El 'worst case scenario': ¿qué pasa si Trump y Harris empatan en las elecciones de EEUU?
Debido a que el Colegio Electoral cuenta con 538 electores, existen dos combinaciones con los actuales estados clave en juego en los que Harris y Trump acabarían empatados 269 a 269
Es la mañana 6 de noviembre. Estados Unidos despierta tras una larga noche de recuento electoral sin un claro vencedor. La tensión es palpable. Las pantallas de todo el país transmiten los últimos datos y el país entero contiene el aliento. Es entonces cuando una alerta de última hora da la noticia que nadie quería escuchar: Donald Trump y Kamala Harris han quedado empatados en el Colegio Electoral.
Es un escenario de pesadilla, pero uno que tiene precedentes. En 1800, Estados Unidos vivió su primer y único empate histórico en una elección presidencial, cuando Thomas Jefferson y Aaron Burr recibieron el mismo número de votos electorales. Sin un ganador claro, la decisión pasó a la Cámara de Representantes, que necesitó 36 votaciones para, finalmente, mandar a Jefferson a la Casa Blanca (curiosamente, ese justo fue el año en el que acabó de ser construida).
El Colegio Electoral estadounidense, con sus 538 votos repartidos entre los estados, requiere que un candidato alcance al menos 270 electores para ganar. Al tratarse de un número par, la posibilidad de un empate siempre ha existido, aunque históricamente ha sido tan remota que apenas se ha contemplado. Este año, sin embargo, la distribución particular de siete estados clave abre la puerta a dos combinaciones que podrían llevar al país a este escenario.
¿Te ves capaz de descubrir por tu cuenta cuáles son los dos casos? Aquí tienes un gráfico interactivo en el que puedes probar todas las combinaciones posibles.
¿Lo lograste? ¡Felicidades! ¿Te rendiste? Aquí va la respuesta.
El primer caso es uno en el que Trump logra ganar en Nevada y en todos los estados del Cinturón del Óxido, Wisconsin, Michigan y Pensilvania, mientras que Harris se impone en los del sur: Arizona, Georgia y Carolina del Norte.
La segunda combinación es aquella en la que Trump gana en Michigan, Pensilvania y Carolina del Norte y Harris se queda con Nevada, Arizona, Georgia y Wisconsin.
Ambos casos llevan a un mismo lugar: un estancamiento que dejaría la elección del próximo presidente en manos de otros, ya sean los electores o los congresistas.
Tras las elecciones del 5 de noviembre, el calendario marcado por la Constitución es el siguiente. Para el 11 de diciembre, los estados deben haber resuelto cualquier controversia electoral, garantizando que sean aceptados sin objeción en el Congreso. El 17 de diciembre, los electores se reúnen en cada estado para emitir sus votos, los cuales deben llegar a Washington antes del 25 de diciembre.
Es aquí donde tendría lugar el momento más tenso: la tentación de convencer a un elector de cambiar su voto será enorme. En un escenario tan ajustado, el tamayazo de una sola de estas figuras bastaría para decidir quién será el próximo presidente. Los electores, designados por cada partido en los estados, representan a los ciudadanos en el Colegio Electoral. En la práctica totalidad de los casos, votan por el candidato que ganó el voto popular en su estado. Sin embargo, no todos los estados tienen una legislación que anule su decisión en caso de que cambien de bando, abriendo la puerta a los llamados "electores infieles".
If we actually get one of these 270-268 outcomes that people joke about, are there going to be a bunch of faithless-elector shenanigans?
— Arjun Panickssery (@panickssery) October 12, 2024
No race in the modern era has ended up that close, and a bunch of states don't void the votes of faithless electors https://t.co/6KRv3FOm2o pic.twitter.com/oHpV3pjoLs
Hay ejemplos de sobra en la historia, aunque ninguno ha llegado a alterar el presidente elegido. En 2016, por ejemplo, diez electores intentaron votar en contra de los candidatos a los que les correspondía respaldar, y siete de ellos lo lograron. Un desenlace así desgarraría aún más la ya frágil fe en el sistema electoral de EEUU, que se encuentra bajo asedio en un contexto de profunda polarización y cuestionamientos a su legitimidad.
Si los electores terminan en un empate de 269 a 269, se activaría lo que se conoce como una "elección de contingencia", un procedimiento previsto por la Constitución estadounidense para situaciones en las que ningún candidato alcanza los 270 votos necesarios. En este caso, la Cámara de Representantes elige al presidente entre los tres candidatos más votados, mientras que el Senado decide quién ocupará la vicepresidencia.
Sin embargo, en la Cámara de Representantes, la votación no se realiza por miembros individuales, sino por las delegaciones estatales. Así, California, con sus 52 representantes, en su gran mayoría demócratas, tendría el mismo peso que Wyoming, uno de los estados menos poblados, con solo tres escaños y firmemente republicano. Para decidir el ganador, son necesarios los votos de 26 de las 50 delegaciones. Con la composición actual del Congreso, 26 estados cuentan con mayoría republicana, frente a 22 demócratas, y los dos restantes, Minnesota y Carolina del Norte, están empatados.
Para que el Senado elija a un vicepresidente en caso de empate, sería suficiente con una mayoría simple de 51 votos, lo que permite al partido con mayoría en la Cámara Alta impulsar a su candidato sin mayores obstáculos. Actualmente, los demócratas cuentan justo con esa cifra exacta de senadores, pero la batalla por mantener esa cifra se anticipa extraordinariamente complicada en las urnas.
Sin embargo, el hecho de que cada cámara vote de forma independiente podría llevar a una situación especialmente absurda si, como sucede actualmente, cada una está dominada por un partido distinto. Imaginemos un escenario similar al actual, donde los republicanos mantienen su control de la Cámara de Representantes y los demócratas la mayoría en el Senado. Esto podría desembocar en un inédito cogobierno entre rivales políticos: Donald Trump como presidente y Tim Walz en el rol de vicepresidente.
La posibilidad de que esto ocurra, aunque doblemente viable en el mapa electoral actual, sigue siendo muy remota. La mayoría de las encuestas muestran a Kamala Harris con números considerablemente mejores en el Cinturón de Óxido que en los estados del sur. Ambas combinaciones requieren que la demócrata gane Arizona y Georgia, los dos territorios en los que Trump ha obtenido mejores sondeos hasta la fecha, mientras pierde gran parte del resto. De acuerdo con el último análisis de Nate Silver, la probabilidad de un empate en el Colegio Electoral es un 0.4%. Mejor que otros años, pero todavía muy pequeña. Por ahora, al menos, es solo una pesadilla.
Es la mañana 6 de noviembre. Estados Unidos despierta tras una larga noche de recuento electoral sin un claro vencedor. La tensión es palpable. Las pantallas de todo el país transmiten los últimos datos y el país entero contiene el aliento. Es entonces cuando una alerta de última hora da la noticia que nadie quería escuchar: Donald Trump y Kamala Harris han quedado empatados en el Colegio Electoral.
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