La UE ante las elecciones en EEUU: entre el caos de Trump y la 'hoja en blanco' de Harris
Los socios europeos saben que una victoria de Trump se traducirá en una relación mucho más difícil con los Estados Unidos y esperan que Harris venza y mantenga una línea continuista
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La Unión Europea contiene la respiración ante las elecciones en Estados Unidos. Tras cuatro años de unas muy buenas relaciones con la administración de Joe Biden y el regreso de los americanos al teatro de operaciones europeo, los Veintisiete se enfrentan ahora al borrado completo de los progresos de estos últimos cuatro años y al riesgo de volver a la casilla de salida de 2016: Donald Trump. La elección puede ir en cualquier dirección, con el expresidente y candidato republicano y la candidata demócrata y vicepresidenta Kamala Harris prácticamente empatados y con la posibilidad de que un puñado de votos en algunos condados acabe cambiando la dirección de Estados Unidos durante los próximos años y, con ella, la de todo el mundo.
La Unión Europea tiene clara a su favorita, aunque se cuide mucho de evitar tomar posiciones públicamente. Quitando a dos líderes, Viktor Orbán, primer ministro húngaro, y probablemente a Robert Fico, primer ministro eslovaco, el resto están claramente a favor de Harris, a la que ven como una continuidad de la era Biden de estabilidad, predictibilidad y, sobre todo, de sensación de alianza entre Estados Unidos y la Unión Europea. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se reúnen a finales de esta semana en Budapest (Hungría) para una cumbre informal organizada por la presidencia húngara del Consejo de la UE, y el asunto de las elecciones americanas estará encima de la mesa.
Son años muy difíciles para Europa. El mundo está cambiando a una velocidad muy alta y la Unión Europea no logra adaptarse del todo. China vuela, y los poderes 'medianos', como Brasil o India, cada vez son más pujantes, tienen una dirección y una lógica definida ante el mareo de la inmensa mayoría de los Estados miembros de la UE. La economía europea tiene un problema de competitividad y de innovación, Europa tiene un problema de seguridad y energético, un problema de modelo. Añadir, además, a Estados Unidos como un problema es algo por lo que nadie tiene apetito. Aunque algunos se atreven a asegurar que una presidencia de Trump puede fortalecer a la UE al mostrarle su debilidad, la realidad es que en Bruselas no se encuentra a muchos que quieran comprobarlo.
Nadie sabe exactamente qué esperar de Harris, pero no es Trump y eso ya sería suficiente a ojos de muchos líderes europeos. La actual vicepresidenta no es muy conocida en Europa, y en la UE se tiene la sensación de que Europa no es especialmente conocida para Harris. Con Biden se dice adiós a los líderes americanos que han desarrollado su carrera con Europa como escenario central de la política exterior estadounidense, durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. El actual presidente es un descendiente de irlandeses, con una visión articulada de Europa, a la que ve como un socio ciertamente infantil, que requiere del liderazgo americano para no perderse por el camino. No es una buena imagen para la UE, pero al menos tiene una idea sobre ello. Harris es hija de una madre india y un padre jamaicano, criada en California, con una experiencia vital y profesional radicalmente distinta.
Es una candidata más enfocada al Pacífico, como ya lo fue Barack Obama, y menos hacia Europa. Sin embargo, la idea extendida en las capitales europeas es que sí que entenderá que la UE es una aliada en esa visión del mundo, y figuras como su asesor de Seguridad Nacional, Phil Gordon, envían el mensaje de que Harris está rodeada de atlantistas clásicos. Nadie sabe exactamente cuál es el pensamiento de la candidata demócrata, pero creen que se trata de una ‘hoja en blanco’ pero que a priori es favorable a las posiciones europeas.
Caos 'made in Trump'
La otra opción es el caos ya conocido durante la primera presidencia de Donald Trump. Aunque la Comisión Europea ha creado un equipo de trabajo específicamente destinado a preparar escenarios posteriores a las elecciones americanas y con un enfoque especial en el caso de una victoria de Trump, lo cierto es que nadie confía en que el nivel de preparación vaya a ser el suficiente. Porque una de las características de la manera de actuar del candidato republicano es su impredecibilidad.
En el Ejecutivo comunitario tienen preparada una hoja de ruta para intentar actuar en caso de guerra comercial, porque Trump ya ha prometido turbulencias en este ámbito, como ya hizo en su primera etapa en la Casa Blanca. El gran miedo europeo es que el republicano vaya a por la industria crítica de la UE, la automovilística, a la que ya amenazó durante su primera presidencia sin que la sangre acabara llegando al río.
En Bruselas se tiene la certeza de que Trump solamente entiende el lenguaje firme, y por eso están preparándose para reaccionar rápidamente en caso de que el candidato republicano busque una guerra comercial. Pero el nivel de incertidumbre es muy alto. Gran parte de ella se concentra en cuestiones de seguridad y defensa. Hay un miedo extendido a que Europa se quede sola, especialmente en lo que se refiere al apoyo a Ucrania, por lo que los socios del G7 han acelerado los trabajos para concluir el crédito de 50.000 millones de euros a Kiev que busca blindar cierto nivel de apoyo financiero. Trump ha dado suficientes señales como para que los socios europeos estén preocupados ante un posible abandono inmediato del apoyo a Ucrania, en parte por uno de los grandes interrogantes de su hipotética segunda presidencia: durante sus cuatro primeros años en la Casa Blanca sus asesores más cercanos evitaron que tomara decisiones todavía más radicales. ¿Seguirá habiendo este tipo de perfiles alrededor del Despacho Oval si vuelve a la presidencia?
Respecto a las habituales amenazas de Trump de abandonar la Alianza Atlántica o al menos tener un rol menor dentro de la organización, en la OTAN hay cierta esperanza en que esta vez el camino sea menos turbulento. Se ha escogido como secretario general a un hombre con el que Trump tuvo buena relación, como es el exprimer ministro holandés Mark Rutte, que durante la difícil cumbre de la Alianza en 2018 se ganó el mote de "susurrador de Trump", y la mayoría de aliados han aumentado significativamente su gasto en defensa. En 2024 se espera que 23 socios estén cumpliendo con el objetivo de dedicar un 2% de su PIB a gasto en defensa, el doble de los que cumplían con el conocido como "compromiso de Gales" durante la presidencia Trump.
Más atlantista
La Comisión Europea es hoy más atlantista de lo que ha sido nunca. Ursula von der Leyen, presidenta del Ejecutivo comunitario, ha movido a toda la Unión Europea hacia posturas más duras respecto a China, aprobando recientemente unos aranceles muy polémicos contra los vehículos eléctricos chinos y abrazando una estrategia de "reducción de riesgos" frente a Pekín. Ella y su jefe de gabinete, Bjoern Seibert, figura central de Comisión, son enormemente proamericanos y tienen muy buena relación con Washington.
Incluso en la cuestión de Oriente Medio, donde la Unión Europea podría haber llegado a tener una posición más matizada respecto a las operaciones de Israel en Gaza, con Estados miembros como España o la República de Irlanda pidiendo apretar a Tel Aviv para evitar una catástrofe mayor, Von der Leyen y Seibert han mantenido una postura muy favorable al Gobierno de Benjamin Netanyahu. Los americanos críticos con la gestión que la Casa Blanca de Joe Biden ha hecho de la situación en Palestina no han encontrado en la Unión Europea una herramienta para golpear a su Gobierno.
En Bruselas se confía en que este cambio de postura de la Unión, que siempre ha preferido mantener una distancia prudencial respecto a las posiciones americanas en política exterior, ayude a entender a cualquier nuevo inquilino del Despacho Oval que la Unión Europea es una aliada. Porque esa es la obsesión en la capital comunitaria en el caso de una victoria de Trump. El objetivo no va a ser pasar a estar automáticamente a la defensiva, sino intentar que el candidato republicano entienda que atacar a la UE no tiene demasiado sentido porque el bloque se mueve mayoritariamente a su favor.
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