viajes exprés y a salto de mata.

Siendo 100% precisos y justos, no todos los demócratas han adoptado el reduccionismo identitario woke, en el que, como en la Alemania nazi, el atributo más importante de un ser humano es su fenotipo. La mayoría de los demócratas siguen siendo personas de izquierdas, desde el socialista Bernie Sanders al moderado Joe Biden, que hablan un lenguaje corriente y defienden leyes corrientes. Pero el wokismo, aunque esté en retirada, ha permeado unas instituciones cuya reputación ya estaba dañada y que hoy tienden a ser, aún más, espantadoras de votantes.

Los medios y la carrera por la presidencia

Los medios de comunicación, por ejemplo. En 1976, el 75% de los estadounidenses confiaba en los medios de comunicación. En 2024, solo lo hacen uno de cada tres estadounidenses. La proporción se ha invertido. Y esto se debe, en parte, a la mencionada desconexión entre las grandes ciudades y el resto del país.

Foto: Dos mujeres en la plaza de George Floyd en Mineápolis, un año después de su muerte. (EFE/Craig Lassig)
TE PUEDE INTERESAR
El declive de la 'doctrina woke' en su meca: Estados Unidos
Argemino Barro. Nueva York

No contentos con ser ignoradas o detestadas por una mayoría de norteamericanos, las grandes cabeceras continúan insistiendo en adoptar posiciones políticas. O, mejor dicho, posiciones demócratas. De los 100 periódicos con mayor circulación en EEUU, solo dos respaldaron este año a Donald Trump: The New York Post y Las Vegas Review-Journal. El resto, o bien apoyaron a Kamala Harris o bien no apoyaron a nadie.

Cuando Jeff Bezos, el multimillonario dueño de The Washington Post, vetó la idea del periódico de respaldar oficialmente a Kamala Harris, en los círculos periodísticos, casi nadie lo entendió como una manera de despolitizar un poco la imagen del medio y tratar de llegar a más lectores. Lo que hizo Bezos, según la narrativa que también ha llegado a España, fue doblar la cerviz preventivamente ante la vuelta de Trump.

Foto: Donald Trump, en uno de sus mítines en Henderson, Nevada. (Reuters/Brendan McDermid)
TE PUEDE INTERESAR
Radiografía de un maremoto electoral: cómo Trump ganó en todas partes y al mismo tiempo
Lucas Proto. Nueva York Andrea Farnós. Minden (Luisiana) Gráficos: Unidad de Datos

La ecuación es la siguiente: si las instituciones son odiadas, y un candidato político decide atacar a esas instituciones, y, como consecuencia, es atacado por ellas, ¿no es natural pensar que ese político saldrá reforzado a ojos de una mayoría de ciudadanos? Esto es lo que ha hecho Trump desde 2015: enemistarse con el enemigo, para hacer más amigos.

Este es el mundo urbano-progresista-diverso del que salió y en el que hizo su carrera la ya excandidata demócrata Kamala Harris. Los motivos de su derrota ante Trump son muchos, incluidos aquellos que no se deben a ella, que, al fin y al cabo, solo tuvo tres meses para hacer campaña. Seguro que estos días el Partido Demócrata y sus inmediaciones reflexionan sobre cómo hacer que su mensaje conecte, o, mejor dicho, reconecte, con más personas.

En los últimos años, se ha extendido por los medios de comunicación y las universidades de Estados Unidos el uso del término “Latinx”: una manera inclusiva de referirse a las personas de raíces o cultura latinoamericanas. Uno se encuentra con esta palabra en columnas publicadas en The New York Times, en artículos y comunicaciones académicas y en festivales de cine, música y gastronomía. La idea de llamar “Latinx” a un hombre, una mujer o cualquiera de los 31 géneros distintos que reconoce la Ciudad de Nueva York es arrancarle el componente patriarcal a la palabra “Latino” y, por tanto, honrar y respetar a esta amplísima comunidad.

Estados Unidos (EEUU) Elecciones EEUU
El redactor recomienda