Así están las encuestas en EEUU: el que te diga que sabe quién va a ganar miente como un bellaco
A menos de dos semanas de las elecciones de Estados Unidos, todas las encuestas cuentan la misma historia: no tenemos ni idea de quién será el próximo presidente
A menos de dos semanas para las elecciones en Estados Unidos, todas las encuestas pintan el mismo cuadro: no tenemos ni la menor idea de quién será el próximo presidente. Donald Trump, que la semana pasada ya estaba pegado a Kamala Harris, ha seguido recortando distancia en el voto popular. La tendencia apunta hacia un empate total el próximo 5 de noviembre. Si nos fijamos en los estados clave, donde realmente se juega la presidencia, los márgenes son tan finos que las diferencias entre los candidatos son casi imperceptibles. Ni los encuestadores más veteranos de Estados Unidos se atreven a lanzar predicción alguna. Así que ese amigo, familiar o gurú de las redes que asegura saber quién va a ganar, o miente, o no tiene ni idea de lo que habla.
Como explicaba esta semana Nate Cohn, el jefe de análisis político de The New York Times, con las encuestas tan ajustadas, incluso el propio término "liderar" necesita comillas. Porque, por ejemplo, cuando los sondeos muestran a un candidato "por delante" en un estado, aparece pintado de rojo republicano o azul demócrata en los gráficos y la diferencia puede parecer mucho más significativa de lo que realmente es. Da la impresión de que uno está ganando y el otro perdiendo. Sin embargo, una ventaja o desventaja de menos de un punto en un promedio de encuestas, a nivel estadístico, resulta insignificante. La realidad es que ambos están empatados.
En esta recta final, las campañas se están lanzando a la búsqueda de una especie en peligro de extinción: los indecisos. Según un análisis reciente del NYT/Siena College, solo el 3,7% del electorado de los estados clave, alrededor de 1,2 millones de personas, todavía no sabe a quién votará. Son ciudadanos que se encuentran profundamente desconectados de la actualidad, muy difíciles de alcanzar con un mensaje político y aún más difíciles de convencer, incluso para campañas con presupuestos multimillonarios. En su mayoría, son jóvenes sin estudios universitarios (lo que beneficia a Trump) y muchos de ellos son afroamericanos y latinos (lo que beneficia a Harris).
Si observamos los estados clave con microscopio, se puede afirmar (con todos los "peros" de los que ya hemos advertido) que la tendencia sigue siendo la de un Trump más fuerte en el sur. Por el contrario, la ligera ventaja con la que Harris había contado en el noreste del país parece haberse esfumado por completo. Wisconsin y Michigan reflejan un empate absoluto, mientras que Trump, por primera vez en meses, aparece por delante en Pensilvania, el territorio en disputa que reparte más electores.
Las últimas semanas han dado muy pocas buenas noticias para los demócratas, pero, en última instancia, poco ha cambiado. Las distorsiones propias del Colegio Electoral, donde ganar un estado por un 51% de los votos aporta lo mismo que ganarlo por un 60% o un 90%, amplifican la incertidumbre. Curiosamente, con una carrera tan ajustada, el resultado estadísticamente más probable es que uno de los candidatos gane en todos los territorios clave. De acuerdo con el encuestador Nate Silver, existe más de un 40% de probabilidades de que esto ocurra. Si sucediera, sería o bien la mayor victoria para los demócratas desde Barack Obama en 2012 o bien la mayor para los republicanos desde George Bush en 1988. Y nada de eso cambiaría el hecho de que la carrera, hasta el último minuto, había estado empatada.
A menos de dos semanas para las elecciones en Estados Unidos, todas las encuestas pintan el mismo cuadro: no tenemos ni la menor idea de quién será el próximo presidente. Donald Trump, que la semana pasada ya estaba pegado a Kamala Harris, ha seguido recortando distancia en el voto popular. La tendencia apunta hacia un empate total el próximo 5 de noviembre. Si nos fijamos en los estados clave, donde realmente se juega la presidencia, los márgenes son tan finos que las diferencias entre los candidatos son casi imperceptibles. Ni los encuestadores más veteranos de Estados Unidos se atreven a lanzar predicción alguna. Así que ese amigo, familiar o gurú de las redes que asegura saber quién va a ganar, o miente, o no tiene ni idea de lo que habla.
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