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Los aliados de Israel en el Líbano: ¿dónde está la derecha cristiana que Netanyahu busca con tanto ahínco?
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Israel golpea una aldea cristiana

Los aliados de Israel en el Líbano: ¿dónde está la derecha cristiana que Netanyahu busca con tanto ahínco?

Este mes de octubre, el primer ministro israelí los llamó a la acción en un vídeo. Les encomendaba acabar ellos mismos con Hezbolá antes de que lo hiciera el Ejército de Israel

Foto: Una mujer camina por la iglesia de San José en Beirut. (Reuters/Louisa Gouliamaki)
Una mujer camina por la iglesia de San José en Beirut. (Reuters/Louisa Gouliamaki)

Son libaneses y amigos de Israel. Algunos son hijos de quienes, durante la guerra civil, obedecieron las órdenes de Ariel Sharon y masacraron a más de dos mil palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. Otros son los que lamentan: ‘Akáluna ax-xí’a’ —‘Los chiíes nos han comido’—, y sueñan con volver al Líbano inmediatamente posterior a la independencia de Francia, en el que los cristianos eran mayoría demográfica y política. Todos ellos culpan a Hezbolá e Irán de arrastrarlos a una guerra que no piensan luchar.

Y fantasean con país distinto: un Estado federal, un Monte Líbano cristiano, un Gobierno propio...

No son muchos, y se saben minoría en un Líbano que lucha por dejar atrás el sectarismo de la guerra. Netanyahu está haciendo lo posible por encontrarlos. Este mes de octubre, el primer ministro israelí los llamó a la acción en un vídeo. Les encomendaba acabar ellos mismos con Hezbolá antes de que lo hiciera el Ejército de Israel: “Tenéis la oportunidad de salvar el Líbano antes de que caiga en el abismo de una larga guerra que conducirá a la destrucción y al sufrimiento como vemos en Gaza”, advirtió. Israel ya usó esta estrategia durante la invasión del Líbano de 2006. No funcionó: Hezbolá expulsó a las tropas enemigas y salió victorioso de aquella. La relativa estabilidad política del país no sufrió grandes fisuras. Pero las Fuerzas de Defensa Israelíes cuentan con un nuevo as bajo la manga, esta vez: desde el comienzo del intercambio de fuego, los misiles están cayendo también en regiones cristianas donde no hay objetivos militares de Hezbolá.

“Mira esta casa, qué tristeza”, expresa al periodista Lucía, una joven católica maronita, mientras enseña en su móvil un edificio centenario de piedra robusta. Lucía sabe que en esa casa murieron 21 desplazados chiíes del sur del Líbano a principios de mes. Pero lo que más le choca no es eso, sino que Israel se haya atrevido a golpear Ehden, el pueblo de sus abuelos —cristianos— en la región de Queseruén.

Foto: Personal médico espera la llegada de una ambulancia en el exterior de un hospital, tras un ataque israelí en los suburbios del sur de Beirut, Líbano. ( REUTERS/Amr Abdallah Dalsh)

A muchos, la aparente estrategia de Israel les está sirviendo para comprometerse con la 'resistencia' que ofrece Hezbolá en el sur del país. Pero para unos cuantos el efecto es el contrario. El deseado por Netanyahu: reafirmar su oposición al partido-milicia y apoyar otras soluciones. Aunque estas impliquen doblegarse ante Israel, como ya hizo la derecha cristiana en 1982.

“Ha habido una clara emergencia de Samir Geagea”, dice Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid. Geagea es el líder de las Fuerzas Libanesas, herederos políticos de las milicias que masacraron a miles de personas en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila. “Ahora, se ha convertido en el referente de esta oposición, que demanda también la 1701 y que siempre ha dicho que uno de los grandes problemas es Hezbolá. A veces, parece tener a Hezbolá como un problema más grave que Israel”, apunta Gutiérrez de Terán.

Foto: El contingente de 600 militares de la Brigada Aragón que salieron en abril a Líbano. (Europa Press/Marcos Cebrián)

Con la 1701, el profesor se refiere a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que, en 2006, comandaba a una misión de cascos azules mantener el sur del Líbano libre de armas israelíes y de Hezbolá. También establecía una línea de armisticio en la actual Línea Azul. Este mes de octubre, el primer ministro en funciones —sunní—, el presidente del Parlamento —chií— y el líder de la minoría drusa —un 5% de la población— firmaron un comunicado conjunto con esa misma propuesta. Pero a la petición no se sumaron ni Geagea ni el otro gran partido cristiano, las Falanges Libanesas.

Para Gutiérrez de Terán, las Falanges siguen en un “estado de postración, aunque todas estas situaciones favorecen su auge dentro de la comunidad [católica] maronita. Son las Fuerzas Libanesas las que están emergiendo como ese gran polo de atracción dentro de la derecha maronita o del centro, como se quieren llamar”.

Sin embargo, el silencio de las Fuerzas Libanesas de Geagea inquieta tanto a seguidores como a detractores. Y aún más, probablemente, a Netanyahu, que ve en la derecha cristiana el único aliado en el crisol político y confesional que es el Líbano. Desde que comenzó la guerra en Gaza, se ha acusado a Geagea de no condenar lo suficiente a Hamás y a Hezbolá, su adversario más absoluto en el terreno nacional.

Foto: La bandera de Hezbolá en una manifestación en Yemen. (EFE/Yahya Arhab)

Algunos creen que las Fuerzas Libanesas realmente desean una guerra que debilite a los herederos de Hasan Nasrallah sin que el partido tenga que intervenir. Es el caso de Kamal Richa, analista político próximo a Geagea. Richa opina que, si Israel hace todo el trabajo, el líder de la derecha cristiana saldrá de esta indemne, con la imagen poco perjudicada para una posible contienda electoral —se conoce que la presidencia del Líbano, que lleva ya dos años vacante, es la gran ambición de Geagea—. Charles Jabbour, portavoz del partido, desmiente estas consideraciones: “Simplemente, hemos decidido optar por el silencio político y mediático desde el ataque a los ‘buscas’” llevado a cabo por Israel contra miles de civiles y combatientes de Hezbolá el pasado 17 de septiembre.

Los ‘soldados del Señor’

Del feudo de Geagea salió en 2020 una soldadesca de jóvenes cristianos que tonteaban con el fascismo y aprovecharon la pandemia para consolidarse como un grupo paramilitar. Los Jnud ar-Rab —‘Soldados del Señor’— son dueños desde hace cuatro años de las calles del este de Beirut —sobre todo del barrio de Ashrafiye—. En una ciudad sin policía, en un país sin Estado, estos chicos patrullan la parte cristiana de la ciudad para protegerla del “peligro islamista” y los “criminales forasteros”. Esta última amenaza es un cajón de sastre en el que se encuentran tanto refugiados sirios como la comunidad LGTB+. En agosto de 2023, estos 'soldados' irrumpieron en un bar de ambiente y apresaron a los asistentes.

La mayor respuesta de los Jnud ar-Rab a la guerra que hoy se ha extendido al Líbano fue a principios de año, cuando la amenaza de una invasión israelí quedaba lejos. En enero, el grupo hackeó las pantallas del aeropuerto Rafic Hariri de Beirut y difundió en ellas un mensaje contra Hezbolá: “Hasan Nasrallah, no encontrarás apoyo si maldices al Líbano con una guerra que no puedes manejar. No lucharemos en nombre de nadie. Nos habéis quitado el puerto y ahora nos quitaréis el aeropuerto por vuestra transferencia de armas”, decía el comunicado, en referencia a la explosión del puerto de Beirut de agosto de 2020, cuya responsabilidad se atribuyó al líder de Hezbolá. “Dejad el aeropuerto libre”, rezaba.

Foto: Un militar español durante una patrulla de la misión de paz de la ONU en el Líbano (FINUL) por el sur del país el 12 de junio de 2024. (EFE/ Noemí Jabois)

La provocación no trascendió, y en los siguientes meses solo tuvo lugar un hecho aislado, pero revelador, de las tensiones sectarias que ha resucitado la guerra de Gaza. El 7 de abril, un sirio asesinó a Pascal Sulaymán, alto cargo del partido Fuerzas Libanesas, en la ciudad de Biblos. El suceso desató una nueva ola de racismo contra los sirios del Líbano, pero también contra los chiíes de Hezbolá, a quienes la derecha cristiana acusó de estar detrás de la muerte de Suleiman. Desde que Israel trasvasó la guerra al frente libanés este mes de septiembre, muchos se preguntan tanto en Beirut como en el extranjero si las nuevas fricciones desatarán otro conflicto entre confesiones en el Líbano. El profesor Gutiérrez de Terán no lo ve claro: “Aún muy difícil discernir entre las respuestas al fragor de la batalla y los verdaderos cambios dentro de la sociedad libanesa”.

Son libaneses y amigos de Israel. Algunos son hijos de quienes, durante la guerra civil, obedecieron las órdenes de Ariel Sharon y masacraron a más de dos mil palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. Otros son los que lamentan: ‘Akáluna ax-xí’a’ —‘Los chiíes nos han comido’—, y sueñan con volver al Líbano inmediatamente posterior a la independencia de Francia, en el que los cristianos eran mayoría demográfica y política. Todos ellos culpan a Hezbolá e Irán de arrastrarlos a una guerra que no piensan luchar.

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