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¿Y... si gana Kamala? Qué podemos esperar de una Administración Harris
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¿Continuidad de la era Biden o camio?

¿Y... si gana Kamala? Qué podemos esperar de una Administración Harris

La persona encargada de planificar la transición a una Administración Harris es Yohannes Abraham, que lideró la transición, hace cuatro años, a la Administración Biden. La diferencia es que, en comparación con Biden, Harris es relativamente nueva

Foto: La candidata demócrata a la presidencia de EEUU, Kamala Harris, llega al aeropuerto antes de un mitin de campaña en Allentown, Pensilvania. (Reuters/Kevin Lamarque)
La candidata demócrata a la presidencia de EEUU, Kamala Harris, llega al aeropuerto antes de un mitin de campaña en Allentown, Pensilvania. (Reuters/Kevin Lamarque)
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Dentro de unas horas o días sabremos si Kamala Harris será investida presidenta de Estados Unidos el próximo 20 de enero. A partir de ahí empezaría lo difícil: gobernar un país dividido y con desafíos importantes, tanto dentro como fuera de sus fronteras. La inflación, la política migratoria, la escasez de vivienda o las guerras en Ucrania y Oriente Medio pondrán a prueba a una candidata que, para empezar, ha llegado a donde está de forma imprevista, casi con una carambola del destino. Lo cual dificulta un poco las predicciones de cómo se desempeñaría en la Casa Blanca.

A diferencia de cualquier otra campaña de la historia reciente de Estados Unidos, en las que los candidatos superan un largo proceso de primarias y están un año y medio debatiendo, explicando, concediendo entrevistas, etc, la de Kamala Harris ha durado poco más de tres meses. Ha sido una operación montada a todo correr; no improvisada, porque la maquinaria demócrata es altamente profesional, pero sí breve y vaporosa. Una maniobra de márketing impulsada por la marcha de Joe Biden, cuyo declive biológico había taponado las ilusiones de millones de votantes.

Por eso, el mayor reto de Kamala Harris en esta campaña ha sido maridar dos poderosas fuerzas: la del continuismo y la del cambio. La del continuismo, porque desde 2021 ha sido la fiel escudera de Biden, contibuyendo a diseñar, aplicar y defender muchas de las políticas de este; y, la del cambio, porque es así como se ganan unas elecciones. Sobre todo cuando Biden arrastra una grave impopularidad.

Otra dificultad añadida es que la candidata Harris de 2024 es distinta, incluso opuesta, a la candidata Harris de 2020. La de hace cuatro años se situó en la línea progresista del Partido Demócrata: defendió la creación de una sanidad pública universal o la prohibición de técnica de fracturación hidráulica, o 'fracking', por ejemplo; promesas que la candidata Harris de ahora, reconvertida en una política de centro, ha descartado. Pese a ello, hay pistas de cómo gestionaría el país.

Foto: Un desfile de partidarios de Trump en Florida. (EFE/Cristobal Herrera)

La primera pregunta, antes de pasar a cada desafío, es quiénes compondrán el gabinete de Harris: si serán personas que han estado con ella estos tres años y medio, gente importada de la Administración Biden o gente de fuera. Uno de los aspectos que le ha dado mala publicidad es que, en su equipo, ha habido mucha rotación. Según Open the Books, un grupo que vigila los gastos de gobierno, de los 47 miembros del equipo original de la vicepresidenta Harris, solo permanecen cuatro. Es decir: ha habido una rotación casi un 92%. Además de filtraciones a la prensa, estos años, sobre la volatilidad del ambiente de trabajo en su gabinete.

“Si Kamala Harris gana las elecciones, probablemente abordará la area de llenar su nuevo gabinete y el Ala Oeste de manera muy parecida a cuando tomó el control de la operación de campaña de Biden este verano”, escripe el equipo del portal Politico . “Además de asegurarse de que sus asesores más cercanos y miembros clave de su gabinete son personas en las que confía personalmente, habrá algo de continuidad con la administración actual (...). Harris tendrá que resolver la cuestión de cuántos miembros del gabinete de Biden puede conservar”.

La persona encargada de planificar la transición a una Administración Harris es Yohannes Abraham, que lideró la transición, hace cuatro años, a la Administración Biden. Una clara seña de continuidad. La diferencia es que, en comparación con el veteranísimo Biden, que lleva más de 50 años en Washington, Harris es relativamente nueva: llegó al Capitolio, como senadora, en 2017. Lo cual probablemente la obligue a delegar más en las tareas de reclutamiento. Cuando Biden juró el cargo, ya traía consigo un equipo completo de gente de confianza.

Para el puesto esencial de secretario de Estado suenan nombres poco sorprendentes, como el de William Burns, exembajador en Rusia y otros países y actual director de la CIA, o como el de Linda Thomas-Greenfield, embajadora de EEUU ante la ONU. Politico también pone al joven Pete Buttigieg, elocuente secretario de Transporte, en la quiniela. Y una opción original: Jeff Flake, exsenador republicano de Arizona y uno de los pocos conservadores que critica, y con dureza, al trumpismo.

En Defensa suenan los nombres de Michèle Flournoy, que ha ostentado cargos en el Pentágono bajo Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden; Chrstine Wormuth, otra veterana que ha hecho de todo en el sector a lo largo de varias administraciones; o el congresista Adam Smith, que fue presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes. The Wall Street Journal suma al senador Jack Reed.

Para completar la tríada de los ministerios más importantes, al frente del Departamento del Tesoro podría estar Gina Raimondo, exgobernadora de Rhode Island y actual secretaria de Comercio; la economista y exvicepresidenta de la Reserva Federal, Lael Brainard, y otra serie de nombres de congresistas y senadores y de personas con experiencia económica en las administraciones demócratas.Una vez ensamblado su gabinete, con nombres que naturalmente ya son conocidos en los círculos demócratas de Washington desde hace tiempo, ¿qué medidas encabezarían la agenda? ¿Qué es lo que ha prometido Kamala Harris?

La agenda política de Harris

En la economía, Harris baraja proyectos de gasto social en sintonía con los que implementó la Administración Biden en infraestructuras o en economía verde. Harris ha prometido mejorar el acceso a la vivienda con una serie de medidas, desde cheques de 25.000 dólares y recortes fiscales de 10.000 dólares a las personas de bajo rango de ingresos que se compren por primera vez una casa, a firmar incentivos para la construcción de tres millones de viviendas asequibles en todo el país.

En la vertiente fiscal, la demócrata ofreció “aprobar un recorte de impuestos a la clase media que beneficiará a más de 100 millones de americanos”. Concretamente, una reducción fiscal de 6.000 dólares por hijo recién nacido y la promesa, que también era de Biden, de no subir los impuestos a quienes ganen menos de 400.000 dólares anuales. No está claro qué haría Harris con el impuesto corporativo del 21%, reducido por Trump en 2017, pero, en el pasado, apostó por subirlo hasta el 35%.

Una de las propuestas menos explicadas, pero que más preocupan a los economistas según diferentes encuestas, es su misión de limitar el “inflado de precios” que aparentemente perpetran algunas corporaciones aprovechando el contexto de la inflación: la bestia negra de los demócratas. Según sus planes económicos, Harris haría que el Congreso prohibiese el inflado de precios en la alimentación.

La Kamala Harris de 2020 probablemente hubiera ofrecido una visión más abierta y permisiva en los planes migratorios, pero, después de que estos últimos tres años se batieran los récords de cruces ilegales en la frontera, toca proponer medidas duras. Harris quiere resucitar la ley que los republicanos, azuzados por Donald Trump, tumbaron en el Congreso, y que era bastante restrictiva. Entre otras cosas, limitaba las posibilidades de pedir asilo en EEUU y destinaba dinero al muro con México. Un detalle que los republicanos han destacado con ironía, dada la oposición demócrata original a dicho muro, que había sido la promesa estrella de Trump en 2016.

"Inminente traición a Ucrania"

Hay poco que analizar respecto a otro de los temas estratégicos de estas elecciones: el aborto, cuya protección federal fue revocada en 2022 por el Tribunal Supremo que Trump inclinó, con sus nombramientos, del lado conservador. Harris quiere que se restaure la protección oficial del aborto, si no por la vía judicial, al menos por la legislativa: espera que el Congreso una ley que garantice este derecho.

Pero quizás los problemas más difíciles de resolver o de gestionar sean los que se desenvuelven a miles de kilómetros de las costas estadounidenses. Durante estos meses de campaña la demócrata ha recordado su papel como enviada de Biden, por ejemplo, a citas importantes como la Conferencia de Seguridad de Munich. Como vicepresidenta, Harris ha visitado una veintena de países y ha participado en la coordinación de la ayuda a la defensa de Ucrania.

Este es uno de los frentes más difíciles, Ucrania. Kamala Harris ha dicho que continuará la asistencia militar para defender la soberanía y la libertad del país frente a la agresión de Rusia. Pero suceden varias cosas. Una, que ha habido una caída en la atención hacia Ucrania, eclipsada por Oriente Medio. Dos, que los arsenales americanos no son infinitos y en el Pentágono preocupa la creciente escasez. Y tres, Rusia está avanzando: ha conquistado más territorio ucraniano este octubre que en ningún otro mes desde julio de 2022, según The New York Times.

Si tres estas tendencias se profundizan, sería interesante ver cómo reaccionaría la Administración Harris más allá de las esperadas y descontadas promesas de respaldo a Ucrania, que de todas formas han sido medidas, con Biden, para que esta se mantuviera en pie: no para ganar la guerra. Un reciente artículo del think tank británico Royal United Services Institute alerta sobre la “inminente traición de Ucrania”, dado el irregular y descendente apoyo occidental a su causa.

Foto: Partidarios de Israel se unen a un grupo de organizaciones cristianas en el National Mall para un acto denominado "Recordando el 7 de octubre". (EFE/Jim Lo Scalzo)

En Oriente Medio, Kamala Harris parece aferrarse a las mismas contradicciones de la Administración Biden: pide un alto el fuego en la Franja de Gaza, reconoce en sus discursos la trágica destrucción y el sufrimiento de los palestinos y reivindica la “solución de los dos estados”. Al mismo tiempo, su defensa de Israel siempre ha sido incuestionable, tal y como nos recuerda también en sus discursos y tal y como indica su oposición a la idea de presionar al Estado hebreo con un embargo de armas.

Estos no serán los únicos retos de una posible Administración Harris. Por debajo de las instituciones del Estado seguirá habiendo el mismo magma de polarización y desafección política — y es precisamente este barullo sordo, que aflora sobre todo cuando hay elecciones — lo que determina el grado de gobernabilidad de este país. Y la capacidad de Harris para llevar a cabo sus medidas.

Dentro de unas horas o días sabremos si Kamala Harris será investida presidenta de Estados Unidos el próximo 20 de enero. A partir de ahí empezaría lo difícil: gobernar un país dividido y con desafíos importantes, tanto dentro como fuera de sus fronteras. La inflación, la política migratoria, la escasez de vivienda o las guerras en Ucrania y Oriente Medio pondrán a prueba a una candidata que, para empezar, ha llegado a donde está de forma imprevista, casi con una carambola del destino. Lo cual dificulta un poco las predicciones de cómo se desempeñaría en la Casa Blanca.

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