EEUU descuida a sus vecinos: "No estamos dentro de sus preocupaciones"
América Latina aguanta la respiración ante las elecciones del cinco de noviembre en EEUU. Cualquier acontecimiento político en el país norteamericano suele tener un fuerte efecto
América Latina aguanta la respiración ante las elecciones del cinco de noviembre en EEUU. Cualquier acontecimiento político en el país norteamericano suele tener un fuerte efecto al sur del Río Grande, más todavía si en las urnas se enfrentan dos modelos antagónicos para el país que podrían trasladarse también a la relación con los vecinos continentales.
En el centro de todo debate en la región latinoamericana está Donald Trump y su posible segunda presidencia. El magnate podría dar un giro en las políticas con respecto a temas clave como el comercio, la migración, la lucha contra el tráfico de drogas y la relación con los países gobernados por la izquierda con el foco puesto en la muy creciente — y, para algunos, ya hegemónica — influencia de China en la región.
Lo primero que hay que tener claro, según buena parte de los expertos, es que América Latina no es una prioridad para Washington y por ahí se está colando Pekín.
"América Latina ocupa un lugar bastante marginal en los intereses globales de EEUU. No estamos dentro de las preocupaciones centrales de Washington y hay otras regiones como el Medio Oriente, Europa, desde luego y el sudeste asiático, que son mucho más relevantes para Estados Unidos", comenta a El Confidencial Gilberto Aranda Bustamante, profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
Para muestra, un botón: en el único debate presidencial entre Kamala Harris y Trump solo se mencionaron dos países de la región, México y Venezuela.
China: clave para Trump
China está aprovechando ese contexto para penetrar en América Latina y por ahí sí aumenta el interés estadounidense en la región, un aspecto que sería aún más relevante si el magnate se impusiese en las urnas. Trump es visto como mucho más aislacionista que los demócratas, pero sí parece genuinamente preocupado por la actividad de Pekín en la región.
Los datos son claros: China es el mayor socio comercial de países tan importantes como Brasil — la segunda mayor economía del continente americano — Colombia, Chile, Bolivia y Perú. Ese último país se ha convertido recientemente en la imagen de los megaproyectos chinos en Latinoamérica con la construcción financiada por Pekín del megapuerto de aguas profundas de Chancay.
El intercambio comercial entre los países latinoamericanos y China apenas alcanzaba los 14.000 millones de dólares en el año 2000. Hoy la cifra asciende a medio billón — con b —de dólares y se prevé que siga expandiéndose.
Las visitas de los líderes latinoamericanos a Pekín se han repetido a lo largo del último lustro. Incluso los más reacios y cercanos a Trump, y a la vez fuertes críticos del gigante asiático, han acabado agachado la cabeza. El brasileño Jair Bolsonaro visitó China a los pocos meses de jurar como presidente y el argentino Javier Milei ya ha confirmado su viaje en enero.
En ese sentido, la política de Trump se enfrenta a un problema de difícil solución: intentar conjugar una agenda comercial que se prevé proteccionista y, a la vez, no propiciar mayores oportunidades para la penetración de Pekín en la región.
Ese es un equilibrio muy difícil de mantener. Washington ha cerrado la puerta, por ejemplo, a acuerdos de libre comercio con Ecuador y Uruguay. Trump ha criticado ostensiblemente los distintos pactos comerciales — ya sacó a EEUU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, que igualmente criticó Kamala Harris — y parece cerrado a firmar nuevos convenios.
Quito y Montevideo no han insistido y se han cambiado directamente de acera. El exmandatario derechista ecuatoriano, Guillermo Lasso, firmó un acuerdo de libre comercio con China. El también derechista uruguayo, Luis Lacalle Pou, presiona desde hace años al Mercosur para firmar el suyo propio.
Desde la órbita de Trump se ha deslizado que el expresidente intentó proyectos de inversión con el programa América Crece — logrando incluso la adhesión de la mitad de los países de la región — pero buena parte de los analistas son escépticos respecto a una mejora de la relación comercial con América Latina.
"Es posible esperar una relación fuertemente cruzada por lo económico con un signo proteccionista, garantizando el bienestar de la industria nacional aunque, de alguna manera, busque llegar a acuerdos bilaterales para beneficiar a la producción y el consumo doméstico de EEUU", expone el analista chileno Aranda.
México en el candelero
México es el país que más se juega comercialmente con un cambio de presidencia porque más del 80% de sus exportaciones dependen de EEUU. El país al sur del Río Grande se ha beneficiado enormemente de la política de 'nearshoring', como se conoce a la relocalización de actividades productivas estadounidenses desde Asia a países vecinos, espoleada por la actual administración demócrata. México se convirtió, a rebufo de esa política, en el principal socio comercial de EEUU en 2023, superando incluso a la mastodóntica China.
Pero la paradoja es que, mientras el Trump ve con preocupación el crecimiento de la influencia global china, también es muy crítico con el déficit comercial de su país con México, que alcanzó los 22.000 millones de dólares el año pasado, y algunos analistas creen que podría impulsar un "reshoring", es decir, la vuelta a EEUU de las empresas que salieron hace años en busca de mano de obra barata, dañando la economía mexicana.
"Todo indica que un posible triunfo de Trump, si es que ganara, complicaría la relación con México. Tiene un proyecto mucho más proteccionista y no tan dado a impulsar en nearshoring con México", expone Rogelio Núñez, investigador asociado del Real Instituto Elcano.
Trump juró, de hecho, poner un arancel del 10% a todas las importaciones y no dejó claro si eso incluye a países con los que EEUU tiene Tratados de Libre Comercio (TLC), como México. Marcado en rojo en la agenda del magnate estaría, además, la renegociación del T-MEC, el TLC que une a EEUU, México y Canadá, prevista en 2026, a pesar de que consideró un éxito una reforma anterior que él mismo lideró.
"Va a asumir una postura de dureza con respecto a México, y eso incluye a todas las inversiones asiáticas que están teniendo lugar en ese país", comenta el analista Núñez.
Bombardeos a carteles en México
Pero la relación con México podría no tensarse solo por cuestiones comerciales, a pesar de que Trump y el exmandatario, Andrés Manuel López Obrador, todavía muy influyente en la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, se consideran amigos. El magnate propuso en verano bombardear las instalaciones de carteles mexicanos para cortar el flujo del fentanilo hacia EEUU.
Su candidato a vicepresidente, J. D. Vance, ha señalado también que el presidente debe tener autoridad para ordenar el despliegue de fuerzas de EEUU en el vecino del sur contra las organizaciones de narcotraficantes.
Casi nadie espera que eso ocurra si Trump vuelve a la silla presidencial — se ha dado de bruces contra la realpolitik en numerosas ocasiones — pero sí anuncia un endurecimiento de las medidas para combatir el narcotráfico que podría traducirse en una postura más hostil hacia la política mexicana.
Endurecimiento de políticas migratorias
México también está en el punto de mira del magnate por el estallido de los cruces de migrantes a EEUU durante el Gobierno de Joe Biden. Trump ya gastó unos 15.000 millones de dólares en mejoras en la valla fronteriza entre los dos países que se han demostrado inefectivas. "Va a reclamar el concurso de los estados latinoamericanos en frenar, detener y regular las olas migratorias hacia EEUU", considera el analista Núñez.
El magnate ha recalcado que restablecerá la ley "Permanecer en México" que obliga a los migrantes a quedarse en el país vecino mientras regularizan su situación, pero no se descarta que retome medidas antiguas como los recortes de ayuda a El Salvador, Guatemala y Honduras que llevó a cabo en su Gobierno por no frenar la migración, presionando a esos países para firmar acuerdos que exigieran a los migrantes solicitar asilo en Centroamérica.
Las políticas de mantener a los migrantes en México no son nuevas. El país norteamericano, de hecho, participa activamente retrasando deliberadamente el tránsito de los migrantes a través de su territorio, como reportó recientemente El Confidencial. Sin embargo, las nuevas políticas todavía más agresivas podrían tensar la relación entre ambas naciones.
Trump propone, además, un programa de deportaciones masivas, el mayor de la historia, en sus propias palabras, que podría tener profundos efectos en los países de origen de la mayoría de los migrantes.
Primero, porque muchos tienen graves problemas de desempleo y no pueden hacer frente al eventual retorno de decenas de miles de personas. Pero también porque dependen de las remesas, que llegan a suponer el 23%, el 21% y el 16% del PIB en países como El Salvador, Honduras y Guatemala, respectivamente. Una deportación masiva haría descender esas cifras, mandando a miles de personas a la pobreza.
Trump no asegura nada a sus fieles en Latam
Uno de los países más afectados por los cambios de política que podrían tener lugar bajo un segundo mandato de Trump es El Salvador, gobernado, paradójicamente, por Nayib Bukele, uno de los máximos aliados del magnate en la región. Ser partidario de Trump, por tanto, no asegura nada. El magnate atacó duramente a El Salvador durante su alocución en la Convención Nacional Republicana, asegurando, sin pruebas, que el descenso en asesinatos en el país centroamericano se debe a que están mandando a sus criminales a EEUU. Esto, a buen seguro, no sentó nada bien a Bukele.
El argentino Javier Milei también espera un trato preferencial de la Casa Blanca que podría no producirse. Que se lo digan a Bolsonaro, cuando EEUU cortó las cuotas de importación de carne brasileña. Eso sí, Milei cuenta con un as en la manga de cara a garantizar su influencia en Washington: el litio, que EEUU ambiciona indisimuladamente, después de que la comandante del Comando Sur, la generala Laura Richardson, advirtiera en varias ocasiones sobre la ventaja que lleva China en la región.
El litio, además, interesa mucho a uno de los mayores apoyos de Trump en campaña: Elon Musk, al ser componente esencial de sus coches eléctricos. La figura del multimillonario estadounidense comienza a ser, además, relevante en América Latina, y se ha reunido tanto con Milei como con Bukele recientemente.
"Musk ha decidido, desde hace unos años, hacer política en América Latina sin presentarse a las elecciones. Quiere participar en todo. Tiene interés en lo económico, en el litio y las tecnologías, pero también en gozar de poder político, y se ha convertido en una suerte de embajador de las ideas ultraconservadoras en la región", considera Alfredo Serrano, doctor en economía y director ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
El analista considera que Trump ha sido un modelo para la derecha de la región y que ese reflejo se podría acentuar durante un segundo mandato. "De lo que no hay duda es que el trumpismo como identidad política sí ha tenido influencia en la región, véase con Milei o Bolsonaro. Ahora aparecen muchos liderazgos que pretenden imitar esa forma de hacer política. Agresiva, en base a constantes noticias falsas, y poco respetuosa con el adversario político", cree Serrano.
Alejamiento de la "izquierda cobarde"
Muchos sí creen que una victoria de Trump supondría un alejamiento de lo que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, calificó como "izquierda cobarde", refiriéndose a los mandatarios de Colombia y Brasil, Gustavo Petro y Lula Da Silva, que a día de hoy continúan exigiendo la publicación de las actas electorales para reconocer una victoria del chavismo en las elecciones venezolanas de julio.
Tanto Bogotá como Brasilia intentaron — y todavía estarían intentando — una estrategia de negociación con el Gobierno de Maduro que fue apoyada por la Administración demócrata de Joe Biden. Muchos creen que ese plan sería rechazado de plano por una Casa Blanca en poder de Trump.
El bolsonarismo es un importante aliado del magnate en América Latina y eso podría hacer aumentar la hostilidad con respecto al Gobierno de Lula si el multimillonario volviese al poder. También en Colombia, y en Chile — donde los demócratas han tenido relaciones fluidas con Gabriel Boric — tiene el magnate fuertes apoyos.
"Eso no cambia, en cualquier caso, que se trata de una región marginal para EEUU, donde los demócratas pueden haber tenido un diálogo expedito con algunos líderes de izquierda, pero no un interés establecido, claro y consistente", recuerda el analista Aranda Bustamante.
Posición más hostil con respecto a Cuba
Con respecto a Venezuela, pocos tienen dudas de que la posición será más hostil y podrían volver las grandes sanciones, algunas de las cuales levantó el Gobierno de Joe Biden.
Durante el anterior periodo de Trump se creó el Grupo de Lima contra el Gobierno Chavista y se impulsó una iniciativa diplomática que acabó con medio centenar de países reconociendo a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Esta estrategia fue a la postre fallida, pero radical en comparación con la aproximación demócrata a la crisis del país sudamericano.
Otros piensan, eso sí, que Trump podría cuidarse mucho de establecer sanciones que afecten en demasía a la población, porque podría generar un nuevo estallido migratorio que no sería bien recibido en casa. Su política con respecto a Cuba ha sido clara y lo mostró revirtiendo la apertura que había iniciado el demócrata, Barack Obama, con respecto a la isla al final de su mandato. En ese sentido, se espera una continuación.
Cualquier nueva política hacia América Latina podría llevar aparejado el cálculo de la creciente influencia china en la región. Si EEUU quiere seguir teniendo relevancia en América Latina, los expertos destacan que debería avanzar hacia una agenda integral común con los países de la región que beneficie tanto a Washington como a los distintos Estados de su vecindario.
América Latina aguanta la respiración ante las elecciones del cinco de noviembre en EEUU. Cualquier acontecimiento político en el país norteamericano suele tener un fuerte efecto al sur del Río Grande, más todavía si en las urnas se enfrentan dos modelos antagónicos para el país que podrían trasladarse también a la relación con los vecinos continentales.
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