Estados Unidos de nuevo ante su precipicio: cinco claves en cinco estados para entender la elección
Si hay algo en lo que coinciden demócratas y republicanos es la sensación de que la democracia estadounidense está en peligro
Hay algo de déjà vu en estas elecciones, y mucho de conversaciones pendientes en Estados Unidos. El regreso triunfal de Donald Trump al ring electoral, tras cuatro años de gobierno demócrata de Joe Biden —quien prometió cerrar heridas de ese EEUU dividido—, demuestran que esas llagas no solo siguen abiertas, sino que ya supuran, y que hay muchas cuentas sin terminar.
Aunque Trump supo responder con su MAGA (Make America Great Again) al sentimiento de malestar crónico de gran parte del pueblo estadounidense que aspiraba a revivir los viejos buenos tiempos, la respuesta fue corta y sigue siendo —unos con incredulidad, otros con obstinada certeza— parte ineludible de ese Estados Unidos que dejará el 5 de noviembre. Desde las armas a la desigualdad, el racismo o la vertiginosa polarización que marcaron las últimas elecciones, en esta nueva cita electoral se unen cinco nuevas corrientes que permitirán entender un poco mejor las placas tectónicas que mueven el voto de Estados Unidos.
Georgia: La democracia en peligro
Si hay algo en lo que coinciden demócratas y republicanos es la sensación de que la democracia estadounidense está en peligro.
El estado de Georgia, que los demócratas ganaron por apenas 12.000 votos en 2020, fue en aquel entonces el epicentro de las teorías de conspiración sobre el fraude electoral, impulsadas por Donald Trump. Este año, tiene muchas papeletas para repetir esta distinción.
La Junta Estatal Electoral de Georgia, controlada por aliados de Trump, aprobó recientemente normativas con dos consecuencias clave. En primer lugar, ahora exige que cada condado realice un recuento manual de todas las papeletas, un proceso que tradicionalmente se ha hecho con máquinas. En segundo lugar, otorga a los funcionarios locales la facultad de rechazar o retrasar la certificación de los resultados si detectan "irregularidades", sin una definición clara de este término. El resultado probable: un recuento prolongado y un ambiente propenso a sospechas sobre la validez de los resultados.
El miedo a que ocurra alguna injusticia en el proceso electoral es un tema central en estas elecciones. Encuestas recientes muestran que más de tres cuartas partes de los votantes creen que la democracia estadounidense está en peligro. Este temor trasciende el espectro político: tanto demócratas como republicanos coinciden en que el sistema se tambalea, aunque sus razones varían.
Para los votantes demócratas, el riesgo se concentra en Trump y su retórica autoritaria. Su negativa a aceptar los resultados de 2020, los ataques contra autoridades electorales y las promesas de represalias contra sus rivales refuerzan la percepción de que representa una amenaza directa a la democracia estadounidense. Por otro lado, los republicanos ven el peligro en la seguridad de los métodos de votación, percibiendo amenazas en el voto por correo, la supuesta participación de inmigrantes indocumentados y cualquier intervención del Departamento de Justicia en el proceso electoral.
Burning ballots were pulled from inside a smoking ballot box in Vancouver, Washington, this morning, hours after police responded to an arson at a Portland ballot boxhttps://t.co/C9t85W1UKf pic.twitter.com/xoHBREzegt
— philip lewis (@Phil_Lewis_) October 28, 2024
Es una desconfianza arraigada en todo el país y que no limita al Ejecutivo. Una encuesta de CNN publicada la semana pasada reveló que el 56% de los votantes tienen poca o ninguna confianza en la Corte Suprema de Estados Unidos —de mayoría conservadora y con tres jueces nombrados durante la presidencia de Trump— a la hora de tomar decisiones correctas en desafíos legales relacionados con las elecciones.
Nevada: La bestia negra demócrata es la inflación
El estado de EEUU donde el turismo y el ocio más marcan el pulso de la economía vive una paradoja. Aunque la recuperación económica ha vuelto a llenar Las Vegas de visitantes y eventos de primer nivel, sus residentes atraviesan serias dificultades. El estado ostenta una de las tasas de desempleo más altas del país y el aumento en el costo de vida ha hecho que aspectos básicos como el precio del combustible y la cesta de la compra se conviertan en desafíos diarios para las familias trabajadoras.
No hay mayor punto crítico que el acceso a la vivienda. En Las Vegas, el precio promedio de una casa ha pasado de 343.000 dólares en 2021 a 460.000 en 2024, y las altas tasas de interés han convertido la hipoteca en una meta cada vez más lejana. Muchos trabajadores de la industria hotelera y de casinos ven cómo la posibilidad de tener un hogar propio se aleja, enfrentándose a alquileres desorbitados que exprimen gran parte de sus salarios, que no han crecido al ritmo de la gran bestia negra de la administración Biden: la inflación.
La economía estadounidense parece sólida en los titulares, con crecimiento anual cercano al 3%, una bolsa que rompe récords cada semana y una inflación muy cerca del objetivo del 2% anual. Sin embargo, la percepción de los estadounidenses es otra. Una encuesta reciente de Reuters/Ipsos muestra que el 61% de los votantes en estados clave cree que la economía va por mal camino, y Trump aventaja a Harris por más de 10 puntos cuando se les pregunta en quién confían más para manejarla.
Esta desconexión se debe a que los votantes no experimentan la economía a través de estadísticas, sino de su día a día. Aunque la inflación esté bajo control a nivel nacional, el costo de bienes esenciales sigue siendo alto. La subida de salarios, aunque presente, no compensa totalmente el aumento en el costo de vida.
A esto se suma que las grandes políticas de gasto público de Biden, como la Ley de Infraestructura, aunque ambiciosas, tendrán efectos tangibles en el futuro. Mientras tanto, muchos estadounidenses recuerdan los años de Trump como tiempos de vino y rosas para la economía.
Pensilvania: fragmentación de las lealtades políticas
En 2020, cuando Joe Biden consiguió una ajustada victoria en Pensilvania sobre Donald Trump, muchos analistas asumieron que el triunfo se debería en gran parte al respaldo de Filadelfia, la ciudad más grande y bastión demócrata del estado. Sin embargo, la realidad fue otra: aunque Biden venció cómodamente en el condado de Filadelfia, este se inclinó hacia Trump en más de 4 puntos porcentuales respecto a 2016. Paradójicamente, lo que realmente aseguró el triunfo del ahora presidente fueron los suburbios de mayoría blanca, donde captó el apoyo necesario para contrarrestar el avance republicano no solo en las zonas rurales, sino también entre la población hispana de las ciudades.
Este año, los sondeos apuntan a una dinámica similar, lo que ha llevado a Harris a recorrer los condados que rodean Filadelfia, que cuentan con una mayoría suburbana, un número récord de veces para una campaña presidencial.
Si hay una brecha política que puede hacer sombra a la de género en estas elecciones, esa es la de clase y nivel educativo, una que está erosionando la tradicional división racial del voto. Las encuestas muestran que Trump está ganando terreno entre sectores de clase trabajadora negra e hispana, mientras Harris amplía su apoyo entre los votantes blancos con estudios universitarios. Esta división no responde a la clásica línea rural-urbana, sino que cruza geografías y refleja una fragmentación de lealtades políticas que hasta ahora parecían consolidadas.
Este fenómeno, que algunos analistas estadounidenses han bautizado como "depolarización", promete revertir la anomalía histórica que permitía a los demócratas obtener más del 90% del voto afroamericano. A medida que el país se vuelve menos segregado, las normas sociales que antes limitaban el apoyo de los votantes no blancos a los republicanos están desapareciendo, facilitando que quienes tienen afinidad ideológica con el Partido Republicano lo expresen en las urnas.
En otras palabras, Estados Unidos parece estar avanzando, lentamente, hacia un escenario donde los votantes eligen más por sus creencias que por su identidad.
Carolina del Norte: el aborto y la brecha de género
Estamos en Ohio, finales de septiembre. Bernie Moreno, candidato republicano al Senado por parte del estado de Ohio sale al escenario y empieza a bromear sobre el derecho al aborto. "Es un poco una locura, especialmente para las mujeres que han pasado de los 50. No creo que sea un problema para vosotras". Risas entre el público, pánico en el Partido Republicano.
Ohio ni siquiera está entre los estados de EEUU con unas leyes más restrictivas respecto al aborto después de que los jueces colocados por Donald Trump en el Tribunal Supremo inclinaran éste hacia la derogación de Roe v. Wade, la sentencia que protegía el derecho a nivel estatal. Ese honor se lo llevan una ristra de trece estados (entre ellos, Oklahoma, Arkansas o, por supuesto, Texas). En su discurso, Moreno hacía referencia a las mujeres blancas de los suburbios, una demografía clave que se le empieza a escapar al Partido Republicano. Le enfadaba que "solo les interesara" el asunto del aborto, incluso cuando "no tiene que ver con ellas". Una mujer, esta vez de Carolina del Norte, donde sí hay leyes mucho más restrictivas sobre el aborto, salió al paso: "¿Estás intentando que perdamos las elecciones? Pregunto por un amigo". Nikki Haley, excandidata presidencial republicana y una de las mujeres con mayor poder dentro del partido, ponía palabras a una preocupación cada vez más acuciante: la creciente brecha de género entre los votantes.
Are you trying to lose the election? Asking for a friend. #Tonedeaf #DonLemonVibes
— Nikki Haley (@NikkiHaley) September 24, 2024
"Sadly, by the way, there’s a lot of suburban women, a lot of suburban women that are like, ‘Listen, abortion is it. If I can’t have an abortion in this country whenever I want, I will vote for…
Es relativamente habitual que las mujeres estadounidenses se inclinen más hacia los demócratas. Pero, aunque el fenómeno no sea nuevo, la brecha de género ha crecido en las últimas décadas y adquiere un fuerte protagonismo en las elecciones de 2024, como demuestran encuesta tras encuesta. En un escenario donde se dibujan nuevas fronteras identitarias y donde la raza o ser inmigrante ya no decide el voto, el género, o más bien, las políticas asociadas con la visión de cada votante sobre el género, sí están marcando estas elecciones y las que están por venir.
No tiene que ver, insisten los estudios, con que la candidata demócrata sea una mujer. La propia Kamala Harris ha intentado despegarse de esa idea. "Me postulo porque creo que soy la mejor persona para hacer este trabajo, independientemente de la raza y el género", afirmaba, cambiando poco las palabras, en varias entrevistas.
En una última encuesta de Quinnipiac, realizada a finales de octubre, mostró que en uno de los estados clave, Michigan, el 57% de las mujeres votarán por Harris, frente a apenas el 40% de los hombres. Algo similar sucede en el resto de los siete estados donde el resultado está más ajustado. "Es la batalla de los sexos, y no es un juego", concluía la encuesta.
Y esa batalla de sexos, donde el acceso al aborto juega un papel preponderante, los demócratas han elegido dos vías: las mujeres de las zonas suburbanas y, sobre todo, las mujeres jóvenes. Con cada vez más preponderancia de las jóvenes en los estudios universitarios y, poco a poco, ascendiendo en el mercado laboral, una encuesta del New York Times y Siena Poll mostraba que el 60% de las mujeres de entre 18 y 29 años favorecían a Harris, frente al 45% de los hombres jóvenes, una diferencia que supera con creces a la de cualquier otro rango de edad.
Pero, como todo, una cara tiene una cruz. Aunque Donald Trump ha intentado no alienar a las votantes (como pedía Haley) asegurando que no está en contra del aborto, sino que deben ser los estados quienes regulen sus propias limitaciones, también es consciente que hay una demográfica opuesta que se le está escapando a los demócratas: esos hombres jóvenes que se quedan atrás.
En el momento de escribir esta crónica, las mujeres están superando a los hombres en el voto anticipado. Según Politico y el Proyecto Electoral de Estados Unidos de la Universidad de Florida, ya hay una brecha de género de 10 puntos en la votación anticipada en Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia. Está por ver cómo de definitoria es esta nueva brecha en la sociedad estadounidense.
Arizona y el éxodo de las costas
Noche del 3 al 4 de noviembre, 2020. La agencia de noticias AP manda una alerta: Arizona se tiñe de azul, Joe Biden gana a Trump. El resto de agencias que siguen la noche electoral no lo dan tan por sentado. Arizona sigue gris, en dudoso. De repente, incluso en España se hace famoso un condado sin pena ni gloria: Maricopa, Maricopa, Maricopa, se repite en los siguientes días hasta que, finalmente, se da por sellado el resultado. Los demócratas logran imponerse por apenas 10.000 votos (la segunda batalla más ajustada de todo el país, solo por detrás de Georgia) y han sido los suburbios de la ciudad de Phoenix los responsables.
En 2020, Arizona se pintó de azul por primera vez desde 1996. En estas elecciones, aunque sigue siendo un estado dudoso, la mayoría de las encuestas dan la ventaja a Trump. Pero ese "susto" en Arizona habla de una de las grandes corrientes subterráneas que están cambiando el país y darán forma, si no a esta elección, a las siguientes.
En las décadas anteriores, los demócratas fueron perdiendo su tono de partido por los trabajadores y acabaron convirtiéndose en el de las élites del poder, los graduados universitarios, las grandes ciudades y las costas. Desde un punto de vista estratégico, a los republicanos no les ha importado mucho porque, pese a perder votos en las grandes urbes, han ido consiguiendo recuperar votos en las zonas rurales, mucho más rentables electoralmente. La polarización costas vs. interior, grandes ciudades vs. condados rurales ha teñido casi todos los análisis políticos que habrás leído estos días. Y, sin embargo, ya hay grietas en ese dibujo. Arizona es solo una de ellas.
Acosados por el alto coste de la vida, carísimos alquileres, la decadencia de la vida urbana en ciudades como San Francisco (alcohol, drogas, sinhogarismo...), desde hace un par de años se ha exacerbado el fenómeno del éxodo californiano. En 2021, más de 69.000 californianos emigraron a Arizona, y 74.000 en 2022, según las últimas cifras disponibles. Al otro lado del país, un fenómeno similar en Filadelfia tiñe poco a poco de morado los condados rurales del sur de Pensilvania, uno de los estados clave en esta elección.
Hay algo de déjà vu en estas elecciones, y mucho de conversaciones pendientes en Estados Unidos. El regreso triunfal de Donald Trump al ring electoral, tras cuatro años de gobierno demócrata de Joe Biden —quien prometió cerrar heridas de ese EEUU dividido—, demuestran que esas llagas no solo siguen abiertas, sino que ya supuran, y que hay muchas cuentas sin terminar.
- Los hombres jóvenes están sufriendo una crisis. No hacerles caso puede costar caro en EEUU Argemino Barro. Nueva York
- Punto Ciego | Racismo, misoginia, brutalidad: Kamala Harris-Donald Trump ante el 5-N José Antonio Zarzalejos
- Trump 2.0: cómo podría resultar útil Fernando Primo de Rivera