Match con el enemigo: ¿por qué aparecen perfiles de israelíes en el Tinder de los libaneses?
Muchos libaneses ven perfiles de hombres o mujeres israelíes en las apps de citas a pesar de estar a cientos de kilómetros de distancia porque Israel genera señales de GPS falsas
En Beirut, como en Madrid, ya no se liga en las barras. Y menos aún ahora. Desde que Israel extendió su guerra en Gaza al sur del Líbano a finales de verano, no quedan discotecas abiertas, razones para celebrar ni ánimos para salir de fiesta. Desde el sofá, Elias (nombre ficticio) y todo un ejército de solteros buscan con golpes de dedo a la izquierda y a la derecha un match para distraerse. Una chispa, una conversación o un orgasmo puntual que alegre estos días en los que solo siente rabia y tristeza. Pero lo que menos esperaba este joven beirutí es que, en Tinder, la guerra también le perseguiría.
Los perfiles a priori son atractivos. Elias encuentra en ellos lo que busca y lo que espera al abrir la aplicación en el centro de Beirut. La mayoría de los hombres incluye una corta presentación en inglés —nada sospechoso en según qué ambientes capitalinos, donde este idioma es casi vehicular— y las fotos corresponden con lo que el joven se imagina de un libanés. Las alarmas suenan cuando, entre Samires y Marwanes, se topa con un nombre escrito con el alfabeto del enemigo.
Si desliza las fotos, ve que algunos presumen de su físico vistiendo el uniforme de un ejército extranjero. Ese verde que llevan con orgullo está muy lejos del camuflaje blanco y negro del desprestigiado Ejército libanés. Elias cae en la cuenta: son soldados israelíes. A menos de 10 kilómetros de distancia.
Otro habría pensado que su ciudad es víctima de una infiltración masiva de espías israelíes, pero Elias ya se conoce esta historia. Los judíos que le aparecen en Tinder están en realidad en sus casas, y es él el que ha viajado al país enemigo sin saberlo. Desde el comienzo de la guerra en Gaza, Israel usa tecnología de spoofing para generar señales de GPS falsas en toda la geografía libanesa.
La intención es confundir a los satélites e interrumpir los ataques aéreos de Hezbolá, pero el daño colateral es que todo un país aparece con ubicación en Cisjordania, el aeropuerto de Ammán, Israel o el mar Mediterráneo. Además de volver patas arriba las aplicaciones de citas de dos sociedades en guerra, esto hace que tampoco funcione el reparto a domicilio, y que los conductores de las aplicaciones de taxi se vuelvan locos intentando encontrar a sus clientes.
Un estudio del periódico beirutí L’Orient-Le Jour reveló en marzo que entre el 60 y el 62% de los perfiles que aparecían en Tinder en Líbano eran de ciudadanos israelíes. A Elias se le había dado bien detectar a los intrusos en la aplicación, y hasta ahora no había caído en la trampa. Pero la semana pasada se le coló Amir, un judío de Haifa que por tener un nombre ambivalente no le hizo sospechar. El primer impulso fue sentar las bases: “No me di cuenta de que eras israelí. Espero que al menos no sirvas en las FDI", le escribió en su primer mensaje, atraído por Amir pero, sobre todo, curioso ya por saber cómo sería hablar con alguien del otro lado por primera vez desde que empezó la guerra.
La conversación fue un desfogue por ambas partes. Duró pocos días pero fue intensa. Elias cuenta que, aunque desde el principio se perdió todo interés sexual o romántico, esperaba las respuestas de su interlocutor con ansias. "Al principio, confiaba en que hablar con alguien atractivo y simpático, quizá me ayudaría a encontrar puntos en común", reconoce Elias.
"Al principio confiaba en que hablar con alguien atractivo y simpático, quizá me ayudaría a encontrar puntos en común"
Pero la negociación duró poco, y el libanés quiso asegurarse de que el israelí supiera lo que su Gobierno había hecho en Gaza. "¿No hay mejor manera de responder al 7 de octubre?", le reprochó ya en las primeras horas de conversación. Amir contestó con un contundente: "Si por mí fuera, Gaza ya sería un descampado".
"De pronto me encontré con una persona que genuinamente creía que tenía derecho a matarnos a todos en nombre de su supuesta seguridad", cuenta Elias. "Me dijo sin remordimientos que una vida israelí vale más que mil vidas árabes juntas. Jugó con la idea de un genocidio en Líbano, mientras me hablaba de tú a tú. Nunca me había sentido tan incómodo", explica.
Más guerra que amor
La ley libanesa no prohíbe explícitamente las relaciones homosexuales —que, de todos modos, Elias y Amir solo podrían mantener en un tercer país—, pero sí condena a cualquier ciudadano que "se comunique con el enemigo", según un decreto de 1955. Pese a no aplicarse a menudo, a la Miss Líbano Sally Greige, un selfie con su homóloga israelí le costó el título en 2015.
Este año, el teatro Monnot de Beirut canceló un estreno del célebre dramaturgo Wajdi Mouawad por sus supuestos vínculos con Israel. En 2019, Mouawad publicó Todos pájaros, una historia de amor entre un científico israelí-alemán y una marroquí. Esa misma obra lo puso en el centro de una campaña de boicot que lo acusaba de antisemita.
Los amigos de Elias también han aceptado que en Tinder, Bumble y Grindr se encuentra la guerra en mayores dosis que el amor. Sus perfiles lucen el emoticono de la sandía y el de la bandera palestina para mostrar su resistencia virtual a los israelíes de turno. Aprovechan los vaivenes del GPS para escribir en sus biografías: No Zionists. Algunos como Ziad van más allá, y entablan contacto con los usuarios que ven con banderas israelíes solo con la idea de pelear. "Voy buscando guerra", confiesa. Así, cuando un chico le dijo que era de Israel, le contestó: "¿De dónde? No conozco ese país. Querrás decir de Palestina". El israelí, que no tendría ganas de abrir otro frente, rechazó el duelo y lo bloqueó.
Cuando un chico le dijo que era de Israel, le contestó: "¿De dónde? No conozco ese país. Querrás decir de Palestina"
A diferencia de Ziad y Elias, hay quienes han sucumbido a la tentación. Un amigo de ambos les ha confesado que se ha encariñado de una israelí. Dicen que, en un mundo normal, podrían verse a medio camino entre los 240 kilómetros que separan Beirut de Jerusalén. Pero en este mundo, en ese punto intermedio, se están viviendo los días más sangrientos para los libaneses desde la invasión israelí de 2006.
"En un mundo normal, ellos no estarían ocupando Palestina, y su ubicación de Tinder no estaría en un Estado colonial y genocida", apostilla Elias, sin entender cómo un libanés puede "humillarse" del modo que hace su amigo. A Gigi, una mujer trans de Beirut, la humillación la pilló desprevenida. Cuando fantaseaba con un hombre de Ramat Gan, una ciudad cerca de Tel Aviv, sobre cómo podrían llegar a verse, el israelí le dijo: "Es fácil. Destruiremos tu país y vendrás a vivir conmigo".
¿Espías?
Desde el ataque simultáneo a miles de 'buscas' de milicianos de Hezbolá el pasado 17 de septiembre, el miedo a la injerencia de la inteligencia israelí en la vida de los libaneses ha repuntado tras años de relativa calma. Por eso, muchos temen que la presencia de israelíes en aplicaciones de citas no se deba solo al spoofing del GPS, y que en realidad la agencia de inteligencia israelí, el Mosad, esté detrás de algunos de esos perfiles.
Esto ya ha sucedido con Facebook y LinkedIn, aunque el uso de Tinder para estos fines tampoco es algo nuevo. Tras el comienzo de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, se reportaron varios casos en los que espías rusos intentaban establecer vínculos afectivos con mujeres ucranianas para obtener información del otro lado de la trinchera. Además, la geolocalización en Tinder puede ser explotada con fines de inteligencia por agentes del Mosad "porque permite seguir los movimientos de los usuarios", advierte Roland Abi Najem, consultor de ciberseguridad.
"En un mundo normal, ellos no estarían ocupando Palestina, y su ubicación de Tinder no estaría en un Estado colonial y genocida"
En Palestina, un fenómeno similar lleva años intimidando a la comunidad LGTBQ+ de Cisjordania. Habla de él Blood Like Water (Dima Hamdan, 2023), el corto con mejor narrativa del Festival de Brooklyn de 2024. Como Shadi, protagonista del filme, son decenas los casos conocidos de hombres gais palestinos a los que el Mosad tiende una trampa para que den información a Israel sobre sus comunidades o que Israel revele su orientación sexual a sus familias. La segunda opción conlleva la humillación pública y, en la mayoría de los casos, el ostracismo.
En un artículo publicado por Jewish Voice for Labour este agosto, un exfuncionario del Mosad corrobora que unidades de élite de la inteligencia israelí como la 8200 o el Shin Bet vigilan, coaccionan y chantajean a palestinos a través de Grindr para obtener información sobre sus comunidades.
En Beirut, como en Madrid, ya no se liga en las barras. Y menos aún ahora. Desde que Israel extendió su guerra en Gaza al sur del Líbano a finales de verano, no quedan discotecas abiertas, razones para celebrar ni ánimos para salir de fiesta. Desde el sofá, Elias (nombre ficticio) y todo un ejército de solteros buscan con golpes de dedo a la izquierda y a la derecha un match para distraerse. Una chispa, una conversación o un orgasmo puntual que alegre estos días en los que solo siente rabia y tristeza. Pero lo que menos esperaba este joven beirutí es que, en Tinder, la guerra también le perseguiría.