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La trampa de Hubert Humphrey: el gran error de Kamala Harris que ya no puede remediar
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La trampa de Hubert Humphrey: el gran error de Kamala Harris que ya no puede remediar

El error que cometió Humphrey hace 56 años ahuyenta ahora a la candidata demócrata a apenas 10 días de las urnas: no marcar la distancia suficiente con su predecesor

Foto: Kamala Harris. (Getty/Chris duMond)
Kamala Harris. (Getty/Chris duMond)
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A pocos meses de las elecciones, un presidente demócrata, con la popularidad por los suelos debido a la alta inflación y por una política exterior que ha dividido al electorado, decide que no buscará la reelección. Su vicepresidente toma el relevo y hereda una campaña cuesta arriba, atrapado entre la necesidad de mostrar respeto a la administración saliente, de la que ha sido parte, y la urgencia de ofrecer una visión de cambio que conecte con una ciudadanía cada vez más frustrada.

Mientras tanto, su rival republicano aprovecha el descontento generalizado con la administración actual. Hace campaña con guiños hacia los votantes más racistas, presentándose como la voz de la gente común, olvidada por las élites. Aunque su mensaje es divisivo, logra captar el apoyo de aquellos que sienten que el sistema político los ha traicionado. Eventualmente, se alza con la victoria en unas elecciones en las que aventaja a su rival por apenas un 1% del voto.

Puede parecer el guion más temido por Kamala Harris, pero es la historia de Hubert Humphrey, el vicepresidente de Lyndon B. Johnson que perdió las elecciones en 1968 ante Richard Nixon. El error que cometió Humphrey hace 56 años ahuyenta ahora a Harris a apenas 10 días de las urnas. Atado a las decisiones de Johnson sobre la guerra de Vietnam, el vicepresidente evitó criticar el conflicto hasta el último momento, cuando ya era demasiado tarde para cambiar el rumbo de su campaña. Esa demora en distanciarse de una administración profundamente cuestionada por los votantes pudo ser lo que le costara la presidencia.

Del mismo modo, Harris ha evitado marcar una ruptura clara con el legado de Joe Biden, a pesar de que el presidente enfrenta una amplia desaprobación pública. Los años de alta inflación, el manejo de la crisis migratoria y el respaldo sin fisuras a Israel durante su guerra en Gaza y el Líbano han erosionado su respaldo entre los votantes demócratas, pero la vicepresidenta parece incapaz de criticar el historial de su superior.

Foto: Un partidario de Donald Trump durante uno de sus mítines en Juneau, Wisconsin. (Reuters/Brendan McDermid)

El momento más revelador de este bloqueo ocurrió durante su aparición, el pasado 8 de octubre, en The View, uno de los programas de tertulia matutina más vistos en Estados Unidos. Durante la entrevista, la candidata recibió una pregunta directa: ¿qué habría hecho de manera diferente a Joe Biden si ella hubiera sido la presidenta? Su respuesta fue un vacilante, "no se me ocurre nada". Un duro golpe para su campaña y un regalo para la de Donald Trump, que ahora emite propaganda electoral con la frase de Harris y el mensaje "Kamala=Biden".

Roane Carey, ex jefe de redacción de The Nation y experto en política exterior de EEUU, subraya a El Confidencial la gravedad de este error. "No ha sabido diferenciarse de Biden cuando más lo necesitaba", asevera. "No se trata solo de una estrategia política, sino de una cuestión ética: tenía que demostrar que puede liderar con una visión propia", agrega.

Carey pone como ejemplo central su negativa a romper con Biden en lo relacionado con la situación en Medio Oriente. "El apoyo incondicional de la administración Biden a Israel durante la guerra en Gaza ha generado una creciente frustración entre los votantes demócratas, especialmente entre los jóvenes y las comunidades árabes y musulmanas. Al evitar criticar directamente el manejo del conflicto, ha provocado una erosión de su apoyo en sectores clave, como los 200.000 votantes árabes y musulmanes que viven en Michigan", crítica.

Harris se encuentra atrapada. Como vicepresidenta, no puede criticar abiertamente a la administración Biden sin parecer desleal al hombre que renunció a buscar su segundo mandato y la ungió como nueva candidata. Sin embargo, las cifras reflejan el profundo descontento con la dirección del país. En octubre, el 75% de los estadounidenses dijeron estar "insatisfechos" con la forma en que van las cosas en Estados Unidos, según una encuesta de Gallup. Con un panorama tan sombrío, el electorado busca desesperadamente un cambio, pero la percepción de que votar por Harris es votar por otros cuatro años de Biden está cada vez más extendida.

Los números son preocupantes para los demócratas. Una encuesta realizada por Langer Research Associates para ABC News revela que el 74% de los estadounidenses (incluyendo la mayoría de los demócratas) prefieren que el próximo presidente tome un nuevo rumbo en lugar de continuar con las políticas de la administración Biden. Sin embargo, el 65% de los encuestados cree Harris mantendría, en gran medida, las políticas del mandatario. Solo un 33% considera que su llegada al Despacho Oval supondría un cambio considerable.

"Harris tiene una deuda con Biden, y eso la ha dejado atrapada en una posición delicada", afirma Carey. "Es comprensible que se sienta leal, pero en política, especialmente en tiempos de campaña, es necesario marcar diferencias. Creo que había y sigue habiendo una manera en la que Harris deje claro a Biden que lo respeta, pero que también necesita trazar su propio camino", agrega.

Los "número dos" suelen heredar pocos de los logros de la administración

Es cierto que la vicepresidencia ha sido, históricamente, una posición complicada desde la cual construir una carrera presidencial. Los "número dos" suelen heredar pocos de los logros de la administración a la que sirvieron, pero cargan con gran parte de sus fracasos. En la era moderna, los pocos que han logrado llegar al Despacho Oval lo hicieron en circunstancias excepcionales: Harry Truman y Lyndon B. Johnson asumieron el cargo tras la muerte de sus predecesores, mientras que Richard Nixon y Joe Biden lo consiguieron tras un tiempo fuera del ojo público. Solo George H. W. Bush logró ganar la presidencia inmediatamente después de su predecesor, y lo hizo en gran parte gracias a la enorme popularidad de Ronald Reagan al dejar el cargo.

Harris, además, no ha sido el rostro de ninguna iniciativa propia durante su vicepresidencia que le permita mostrarse como autónoma a Biden. Todo lo contrario: era vista como una figura prácticamente invisible.

Consciente del lastre que su jefe le está suponiendo, Harris ha empezado a desplegar una estrategia más clara de diferenciación. En entrevistas recientes, ha intentado subrayar su propia visión y experiencia. Durante una entrevista con Fox News, fue contundente al declarar que su presidencia "no será una continuación de la presidencia de Joe Biden". Sin embargo, al ser cuestionada sobre qué políticas concretas planeaba cambiar, se ha seguido mostrando evasiva.

En última instancia, como sucedió con Humphrey en 1968, puede que ya sea demasiado tarde para Harris. Más de 15 millones de estadounidenses ya han emitido su voto anticipado, y cada día que pasa la cifra aumenta. Sin embargo, Roane Carey aún deja una pequeña puerta abierta: "¿Es demasiado tarde? No lo sé. No hay manera de saberlo. Pero creo que, definitivamente, no le haría daño intentarlo ahora".

A pocos meses de las elecciones, un presidente demócrata, con la popularidad por los suelos debido a la alta inflación y por una política exterior que ha dividido al electorado, decide que no buscará la reelección. Su vicepresidente toma el relevo y hereda una campaña cuesta arriba, atrapado entre la necesidad de mostrar respeto a la administración saliente, de la que ha sido parte, y la urgencia de ofrecer una visión de cambio que conecte con una ciudadanía cada vez más frustrada.

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