Por un puñado de votos: todo lo que necesitas saber sobre Pensilvania, el gran estado clave

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Las elecciones de Estados Unidos llegan a su fin pasado mañana y por fin puedo dedicar una edición de esta newsletter al estado que considero que será el árbitro final de estos comicios: Pensilvania.

Os preguntaréis: si tan importante es, ¿por qué esperar hasta el último momento? Lo cierto es que he estado inmerso en un extenso reportaje sobre mi viaje por Pensilvania en el que exploro los detalles de su cambiante panorama político. Ese texto ya ha salido a la luz, así que ahora tengo luz verde para hablaros del tema en este espacio para aquellos que prefiráis un formato más ligero a las 3.500 palabras de mi artículo.

Empecemos por lo básico. Pensilvania es el estado clave más poblado de este ciclo electoral. Reparte 19 votos electorales de los 93 que están en juego entre los siete territorios en los que aún no sabemos quién ganará. Según el modelo predictivo del analista Nate Silver, el candidato que gane allí tendrá un 90% de probabilidades de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos.

El estado cuenta con una demografía variada que refleja las divisiones de Estados Unidos. Sus dos grandes ciudades, Filadelfia, al este, y Pittsburgh, al oeste, son los clásicos núcleos urbanos que votan mayoritariamente demócrata. Sin embargo, la amplia franja central entre ambas está compuesta por zonas rurales y pequeñas ciudades con un pasado industrial que, como el resto del Rust Belt, Trump logró hacer suyas en 2016.

En 2020, Joe Biden, nativo de Pensilvania, ganó el estado por la mínima, pero la mayoría de estos antiguos núcleos manufactureros en decadencia permanecieron impertérritos o incluso ampliaron su respaldo al candidato republicano. Cuando hablas con los residentes de localidades como Johnstown, que perdió más de dos tercios de la población tras el cierre de las fábricas, la sensación que transmiten es que los demócratas han perdido a estos votantes para siempre. Hay pocas dudas de que Trump volverá a arrasar en estas zonas este año.

¿Cómo logró Biden, entonces, ganar hace cuatro años? La respuesta está en los suburbios.

En 2020, las zonas suburbanas de Pensilvania se inclinaron marcadamente hacia los demócratas, impulsados por cambios demográficos y un creciente desencanto con el estilo de gobierno de Trump. Históricamente, estos condados —compuestos en su mayoría por familias de clase media-alta, blancas y con estudios universitarios— habían sido un caldo de cultivo para el voto republicano. Pero en los últimos años, estas amplias extensiones de viviendas unifamiliares en torno a ciudades como Filadelfia o Harrisburg se han expandido y, en el proceso, han experimentado un giro hacia posturas más progresistas.

Kamala Harris busca repetir exactamente la misma estrategia que Biden en 2020: compensar su pérdida de votantes en las zonas rurales y antiguas localidades industriales mejorando sus números en suburbios.

Otro factor clave para entender el voto en Pensilvania es la enorme fuerza gravitacional que Filadelfia está ejerciendo en el sureste del estado. A medida que la ciudad, que forma parte del corredor atlántico junto a Nueva York y Washington DC, se ha expandido, ha transformado áreas que antes eran claramente rurales y conservadoras en un terreno más diverso y menos predecible. Este proceso está llevando votantes de perfil progresista a zonas tradicionalmente republicanas, una tendencia que preocupa a la campaña de Trump y que la de Harris espera aprovechar al máximo.

En última instancia, Pensilvania es un reflejo de una brecha destinada a convertirse, junto a la de género, en la gran historia de estas elecciones: la división entre votantes con educación universitaria y sin ella. Las encuestas durante la campaña han mostrado que la clase trabajadora cada vez vota más al partido republicano, incluso entre las minorías raciales, mientras que aquellos que cursaron estudios superiores cada vez respaldan más a los demócratas. Dentro de dos días, las urnas revelarán cuál de estas dos tendencias está ocurriendo más rápido.

Hoy, en El Confidencial

Si queréis leer el reportaje sobre mi viaje a Pensilvania al completo, aquí lo tenéis, con la ayuda inestimable de Emma Esser para las infografías y Ana Ruiz para los datos.

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OJITO CON ESTA CIUDAD. Si el próximo 5 de noviembre los demócratas parecen ir por detrás en Michigan durante el recuento y luego terminan ganando el estado, la ciudad de Warren podría tener la culpa. Ha sido la única urbe que ha decidido no realizar un procesamiento previo de votos por correo, lo que podría llevar a que Trump, cuya mayor base de apoyo está en las zonas rurales, aparezca ganando en los resultados iniciales. Como reporta Reuters, esto podría prolongar las tensiones y teorías de la conspiración electoral en uno de los estados clave.

EL EMPATE FANTASMA. Hemos repetido hasta la saciedad que esta es la elección más ajustada de la historia en las encuestas. Tan ajustada, de hecho, que resulta sospechosa. El último análisis de Nate Silver en su Substack apunta a uno de los probables motivos detrás de este fenómeno: el herding, o reajuste intencional de los sondeos. Una estrategia de ciertas encuestadoras para evitar parecer "fuera de sintonía" con el consenso general. El riesgo es que, en su intento de no destacar, estas encuestas podrían estar minando la precisión del promedio final.

DENTRO DEL CAOS. A Tim Alberta hay que leerlo y no es fácil hacer justicia a sus reportajes con un resumen. Para los que seáis muy cafeteros, os recomiendo echar un ojo a su última historia en The Atlantic. Ofrece una visión detallada de la campaña de Donald Trump en la segunda mitad 2024, destacando las tensiones internas y la falta de disciplina que han caracterizado sus últimos días. A pesar de enfrentarse a una contienda reñida, algunos de los aliados más cercanos del candidato han estado en conflicto entre sí, filtrando historias perjudiciales y señalando culpables ante una posible derrota.