EEUU como la República de Weimar: las cabezas (y carteras) de Sillicon Valley apuestan por Trump
Los datos de recaudación de campaña indican que las masas empleadas de Silicon Valley siguen siendo aplastantemente demócratas. Lo que ha cambiado es la opinión política de sus jefes
"No creo que estemos en un mundo cíclico, pero, ciertamente, hay paralelismos entre los Estados Unidos de la década de 2020 y la Alemania de la década de 1920, en la que el liberalismo está exhausto y uno sospecha que la democracia, sea lo que sea lo que signifique eso, está exhausta. Y tenemos que hacer algunas preguntas muy lejos de la ventana de Overton".
El autor de estas palabras, pronunciadas el pasado 21 de febrero en el podcast Conversations with Tyler , es Peter Thiel, inversor multimillonario de Silicon Valley, donante republicano y principal benefactor del candidato a la vicepresidencia de EEUU, JD Vance. La “ventana de Overton”, concepto creado por el politólogo Joseph Overton en los años noventa, suele describirse como el “conjunto de políticas aceptables por la mayoría de la población de un país en un momento dado”.
Por ejemplo, el matrimonio homosexual. Hace treinta años estaba totalmente fuera de la ventana de Overton: era una política inaceptable para la inmensa mayoría de los ciudadanos de EEUU. Hoy está dentro de la ventana de Overton. La esclavitud era normal cuando se fundó este país: los padres de la democracia americana, George Washington, James Madison, Thomas Jefferson, eran terratenientes esclavistas. Hoy la esclavitud está muy lejos de la ventana de Overton, afortunadamente.
Pero Peter Thiel no se refería al matrimonio homosexual, ni a los derechos de los afroamericanos. Peter Thiel comparó la situación de EEUU con la situación de la República de Weimar, que se disolvió poco después al caer en las garras de los nazis. Dijo que el liberalismo, entendido en este caso como el conjunto de valores de la democracia liberal y representativa, estaba “exhausto”. Y también la democracia, “sea lo que sea lo que signifique eso”. Y acabó pidiendo, fundamentalmente, que se exploraran políticas que, en estos momentos, resultan inaceptables para la mayoría de la población de este país en este momento dado. Vale, pero, ¿qué políticas?
La respuesta a esta pregunta es importantísima, porque Peter Thiel, que en 2016 fue de los poquísimos milmillonarios americanos que apoyaron la campaña de Donald Trump, ya no está solo. Ya no es un excéntrico libertario conservador en ese océano de progresistas que ha solido ser, tradicionalmente, Silicon Valley. Ahora Thiel está acompañado por otros inversores riquísimos que también apoyan a Trump, que están inyectando millones en su campaña, diseminando sus bulos y amagando con una serie de ideas que, al menos ahora, siguen fuera de la dichosa ventana.
La descripción ideológica que desde la izquierda se suele hacer de magnates como Thiel, Elon Musk, David Sacks, Marc Andreesen o incluso Mark Zuckerberg, que ha ido distanciándose del Partido Demócrata, es que estos se perciben a sí mismos como súper-hombres preclaros que se merecen mucho más poder del que tienen. Una casta de filósofos ejecutores que, si han revolucionado la tecnología, ¿por qué no revolucionar el resto del mundo, en lugar de dejar los asuntos importantes en manos del estúpido populacho y de sus aún más estúpidos representantes electos?
Dado que estos nunca son explícitos sobre lo que piensan, más allá de apoyar a Trump y de hacer crípticas alusiones al colapso de la república y a la necesidad de buscar nuevos modelos de gobierno, es interesante mirar brevemente el historial de Thiel: lo que dice y, sobre todo, dónde pone el dinero.
De Thiel sabemos, por ejemplo, que está obsesionado con la muerte y que tiene aspiraciones utópicas. Por eso ha invertido fuertes sumas en startups relacionadas con la ralentización del envejecimiento, con la creación de colonias marinas libertarias (a través del Seasteading Institute), con la inteligencia artificial y con la criónica, que estudia la preservación a bajas temperaturas de los cadáveres con la idea de descongelarlos en un futuro en el que la medicina pueda revivirlos. Thiel, de hecho, ha firmado para ser criogenizado, aunque piensa que no funcionará.
Sabemos también que a Peter Thiel le preocupa el advenimiento de algún tipo de terrible catástrofe global. Además de su interés en la inmortalidad y en la creación de pequeños países sin gobierno en mitad del océano, ha tratado de fabricarse un lujoso búnquer subterráneo en una de las zonas más remotas del Planeta Tierra, en Nueva Zelanda. Pero los vecinos vetaron su proyecto, entre otras razons, por el enorme coste medioambiental que supondría para la región.
Y sabemos que Thiel defiende ideas contraintuitivas en un capitalista libertario, como que “la competencia es una ideología que permea y distorsiona nuestro pensamiento”, tal y como escribió en su libro de 2004 Zero to One: Notes on Startups, Or How to Build the Future. Por tanto, lo que realmente genera valor es el monopolio. Sólo se puede hacer algo grande “evitando la competencia en la medida de lo posible”, ya que la competición entre empresas o personas divide las energías e impide que construyamos entre todos proyectos masivos y deslumbrantes.
Entonces, ¿es Peter Thiel una especie de libertario que, además de soñar con la inmortalidad, desea que se instale un mega-monopolio? ¿Cómo encajan estas dos posturas aparentemente opuestas, la libertaria y la autoritaria? Una pregunta que le hicieron en el portal Politico a Max Chafkin, autor de la biografía de Thiel The Contrarian: Peter Thiel and Silicon Valley’s Pursuit of Power.
“Siempre ha habido mucho libertarianismo en Silicon Valley, pero hay aspectos de la ideología política de Thiel que no son libertarios en absoluto”, respondió Chafkin en una entrevista de 2021. “Son aspectos más cercanos al autoritarismo. Es [una postura] supernacionalista, es un anhelo por un tipo de jefe ejecutivo más poderoso, o un dictador, en otras palabras”.
La 'Nueva Derecha'
Quien no ha sido ambiguo con esta idea de que las dictaduras son más eficientes que las divididas y caóticas democracias es Curtis Yarvin, amigo de Thiel y uno de los intelectuales cultivados por este en los últimos años. Curtis Yarvin, apodado Lord Yarvin o Nuestro Profeta , es la voz dominante de lo que se ha venido a llamar Nueva Derecha: esa constelación de magnates autoritario-libertarios, tecnobrós y criptobrós, cuentas anónimas de la red social X y figuras políticas como Blake Masters o, por supuesto, el que más lejos ha llegado y puede llegar: JD Vance.
Curtis Yarvin, informático metido a bloguero y escritor, propone implantar una “Ilustración Oscura”: la vuelta a una especie de monarquía absoluta, sólo que modernizada e impulsada por los avances tecnológicos. El pilar argumental es muy parecido al que defendía Thiel en su libro de 2004: la competencia inherente a una democracia, los partidos políticos, los sindicados y los grupos de poder, los contrapesos, el caos, el todos contra todos, es un desperdicio de energía. Un modelo ruidoso, torpe e ineficaz a merced de los sentimientos más bajos del populacho, del vulgo. Una población inútil que, broméo Yarvin, podría ser convertida en biodiésel.
Yarvin menciona muchas veces a Luis XIV, el Rey Sol, representante de la sabiduría, la belleza, el pulso y la eficacia. Una fuerza que, teóricamente, no tenía que preocuparse de las disputas entre facciones llenas de políticos parlanchines. Pero Yarvin dice que, en realidad, uno no tiene que estudiar la Francia del siglo XVIII para ser testigo de las bondades de un sistema monárquico absolutista.“Si miráis a vuestro alrededor, os daréis cuenta de que, todo aquello que tenéis y que funciona, fue fabricado en una monarquía, por una monarquía, o ambas opciones”, dijo Yarvin en una reciente entrevista en el portal Unherd.
“Por ejemplo”, añadió, sacándose el teléfono del bolsillo, “este iPhone. Este iPhone fue producido por Apple, que es una monarquía. Una corporación. La corporación es la definición de una monarquía absoluta. El CEO no suele ser un monarca absoluto, porque está sometido a una junta de accionistas, pero a veces sí, como Mark Zuckerberg, que controla su propia junta. Elon Musk, creo, también controla su propias juntas”.
“Imaginaos que este increíble dispositivo tuviera que ser producido por el Departamento de Teléfonos Móviles de California”, añade Yarvin. “Es cómico. Es imposible imaginar algo así. Y este dispositivo no sólo ha sido producido por una monarquía. Si miras a la caja de cualquier producto de Apple, leerías: diseñado por Apple en California, fabricado en China. Adivinad qué: esa es otra monarquía”.
Sabiendo lo que sabemos de Peter Thiel y lo que, de manera explícita, dice y escribe Curtis Yarvin, apodado el “filósofo de la casa” del “Thiel-verso”, la premisa está bastante clara: hay que quitar a la democracia de la ventana de Overton y reemplazarla por un sistema tecno-autoritario. El propio Yarvin lo reconoció así durante un discurso pronunciado en 2012 (6): “Si los americanos quieren cambiar su [sistema de] gobierno, van a tener que superar su fobia a los dictadores”.
"Si vamos a luchar contra ello, vamos a tener que hacer algunas locuras"
Esta manera de ver las cosas, no sabemos si literalmente o como inspiración o como referencia, puede llegar a la Casa Blanca: JD Vance es amigo de Yarvin y de Thiel, que donó 10 millones de dólares a la campaña de Vance por el Senado en 2022. La relación entre ambos comenzó en 2011, cuando Vance escuchó hablar a Thiel, “la persona más inteligente que he conocido”, en la Universidad de Yale. Eso le hizo pasar de sus aspiraciones en el campo del derecho a las inversiones en tecnología. En 2015, Vance fue nombrado socio de Mithril Capital, co-fundado por Thiel. Los dos estuvieron juntos en otros emprendimientos, y fue Thiel quien, según The New York Times, arregló el primer encuentro personal entre Vance y Donald Trump en 2021.
Si uno sigue con atención las declaraciones de Vance, también encuentra referencias a la supuesta caducidad y putrefacción del sistema norteamericano. En el podcast de Jack Murphy, en 2022, dijo lo siguiente: “Estamos en un periodo republicano tardío (...). Si vamos a luchar contra ello, vamos a tener que hacer algunas locuras (“get pretty wild”), llegar lejos e ir en direcciones con las que muchos conservadores, ahora mismo, estarían incómodos”. De nuevo, la ventana de Overton.
El “periodo republicano tardío” es una clara referencia al final de la república romana, que se descompuso en una guerra civil alimentada por demagogos y agitación social. Cómo acabaría este periodo en EEUU no lo sabemos. En Roma acabó con la imposición de una monarquía que los romanos llamaron “imperio”.
Así que el Thiel-verso y el Trump-verso, por así decirlo, han maridado bien en estas elecciones. El dinero de las fortunas tecno-autoritarias de Silicon Valley fluye a los cofres de la campaña de Trump, y Trump, como respuesta, ha elegido a Vance (también por su perfil sucesorio) y ha prometido hacer de EEUU “la capital cripto del mundo” . Una postura totalmente opuesta a la que mantenía en 2021.
Silicon Valley: "aplastantemente demócrata"
Los datos de recaudación de campaña indican que las masas empleadas de Silicon Valley siguen siendo aplastantemente demócratas. Lo que ha cambiado es la opinión política de sus jefes. En 2020, entre los inversores de capital riesgo, el mundo al que pertenecen Thiel, Vance y compañía, las donaciones a políticos demócratas cuadruplicaban las donaciones a políticos republicanos. Según datos de septiembre, publicados por Open Secrets, esa proporción se ha reducido a la mitad: cada dos dólares que estos mandan a los demócratas, uno se dona a los republicanos.
Si hubiera dudas acerca de si este matrimonio de conveniencia es real, bastaría con ver al hombre más rico del mundo, Elon Musk, haciendo todo lo humanamente posible para que Donald Trump gane las elecciones: donando dinero de su bolsillo, sobornando a los votantes con premios diarios de un millón de dólares, haciendo campaña como un políticos más, celebrando mítines y debates con los votantes, y, por supuesto, usando su red social, X, la antigua Twitter. Un nido de tecnobrós que diseminan teorías conspirativas con su sello azul, empezando por el propio Musk.
Probablemente JD Vance tenga razón: Estados Unidos se parece a la república romana tardía, un país poderoso y próspero que, sin embargo, está siendo despedazado desde dentro. La pregunta es si, a diferencia de Roma, Washington resistirá. O si la tecno-monarquía entrará en la cotizada ventana de Overton.
"No creo que estemos en un mundo cíclico, pero, ciertamente, hay paralelismos entre los Estados Unidos de la década de 2020 y la Alemania de la década de 1920, en la que el liberalismo está exhausto y uno sospecha que la democracia, sea lo que sea lo que signifique eso, está exhausta. Y tenemos que hacer algunas preguntas muy lejos de la ventana de Overton".
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