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¿Mató el 'surfer' al 'cowboy'?: el éxodo de California ya está empezando a cambiar el sur de EEUU
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CAMBIO EN EL BASTIÓN REPUBLICANO

¿Mató el 'surfer' al 'cowboy'?: el éxodo de California ya está empezando a cambiar el sur de EEUU

La migración de la costa oeste a Texas ha crecido un 48% en la última década. Su llegada es percibida como una amenaza para los conservadores del estado; no solo por el posible cambio de color en las urnas, sino por la destrucción de su cultura

Foto: Un cowboy paseando a caballo a las afueras de Forth Worth, una ciudad al oeste de Dallas. (A. F.)
Un cowboy paseando a caballo a las afueras de Forth Worth, una ciudad al oeste de Dallas. (A. F.)
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Es una gran noche. Imaginémonos este pasado sábado, en el Longhorn Ballroom de Dallas, Texas, la sala de conciertos más emblemática de la ciudad. En el escenario está Jimmie –usted, lector español, quizá no lo conocerá, pero es hermano del mítico rey del blues texano, Stevie Ray Vaughan–, tocado con su imprescindible sombrero de cowboy. Trompeta, saxofón, bajo, batería y multitud de gritos de yeeehaw entre el público. Era cultura pero también política: intentar adivinar el sentido del voto este 5 de noviembre de los presentes es sencillo.

No disparen al pianista (esta reportera) antes de tiempo: les delataron los pantalones y camisas vaqueras, los gorros y botas de cowboy y los cinturones con un toro de cuernos largos en la hebilla, los versos de la Biblia tatuados en los antebrazos... y las omnipresentes camisetas de Donald Trump 2024.

Los hombres y mujeres presentes en esta sala podrían ser el perfil de ciudadano modelo al que estamos acostumbrados a asociar con la Texas de ranchos, vacas y caballos. Y sin embargo, este rincón de las afueras de Dallas es un ejemplo de la América profunda que también se enfrenta a inexorables cambios y lucha por no desaparecer. La amenaza, en este caso, es demográfica e interna. Los votantes republicanos guiados por la biblia, la palabra de Dios, la inviolabilidad de la Constitución americana y la pasión por la esencia sureña tienen miedo. De un tiempo a esta parte, se sienten amenazados por la incesante migración de los californianos –bastión demócrata por excelencia– a su estado. El cambio demográfico de Texas empieza a notarse en las urnas. ¿Están los surferos del oeste matando a los cowboys del sur?

Foto: Fotografías de archivo de Donald Trump y Kamala Harris. (Reuters/Brendan McDermid y Evelyn Hockstein)
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Varios fenómenos distintos convergen en esa sensación de pérdida de identidad. Por un lado, la migración masiva del oeste. Por otro, el abandono del mundo rural. Y, por último, el impacto de la polarización voraz que atraviesa cada rincón del país. Esta es la historia de cómo los mayores enemigos de los estadounidenses son otros estadounidenses; un recorrido por la tierra del conservadurismo duro para desentrañar el impacto de la democratización de las ciudades. El dicho popular de que en Texas "hay más vacas que personas" empieza a perder fuelle. Y es ahí donde, con la disolución de las capas más superficiales de la cultura, se resquebraja la concepción del mundo de sus habitantes.

Un termómetro de ese cambio son los resultados electorales de los últimos años. "Los márgenes se están haciendo más pequeños", explica Joshua Blank, director de Investigación del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Texas. "En 2012, los republicanos obtuvieron 1,2 millones de votos más que los demócratas. En 2016, Donald Trump consiguió 800.000 electores más y, en 2020, la cifra bajó a 631.000 menos", explica a El Confidencial. El descenso republicano también se aprecia en los datos de las elecciones a gobernador. En 2022, Greg Abbott (actual gobernador) consiguió 880.000 votos más que los demócratas… 300.000 menos que en 2018. "Esto antes no pasaba", sentencia el experto, haciendo hincapié en la transformación gradual que está sufriendo el gran feudo republicano.

Acosados por el alto coste de la vida, carísimos alquileres, la decadencia de la vida urbana en ciudades como San Francisco (alcohol, drogas, sinhogarismo...) en el caso de los particulares, y la disminución de ventajas fiscales y también la subida de precios del alquiler, en el caso de las empresas, desde hace un par de años se ha exacerbado el fenómeno del 'éxodo californiano'. Estados como Arizona –que ya dio la campanada en las elecciones de 2020, pintándose de azul por primera vez desde 1996– y Nevada reciben a la mayor parte de los exiliados, pero Texas también está recibiendo su ración.

placeholder Uno de los asistentes al concierto de Jimmie Vaughan. (A.F.)
Uno de los asistentes al concierto de Jimmie Vaughan. (A.F.)
placeholder Jimmie Vaughan en concierto. (A.F.)
Jimmie Vaughan en concierto. (A.F.)

Esa ola azul hace tambalear los cimientos de los vecinos de toda la vida de Texas; una sociedad que quiere reafirmar sus costumbres. La preocupación ha llegado a la cultura popular. El cantante de country Creed Fisher publicó un single llamado Don’t California my Texas –este periódico trató de hablar con el músico, pero hubo que posponer el encuentro por problemas de salud del artista–.

En uno de la miríada de grupos de Facebook que ayudan a los californianos a preparar su mudanza a Texas los miembros se pasan el día discutiendo. “Don’t change Texas” (no cambies Texas), dice una mujer. “Demasiado tarde. Abbott ya nos ha jodido. Esto es Texistan, Texas talibán”, le responden. “Los liberales se mudan aquí para traer su locura”, dice otro comentario. “Bienvenidos todos los que quieran formar parte de este estado”, sentencia otra, tratando de calmar las aguas.

Al igual que en todo el país —es leitmotiv de la campaña republicana a nivel general—, la gran preocupación del estado en las encuestas es la 'bestia negra' de la inmigración a través de la frontera sur. Las leyes anti-inmigratorias de Texas son las más duras del país. “Lo único que no estamos haciendo es dispararles, porque Biden nos tacharía de asesinos”, llegó a decir el gobernador Abbott.

Aunque el discurso de mano dura contra la inmigración funciona en todos los feudos republicanos, chirría un poco cuando se refiere a otros aliens, pero que hablan su mismo idioma. Solo en 2023, 93.970 personas con residencia en California se mudaron a Texas, lo que supone un incremento de casi el 48% en la última década. De las casi 700.000 personas que abandonaron el soleado estado del oeste el pasado año para mudarse a otra región del país, un 13% se decantó por su vecina del sur. Hay estudios que colocan a Los Ángeles y San Franciso en primer y tercer lugar de todas las urbes estadounidenses donde la gente más busca irse a otro lugar.

La desconfianza

El prototipo del republicano del sur es un perfil que desconfía del Gobierno, la prensa y los impuestos. Una familia pasea por una de las grandes avenidas de Dallas. Abiertamente trumpistas, dedican un par de minutos a compartir su preocupación por el cambio demográfico.

—¿Creen que Texas podrá algún día convertirse en un estado demócrata?

—Oh, esperemos que no. La pregunta es, ¿han aprendido los californianos la lección?—dice el abuelo.

placeholder Abuelo y nieto republicano. '¿Han aprendido los californianos la lección?'. (A.F.)
Abuelo y nieto republicano. '¿Han aprendido los californianos la lección?'. (A.F.)

La razón principal del éxodo del oeste al sur es la incesante escalada de precios. Esta familia conservadora lo ve claro: pagar impuestos no les ha funcionado a los estados de la élite liberal costera y esperan que sus nuevos vecinos no pretendan apostar por políticas similares. El hombre recurre a una cita apócrifa de Albert Einstein. “Él dice, si haces lo mismo una y otra vez y esperas algo distinto, eres estúpido”. La lección que espera que hayan aprendido los demócratas es que pagar impuestos, desde su punto de vista, no sirve para nada.

“Los texanos son muy cerrados", dice el dependiente de una tienda del centro de Dallas. "Cualquier cosa que vean como una amenaza, van a poner todas las excusas y argumentos para defenderse”, continúa. Él es ejemplo vivo de ese éxodo: emigró desde California y ahora regenta un local de ambiente sureño; camisetas con armas, llaveros de pistolas, toros, botas… “Algunos me piden sombreros y se enfadan cuando ven que están fabricados en China. Les digo, ¿sabes de dónde viene toda la ropa que llevas puesta? Su argumento es reaccionario y ciego”, dice.

Esta oposición social a los californianos contrasta con la política local al respecto. Mientras los texanos no quieren saber nada de sus nuevos vecinos, los descuentos fiscales promovidos por Greg Abbott no hacen más que atraer nuevos inversores al terreno. Así, Austin se ha convertido en un pequeño Silicon Valley.

En 2022, el multimillonario Elon Musk abrió la segunda sede más importante de Tesla en las inmediaciones de la capital texana. La gigafactoría abarca más de 1.000 hectáreas y una planta de producción de 930.000 metros cuadrados, ocupando todo el espacio visual de cualquier curioso que se acerque a su ubicación. El acceso está restringido; tan solo pueden llegar a las puertas de la entidad los empleados de Tesla. La bandera de Estados Unidos, de Texas y de la propia empresa dan la bienvenida los trabajadores. Curiosamente, son pocos los empleados que tienen aparcado un Tesla en el parking de su puesto de trabajo.

placeholder La sede de Tesla en Austin. (A.F.)
La sede de Tesla en Austin. (A.F.)

Space X, la entidad aeronáutica del magnate, abrió recientemente una base dedicada al despegue de los cohetes en el sur del estado. A pesar de la remodelación de muchas viviendas de la zona, no todos los residentes están contentos con el aterrizaje del millonario. Que está jugando también su papel en la campaña de este 5 de noviembre. El traspaso de tierras de Boca Chica para Musk ha levantado ampollas, lo que unido al cierre temporal de las playas para los lanzamientos de cohetes eleva la tensión entre los texanos. “No le den ni una pulgada a SpaceX porque se llevarán una milla”, pedía enfáticamente una vecina a Texas Tribune.

“Abott está tapando el sol con un dedo porque por un lado se trae las compañías y por otro los que le votan están enfadados y nadie ha hecho la conexión”, sostiene el dependiente de la tienda de gorros de cowboy.

El Gobierno, cuanto más lejos, mejor

“Eso pasa mucho”; asegura. “Son gente que desconfía del Gobierno y prefieren depender solo de ellos mismos”.

Un ejemplo de este recelo a las administraciones y el oficialismo puede apreciarse en la esquina donde asesinaron al presidente J.F. Kennedy en 1964. Allí, un hombre de avanzada edad aprovecha para vender sus revistas con teorías de la conspiración sobre el caso. No es un cualquiera, sino el mismísimo Robert J. Groder, un autor neoyorkino que ha dedicado toda su vida profesional a desentrañar los detalles del asesinato del presidente. "¿Confianza en el Gobierno? Hay quienes siguen pensando que a Kennedy lo mató Lee Harvey Oswald y los museos y autoridades se benefician de ello". Groder formó parte de la comisión de investigación que acabó condenando Oswald, además de haber producido dos largos documentales sobre el tema.

El argumento republicano de los últimos años se ha basado en esa línea de desconfianza. Y los acérrimos conservadores han visto en Donald Trump una salida para justificar su recelo a lo extranjero y a los medios de comunicación; lo que ha provocado una brecha de polarización gigante entre ambos partidos. Los escasos votantes demócratas que hablaron con este diario no tuvieron problema en responder; los republicanos, en cambio, torcían el gesto al saber que hablaban con periodistas. “Los californianos, eh… espera, ¿has dicho que eres periodista? No, no tenemos una opinión sobre eso entonces”.

placeholder Robert J. Groder, el gran negacionista del oficialismo en el asesinato de Kennedy. (A.F.)
Robert J. Groder, el gran negacionista del oficialismo en el asesinato de Kennedy. (A.F.)

Los oasis de las grandes urbes

“Lo que ocurre es que sentimos que ya no hay espacio para nosotros”, asegura Avery, una joven de 28 años residente en Austin (900.000 habitantes). “La cultura sureña es acogedora y tiene otro tipo de dinámicas. Aquí los californianos llegan, son bordes y conquistan todo”. Su argumento radica en la sensación de pérdida de identidad. Si a la tierra de la tradición le quitas la tradición, ¿qué les queda? Básicamente, este progresivo cambio demográfico está repercutiendo en su estilo de vida. Lo que para ellos es su vestimenta habitual, para los forasteros es un disfraz. “¿Ves ese chico?” , continúa Avery refiriéndose a un muchacho con un gorro de cowboy paseando por la zona más gentrificada de Austin. “¡Lleva pantalones cortos y zapatillas de deporte! Nadie de aquí llevaría un gorro de cowboy con ese outfit”, describe.

El este de la ciudad –desde la que puede observarse el edificio del capitolio desde cualquier punto, porque Texas loves Texas– deja entrever ese abismo sociodemográfico del que habla la joven. Un local nocturno ya ha anunciado el cierre por la imposibilidad de pagar el alquiler. La zona, acostumbrada a grandes casas individuales con espacio de aparcamiento para sus trucks, está ahora inundada de pequeños apartamentos sin cruces cristianas en cada esquina. Los surferos huyeron de California porque les era imposible comprarse una vivienda, “pero llegan aquí y es mucho más barato para ellos”, explica Avery.

Por eso el impacto californiano se nota especialmente en las ciudades. El 80% de la población, en palabras del investigador Joshua Blank, residen en los grandes núcleos “Es en las zonas rurales donde abundan los republicanos”, explica. Las estaciones de servicio de las carreteras que atraviesan pequeñísimos municipios –amplios campos con animales a mansalva– venden propaganda política, pero únicamente del bando conservador. A lo largo de los cientos de kilómetros recorridos en las autopistas infinitas del país del asfalto, este diario localizó gorras con el peluquín pelirrojo de Trump y numerosos carteles promocionales con la imagen más impactante de su campaña. La fotografía de su intento de asesinato, con el puño levantado y la oreja ensangrentada, es el reflejo de la esperanza sureña. Si no pueden acabar con el líder republicano, tampoco lo harán con su modo de vida.

El interior del Ballroom Longhorn. (A.F.)(A.F.)

Los polos urbanos son nichos demócratas y Austin, de hecho, lleva años convertido en un pequeño oasis azul en mitad de la estepa texana. Un reflejo a escala estatal del dibujo general del país. Mientras que a las afueras de Dallas persisten los locales de pollo frito, té dulce y paseos a caballo, Austin está repleto de cafés de especialidad, ambiente costero, modernos con ordenadores Mac y poco acento sureño. Dallas huele a canela y mantequilla; Austin, en cambio, a capuchino y piña colada. El 9% de los habitantes de la capital del estado nacieron en la parte occidental del EEUU, un 43,5% más que en 2014. En Houston, que cuenta con 2,3 millones de habitantes, la proporción ha rondado el 3% en la última década, sin cambios significativos.

Ahora, si la gran mayoría de la población vive en las ciudades y estas son núcleos demócratas, ¿está en peligro a la larga la dominación del partido republicano? La respuesta está en quienes son los que realmente se registran para ir a votar. “Las urbes son diversas, tienes gente joven hablando de otras cosas como el género, el colectivo LGTB o el feminismo. Luego miras quiénes son los que más se dan de alta para los comicios y ves que la mayoría son hombres blancos de sesenta años que llevan toda su vida votando al mismo partido”, explica Blank.

Es la pescadilla que se muerde la cola, pero también un síntoma de la incapacidad del partido demócrata de convencer a sus votantes de acudir a las urnas. El mensaje republicano apela al sentimentalismo porque la homogeneidad de sus seguidores lo permite. Las preocupaciones de un republicano de Texas son similares a las de uno de Florida: los niños deben jugar con los niños y las niñas deben jugar con las niñas.

En cambio, los demócratas juegan con una gama amplísima de perfiles difíciles de manejar. ¿Cómo convencer a un neoyorquino y a un texano de que el mismo partido conseguirá hacerles a ambos felices? "A los demócratas hay que hablarles de cambio climático, del aborto, de la educación pública, de la corrupción, de los nuevos modelos de familia.. debe ser un discurso muy amplio", continúa el investigador, matizando la dificultad de orientar el mensaje en horizontal.

placeholder Un bar de estilo costero en Austin. (A.F.)
Un bar de estilo costero en Austin. (A.F.)

El voto de 'ellas'

La brecha no es solo generacional, también de género: en los estados del sur, y a pesar de que la tendencia tiende a apoyarse en el bando republicano, ellas votan ligeramente más demócrata que ellos. ¿Las razones? Múltiples, pero cabe destacar el impacto de la derogación del Roe vs. Wade de 2022, que abrió la puerta a que varios estados prohibiesen el aborto en distintos niveles.

Texas, claro, fue uno de los que asumió esta norma. Hoy día, todas las clínicas abortivas de su territorio han echado el cierre. “Ahí es cuando empezó a notarse un cambio. Las mujeres jóvenes votan menos, pero las que lo hacen en grandes ciudades de Texas tienden a optar por los demócratas”. Si todos los jovencísimos de las urbes se diesen alta en los comicios, quizá el resultado sería un tanto diferente.

Brigitte y Felipe, un matrimonio de exveteranos –él en Irak, ella en Jordania– aseguran que Texas se está convirtiendo en un estado morado, un swing state que puede caer de un lado u otro de la balanza. No ocurrirá este 5 de noviembre, sin embargo. Todo apunta a que los rojos mantendrán este gran bastión. El cambio será más progresivo. Para ellos, el futuro de los cowboys no pinta bien, pero no desaparecerán en el corto plazo. “Es un estado difícil de legislar por ese rechazo al Gobierno”, explican.

Tienda de cowboys en el centro de Dallas. (A.F.)Longhorn Ballroom. (A.F.)

Las cartas ya están sobre la mesa. El bastión republicano de Texas mantendrá su hegemonía habitual en el estado a pesar de la migración a las urbes. Esto, claro, no implica que el futuro no sea incierto.

—¿Significa todo esto que estamos ante la muerte lenta de los cowboys?

—Es una pregunta muy complicada. Sí y no. Mi respuesta es que no hay respuesta. La discusión todavía está vigente. Hay que ver cómo encajan los conceptos de identidad sexual y género, por ejemplo, con la masculinidad hegemónica de aquí. La televisión colabora. Hace 10 años, todos los shows hacían referencia a familias blancas heterosexuales con problemas de familias blancas heterosexuales. Poco a poco, estamos viendo que la ficción está incorporando otros modelos más ajustados a la realidad. Ahora, si les enseñas ese contenido a los que sí van a votar el 5 de noviembre (los hombres republicanos de 60 años), que llevan toda la vida viviendo de una forma muy concreta, probablemente no lo entiendan.

Es una gran noche. Imaginémonos este pasado sábado, en el Longhorn Ballroom de Dallas, Texas, la sala de conciertos más emblemática de la ciudad. En el escenario está Jimmie –usted, lector español, quizá no lo conocerá, pero es hermano del mítico rey del blues texano, Stevie Ray Vaughan–, tocado con su imprescindible sombrero de cowboy. Trompeta, saxofón, bajo, batería y multitud de gritos de yeeehaw entre el público. Era cultura pero también política: intentar adivinar el sentido del voto este 5 de noviembre de los presentes es sencillo.

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