EEUU, ante el espejo de su mayor amor/odio: cómo Israel le demostró que ya no cuenta en Oriente Medio
A lo largo de la historia de ambos aliados, Israel siempre ha jugado este papel, ahora exacerbado, del díscolo, indisciplinado que, a fin de cuentas, hace lo que le da la gana
En los últimos doce meses, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha visitado Israel en la friolera de 11 ocasiones para rogar-presionar-convencer a Israel de:
- Reanudar las negociaciones sobre un alto el fuego.
- Moderar la intensidad de la ofensiva militar en Gaza.
- Permitir la entrada de ayuda humanitaria en la franja.
- No sobrepasarse en el sur del Líbano.
- Dejar incólumes las centrales nucleares iraníes...
Y, por último y sobre todo, de que pusiera punto final a la guerra y se pueda empezar a recomponer lo que queda de los gazatíes y Gaza.
El vínculo entre EEUU e Israel es ineludible. La dependencia israelí del apoyo político y armamentístico estadounidense es evidente (pero no solo de EEUU, Israel sigue recibiendo armas de otros muchos países a pesar de sus críticas cara a la galería). A lo largo de la historia de ambos aliados, Israel siempre ha jugado este papel, ahora exacerbado, del díscolo, indisciplinado que, a fin de cuentas, hace lo que le da la gana.
La posibilidad, hace un par de meses, de que las defensas aéreas se quedaran sin interceptores y que EEUU no los supliera era un panorama que los israelíes, ni los militaristas ni los pacifistas, querían contemplar.
Pero si algo tienen en común (y seguramente sea lo único) los candidatos a la Casa Blanca, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, es que ambos quieren el fin de la contienda. Pero por motivos diferentes, con tonos bien distintos y calendarios desiguales.
“Trump dice aquí y allí que la guerra debe terminar. Entre otras cosas, porque Trump es un pragmático. Y esta contienda es demasiado costosa para EEUU y el hombre no tiene ningún apetito de guerras”, explica el politólogo Yossi Shain, de la Universidad de Tel Aviv. A pesar de eso, Netanyahu tiene mayor afinidad con el republicano.
“Claro que le interesa que gane Trump”, dice Aviv Bushinsky, quien fue jefe de gabinete de Netanyahu cuando éste ocupó el cargo de ministro de finanzas, también fue su asesor en su primer mandato como primer ministro. “Hay que recordar que Netanyahu en su carrera de 30 años fue primer ministro sobre todo con demócratas, tuvo a Clinton, a Obama y no fueron nada suaves aquellos años, los recuerdo”. Bushinsky rememora con algo que parece pudor cuando su ex jefe fue a la oficina oval y le espetó a Obama que no habría ningún acuerdo con los palestinos, “también fue a hablar a los representantes estadounidenses en las dos cámaras, senado y parlamento, a darles lecciones, y sin embargo con Trump tuvo una muy buena experiencia”.
Trump reconoció a Jerusalén como capital y trasladó la embajada de EEUU allí en 2017. Reconoció, también, los Altos del Golán ganados por Israel en la guerra de 1967 a Siria y anexionados en 1981, como territorio israelí y promovió los Acuerdos de Abraham, por los que algunos países árabes reconocieron a Israel y comenzaron fructíferas relaciones económicas y de otra índole. “¿Por qué cambiar un coche bueno por uno que no sabes cómo funciona?”, se pregunta el ex asesor.
A Netanyahu le preocupa Harris
Harris, además, no tiene la inclinación abiertamente sionista de Biden, quien, a pesar de esa característica, sigue siendo anatema en el gobierno de la ultraderecha israelí. “Es muy fuerte que los Ben Gvir y Smotrich (Itamar Ben Gvir y Betsalel Smotrich, ministros ultranacionalistas de la coalición) se permitan despreciar a un jefe de Estado como es Biden al que, sinceramente, le importa Israel”, dice Yoela Mor, una terapeuta de Tel Aviv. “Pero ellos son realmente obtusos, tan de la cuerda de Trump en la falta de preparación intelectual y la prepotencia masculina que tantas veces acompaña a lo primero. Es una tragedia que estemos en manos de gente así y necesitamos un Estados Unidos democrático y liberal que nos venga a salvar”.
En este contexto, desde la perspectiva mediooriental, Harris, mujer y no blanca, resulta mucho más difícil de aceptar como líder del mundo libre al que Israel y sus líderes están convencidos de que pertenecen. “Realmente, cuando Netanyahu mira a Harris, sin siquiera esa afinidad sionista cristiana de Biden, estoy seguro de que le preocupa mucho esa mujer”, dice Bushinksy.
“Es que no hay mujeres tomando decisiones”, dice la especialista en estudios de género Daniela Rapp. “Hace pocos días en Israel no sé si fue más noticia el ataque a Irán o que participaron cuatro copilotos mujeres en la operación. Es que ‘la mujer’ sigue siendo noticia, no parte de la vida normal. Y de ser elegida, me pregunto ¿qué lugar va a tener Harris aquí, donde no hay casi mujeres en el gobierno?”.
Rapp supone que de lo primero que se les pasará por la cabeza a los gobernantes es despreciarla con un ‘qué sabrá esta de la guerra’. En una región del mundo en el que la no confrontación y la búsqueda de mecanismos pacificadores es percibida como debilidad, Rapp recuerda como la exministra de Exteriores Tzipi Livni, no conocida ni por su pacifismo ni por su feminismo, dijo en un documental que en la guerra de Gaza de 2008-2009, cuando empezó a decir a los demás miembros del ejecutivo que había que declarar un alto el fuego, fue tratada por sus colegas precisamente como lo que no era, una débil mujer que busca acuerdos.
Bushinsky da además otras dos claves de por qué todo confluye en dirección de Trump en el gobierno Netanyahu. El embajador de Israel en EEUU, Michael Herzog, hermano del presidente de la nación, no es el verdadero mensajero de Netanyahu, sino que lo es Ron Dremer, un acólito del primer ministro, acérrimo republicano y amigo de Jared Kushner, yerno de Trump.
Y también está Elon Musk, fan saltarín de Trump, a quien Netanyahu ha acogido en Israel y Musk ha reciprocado invitándolo a usar su nuevo coche. Armas, coches, dinero, la idea de que la escalada militar sirve para disuadir, todos esos conceptos masculinos que dibujan el mundo en el que nos encontramos. Y que explican por qué, a pesar de los feminismos y el progreso, Trump, Andrew Tate y Musk son los modelos de éxito en redes sociales entre los varones prepúberes del mundo.
¿A quién le interesa la democracia?
“Se sabe que Trump es imprevisible, pero Netanyahu piensa que necesita a un loco en el barrio, no a un jefe de Estado que se ponga a discutir si entrar o no entrar en Rafah”, señala Bushinsky. “Por lo que conozco a Netanyahu, y lo conozco, él esperaba que EEUU estuviera totalmente dentro de su plan bélico, que aprovechase con él la oportunidad de crear un nuevo orden. Es un tipo muy binario, cero o todo, o conmigo o mi enemigo. Por eso su gran decepción con Biden, que ha mostrado todo tipo de fisuras en su apoyo a Israel”.
A decir de Bushinky, y de los discursos de Netanyahu, su convicción de que el mayor peligro para Israel es un Irán nuclear, se ha visto atemperada por la “fisura” de Biden quien dejó muy claro que EEUU no apoyaría un ataque a las instalaciones nucleares de Irán.
“Si hubiera tenido apoyo estadounidense no me cabe duda de que ahora no habría instalaciones nucleares en Irán”, compartió el exasesor.
“Trump no solo representa los valores republicanos, sino que, principalmente, se representa a sí mismo, su idiosincrasia, sus intereses”, explica el profesor Shain. “Él se pregunta qué dividendos recibe de cada movimiento que hace, e Israel le puede salir demasiado caro”.
¿Qué opina el campo político de la izquierda israelí? Pues lo cierto es que hablan poco de esto. Emilie Moatti, ex parlamentaria laborista, activista y escritora, dice que el asunto no está entre demócratas y republicanos. “Trump es un tipo límite, misógino, con gente en su partido antisemita que apoya a partidos nazis, este hombre no tiene nada que ofrecer como líder del mundo libre y hay que hacer todo lo posible para que no salga elegido, por el bien del planeta”.
Moatti está convencida de que su opinión representa a las fuerzas liberales israelíes, que no son pocas. Sin embargo, es muy sintomático que no salgan a dar su opinión sobre esto. “Tienen miedo, se resguardan por si Trump gana las elecciones y nosotros también las ganamos, o (Yair) Lapid o cualquier otro de los que no hablan, y tengamos que estar en contacto con esa administración”.
Muchos políticos de izquierda han bajado el perfil en esta guerra. Algo tan descorazonador como el estado del periodismo en Israel, que de manera masiva se ha convertido en un periodismo complaciente con el Estado -dentro de que este concepto plantea muchos dilemas en el Israel de hoy-, pero tienen claro que el Ejército es la estrella del show, que nunca nadie verá ni ha visto imágenes de sufrimiento humano en Gaza, ni tampoco se lo van a contar desde ningún medio israelí, salvada la excepción del diario Haaretz y la revista 972, y, sobre todo, hay que recordar que “juntos venceremos”.
"La visión de Trump no encaja con la expansión de las ideas democráticas"
Así, Netanyahu siempre gana, aunque los medios de comunicación sean críticos con el gobierno, y algunos lo son mucho. Porque el corazón del problema — la bestialidad de la guerra, la falta de autocrítica, la convicción de que la escalada para la disuasión tiene sentido — no se trata. Pasa como con la percepción de Trump: “La visión de Trump no encaja con la expansión de las ideas democráticas y de progreso en el mundo”, dice el profesor Shain. “Él está en el ‘América primero’, lo cual lo coloca en una política aislacionista, además, casi no tiene experiencia en asuntos exteriores”.
“En general, por ideología, los demócratas aspiran a ser universalistas e intervenir en el nombre del progreso, aunque a veces no de buena gana, pero es su mandato,” señala el politólogo. “Por eso Trump está bien con Putin, no le molesta nada”, dice el politólogo.
Incidentalmente, tampoco a Netanyahu le molesta Putin. Ni le molestaba el ex primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ni el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro, ni el ex presidente filipino Rodrigo Duerte.
Lo que sucede aquí desde el punto de vista institucional es recíproco. “A Trump no le importa si Israel es una democracia o una teocracia, le da igual,” dice Shain. Y a Netanyahu tampoco le importa el grado de democracia de sus contrapartes. Sin embargo, Kamala Harris solo puede ser aliada de un Israel liberal y democrático, señala Shain.
Según analistas locales, si la situación bélica es heredada por Harris, el plan de Netanyahu es agotarla hasta poder llevar a cabo un verdadero cambio estratégico en la zona con la plena participación estadounidense, que es algo con lo que contaba desde hace meses y no ha sucedido. Y el objetivo, algo con lo que Trump concuerda, neutralizar a Irán.
Mientras tanto, con las guerras aún rugiendo, si hubiera un fin de la contienda, regresaran los rehenes y la región estuviera en calma, eso solo ayudaría a Harris. Entonces, según el analista Yossi Verter, Netanyahu se pregunta: ¿por qué las prisas?.
En los últimos doce meses, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha visitado Israel en la friolera de 11 ocasiones para rogar-presionar-convencer a Israel de:
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