Los hombres jóvenes están sufriendo una crisis. No hacerles caso puede costar caro en EEUU
Muchos hombres jóvenes estadounidenses afirman no sentirse representados por el Partido Demócrata. Se sienten hasta discriminados y este voto puede ser clave para las elecciones
Desde la defensa del derecho al aborto hasta el fenómeno del MeToo, la renovada causa del feminismo ha sido uno de los carruajes con mayor tracción política de los últimos 10 años en Estados Unidos. Pero en la estela de este vistoso carruaje, muchas voces, incluidas voces del progresismo, han empezado a susurrar cada vez más alto que existe un grupo de población que parece estar quedándose atrás, olvidado en los márgenes del debate público: los hombres jóvenes. Y este aparente desinterés hacia ellos podría tener un precio palpable el 5 de noviembre.
La ecuación política de los hombres jóvenes tiene dos variables. La primera variable es que, según diferentes estadísticas, los hombres jóvenes van quedándose rezagados en la educación y en los índices de bienestar. La segunda variable es que, cada vez más, estos dicen no sentirse representados por el Partido Demócrata, o directamente aseguran que están siendo discriminados. Así lo piensan casi la mitad de los hombres menores de 30, frente a un tercio que lo pensaban hace cinco años.
Según datos de 2021, el 42% de las licenciaturas universitarias en EEUU fueron recibidas por hombres: 11 puntos menos que las que recibieron las mujeres. Para encontrar el año en que las mujeres obtuvieron la proporción de licenciaturas que hoy se llevan los hombres, hay que volver a 1970. Las mujeres también consiguen el 62,8% de los títulos de máster. Esta brecha educativa explicaría por qué cada vez más hombres entran en la categoría de NEET, las siglas en inglés de “no estar ni educándose, ni trabajando, ni aprendiendo un oficio”. En España, nini.
Existen otras brechas más dramáticas, como la del consumo de drogas, que resulta más del doble de común entre los hombres jóvenes que entre las mujeres. O la del suicidio, que se da con casi el cuádruple de frecuencia entre los hombres que entre las mujeres. Una diferencia que ha crecido en los últimos 25 años. Mientras la tasa de suicidios se ha mantenido igual entre las mujeres, entre los hombres ha aumentado. Por eso, el primer factor a la hora de predecir este riesgo es el género: los hombres se matan más.
Como consecuencia de estos mimbres, también se ha dilatado la brecha en la esperanza de vida. Las mujeres siempre han vivido más años que los hombres en todas partes, incluido en EEUU. Pero esa diferencia se ha ensanchado en las últimas tres décadas. Las americanas viven, de media, casi seis años más que los americanos.
Esta sería la primera variable de la ecuación. Los datos estadísticos que reflejan una tendencia, una desazón masculina que cada cual explica según sus prejuicios. La segunda variable se pregunta si, además de haber puesto en marcha el vistoso carruaje del feminismo para cerrar otras brechas, como la salarial o como la del respeto básico en el lugar de trabajo, alguien se ha interesado por echarle un ojo a los problemas de los hombres jóvenes. Y evitar así que las desventajas mencionadas se agranden y generen un problema, por ejemplo, de cinismo y desafección política.
“Si los demócratas son el 'partido de las mujeres', como declaró un estratega del partido, podría no sorprender que los hombres estén mirando en otra dirección”, escribe Richard Reeves, fundador y presidente del American Institute for Boys and Men. “La agenda oficial del partido hace una lista de los grupos [demográficos] a los que está orgulloso de atender; las mujeres aparecen, pero los hombres no. Hay un nuevo Consejo de Política de Género en la Casa Blanca, pero no ha abordado ni una sola de las cuestiones que afrontan los chicos y los hombres”.
Reeves, cuyo think tank recibió este año una subvención de 20 millones de dólares de la filántropa progresista Melinda French Gates, dice que “el fracaso a la hora de abordar los problemas de los hombres está demostrando ser un error costoso, particularmente en nuestra política y en nuestra cultura. Los desafíos a los que se enfrentan muchos hombres, sobre todo de clase obrera y de color, no son inventos de la machosfera. Son reales”, escribe. “Esto ha dejado un vacío que, en muchos casos, ha sido llenado por las voces más reaccionarias de la machosfera”.
El universo paralelo masculino entra en política
Esta machosfera a la que se refiere Reeves tiene un poco de cada cosa. Desde páginas web, podcasts y canales de Youtube plagados de influencers reaccionarios que achacan todos los problemas de los hombres al feminismo, a figuras relativamente apolíticas, pero que atraen a un público joven y masculino.
Un caso extremo sería el del criminal Andrew Tate, excampeón de kickboxing metido a proxeneta, presunto violador y misógino declarado, que maltrata y esclaviza a mujeres jóvenes para luego presumir de ello y ganar montones de dinero usándolas como prostitutas o actrices porno. Y enseñar a los hombros jóvenes, previo pago de suscripción, a comportarse con la misma inhumanidad que él. Suena horrible y lo es. Pero Tate, que en 2022 fue detenido en Rumanía acusado de violación y de trata de blancas, tiene más de 10 millones de seguidores en la red social X.
Una figura distinta, pero con un público todavía más masivo, es Jordan Peterson, profesor canadiense conservador, jungiano y, desde 2016, uno de los más efectivos guerreros culturales contra lo que él considera la mayor amenaza para la civilización: el wokismo, o, como él dice, los “marxistas posmodernos”. A Peterson le preocupa que la izquierda identitaria esté diluyendo todo lo que es bueno, sólido y justo, contra lo cual él da consejos como estos: “Siéntate derecho y con los hombros hacia atrás” o “pon tu casa en orden antes de criticar el mundo”. Sus vídeos de Youtube, donde habla de la Biblia, Disney o Dostoyevski, suman 740 millones de visionados.
Ahora, por primera vez de manera bastante clara, este universo paralelo en el que los hombres jóvenes se dejan atraer por una retórica dura, tradicional, a veces reaccionaria, también se está reflejando en la política. Una encuesta de Gallup dice que el porcentaje de hombres de entre 18 y 29 años que se identifica como “demócrata” ha pasado del 51% en 2016 al 39% en 2023.
“En las últimas dos décadas, los votantes jóvenes han sido un voto leal a los candidatos presidenciales demócratas. Las elecciones de 2024 no serán una excepción”, escribe Daniel A. Cox, director del Survey Center on American Life y miembro del American Enterprise Institute. “Hay que hacer, sin embargo, una puntualización crucial: los sondeos muestran a Trump empatado con Harris, o incluso por delante, entre los jóvenes votantes hombres”.
Las encuestas recientes varían bastante. Una de The New York Times y Sienna College, por ejemplo, da una clara ventaja de más de 20 puntos a Trump en este grupo demográfico; otras, como las de Ipsos y NBC News, dan casi un empate. Y una encuesta de Harvard se sale del grupo y detecta más apoyo para Kamala Harris. Según Cox, está comprobado que muchos hombres jóvenes han dejado de ser demócratas. La duda es si se han vuelto más conservadores o más apolíticos.
Una manera de explicar por qué Trump eligió como compañero de tándem al senador de Ohio, JD Vance, es que podría ser una forma de atraer el voto de los hombres jóvenes. Cuando Trump anunció que el elegido era Vance, los círculos conservadores lo presentaron y elogiaron como un modelo para la juventud. “JD Vance es el americano de menos de 40 años [los cumpliría poco después] más exitoso. Veterano, universidad en dos años, Facultad de Derecho de Yale, fondo de inversión, memorias que han vendido más de 2 millones de ejemplares...”, tuiteó John Podhoretz, que solía escribir los discursos de Ronald Reagan.
Trump y Vance hace tiempo que han localizado este posible granero de votos y se han abalanzado sobre los numerosos podcasts y canales de Youtube de público mayoritariamente joven y masculino. Programas como This Past Weekend, donde Trump habló detalladamente sobre la adicción al alcohol y la muerte de su hermano mayor, Fred Jr., en 1981; Flagrant, Six Feet Under o The Lex Fridman Podcast. La última aparición de Trump en estos formatos ha sido con Joe Rogan. La conversación duró tres horas y cosechó 33 millones de visitas el pasado fin de semana. De los 17 millones de suscriptores de The Joe Rogan Experience, el 80% son hombres.
Son los jóvenes, estúpido
La tormenta de apariciones de Trump y Vance en estos programas de los que mucha gente de cierta edad en Estados Unidos jamás ha oído hablar, pero que pueden llegar a tener fácilmente 10 veces más audiencia que CNN o MSNBC, puede haber hecho que Kamala Harris saliera de su burbuja e hiciera lo propio. La candidata demócrata se ha dejado entrevistar recientemente en Call Her Daddy y The Breakfast Club, donde charló con el presentador y cómico Charlamagne tha God.
La palpable gravitación de los hombres jóvenes, que como mandan la tradición o el cliché suelen ser rebeldes y votar a la izquierda, hacia posiciones conservadoras o, por lo menos, distantes, ha sido interpretada de diferentes maneras. Medios progresistas como The New Republic han concluido que esta aparente atracción por Trump de los hombres jóvenes es una vía de salida a su amargura y sus instintos patriarcales. “La promesa de Trump a los hombres jóvenes: soy vuestra venganza contra las mujeres”, dice el titular, en referencia a una frase de Trump en la que este no mencionó, sin embargo, contra quién llevaría a cabo dicha venganza.
En la izquierda, sin embargo, también hay voces que alertan sobre la pérdida de interés y de simpatía de esta sección del electorado. El estratega demócrata James Carville, artífice de las victorias Bill Clinton, dice que el Partido Demócrata se ha convertido en una “mujer sermoneante” que está continamente abrasando a los electores, leyéndoles la cartilla. “No bebas cerveza, no veas fútbol, no comas hamburguesas...”, dijo Carville durante una entrevista con The New York Times, imitando a una preachy female de las que, según él, abundan entre los demócratas. “Todo lo que haces está destruyendo el planeta. Tienes que comerte tus guisantes”.
El comentario de Carville, que lleva años advirtiendo de que las obsesiones identitarias woke del partido han espantado a los tradicionales votantes de clase trabajadora, no fue particularmente bien recibido por sus correligionarios. Pero Carville tiene 80 años y su valor siempre ha sido hablar de esa manera. Por algo acuñó la frase: “Es la economía, estúpido”. Hoy son, en parte, los hombres jóvenes.
Desde la defensa del derecho al aborto hasta el fenómeno del MeToo, la renovada causa del feminismo ha sido uno de los carruajes con mayor tracción política de los últimos 10 años en Estados Unidos. Pero en la estela de este vistoso carruaje, muchas voces, incluidas voces del progresismo, han empezado a susurrar cada vez más alto que existe un grupo de población que parece estar quedándose atrás, olvidado en los márgenes del debate público: los hombres jóvenes. Y este aparente desinterés hacia ellos podría tener un precio palpable el 5 de noviembre.
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